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Silvia Pérez: el renacer de su carrera, la relación tóxica con su hija y cómo la muerte de Olmedo cambió su vida

Durante los 80, fue una de “Las chicas de Olmedo”. Sin embargo, tras ...

Silvia Pérez: el renacer de su carrera, la relación tóxica con su hija y cómo la muerte de Olmedo cambió su vida

Durante los 80, fue una de “Las chicas de Olmedo”. Sin embargo, tras ...

Durante los 80, fue una de “Las chicas de Olmedo”. Sin embargo, tras la muerte del capocómico, ese mote -que tantos éxitos y alegrías le dio- se le volvió en contra. El encasillamiento, el recuerdo de “El Negro” y un teléfono que ya no sonaba con la misma frecuencia hicieron que Silvia Pérez comience a replantearse su vida y su carrera. “Nunca había pensado qué quería para mi vida y todas esas preguntas fueron en un momento de mucho dolor, de mucho sufrimiento y de mucha tristeza”, confiesa quien se embarcó en un camino espiritual como seguidora de Sai Baba, escribió libros y estudió el profesorado de gimnasia.

Silvia Pérez: del dolor al equilibrio, una historia de independencia, amor y sanación

Hasta que, en un momento, se dio cuenta que no podía vivir sin trabajar como actriz. Entonces, una vez más, se puso en acción: “Elegí una obra de teatro, la produje, y la hice con Juli (su hija). A partir de eso, fue como el renacer de mi carrera porque la obra tuvo muy buenas críticas y me empezaron a mirar de nuevo”, revela.

Hoy, esta actriz y exmodelo, está disfrutando de las mieles de su decisión. Junto a Arnaldo André protagoniza No me olvides, una obra que aborda el tema del Alzheimer de una manera diferente. “La obra tiene mucho humor pero trata un tema muy importante que tiene que ver con la edad adulta; con los viejos (como los llama la sociedad) y con las enfermedades. El personaje de Arnaldo tiene un principio de Alzheimer y está tratado de una manera tan linda por Hernán Krasutzky, el autor y director. La gente se ríe mucho, pero termina con una lagrimita; no de tristeza sino de emoción”, explica mientras asegura tener muchas cosas en común con su personaje.

-Estás recorriendo el país con No me olvides, ¿te gusta irte de gira?

-Me acuerdo que cuando arreglé con el productor, le dije: “Mirá que yo gira no hago, eh” y bueno, mirá dónde terminé . Yo soy un poco apegada a mi hogar, a mis costumbres, a mis hábitos y entonces me cuesta esto de salir. Pero en la medida que vas conociendo a la gente, recorriendo el país, conviviendo, encontrás unas experiencias tan ricas que todo suma.

-¿Qué tiene Beba de vos?

-¡Mucho! Ella se proclama un espíritu libre sin ataduras y eso la hace feliz. Y hay una gran parte mía desde mis 18 años, que me fui de mi casa porque salía con una persona que a mi mamá no le gustaba. Justo hoy escribía eso (porque yo a la mañana agradezco mucho y escribo), esa fortaleza que me dio la vida y las situaciones a las que me tuve que enfrentar que me hicieron muy poderosa y fuerte. Lo cual no fue una ventaja siempre porque eso hace también difícil que pueda tener a alguien al lado con esto de creer que podés hacer todo, pero fui bajando para equilibrar. Pero Beba es muy parecida a mi historia de vida en muchas cosas.

-¿Siempre fuiste una mujer fuerte?

-Sí, pero obraba un poco sin darme cuenta. A mi mamá no le gustaba que salga con un hombre que era bastante mayor que yo y me dijo: “Si seguís saliendo, te vas de casa” y yo me fui; tenía 18 años. Me fui a la casa de una tía que vivía en Castelar y me tomaba el tren todos los días porque estudiaba arquitectura en Ciudad Universitaria y traductorado de inglés en la UCA. A los 21, tuve una hija, aún sabiendo que no me estaba yendo bien en mi relación con su padre, pero decidí tenerla igual porque es amor. Hay muchas cosas que si miro para atrás, digo: “¡Qué fortaleza!”.

-Además formabas parte de un mundo del espectáculo que tal vez tu mamá no miraba con buenos ojos...

