“Ya casi no elegimos”: ¿Resetear nuestro algoritmo? El desafío de recuperar el control sobre los contenidos de los feeds
“No, ma. No te lo presto. Me llevó dos semanas sacar suculentas de mi algoritmo”. La respuesta de Gonzalo Moris, de 29 años, a su madre, Silvina, fue tajante. Ella solo le había pedido prest...
“No, ma. No te lo presto. Me llevó dos semanas sacar suculentas de mi algoritmo”. La respuesta de Gonzalo Moris, de 29 años, a su madre, Silvina, fue tajante. Ella solo le había pedido prestado el celular, pero él estaba convencido de que cualquier búsqueda o clic de su madre podía alterar su feed de Instagram. No quería volver a llenar su pantalla de plantas y contenido sobre las Trillizas de Oro.
Cada vez más usuarios sienten algo parecido: que el algoritmo de sus redes ya no los representa, que quedaron atrapados en una repetición de contenidos que se reiteran. Victoria Pérez, de 49 años, licenciada en comunicación, dice que lo vive como un vértigo: “Siento que todo el tiempo me muestra lo mismo. Estoy en un loop de cosas parecidas, incluso de contenidos que vi y no me interesan más”. Sofía R., de 19, atravesó un trastorno alimentario y, cuando sus terapeutas le permitieron volver a las redes, ella y su psicóloga investigaron cómo resetear los algoritmos para dejar atrás los videos de dietas y comida saludable.
Ese deseo de renovar el algoritmo parece haberse convertido en un síntoma de época. No solo hay más usuarios que fantasean con hacerlo, sino también más plataformas que ofrecen la posibilidad de empezar de cero, desde la misma aplicación. TikTok incorporó la función “Actualizar tu feed para ti”, que permite con un clic borrar las recomendaciones y volver a un punto de inicio, como si la aplicación se abriera por primera vez. Entonces, el sistema comienza a mostrar nuevos videos según las interacciones recientes. Instagram también ofrece desde el año pasado la opción de “resetear” el feed en la Argentina. No obstante, no son tantos por ahora los usuarios que se animan a hacerlo.
“¿Qué ocurre cuando lo que me muestra el algoritmo ya no refleja mis intereses?” fue la consulta de LA NACION a Edgar Rodríguez, director de Políticas Públicas para Hispanoamérica de TikTok, durante una entrevista en junio. “Es algo que pasa. Nosotros incorporamos una opción de resetear el feed, cuando ves que ya no está tan acorde con lo que vos consumís. Podés resertear y empezar de cero. Yo todavía no me atreví, pero sí. Es algo que se puede hacer”, explicó.
“Estamos buscando dar a las personas más control sobre su experiencia”, explican desde TikTok al ser consultados para esta nota. Esto no elimina el historial de actividad ni las cuentas seguidas: “Simplemente reinicia el algoritmo de recomendaciones para ofrecer una pizarra en blanco”, aclaran. “Sabemos que a muchas personas esta función les da cierta cautela, porque implica dejar atrás un feed que ya siente muy personalizado. Sin embargo, está pensada como una herramienta de empoderamiento, para quienes quieran explorar intereses distintos o refrescar sus recomendaciones sin tener que abrir una cuenta nueva”, agregan.
Para Gonzalo Moris, de pronto, el algoritmo se volvió un territorio invadido. “Mi lupa era un ecosistema ordenado: Pokémon, Star Wars, fútbol, astronomía y algo de ropa. Pero cuando mi mamá empezó a mandarme fotos de plantas, me aparecieron cada vez más macetas y flores. Hasta que un día me empezaron a aparecer videos de las Trillizas de Oro. Ahí entendí que el algoritmo se nos estaba sincronizando. Entonces corté todo: no compartimos nada más, y empecé a marcar que no me interesaban esos posteos. Recién dos semanas después desaparecieron”, describe.
Ocurre que, justamente, cada clic deja una marca digital, sostiene Roxana Morduchowicz, consultora de la Unesco en ciudadanía digital. “Nuestra huella en internet es pública y comercializable. Cada búsqueda, cada like, define quiénes somos y construye nuestra identidad digital. A veces es más auténtica que la identidad real. El problema es que esa huella no cambia: se congela y es inalterable. Hay gente que perdió a su mascota, y las plataformas siguen ofreciéndole productos para perros. O a una adolescente que lucha con un trastorno alimentario, los algoritmos continúan mostrándole dietas. Por eso, el reseteo resulta tan atractivo: es la ilusión de volver a empezar. Yo no lo dejaría en manos de las plataformas, porque estas usan la información de nuestra huella digital para vendernos cosas. En Europa, existe la Ley del Olvido, que obliga a las plataformas a borrar la información disponible de los menores de 18 años, porque es algo que los puede condicionar en el futuro”, detalla.
¿Se puede “domar” el algoritmo?Si alguien no lo sabe, el algoritmo es la forma en que las plataformas ofrecen contenido a los clientes. La fórmula es secreta y hasta para los especialistas es una incógnita que va cambiando permanentemente y que, según el usuario y sus preferencias, va a interpretar que un contenido va a ser atractivo o no.
