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“Tenía que hacer plata”. Llegó de Italia a los 17 años, quería ser futbolista, pero se convirtió en el peluquero de las estrellas

A hora que terminamos con las fotos, me voy a hacer una siestita. Anoche no dormí nada de lo nervioso que estaba con este reportaje”, confiesa Pino Paparella. Hace tan sólo unos minutos, el rec...

“Tenía que hacer plata”. Llegó de Italia a los 17 años, quería ser futbolista, pero se convirtió en el peluquero de las estrellas

A hora que terminamos con las fotos, me voy a hacer una siestita. Anoche no dormí nada de lo nervioso que estaba con este reportaje”, confiesa Pino Paparella. Hace tan sólo unos minutos, el rec...

A hora que terminamos con las fotos, me voy a hacer una siestita. Anoche no dormí nada de lo nervioso que estaba con este reportaje”, confiesa Pino Paparella. Hace tan sólo unos minutos, el reconocido peluquero abrió las puertas de su piso en Palermo para recibir a ¡HOLA! Argentina y “tratar de hacer memoria” sobre su vida y su extensa carrera. “Ahora soy un tipo de 84 años a quien, después de haber sido tan famoso y haber cortado el pelo toda su vida, lo llaman para recordar su historia. Es lindo sentirse querido”, dice con un acento particular que da cuenta de sus raíces italianas.

A los 17 años, dejó Bari, donde nació, para embarcarse junto a sus padres y cinco hermanos rumbo a Buenos Aires. Sus sueños de hacer carrera en el fútbol –“era muy buen arquero y jugaba en el club de Bari”– se derrumbaron ante la realidad de su nueva vida en Bernal, al sur de Buenos Aires: “Tenía que hacer plata y mi papá me invitó a trabajar con el resto de mi familia”, cuenta. Así llegó al salón de su tío, el peluquero Andrea Paparella.

–¿Entonces abandonó el fútbol cuando llegó a Argentina?

–Me fui a probar y me tomaron en el equipo del club Juventud de Bernal. Pero, mientras entrenaba, me daba cuenta de que a mi tío le iba muy bien y terminé decidiéndome por la peluquería. Empecé limpiando el piso y lavando cabezas, como cualquier empleado. Aprendí del mejor, mi tío, mirando cada uno de sus movimientos, las manos, el corte, cómo trataba a sus clientas. A veces pienso cómo cambió todo para mí desde que llegué acá: soñaba con jugar al fútbol, pero llegué a la Argentina y me hice peluquero. La peluquería me fascinó. A los 19 años, ya atendía a las hijas de las clientas de mi tío. Poco a poco, él me fue confiando su clientela. Así conocí a quien sería luego mi mujer, Cristina Marques Iraola, quien murió, y juntos tuvimos cuatro hijos, Flavia, Carla, Stefania y Gianni.

–¿Cuál fue la primera famosa a quien peinó?

–Susana Giménez. Ella se acababa de separar de su primer marido, Mario Sarrabayrouse. Vino a la peluquería porque tenía que hacer una publicidad, con la que después se hizo conocida, la del jabón Cadum y el famoso “shock”. Yo le hice el corte y el peinado. En esa época la peinaba todo el tiempo. Ella cada tanto me decía: “Voy a ser la mujer más famosa de Argentina”. Y no se equivocó. Pero, un día desapareció. Se fue con otro, no sé. Ella fue la primera famosa que peiné.

–¿Cuánto tiempo trabajó con Andrea, su tío?

–Doce Años. Después abrí mi primer local en Recoleta, en la calle Arenales, luego otro en la avenida Santa Fe y otro en la calle Talcahuano, que fue la peluquería más grande del mundo: tenía 700 metros cuadrados, un restaurante para la clientela, un piano bar y, en el primer piso, estaban todos los cuadros que yo había pintado. La pintura fue otra pasión que me acompañó toda la vida y se ve que mis obras gustaban mucho porque, cuando vino Charlton Heston a Buenos Aires para la ceremonia de los Oscar en el Teatro Colón pasó por la peluquería a hacerse un corte y allí vio mis cuadros. Quiso comprar uno, pero yo se lo regalé.

–¿No se lo vendió?

–No. Se lo regalé y nunca más me llamó. Su secretaria después me agradeció el gesto.

–En algún momento parecía que usted estaba en todas partes. ¿Cuántos locales llegó a tener?

–Yo solo, diez. En 1981 lanzamos con mis hermanos las peluquerías Pino Leo Lina y juntos llegamos a tener casi veinte peluquerías. ¡Una locura! Para la inauguración del local de Echeverría y Arcos, en Belgrano, la llamamos a Ornella Muti. Vino a casa y le hice unos fideos al horno, un plato muy italiano.

–¿Y cómo llegó a contactarse con ella?

–A través de mi familia en Italia. Hablamos con su representante y arreglamos la plata. Treinta mil dólares me costó su visita.

