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Un rumbo claro para el cambio de la educación secundaria

¿Cómo garantizamos que las próximas generaciones -los profesionales formados con creatividad, conocimiento y talento argentino- cuenten con una escuela secundaria acorde a los desafíos de nuest...

Un rumbo claro para el cambio de la educación secundaria

¿Cómo garantizamos que las próximas generaciones -los profesionales formados con creatividad, conocimiento y talento argentino- cuenten con una escuela secundaria acorde a los desafíos de nuest...

¿Cómo garantizamos que las próximas generaciones -los profesionales formados con creatividad, conocimiento y talento argentino- cuenten con una escuela secundaria acorde a los desafíos de nuestro tiempo? La pregunta no es retórica. Es urgente para un país que busca el desarrollo genuino.

La educación secundaria argentina enfrenta un diagnóstico sumamente desafiante: apenas 10 de cada 100 estudiantes que comenzaron primer grado en 2013 llegaron al final de la secundaria en 2024 en el tiempo escolar esperado y habiendo adquirido los saberes prioritarios en Lengua y Matemática. Dicho de otro modo, son pocos los que hoy acceden a las herramientas necesarias para dar el salto hacia la educación superior o a un empleo de calidad. La evidencia educativa más reciente confirma este panorama.

La secundaria es hoy el espacio donde millones de adolescentes atraviesan una etapa decisiva de su desarrollo: allí es donde deberían consolidar valores, ampliar conocimientos, descubrir intereses, construir vínculos y desarrollar las capacidades que definirán su futuro. Por eso, transformar este nivel no es solo una meta educativa: es una responsabilidad del país y una condición indispensable para su desarrollo.

Transformar la escuela secundaria es uno de los desafíos más urgentes y trascendentes de nuestro tiempo. Lo que ocurre hoy en sus aulas influye directamente en la vida adulta de quienes pasan por ellas y, con ello, en el futuro económico, social y productivo del país. La secundaria actual convive con una doble imagen. Por un lado, persisten estructuras rígidas, currículos extensos que pierden relevancia, tiempos fragmentados y formas de enseñanza que no logran despertar curiosidad ni potenciar las capacidades de los estudiantes, ni garantizar los saberes esenciales que toda persona necesita para desenvolverse en el siglo XXI. Es una escuela pensada para otro siglo, que avanza con dificultad frente a desafíos cada vez más complejos.

Por el otro, emerge con claridad la idea -y la evidencia- de una secundaria posible: interdisciplinaria, flexible, organizada en proyectos, con vínculos significativos, clima colaborativo y aprendizajes profundos. Una escuela que integra saberes, se abre al mundo y acompaña a cada estudiante en la construcción de su proyecto de vida.

Reconstruir la secundaria como espacio de sentido, oportunidades y futuro es posible, pero no sucederá de un día para el otro ni con una sola medida aislada. Requiere un plan de transformación sostenido en el tiempo, pensado como política de Estado y no como una iniciativa de corto plazo. La clave está en pasar de la urgencia al diseño y la implementación de estrategias graduales y concretas, respaldadas por el compromiso de diversos actores: autoridades educativas, equipos directivos y docentes, estudiantes y familias, así como referentes académicos, sociales y del mundo productivo.

En una primera fase del proceso, es posible avanzar con un conjunto acotado de objetivos estratégicos capaces de mostrar resultados en el corto plazo y comenzar a recuperar la confianza en el sistema. Esa etapa inicial puede organizarse en torno a cinco metas clave: fortalecer el liderazgo pedagógico, reducir el abandono y aumentar el egreso efectivo, mejorar los aprendizajes en Lengua y Matemática, potenciar la innovación pedagógica y tecnológica, y mejorar el clima escolar y los vínculos institucionales. Estos cinco ejes no agotan la transformación que la secundaria necesita, pero ofrecen un punto de partida claro, medible y compartido. Bien implementados, permiten ordenar prioridades, coordinar esfuerzos y generar resultados visibles que abran el camino hacia cambios más profundos.

En las fases posteriores será imprescindible encarar transformaciones de mayor alcance: adecuaciones curriculares, nuevas formas de enseñar y evaluar, y cambios en la organización escolar y en el tiempo que los docentes pasan en las instituciones. Sólo así la secundaria podrá consolidarse como un verdadero espacio de desarrollo integral para todos los estudiantes.

Qué necesitamos para que el cambio sea real

Los desafíos son conocidos: redefinir los modelos de escuela, aliviar y agilizar las burocracias educativas, superar la escasez de incentivos, los tiempos políticos cortos y los recursos que muchas veces resultan insuficientes. Sin embargo, existen condiciones concretas para avanzar. La experiencia internacional y local muestra que la transformación es posible cuando se cuenta con estructuras técnicas sólidas, información de calidad y un ecosistema de actores comprometidos con la mejora.

Un componente indispensable es la creación de unidades técnicas dedicadas a la gestión del cambio, capaces de coordinar, acompañar y sostener las decisiones en el tiempo. A esto se suma el uso continuo de datos, no sólo para diagnosticar sino para monitorear, ajustar y aprender durante todo el proceso. Ninguna política educativa sostenida puede prescindir de evidencia rigurosa y actualizada.

El avance también requiere alianzas estables entre el Estado, la sociedad civil y el sector privado, que permitan diversificar el financiamiento, ampliar capacidades y consolidar redes de apoyo. Del mismo modo, es clave invertir en formación docente continua -especialmente en liderazgo pedagógico, Lengua, Matemática e innovación en las prácticas de enseñanza- junto con un acompañamiento cercano a las trayectorias de los estudiantes y los equipos escolares.

Finalmente, el cambio necesita incentivos y reconocimiento profesional para quienes lideran la transformación día a día. Revalorizar el trabajo de directivos y docentes no sólo es justo: es estratégico para sostener cualquier proceso de mejora en el tiempo.

Transformar la escuela secundaria no es un deseo ni una consigna: es una necesidad inminente para el país. Lo que ocurra en las aulas definirá el futuro de nuestros jóvenes y, en gran medida, el rumbo de nuestra sociedad. Para avanzar, es imprescindible alcanzar acuerdos que permitan desplegar un plan de acción sostenido: iniciar programas integrales de mejora e innovación, fortalecer el liderazgo pedagógico y la formación docente, garantizar conectividad y recursos acordes a los tiempos tecnológicos, ajustar procesos en tiempo real, medir resultados con transparencia y reconocer a los educadores que se animan a liderar el cambio.

La secundaria puede y debe transformarse. Contamos con la experiencia, las herramientas y, sobre todo, la convicción de que la mejora es posible. Hacerlo es un compromiso con las generaciones presentes y futuras, y con la construcción de un país más justo, desarrollado y profundamente comprometido con el valor de la educación.

Cofundadora y directora general de Somos Red, organización dedicada a impulsar la innovación pedagógica y tecnológica en sistemas educativos de la Argentina y América Latina.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/un-rumbo-claro-para-el-cambio-de-la-educacion-secundaria-nid02122025/

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