LA NACION consultó a voceros de las redes sociales, plataformas y buscadores, como Instagram, Facebook y Google para conocer qué alcance real estaba teniendo el interés de los usuarios por este reseteo. Sin embargo, no hubo respuestas. Desde TikTok, enviaron la respuesta previamente mencionada y sumaron: “La función (de reseteo) se suma a otras opciones de controles de personalización que ofrecemos, como la posibilidad de indicar ‘No me interesa’, ocultar videos con palabras clave, limitar contenido repetitivo o sensible, y ajustar las preferencias de idioma. Todo con el objetivo de que cada usuario tenga una experiencia segura, diversa y adaptada a sus gustos, priorizando el entretenimiento y fomentando un entorno digital seguro”.
Natalia Alonso, una de las directoras de la agencia de marketing Be Influencers, sostiene que “hoy es casi imposible escaparle al algoritmo. Uno está preso. Antes elegíamos qué ver según a quién seguíamos. Hoy el algoritmo decide por nosotros y termina generando un embudo de intereses”.
Las redes ya no nos muestran solo lo que creen que nos gusta, sino también lo que nos provoca. “El algoritmo sabe que el enojo genera interacción –apunta Alonso–. Por eso muestra contenido que te identifica, pero también lo contrario, para que comentes, discutas o compartas”.
Detrás de esta sensación de encierro hay un sistema que, aunque parece inteligente, solo replica patrones. “El algoritmo predice por correlación, no por comprensión”, señala el psiquiatra y especialista en neurociencias Santiago Dayenoff, autor del libro Entendiendo la psicología de Jeff Bezos. “Reacciona a lo que ve, no a lo que sentimos. No capta emociones ni tonos de voz, ni si nos estamos aburriendo o emocionando. Solo mide cuánto tiempo pasamos mirando algo y calcula qué mostrarnos para que sigamos ahí”, afirma.
Para Dayenoff, la lógica del algoritmo es matemática, no humana: “Opera como una mente sin cuerpo. El cerebro aprende por integración –memoria, emoción, movimiento y símbolo–, mientras que el algoritmo solo calcula. No sabe por qué algo te interesa. Lo único que busca es mantenerte en pantalla para aumentar la probabilidad de que compres”.
En sus redes, el psiquiatra propuso una especie de rebeldía digital: “Histeriquear al algoritmo”. Es decir, engañarlo: buscar cosas absurdas, desordenar los patrones. “Si buscás rulemanes de moto y no te interesan, te vas a dar cuenta de cómo reacciona el sistema. Lo importante es tomar conciencia de lo que uno ve y de lo que elige mirar. Borrar aplicaciones, silenciar personas, marcar que algo no te interesa: pequeñas acciones para recuperar el control”.
La posibilidad de resetear el algoritmo genera un entusiasmo similar al de limpiar una habitación mental. Pero no todos confían en que ese control sea real. “No estoy segura de que podamos dejar en manos de las mismas plataformas que comercializan nuestra información la posibilidad de redefinir quiénes somos digitalmente”, advierte Morduchowicz.
El algoritmo de cada red es casi un secreto de Estado. Y su lógica cambia todo el tiempo. Tras la irrupción de TikTok, la “tiktorización” se extendió al resto: Instagram lanzó Reels y YouTube, Shorts. Todos replican el mismo principio del “For You Page”: personalización absoluta y consumo veloz. Hoy, la mayoría de los usuarios entra a Instagram, mira algunas historias, baja al feed y se pierde durante minutos –u horas– en una cadena de reels que ya no depende de a quién sigue, sino de lo que el sistema supone que lo mantendrá más tiempo frente a la pantalla.
Verónica Lampón, directora de la agencia Marketing Trip, lo observa también en sus clases universitarias. “Cada año les pregunto a los estudiantes cómo creen que se nutre el contenido que ven en Google. Antes no tenían idea. Ahora, por lo menos, hay cierta conciencia de que el algoritmo refleja sus comportamientos, sus conversaciones y hasta lo que el teléfono escucha”, comenta.
Esa conciencia, dice, es saludable, aunque no garantiza libertad: “Es positivo entender por qué vemos lo que vemos, pero hacer una limpieza digital se volvió más difícil. El volumen de contenido creció exponencialmente, los videos son más cortos y el compromiso emocional más débil. Antes se medía el engagement por likes o comentarios. Hoy basta con que mires algo para que el sistema lo registre como interés. Por eso terminás viendo más de lo mismo, aunque no te importe”.
El algoritmo no solo moldea lo que consumimos, sino cómo pensamos. Al repetirnos contenidos similares, parece hacernos estrechar la mirada. Y, como explica Alonso, “ya casi no elegimos qué ver: es el sistema el que elige por nosotros”.
Para algunos, resetear el algoritmo es una forma simbólica de recuperar control sobre la atención; para otros, apenas una ilusión. Lo cierto es que cada vez más usuarios sienten la necesidad de hacerlo, como si pulsar “reiniciar” fuera la única manera de escapar del loop de la propia identidad digital.
Gonzalo, el que no quiso prestarle el celular a su madre, destaca que logró “domar” su feed después de semanas de entrenamiento con el botón de “No me interesa” y de abstenerse de ver y compartir cierto contenido. Ahora su pantalla volvió a llenarse de galaxias, pokemones y fútbol. Pero sabe que el equilibrio es frágil. “Hay que estar atento, cuidar al algoritmo celosamente. Si me distraigo un segundo, vuelve mi mamá con las suculentas”, subraya.