Tesoros ocultos de Egipto
Las maravillas arqueológicas del Antiguo Egipto están en las noticias. A principios de mes se inauguró en El Cairo, cerca de las pirámides de Guiza, el Gran Museo Egipcio. El complejo de 24.000...
Las maravillas arqueológicas del Antiguo Egipto están en las noticias. A principios de mes se inauguró en El Cairo, cerca de las pirámides de Guiza, el Gran Museo Egipcio. El complejo de 24.000 metros cuadrados tardó 20 años en edificarse y requirió una inversión superior a los 1000 millones de dólares. En su interior se exhiben unas 100.000 estatuas y reliquias históricas de esta civilización desaparecida, aunque la máxima atracción es el tesoro de Tutankamón: 5000 objetos de valor incalculable reunidos por primera vez en más de un siglo bajo un mismo techo.
Menos célebre (aunque no menos imponente) es la monumental estatua de Ramsés II, un coloso de 11 metros de altura y 83 toneladas de peso que recibe a turistas y visitantes con sus ojos ciegos y media sonrisa beatífica de granito.
A 12.000 kilómetros de distancia, en Buenos Aires, el Museo Nacional de Bellas Artes inauguró la semana pasada su propia muestra temporaria sobre el tema. Bautizada “Ciencia y fantasía: egiptología y egiptofilia en la Argentina”, la exhibición busca explorar la fascinación que esta antigua cultura ha ejercido en nuestro país a lo largo de los años. Consta de casi 200 piezas -sarcófagos, máscaras funerarias, papiros y piedras talladas con jeroglíficos-, además de materiales de archivo, fotografías y obras de Xul Solar, Oliverio Girondo, Manuel Mujica Láinez y Jorge Luis Borges, entre otros, provenientes de una veintena de instituciones públicas y privadas.
No cuesta comprender la fascinación perdurable que la civilización egipcia todavía despierta en Occidente. Su idea de la muerte como una interrupción, y no un final de la vida, alumbró un legado que aún hoy nos asombra: enormes templos funerarios en forma de pirámides, momias prodigiosamente preservadas, un Más Allá gobernado por deidades con cabezas de chacal, buitre o cocodrilo. Tan diferentes de nosotros, con nuestro terror absoluto a morir, nuestros diminutos nichos, nuestro único dios barbado.
Uno de los hallazgos más reveladores del pasado egipcio -y que no está incluido en ninguna de estas dos exposiciones- subraya no tanto las diferencias como las similitudes entre aquella civilización y la nuestra. No se trata de amuletos de oro y piedras preciosas, sino de pedazos de papiro hallados a principios del siglo pasado en Deir el-Medina, un próspero asentamiento de artesanos y obreros dedicados a construir monumentos funerarios -entre ellos, los de Tutankamón y Ramsés II-. En esos fragmentos aparecieron poemas de amor escritos hace unos 3000 años, durante el período conocido como Reino Nuevo.
Escritos en hierático -la forma cursiva de los jeroglíficos-, los poemas no llevan firma. Se cree que eran musicalizados y revelan el notable nivel de refinamiento literario que había alcanzado parte de la población egipcia. A modo de ejemplo, estas líneas de hace 25 siglos que, por su mezcla de anhelo y humor, podrían haber sido escritas ayer: “Me voy a acostar en casa / y fingiré que me estoy muriendo. / Entonces van a entrar los vecinos / a mirarme con curiosidad / y quizá ella los acompañe. / Cuando llegue, no voy a necesitar un médico: / ella sabe por qué estoy así”.
Entre aquellos papeles, que el magnate y coleccionista estadounidense Sir Alfred Chester Beatty compró y reunió después en su enorme biblioteca, hay versos felices (“Mi único amor, mi amada sin igual, / la más hermosa de todas. / Luce como la estrella matutina que se levanta / al comienzo de un año feliz”) y tristes (“¡Perdido! ¡Perdido! ¡Perdido! ¡Oh, perdí mi amor! / Pasa por mi casa, ni gira la cabeza. / Me arreglo con cuidado; él no me ve. / No me ama. ¡Ojalá me muera!”).
Lo que más abunda, sin embargo, es la intensa humanidad de sus protagonistas, cuyos nombres se perdieron para siempre. Mujeres y hombres dedicados a otros oficios que un día decidieron volcar sus alegrías y desgracias en rollos de papiro. Y dieron, tal vez sin esperarlo, con un tesoro que todavía hoy brilla para nosotros.
Fuente: https://www.lanacion.com.ar/cultura/tesoros-ocultos-de-egipto-nid24112025/