Villarruel, Bullrich y una futura convivencia en el Senado que despierta el morbo político
Algunos dicen que se van a sacar chispas. Otros, que la relación va a ser más bien fría y distante porque ambas cumplen roles diferentes y nada las obliga a llevarse bien. Los menos, ven la posi...
Algunos dicen que se van a sacar chispas. Otros, que la relación va a ser más bien fría y distante porque ambas cumplen roles diferentes y nada las obliga a llevarse bien. Los menos, ven la posibilidad de que trabajen de manera conjunta. A pocas horas de unas elecciones de medio término clave para el Gobierno de Javier Milei, muchas son las conjeturas que se tejen en torno a cómo se llevarán la vicepresidenta Victoria Villarruel y la actual ministra de Seguridad y casi segura electa senadora por la Capital Federal, Patricia Bullrich.
El antecedente más cercano habla de una relación tensa, cargada de polémica, cuando en julio de este año se enfrentaron en duros términos en la red social X con la controvertida sesión “autoconvocada” en la que el Senado sancionó el aumento en las jubilaciones y la emergencia en materia de atención del Estado a la discapacidad, leyes posteriormente vetadas por el Poder Ejecutivo.
La disputa la disparó Bullrich con un mensaje en el que le exigió a Villarruel que no fuera “cómplice del kirchnerismo” validando, con su presencia, una sesión que el oficialismo sostenía en ese momento que violaba la Constitución y el Reglamento de la Cámara alta, aunque después nunca presentó impugnación alguna ante la Justicia como habían llegado a amenazar desde la Casa Rosada.
La réplica, en la misma red social y cuando la sesión todavía estaba en pleno desarrollo, no se hizo esperar. La vicepresidenta le recordó a la ministra su pasado como integrante de “orgas terroristas”, en alusión a la militancia de Bullrich en Montoneros; y de tener poca consistencia ideológica al pulular “de partido en partido”.
“Como Vicepresidente cumplo con mi rol institucional, el cual implica que presida las sesiones me gusten o no. Entre otras cosas me votaron para defender la institucionalidad y hacerla respetar, no para levantarme cuando las papas queman o cuando el Ejecutivo recuerda que soy Vicepresidente”; completó Villarruel.
Aquella pelea a cielo abierto entre una ministra y la vicepresidenta del gobierno libertario fue el anteúltimo capítulo de la ominosa pelea contra Villarruel fogoneada desde la Casa Rosada por Karina Milei y Santiago Caputo, cuando todavía funcionaban en tándem, y que tuvo como punto culminante la frontal declaración de Javier Milei cuando, un par de días después, calificó a su vicepresidenta como “bruta traidora” en un acto que encabezó en Córdoba.
Desde aquel frío día de julio, tanto en lo climático como en lo político, el panorama cambió. Al ritmo de sus propios errores, muchos no forzados, el Gobierno debió centrar su atención en otras cuestiones más urgentes -la pérdida de respaldo en el Congreso, el empeoramiento de la situación económica y financiera-, y el “bullying” a la vicepresidenta que se había convertido en el deporte favorito de los trolls libertarios de las redes sociales y de satélites políticos del jefe del Estado como la diputada Lilia Lemoine, se transformó en silencio.
Nuevos chispazosPero como dice el saber popular, donde hubo fuego, cenizas quedan. Y muchos ya se preguntan y hasta trazan escenarios de cómo será la convivencia de Bullrich con Villarruel cuando ambas compartan el Senado como lugar de sus actividades políticas.
Mucho más después de que, en reportaje de campaña, la ministra se volvió a ocupar de Villarruel en respuesta a una pregunta sobre si la veía a la vicepresidenta alineada con el Gobierno.
“Creo que se ha quedado bastante en silencio durante la campaña. Así que espero que no sea de las que pongan palos en las ruedas, sino que sea de las que ayudan”, respondió Bullrich, quien le recordó a Villarruel que “fue elegida para una tarea, para un mandato, para un programa”. “Lo que espero, como futura senadora si me eligen, y como ciudadana, es que cumpla con eso”, remató la ministra su advertencia.
No obstante, y en un intento por apaciguar los ánimos, Bullrich dejó en claro que no le serviría a ninguna de las dos, y tampoco a la administración libertaria, “un enfrentamiento o una pelea”.
A diferencia de lo que ocurrió en julio, desde la vicepresidencia prefirieron no tomar el guante. “No vamos a responder ningún tipo de provocación”, fue la tajante respuesta que llegó desde la mesa política de Villarruel ante la consulta de LA NACION.
Salvo una catástrofe, Bullrich será senadora electa en la noche del domingo y el 10 de diciembre ocupará un escaño en la Cámara alta por un mandato de seis años. A partir de esta situación, hace tiempo que en los despachos oficialistas se tejen conjeturas sobre qué rol tendrá la actual ministra de Seguridad cuando llegue el Senado.
Hay quienes la ven ocupando la jefatura de la futura bancada libertaria y desde ahí tomar el rol de abanderada de las posturas de un Gobierno que va a mejorar su número de senadores, pero que todavía seguirá en clara minoría en la Cámara alta.
Pero no todos coinciden con esa lectura. Hay quienes sostienen que el juego propio de la actual ministra no es muy del gusto de Caputo, que no estaría muy dispuesto a ceder el poder que ejerce sobre el oficialismo del Senado a través del control que tiene del actual jefe de la bancada libertaria, Ezequiel Atauche (Jujuy).
Los que sostienen esto aseguran que, lo mejor, es que Bullrich ocupe la presidencia provisional del Senado y, así, mataría dos pájaros de un tiro. Reemplazaría en ese lugar al puntano Bartolomé Abdala, a quien en la Casa Rosada acusan de tener muchos vínculos con Villarruel, y sería una persona de confianza de Milei en la línea sucesoria presidencial y eventual reemplazo en el manejo de las sesiones del Senado cuando Villarruel deba ocupar la presidencia por ausencia de Milei.
El abanico de roles que podría asumir Bullrich en el Senado es amplio, tanto como los posibles escenarios en torno a la relación que mantendrá con Villarruel cuando ambas deban convivir en el Senado. Por ahora, lo único concreto es que entre ambas funcionarias no hay relación alguna y que los antecedentes no son demasiado alentadores.