Un catedrático de Harvard reveló cuál fue el peor año de nuestra historia reciente y su explicación sorprendió a todos
En las últimas dos décadas, los dispositivos electrónicos se convirtieron en un elemento inseparable de la vida diaria de casi todas las personas. ...
En las últimas dos décadas, los dispositivos electrónicos se convirtieron en un elemento inseparable de la vida diaria de casi todas las personas. La expansión de Internet, la llegada de los smartphones y las redes sociales modificaron la forma en que todos se relacionan, trabajan, descansan y procesan la información. Incluso quienes nacieron en los últimos años jamás conocieron una vida sin celulares, computadoras, tablets o inteligencia artificial.
Sin embargo, detrás de esta revolución digital existe un costado menos visible y que recién comienza a estudiarse, que es el de su impacto directo en el bienestar emocional. Según Arthur C. Brooks, reconocido catedrático de Harvard especializado en felicidad y ciencias del comportamiento, este evento generó un quiebre histórico.
Arthur Brooks fue invitado en las últimas semanas al pódcast The Benedictine Dialogues, conducido por el Dr. Jared Zimmerer, donde ambos debatieron sobre la creciente “epidemia de infelicidad” y el aumento de los trastornos de salud mental en el mundo. Allí, el académico señaló que el 2008 fue, para él, el peor año en términos de bienestar humano en nuestra historia reciente.
La influencia de las redes sociales en la felicidad diaria“Estamos en medio de una profunda crisis de salud mental; no es algo nuevo. Todo explotó alrededor de 2008. Lo que muestran los datos es que tenemos un problema grave con la felicidad”, explicó el experto. Según detalló, el deterioro se observa con mayor énfasis en jóvenes menores de 40 años, un grupo hiperconectado que creció en simultáneo con el boom tecnológico.
Para Brooks, la felicidad suele sostenerse en cuatro pilares esenciales: la familia, las amistades, el trabajo con sentido vocacional y la espiritualidad. Sin embargo, entre 2008 y 2009 ocurrió un fenómeno que alteró la forma en que las personas se vinculan con esos pilares, ellos fueron la masificación del smartphone y el ascenso vertiginoso de las redes sociales. “Fue como un huracán. En ese período, prácticamente todo el mundo obtuvo su primer smartphone. Para mí, ese fue el punto más dañino de nuestra historia reciente de la felicidad”, analizó.
La afirmación del académico no es una idea aislada. Un estudio publicado en Psychiatric Research & Clinical Practice señaló que los índices de depresión crecieron notablemente entre adolescentes a partir de 2012, año en el que más del 50% ya poseía un smartphone propio. Para 2018, esa cifra llegó al 81%. Otro trabajo, difundido en 2024 por la revista Integrates Journal Research in Arts and Humanities, fue incluso más específico: identificó factores como el ciberacoso, la comparación permanente con otros, el miedo a perderse algo (FOMO) y las largas horas frente a pantallas como elementos decisivos en el deterioro emocional de los jóvenes.
Es por eso que Arthur Brooks argumenta que el impacto no es solo individual, sino estructural. La hiperconexión alteró dinámicas sociales, cambió hábitos de ocio, redujo los espacios de silencio y desconexión, fomentó la multitarea constante y recortó la profundidad de los vínculos presenciales. “Tenemos personas que se sienten más acompañadas que nunca porque están en redes todo el día, pero a la vez más solas que nunca”, apuntó el catedrático.
“Si queremos revertir este declive, debemos volver a mirar hacia la familia, los amigos, nuestra vocación y nuestra fe. La tecnología debe ser una herramienta, no un sustituto”, concluyó.