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Uma Thurman, la hija de un monje budista que se convirtió en un ícono del cine de acción

En la primera escena de ...

Uma Thurman, la hija de un monje budista que se convirtió en un ícono del cine de acción

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En la primera escena de La vieja guardia 2, un antiguo sarcófago y su milenaria ocupante son rescatados del fondo del océano. Pero la figura más misteriosa de la secuencia es la mujer que observa el procedimiento en un segundo plano. Luego se sabrá que se trata de una inmortal, la primera en existencia, que tiene un siniestro plan para Andy (Charlize Theron), la noble guerrera cuya eternidad ya no es tal. Para interpretar a un personaje con la potencia de ser una digna rival de Theron la película, estrenada en Netflix la semana pasada, necesitaba de un actriz de presencia innegable, que inspirara respeto con solo aparecer en pantalla. Y eso fue lo que consiguieron con Uma Thurman, quien ahora regresa a la batalla -gracias a La vieja guardia 2 y la serie Dexter: Resurrección, disponible desde el viernes en Paramount+-, 22 años después de encarnar a la formidable Beatrix Kiddo en la primera entrega de Kill Bill.

Aunque en los últimos años la otrora musa inspiradora de Quentin Tarantino retomó la carrera de actriz que había puesto en relativa pausa a causa de su conflictiva separación del millonario anglofrancés Arpad Busson, con quien tuvo a su tercera hija y una larga batalla legal por su custodia que culminó en 2017. Por eso, sus proyectos recientes tienen el sello de un nuevo comienzo.

Hasta hace poco Thurman trabajaba esporádicamente y solo si el proyecto en cuestión le permitía quedarse en su casa en Nueva York junto a sus tres hijos: Maya y Levon Hawke y Rosalind Arusha Arkadina Altalune Florence, a la que todos llaman Luna. Lo cierto es que hace un par de décadas que el nombre de Thurman aparece más relacionado con sus vínculos amorosos que con los personajes que le tocó interpretar. Una exposición pública que la actriz rechazó siempre, pero casi nunca pudo evitar.

De hecho, las contradicciones la acompañan desde el principio de su vida y su carrera. Nacida en Boston, el 29 de abril de 1970, Uma Kuruna Thurman es la hija de Robert, profesor de estudios indotibetanos, amigo del Dalai Lama y el primer norteamericano en convertirse en monje budista que decidió nombrarla en honor a la diosa india de la luz y la belleza. Su madre, la exmodelo nacida en México de origen alemán Nena von Schlebrügge, había estado casada con el profesor Timothy Leary, una leyenda contracultural y pionero en el uso de drogas alucinógenas. Nena y Robert se conocieron en la granja de Leary: ella estaba allí para entregarle los papeles de divorcio y él para intentar convencer a su mentor de que dejara de consumir tantas drogas aunque él mismo solía experimentar con ellas.

Aquel peculiar comienzo de la pareja evolucionó en una familia que se instaló en Woodstock, Nueva York, en una casa de madera construida por ellos mismos. Allí se crio Uma junto a sus hermanos Ganden, Dechen y Mipam y una galería de extravagantes invitados que llegaban para pasar el tiempo con ellos. Esa infancia repleta de estímulos intelectuales y espirituales, pero fuera de las normas establecidas le pasó factura a Uma que solía ser la víctima del bullying de sus compañeros de escuela por su particular nombre y su distintiva altura: a los 15 años la futura actriz ya medía un metro ochenta.

Esa singularidad física la hizo destacarse en las obras teatrales escolares y en una cena con amigos, en donde un fotógrafo le preguntó a ella y sus padres si había pensado en probar suerte en la industria de la moda. Para ella, posar para las revistas Vogue y Cosmopolitan, entre otras publicaciones a mitad de los años ochenta, se transformó en la puerta de entrada para conseguir su objetivo final: convertirse en actriz.

Así llegaron los primeros papeles en películas sin demasiada repercusión hasta que su memorable aparición como la Venus de Boticelli en el film Las aventuras del barón de Munchausen (1988), de Terry Gilliam le siguió el mismo año con su papel en Relaciones peligrosas, de Stephen Frears. Aquellos roles y el que interpretó en la sugestiva Henry y June que retrataba el vínculo amoroso y sexual entre Henry Miller, su esposa June (Thurman) y Anaïs Nin, posicionaron a la intérprete como una suerte de diva seductora y distante al modo de Greta Garbo y Marlene Dietrich, con quienes se la comparaba por entonces.

A principios de los años noventa mientras Hollywood no terminaba de saber qué hacer con ella, Thurman, de 22 años, se enamoró y se casó con el actor británico Gary Oldman, un vínculo tormentoso que la introdujo en el despiadado mundo de los paparazzi y la prensa amarilla. Divorciada tras dos años de matrimonio, la actriz no parecía encontrar el rumbo de su carrera cuando Quentin Tarantino le ofreció el papel de la elusiva y problemática Mia Wallace en Pulp Fiction. El éxito del film le consiguió a la intérprete una nominación al Oscar como Mejor actriz de reparto, la categoría de ícono de la cultura pop global y una amistad con el director que años después resultaría en su nueva encarnación como estrella de acción gracias a las dos entregas de Kill Bill.