-Para nada, no miraba con ningún buen ojo. Me costó toda una vida que pudiera mirar con buenos ojos. Mi papá no tanto, mi papá fue más amable con su mirada. Mi papá se cayó y tuvo un derrame cerebral cuando nosotras tres (en referencia a sus hermanas) éramos chiquitas y entonces tuvo que pasar un tiempo hasta que se curó. Yo lo llevé a trabajar conmigo para que me asistiera y él tenía mucha devoción por mi trabajo y por todo lo que hacía. Le gustaba mucho.

-¿Cuántos años tenías cuando tu papá tuvo el accidente?

-Nueve, era muy chica. En uno de los espectáculos que hice, La última Bonaparte, contaba eso porque pienso que la infancia determina mucho nuestras vidas. Y yo tuve una infancia difícil, pero también eso me hizo guerrera; las tres somos muy guerreras con mis hermanas.

-Tu mamá también se convirtió en una guerrera intentando que su pareja salga adelante...

-Total porque además tuvo que tomar las riendas de la familia y lo hizo como pudo también. Pero fue una infancia revuelta, difícil, con muchos silencios, donde no se decían las cosas como eran. Y yo luché toda mi vida por eso: por la justicia, por decir la verdad, por comunicar, por hablar, por vincularnos de otra manera.

“La ovejita negra”

-¿Eras distinta a tus hermanas de chica?

-Sí, desde el momento que había una artista aflorando en mí porque yo dibujaba, pintaba, copiaba fotos... Decidí estudiar dos carreras y dejarlas porque empecé a desfilar, entonces todo eso me determinaba como “la ovejita negra”. Mis dos hermanas son profesionales, una es bioquímica y la otra psicóloga, entonces siempre había como una diferencia. Pero, en ese momento, yo no tenía conciencia.

-También fuiste una distinta en el medio porque te fuiste y volviste con la misma naturalidad...

-Sí, porque no tengo planes en realidad; soy espontánea. Ahora con el correr del tiempo quizás pienso y no soy tan impulsiva, pero creo que la simpleza es mi característica. Tengo un problema o hay una situación que no está buena en un lugar de trabajo y yo voy y la expongo; me alegra ser así. Me parece que está bien decir las cosas como son para no ser hipócrita. Porque acá en este medio no somos todos amigos. Somos buenos compañeros (si es que lo somos), nos podemos querer mucho pero no somos amigos.

-¿Pudiste restablecer el vínculo con tu mamá a lo largo de los años?

-Sí, gracias a Dios. Lo sigo restableciendo aunque no está ahora. Ella partió a los 98 años y ya en la última etapa tenía como otro vínculo con ella. Me había empezado a reconciliar con la vida más que con ella, porque la verdad que ella fue una luchadora y le tocaron vivir unas cosas tremendas y uno no se da cuenta. Al día de hoy, dialogo con mi mamá y le agradezco todos los días su amor, su lucha, todo lo que nos dio. Me gustaría tenerla ahora; pensar que a veces cuando estaba me pesaba ir a verla porque no tenía ganas.

-Cuando decís que dialogás con tu mamá, ¿te referís a esos minutos que te das a la mañana antes de empezar el día?

-No siempre es el mismo momento. Lo que hago a la mañana cuando me levanto es meditación; un momento importante de agradecimiento porque hay que agradecer todo el tiempo. A veces pensamos que nos faltan muchas cosas, pero siempre tenemos más de lo que nos falta. Y bueno, en ese agradecimiento siempre está mi mamá. Tengo un altar en mi casa donde está ella con nosotras tres (en referencia a sus hermanas), está mi hija, Juli, y siempre enciendo una vela y digo un mantra.

“Nos amamos incondicionalmente”

-Cuando fuiste mamá, ¿sentiste esto de no querer repetir la historia?

-Sí, pero el no querer repetir es peligroso también sobre todo en mi caso que hice todo lo contrario y fue un exceso de todo: de dar, de amor, de querer solucionarle. El apego que he tenido con Juli... creo que no en vano ha elegido ser consteladora familiar. Eso ayudó mucho a nuestro desapego y a tener otro tipo de vínculo. Pero realmente en el hacer todo lo contrario me excedí de una manera impresionante.

-¿En qué cosas? ¿Te costaba ir a trabajar, por ejemplo?

