Tormenta y estrés en la “madurescencia”, el eslabón perdido en la disrupción demográfica
“Tormenta y estrés”: con estas dos palabras definió el psicólogo estadounidense Stanley Hall a la “adolescencia” cuando publicó su libro homónimo en 1904, una obra monumental de 1300 p...
“Tormenta y estrés”: con estas dos palabras definió el psicólogo estadounidense Stanley Hall a la “adolescencia” cuando publicó su libro homónimo en 1904, una obra monumental de 1300 páginas que muchos consideran el primer estudio académico sobre este tema. Es que la adolescencia como una etapa propia y separada de la niñez y de la adultez es un fenómeno sorprendentemente reciente: en casi toda la historia de la Humanidad no hubo transición, las chicas se casaban a los 12-14 años y a esa edad los varones ya trabajaban.
La revolución industrial promovió el surgimiento de esta nueva categoría, con la escolarización obligatoria, la urbanización y las leyes contra el trabajo infantil. La cultura pop, la música y las películas le dieron textura en el último siglo. Para la antropóloga Margaret Mead, siempre se trató de un fenómeno cultural y no necesariamente universal: en Samoa no hay un período de “tormenta y estrés”.
Hay demógrafos y profesionales de la salud que están convencidos de que en este siglo está emergiendo una nueva categoría etaria con sus propias características muy marcadas. La denominada “madurescencia”, un interregno que va desde los 45-50 años hasta los 65-70, también está marcada por un tono de “tormenta y estrés”, con cambios hormonales y búsqueda de una identidad. La extensión de la expectativa de vida y la posibilidad de estar muy bien física y cognitivamente más allá de los 90 años resignificaron esta categoría. Las consecuencias a nivel económico son enormes.
“La madurescencia es una nueva etapa de la vida que nace a principios del Siglo XXI y que se encuentra a caballo entre la edad adulta y la vejez. Surge ante la necesidad de un sector de la sociedad de sentirse identificado y reconocido con sus características diferenciales respecto de otros grupos etarios”, cuenta a LA NACION Mercedes Jones, experta en edadismo y directora de proyectos del Centro de Innovación de la Udesa.
En las ciencias sociales, y en los medios, se están acuñando nombres para este período (sexalecencia, segunda mitad) y aparecen etiquetas como sesentenials, viejenials, perennials y vintage millenials. “Pero, el término madurescencia es el que se está generalizando y ganando terreno”, apunta Jones.
Surgió en 2006 en un artículo de la universidad de Harvard. Concretamente, apareció el término "middlescence" traducido posteriormente como “madurescencia” en la Harvard Business Review en un artículo de Robert Morison, Tamara Erickson y Ken Dychtwald titulado: Managing Middlescence (La gestión de la Madurescencia).
Para la médica funcional Anahí Timo, que reside en Santa Rosa, La Pampa, “Los madurescentes son las personas de entre 45 y 69 años, que viven una madurez activa, con grandes reconsideraciones del espacio-tiempo, renovación de la vida, replanteo de vínculos, puesta al día de proyectos y de sueños postergados”. Y agrega que “son personas que tienen por delante al menos dos décadas de buena salud, y transitan además la etapa preparatoria y promotora de una longevidad activa”.
La médica llegó al tema cuando la contactó por redes el músico Carlos Dellagiovanna, quien compuso la Milonga “La Segunda Adolescencia”: “Un día tomás conciencia de que duelen las rodillas, y de que hasta abrir la canilla requiere tener paciencia / ya pasaste los 50 y tenés que ser sincero / por más que te sobre el cuero no te podés achanchar / dedicate a aprovechar lo que queda en el tintero…”.
Meses atrás, el profesor de Udesa Fernando Zerboni publicó en Linkedin un posteo que tuvo mucha repercusión, acerca de esta etapa etaria.
“Escribo estas líneas al cumplir 64 años. Según el modelo tradicional, este sería mi último año de “vida activa”. A los 65, debería jubilarme, dejar de trabajar, retirarme del juego. Sería tiempo —dicen— de “disfrutar del descanso” mientras la sociedad me mantiene. Pero nada de eso refleja lo que siento. Tengo salud, ideas, redes, y sobre todo, ganas. Como millones de personas de mi generación, no me identifico con la idea de retiro. Tampoco quiero seguir haciendo exactamente lo mismo. Quiero seguir siendo útil, pero de otra manera”, escribió Zerboni, y recibió una catarata de comentarios.
“Lo inquietante es que no tenemos palabras ni marcos adecuados para nombrar y habilitar esta etapa. El lenguaje se nos quedó corto para describir lo que siento. ¿Cómo llamamos a quien ya no necesita escalar, pero aún tiene mucho que aportar? ¿Cómo encajamos a quienes están más allá del éxito, pero lejos de la inactividad? “Retiro activo” suena a contradicción. “Jubilado productivo”, a excepción. Necesitamos otro nombre, porque el modelo de las tres etapas ya no alcanza”, planteó el académico y consultor.
Nunca antes hubo una generación tan educada, tan profesionalizada y con tanto capital social como la que hoy está entrando en esa etapa “post-65”. “Lo que hoy llamamos “jubilación” ya no es descanso, sino exilio. Estamos desperdiciando una riqueza humana inmensa por no actualizar nuestras ideas, y descartar la sabiduría humana acumulada es como quemar bibliotecas.
Zerboni habla de una “cuarta etapa”, que podría tener algunas características claves:
Una etapa de Maestría: porque ya no se busca escalar, sino compartir lo aprendido.Una fase de Legado Activo: porque el conocimiento acumulado cobra sentido cuando se transmite o se conecta con nuevas realidades.Un tiempo de Contribución elegida: porque el valor no está en la obligación o en el hacer, sino en el propósito.Zerboni aclara que son ideas para enriquecer el debate. Y que ya hay varios países (España, Italia, los nórdicos, Japón, Corea del Sur, EE.UU., Australia y Nueva Zelanda) donde ya hay iniciativas públicas de distinto tipo para facilitarles la vida a los madurescentes.
Lo que sí es cierto es que por ahora a esta fase naciente se la define más por la negativa que por la positiva. Según Jones, “la característica es que las personas ya no se sienten jóvenes pero tampoco se sienten viejas”. El economista Walter Sosa Escudero, quien aporta regularmente textos a este espacio, tiene en su escritorio una taza que dice: “Too old to party, too Young to die” (“Demasiado viejo para ir de fiesta, demasiado joven para morir”). O, como decía el personaje de George Constanza en un capítulo de Seinfeld: “Tengo al mismo tiempo todos mis traumas de la adolescencia y todos los achaques de la vejez”. Tormenta y estrés en la segunda mitad de la vida.