Entre uno y el otro proyecto de Tarantino, Thurman participó de Batman y Robin, la más ridiculizada entrega de la saga del encapotado de los cómics de DC y, entre otros films, protagonizó el thriller de ciencia ficción Gattaca, en donde conoció a su segundo marido, Ethan Hawke, una historia de amor que eventualmente la devolvió a las páginas de chismes. Fue cuando tras varios años de matrimonio se dieron a conocer fotos del actor besando a una modelo mientras filmaba en Canadá lo que derivó en su separación y el romance de Hawke con la que había sido la niñera de sus hijos.

Una carrera con muchos altibajos

Tras el éxito de las Kill Bill la trayectoria actoral de Thurman siguió un derrotero desigual con películas de poca repercusión en las que sus papeles se fueron achicando por su decisión de aceptar solo las propuestas laborales que no implicaran alejarse de su hogar en Nueva York. Una postura que al tiempo del final de su vínculo con Busson se volvió innegociable con el fin de poder mantener la custodia de su hija menor.

Una vez resuelto aquel conflicto amoroso y judicial, la actriz volvió a aparecer en la prensa por motivos que iban más allá de su profesión, pero esa vez fue ella la que tomó las riendas de la atención recibida. Eran los tiempos de las primeras acusaciones y revelaciones públicas sobre los abusos perpetrados por Harvey Weinstein, mandamás de Miramax, el estudio responsable de la producción de los films de Tarantino. A la salida del estreno de la obra de Broadway que protagonizaba entonces, un periodista le pidió a la actriz que opinara sobre el caso en la alfombra roja. Ella respondió que prefería dejar su respuesta para un momento en que se sintiera menos enojada con todo el asunto. Y así lo hizo unos meses después en un artículo publicado por diario The New York Times en el que reveló por primera vez que ella era una de las tantas víctimas de Weinstein y asumió su parte de responsabilidad en el encubrimiento que la industria orquestó durante años. “Soy víctima de ello, pero a la vez participé en el encubrimiento. Es una dualidad muy extraña” confesó durante la charla con la periodista Maureen Dowd en la que detalló su experiencia con el acoso de Weinstein.

El accidente de Uma Thurman en el set de Kill Bill

“Lo conocía perfectamente antes de que me atacara. Se pasaba horas hablándome sobre películas y halagando y validando mi forma de pensar, por lo que probablemente me hizo ignorar las señales de alarma”, recordó sobre el método que Weinstein utilizó para acercarse a ella. Y enseguida, reveló que la primera conducta inapropiada del productor fue durante un viaje a París, cuando accedió a acompañarlo a su habitación del hotel en el que estaban hospedándose. En medio de la conversación, Weinstein se quitó la bata de baño que llevaba puesta. Al ver que la reacción de ella no era la que esperaba, nervioso y enojado “salió corriendo”. Según contó ese no fue el único intento de ataque por parte del productor. Poco tiempo después de aquel incidente, Weinstein volvió a abalanzarse sobre ella en el interior de una suite del hotel Savoy de Londres. “Trató de lanzarse sobre mí y de exhibirse. Hizo todo tipo de cosas desagradables y no se dio por vencido”, recordó la actriz, quien al día siguiente, acudió nuevamente a la suite del productor de Miramax, pero esta vez para enfrentarlo. “Si le hacés a otras personas lo que me hiciste a mí, perderás tu carrera, tu reputación y tu familia, te lo prometo”, recordó haberle dicho. La amenaza, sin embargo, no resultó efectiva. Inmediatamente, Weinsten dio vuelta la situación y le dijo que si ella hablaba de lo sucedido, destrozaría su carrera.

Thurman calló aunque años después, antes de comenzar a filmar Kill Bill, volvió a contarle a Tarantino sobre el ataque y aunque el realizador le quitó importancia al asunto también insistió para que el productor se disculpara con ella. Para evitar problemas en el rodaje del ambicioso film, Weinstein le pidió perdón y ella decidió aceptarlo a regañadientes pensado que ya no tendría que lidiar más con él. Sin embargo, según contó en la charla con The New York Times, la sombra del productor sobrevoló la filmación especialmente cuando tuvo que rodar una secuencia manejando un coche que terminó en un grave accidente.

“El volante estaba en mi estómago y mis piernas estaban atascadas debajo. Sentí un dolor abrasador y pensé que nunca volvería a caminar”, explicó la actriz que había expresado su preocupación por la falta de seguridad de la secuencia que sabía había sido captada por las cámaras y cuyas imágenes le reclamó de inmediato a la productora. Sin embargo, su pedido fue rechazado y durante 15 años Thurman peleó para conseguir la evidencia del accidente. Recién en febrero de 2018, la intérprete tuvo acceso a las imágenes que difundió en su cuenta de Instagram junto a una acusación en contra de los productores Lawrence Bender, E. Bennett Walsh y Weinstein por mentir y destruir evidencias. Ahora, ya liberada de los secretos que mantuvo durante años y de aquellas traumáticas experiencias, por estos días Thurman parece estar lista para volver a ser la (anti) heroína de acción que, a pesar del paso del tiempo, los espectadores nunca pudieron ni quisieron olvidar.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/personajes/uma-thurman-la-hija-de-un-monje-budista-que-se-convirtio-en-un-icono-del-cine-de-accion-nid10072025/

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