–Volviendo a la alianza con sus hermanos. ¿cuánto tiempo trabajaron juntos?

–Veinte años.

–¿Y qué pasó?

–Un día Leo quiso independizarse. Nos sentamos a hablar, tuvimos una discusión y nos separamos. Él quiso hacer su propio camino, y los hijos de Lina, que también trabajaban con nosotros, se fueron con él. Ellos armaron una nueva sociedad aparte y yo me quedé solo.

–¿Le sorprendió la decisión?

–No. Tarde o temprano iba a pasar. Yo en ese momento era el capo, manejaba todo. Si Leo quería comprarse un local para invertir, me tenía que decir a mí y yo iba y elegía el local. Si mi hermana quería comprarse un departamento, lo elegía yo. Al final, todos se cansaron. Leo quiso ser él, tener un lugar que sintiera propio. Pero bueno, con el tiempo y la distancia aprendí a no tomármelo de manera personal. Ahora nos vemos y comemos juntos.

–¿Quién dio el primer paso para el reencuentro?

–Creo que yo lo llamé un día. Ya habían pasado unos años sin que nos viéramos ni nada. “¿Vamos a charlar? Somos hermanos”. Después de eso, volvimos a ser familia.

–En los años 90, algunos peluqueros eran estrellas. Miguelito Romano, Roberto Giordano, Rubén Orlando, usted... ¿Había rivalidad?

–Mirá, siempre hubo rivalidad entre ros, pero en mi caso, realmente yo no tenía muchos amigos estilistas. Estaba más dedicado a mi familia, trabajaba con mis cuatro hermanos y no salíamos de ese círculo. No socializaba mucho como peluquero.

MEMORIAS DE UN SEDUCTOR

–¿Cuál fue su primer sueño cumplido?

–Comprarle una casa a mamá. Siempre me decía: “No te olvides de la casa”. Y al año se la compré. Escrituré sin que ella supiera nada. Un día llegué y le dije: “Esto es un regalo para vos”. Quedó loca.

–¿Y después de eso?

–Después de eso vino el Jeep. Ese fue mi primer auto.

Ninguno de mis hijos se quiso dedicar a lo mismo que yo. A veces, las cosas se terminan con uno. Me costó hacerme a esa idea, pero ya estoy bien

–¿Es verdad que era todo un seductor?

–. Dicen que sí. Tuve varias oportunidades de casarme, pero yo estaba ocupado en hacer plata y trabajar. En la peluquería me enamoré varias veces. Un día me llamó una modelo, Cristina “Titi” Rodríguez, que llegó a ser Miss Iberia y modelo de la agencia Jean Cartier, porque quería que le hiciéramos un rodete para una fiesta en el Alvear. Se lo hice y después le pedí la dirección de su casa para ir a sacarle fotos. Esa noche me fui con el Jeep a buscarla y la esperé toda la noche hasta que volviera de su fiesta. Volvió. Y salimos tres años. Nos separamos porque se quería casar, pero yo todavía era muy joven y me debía a mi familia. Después ella se casó con un actor . Y yo luego conocí a mi mujer, Cristina Marques Iraola. Nos casamos y tuvimos cuatro hijos.

–¿Alguno heredó su pasión por la peluquería?

–No, ninguno se quiso dedicar a lo mismo que yo.

–¿Y qué va a pasar con el negocio el día en que usted no esté?

–. Y, no se va a poder continuar... Qué se le va a hacer. A veces las cosas se terminan con uno. Me costó hacerme a esa idea, pero ya estoy bien.

Cuando Charlton Heston estuvo en Argentina vino a la peluquería y vio uno de mis cuadros. Quiso comprar uno pero yo se lo regalé

–¿Está solo o en pareja?

–Hoy estoy sintiendo un poco de soledad. Hace unos meses me separé después de quince años de noviazgo. Ahora tengo una amiga a la que llamo para ir al cine, al teatro, pero me falta una compañera de vida y a mi edad ya es difícil. Sigo yendo al campo que compré en Colonia, Uruguay, que lo disfrutamos mucho con mis hijos y mis cuatro nietos.

–Si tuviera que resumir su vida, ¿qué diría?

–Que hasta los 81 tuve una vida relativamente feliz. De hecho, estoy terminando de escribir un libro que tiene que ver con eso. Repaso mi vida hasta los 81 porque después sólo fueron muertes, separaciones y mucha tristeza. La sigo sintiendo. Cada tanto se me pasa cuando me pongo a trabajar. El luto se tapa con el trabajo, ¿entendés? Murió mi hermana Miquela y al otro día yo ya estaba trabajando en la peluquería. Sé que no es sano, pero es lo que me sale ahora. Llego a la conclusión de que en la vida todo pasa. Y hay que aceptarlo.•

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/revista-hola/tenia-que-hacer-plata-llego-de-italia-a-los-17-anos-queria-ser-futbolista-pero-se-convirtio-en-el-nid30102025/

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