Vanesa González: sus inicios en Temperley, la nueva obra con Gonzalo Heredia y las propuestas audaces que rechazó
Vanesa González está en su mundo. Sentada en el sillón de una exclusiva cafetería del barrio de Villa Urquiza, con sus lentes de sol y sus auriculares blancos de vincha al estilo DJ, escuchando...
Vanesa González está en su mundo. Sentada en el sillón de una exclusiva cafetería del barrio de Villa Urquiza, con sus lentes de sol y sus auriculares blancos de vincha al estilo DJ, escuchando vaya uno a saber qué. Viste una elegancia casual, acorde con sus 38 años. De esos looks que, con tan solo un gesto, pasan de la formalidad ciudadana a la seducción nocturna. Parece concentrada, entre queriendo pasar desapercibida y a la espera de algo. Si fuese Hollywood, sería la heroína de un film que le depara una jornada incierta de aventuras. Pero es Buenos Aires, ella es una de las actrices más técnicas de su generación y el inminente estreno de su obra Coherencia invita a una charla con LA NACION. Nadie se atrevería a correrla de su atmósfera zen, salvo quien sabe que esa bella postal de una cálida tarde de invierno es la antesala de una entrevista. Y solo un: “Hola Vanesa, ¿cómo va?”, alcanza para que se quite sus lentes de sol, sonría y regrese al plano de lo terrenal.
Actualmente, la exactriz de Son de fierro divide sus días en dos procesos teatrales antagónicos, uno a punto de estrenar, como Coherencia, en plena calle Corrientes, junto con Gonzalo Heredia, Laura Cymer y enorme elenco, y El sueño antes, obra dirigida por Cristian Drut, los domingos a la tarde en El Portón de Sánchez. En ella, ambas propuestas se retroalimentan, se energizan y aunque lo reconozca agotador, es lo que la motiva a trabajar de lo que ama. La pasión y el deber, y viceversa.
-Estás en un momento muy teatral, a punto de estrenar Coherencia.
-Sí, mi representante me contó que Gonzalo Heredia había hecho una adaptación teatral de la película Coherence y que había hablado con una productora para realizarla. Ahí surgió el nombre del director Hernán Guerschuny y me convocaron. El guion venía con la película y lo primero que dije fue: “Mirá, no entendí nada”. Habla de multiversos, un tema que me queda muy lejano. No soy de esas historias, cero Marvel. Me gusta el suspenso, pero la ciencia ficción me cuesta. Sin embargo, algo del proyecto me palpitó muy bien. Di el OK y me junté con ellos.
-¿No te ayudó ver la película para acercarte al texto?
-No, no me ayudó. Hablamos mucho de la película entre los actores y nos desesperamos. Hicimos mucho trabajo de mesa y se volvió muy neurótico todo, hasta que decidimos parar. El material habla de multiversos. Entonces soltamos y tratamos de integrar eso desde la actuación.
-¿Cómo fue el proceso de adaptación al teatro?
-Hernán, que viene del cine, al principio estaba muy aferrado a la idea de la película, lo cual tenía sentido porque no es común hacer ese tipo de ficción en teatro. Pero después también dijo: “Hay que soltar”. En teatro hay cosas que son inlogrables desde lo técnico, pero también hay una vitalidad distinta. Y eso cambia todo.
-¿De qué trata la obra?
-Son seis amigos que se juntan a cenar una noche en la que un cometa pasa muy cerca de la Tierra. Hay un apagón total y cuando van a buscar luz a la única casa con electricidad, vuelven con una caja y con la noticia de que en esa casa están teniendo la misma cena las mismas seis personas. Ahí empiezan a pasar cosas muy raras, entre ellas, perciben que están en contacto con ellos mismos en otras dimensiones. La obra comienza tipo Friends, todo bien arriba, pero se corta la luz y cambia todo.
-¿Te había pasado de no entender la idea del proyecto y que resultara bien?
-Sí. Me pasó con Love Love Love, dirigida por Carlos Rivas y protagonizada por Gabriela Toscano, Fabián Vena y Martín Slipak. Cuando me pasaron la obra, había algo que no me cerraba. Tenía que hacer un personaje que en una parte tenía 15 años y en otra 39, y hacía planteos que no entendía cómo actuarlos. Le dije a Carlos que tenía muchas ganas de hacerla, pero no podía. Y él me respondió: “Justamente por eso tenés que hacerla, para entenderla”. Y menos mal que la hice, porque es mi obra preferida. Me dio muchas satisfacciones.
Lugar de pertenencia-Siempre tuviste tu lugar en el mainstream, sin embargo seguís haciendo teatro independiente.
-Porque es mi espacio de experimentación, de pertenencia, donde me siento feliz. Con Christian Drut tenemos un grupo desde hace años que se armó por intereses y gustos en común. Así salió Las manos de Eduviges al momento de nacer, que hicimos en el Cervantes, y ahora estamos haciendo El sueño antes. Somos actores que nos metemos en una cueva a equivocarnos, a hacer cosas que tenemos ganas de hacer. El teatro independiente, para mí, es una pulsión.
-¿Cómo hacés para sostener dos proyectos a la vez?
-Lo hablo mucho en terapia. A veces estoy muy pasada. Ahora, por ejemplo, reestrenamos y estoy llena de ensayos. Hicimos una temporada en el Borges con El sueño antes y ahora estreno Coherencia. Este domingo tengo ensayo general y estoy rogando saber a qué hora es. Pero esta locura de horarios y teatros es mi vida. No puedo vivir sin actuar.
-¿Sos muy autocrítica con tu trabajo?
-Soy infumable. Me propongo cerrar la boca porque estoy todo el tiempo viendo qué falta o qué no está funcionando. No me pasa con la estética ni con mi vida personal, pero sí con lo profesional, con lo que se está contando. Si siento que una función no estuvo buena, me castigo mucho. Gabriela Toscano siempre me decía: “Perdonate y seguí”. Y es verdad. Pero también creo que es necesario ser exigente porque actuar es muy difícil. Son muchos detalles los que hacen que algo esté vivo, verosímil.
-¿Recordás cómo empezó tu deseo de ser actriz?
-No sé cómo empezó; en mi familia no hay ningún artista. Tal vez porque pasaba mucho tiempo sola, no tenía hermanos y jugaba con mis mascotas, veía películas y me inventaba mis mundos. Me paraba y repetía lo que veía. Lo actuaba a mi manera. No tenía que ver con lo estético, sino con ponerle el cuerpo a una historia y contarla.
-Siendo de Banfield, habrá sido sacrificado el tiempo de estudio.
-A los 12 años mis padres me llevaron a estudiar teatro a la escuela Las Nobles Bestias, en Temperley. Estudié un tiempo ahí y el profesor le dijo a mi papá que me gustaba en serio, que me llevara a un lugar donde pudiera pasar más tiempo. Y a los 15 me llevó a la escuela de Lito Cruz. Al principio me llevaba y traía en auto. Después me volvía con compañeros que vivían por mi zona. Al tiempo mis padres se separaron y yo vine a vivir a Capital, con mi papá. Lo loco fue que en lo de Lito no había grupo de adolescentes, así que le mentí con la edad y entré al grupo de adultos. Tenía compañeros de 20 y 30 años. No creo que me haya creído la edad pero seguro me vio las ganas y empecé a estudiar con él.
-En las escuelas de teatro de antes, la televisión estaba mal vista y vos comenzaste de muy chica.
-Es cierto. Había una mirada muy negativa sobre la televisión. Se consideraba un género menor. Me acuerdo de que cuando le conté a Lito que había quedado en Media falta, me dijo: “Take it easy, step by step” (andá de a poco, paso a paso). Él y mi papá me ayudaron mucho a mantener los pies sobre la tierra. Mi papá se dedica al comercio exterior y mi mamá tiene una escuela de computación con su marido, pero siempre me siguieron de cerca para que no me la creyera. Igual la televisión nunca cambió mi forma de ver las cosas ni mi vínculo con la vocación.
-Hiciste muchas series y obras de teatro, ¿Cuáles considerás tus personajes bisagras?
-Anna Frank, sin duda. Tuvo que ver con mi encuentro con Helena Tritek, la directora, que me cambió la vida. Ella me dio una solidez interna sobre qué tipo de actriz quería ser. Love, love, love fue otro proyecto muy poderoso. Y Todos eran mis hijos, de Arthur Miller. También el personaje que hice de la enfermera de Eva Perón en el capítulo Mi mensaje de la serie Lo que el tiempo nos dejó, dirigida por Adrián Caetano. Amé hacer eso y amé su forma de trabajar.
-¿Qué significó conocer a Helena Tritek?
-Fue algo muy poderoso. Gracias a ella empecé a ver mucho teatro, a leer más. Helena fue y sigue siendo un faro. La conocí en la audición de la obra El diario de Anna Frank. Pensé que me había ido mal porque me pidió que hiciera un texto que no había preparado. Venía de hacer Son de Fierro, terminaba de grabar a las nueve de la noche, el prime time de Canal 13, todo muy arriba y estaba en otro registro. Me pidió que cantara una canción, la canté. Me agradeció y me dijo: “Te llamamos”. Pasó un mes y medio hasta que me llamaron.
-¿Por qué elegiste hacer esa obra en ese momento, cuando podrías haber hecho algo más masivo y popular?
En ese momento hacía Socias, otra serie de Pol-ka, pero para mí el teatro siempre fue lo más importante. Me hace feliz. Aunque no actúe, me siento en un teatro con un café y soy feliz. Me dijeron que había una audición para Anna Frank y no lo dudé. Fui. Empecé a juntarme a solas con Helena, a leer en voz alta esos tremendos textos. Trabajamos con el diario que no se había publicado, no el que todos conocemos. Anna Frank también era poeta. Seguramente hoy sería una gran escritora, era una bestia escribiendo.
Los rechazos-¿Cómo manejás el decir que no a ciertos proyectos? La industria muchas veces no te los perdona.
-Me pasó de decir que no y sentir que hice bien. En su momento tuve de representante a Daniel Grinbank, una persona que me hizo muy bien y en la que confío mucho. Era muy intuitivo, muy claro en las conversaciones y me hizo entender mucho todo. De los “no” se encargan mis representantes.
-¿Te arrepentís de alguno?
-Hubo varios que estuvieron buenísimos, que me ayudaron a construir mi línea de pensamiento en relación al trabajo. Y hay otros que me hicieron ajustar mi vida económica. Pero prefiero hacer malabares con mi vida financiera, antes que aceptar trabajos que no me hagan aprender o sentirme llena. Hace poco vendí mi auto porque tomé una decisión laboral y supe que se venía una época de “llanura total”. Y preferí vivir de esa plata antes que aceptar algo que no me gustaba. Es muy alto el precio de hacer algo con lo que no me siento identificada. Hablo por mí, no en general. Recuerdo una novela que acepté con dudas y no la pasé bien. No tuvo que ver con el entorno, pero yo no quería hacer eso. Me ofrecieron Bailando por un sueño, una tapa de Playboy, y dije que no. Mis amigos me decían: “¿Cómo vas a decir que no? ¡Es trabajo, es fama!”. Pero no lo dudé ni un segundo.
-En tu Instagram, le das mucha importancia a la moda. La estética no es algo que resignás.
-Me encanta. Me gusta la moda, lo visual, los outfits. Me gusta pensar cómo tiene que estar el cuerpo. Para los ACE me puse un traje de Natalia Antolín y subí una foto al Instagram, sola, con toda la onda. Me gusta estar bien vestida, sobre todo cuando hay compromisos laborales. A veces me saco fotos con Gabriel Machado. Me encanta la ropa.
-Cuando hablaste de tu sexualidad se armó un gran revuelo. ¿Te arrepentiste?
-No me arrepentí de haber hablado de mi sexualidad, lo que me molestó fue la forma en que trascendió. Lo que dije, que había tenido relaciones con mujeres, lo dije en una entrevista en un programa de radio que hacía mi novio de ese momento, pero justo había hecho una entrevista para un diario y lo incluyeron en esa nota cuando solo había hablado de la serie que estaba por estrenar, que era Las estrellas. Fue muy violento. Pero volvería a hablar de mi sexualidad sin problemas, siempre y cuando se respeten las formas.
-Esta semana explotó el tema de la China Suárez, Benjamín Vicuña, sus hijos, el permiso para viajar. ¿Consumís eso que no dejan de ser temas de colegas tuyos?
-No, la verdad que no sigo todos los chismes. Tampoco los conozco en persona, no me tocó trabajar con Wanda, con la China ni con Vicuña, pero lo que me impresiona es lo expansivo que es ese mundo. Siempre alguien te cuenta algo y te terminás enterando. Pero más allá del tema en sí, yo pienso: ¿Cómo hacen para dormir? Yo me muero. Con la vida tan expuesta, no sé cómo se hace para vivir con tanto ruido. Yo soy muy para adentro. Mis amigos me cargan porque dicen que hago “bomba de humo” y desaparezco. Hay un momento en que me quiero ir y me voy.
-¿Con qué descomprimís el ruido mediático?
-Me relajo con el deporte. Me encanta. Hago aeróbico todos los días. Tengo una elíptica en mi casa, hago 50 minutos y después una serie de brazos. Entreno cinco veces por semana. Me levanto a las 5 de la mañana. A veces un poco más tarde, a las 6 o 7. Me gusta desayunar, entrenar y arrancar el día vital.
-Tenés un anillo que parece de compromiso. ¿Te casaste?
-No, no estoy casada. Y vivo sola con mi perro, que se llama Mario Alberto. Es mestizo, tiene ocho años, es adoptado y estoy muy enamorada. Hoy estuvimos una hora en el parque dando vueltas. Eso también me hace feliz.
Para agendarCoherencia. Funciones: desde el miércoles 16 de julio, de miércoles a viernes a las 20; sábados a las 19.30 y 21.30, y domingos a las 19.30. Sala: Multiteatro (Avenida Corrientes 1283).
El sueño antes. Funciones: domingos de julio a las 17. Sala: El Portón de Sánchez (Sánchez de Bustamante 1034).