-Sí, me costaba mucho. Tuve la suerte de tener una niñera que me acompañó siempre, aún cuando yo no le podía pagar al principio. Una señora croata maravillosa que fue un poco niñera mía también. La conocí por un aviso en el diario que habíamos puesto con Santiago porque teníamos que irnos de gira y Julieta era bebé. Había una cola de mujeres impresionante y cuando la vi, dije: “Es ella”. Fue como una segunda madre para mí y para Juli, ni hablar. Cuando no la llevaba al teatro o a las grabaciones, era un pataleo, unos gritos y un llanto que me hacían sentir una culpa... Entonces me fue difícil esa parte. Creo que ella también ama esta profesión porque estuvo desde muy pequeña en todos los teatros y porque tiene la sangre de su padre y la mía.

-¿Cómo es ese vínculo con ella hoy?

-Es muy diferente. A mí me cuesta bastante porque esto empezó a suceder hace unos años cuando ella empezó a trabajar con las constelaciones. Veníamos de un apego muy grande, de hablar dos o tres veces por día, de vernos siempre, de estar muy pendientes sin tomar conciencia que ella es una mujer grande. Y de eso, pasé a todo lo contrario. Ahora tenemos un vínculo esporádico, nos vemos y hablamos cada tanto. Al principio, lo sufrí un montón porque para mí era como que me faltaba algo, pero comprendí que era tóxica esa relación. De a poco empecé a comprender y me fui corriendo a otro lugar más sano. Me gustaría por ahí tener más vínculo con ella, pero creo que va a llegar en algún momento. Sé que el amor está y que nos amamos incondicionalmente las dos.

-¿Las dos necesitaron correrse?

-Yo no me corrí; ella se corrió . Fue un proceso que fui aprendiendo y entendiendo. Empecé a constelar también, que no lo había hecho nunca. Yo no soy de hacer terapia, he hecho muy pocas veces en mi vida en períodos muy cortitos y cuando constelás se va corriendo tu lugar en la vida y en tu forma de vincularte; no solo con tu hija sino con todo el mundo. Juli cuenta siempre que es un movimiento que sucede en el alma, como que se van curando y sanando procesos que traemos de nuestros antepasados que, a veces, hasta desconocemos.

-Para el que nunca ha constelado, ¿cómo es?

-Cuando sentimos alguna molestia, algo que nos hace daño, algo que nos incomoda o nos hace mal y no sabemos de dónde viene eso, quizás viene de algún tatarabuelo nuestro, de algún lugar que desconocemos entonces la constelación es todo ese movimiento familiar al que pertenecemos, donde quizás sucedieron cosas que no sabemos que nos hacen estar reaccionando de esa manera porque están impresas en nuestra alma. Si nosotros podemos dejarlo atrás y seguir adelante eligiendo lo que queremos para nuestras vidas, el camino es diferente.

“Federico es el amor de mi vida”

-Me imagino que el apego con tu hija también te traía complicaciones en tu vida de pareja...

-Sí, no me lo permitía en realidad. Si tenía que salir con alguien, le decía: “Tengo que bañar a Julieta, darle la cena y después puedo salir”. Mi prioridad era ella y eso es un poco la toxicidad. Si bien está bueno ocuparme de mi hija, era como una necesidad imperiosa de estar, de que nadie me saque ese lugar.

-Igual te permitiste varias oportunidades en el amor...

-Sí, me permití muchas oportunidades en el amor; no me ha ido bien casi nunca . Creo que la mejor relación que he tenido es la que tengo en este momento. Hace más de 15 años, con varias separaciones en el medio, convivencias y des-convivencias (como digo yo), pero puedo decir que Federico es el amor de mi vida. Yo nunca había podido vincularme desde un lugar de paridad y la pareja significa eso. Seguimos eligiéndonos y seguimos aprendiendo todos los días cuál es la manera de estar bien. Para mí fue un proceso de mucho crecimiento.

-¿Cómo se conocieron?

-Yo estaba con una amiga comiendo en un restaurante de Las Cañitas y había una mesa enorme al lado de dos hombres solos. Una de esas personas lo llama a Federico para decirle que yo estaba ahí. Parece que siempre había dicho que yo era el amor de su vida. Fue una cosa muy loca como de película porque llegó, se sentó en un lugar y... Te cuento este detalle que fue muy gracioso: había muchos mosquitos y yo, que estaba con un vestido, me rascaba las piernas. De repente, apareció con un repelente y eso me shockeó. Nos quedamos charlando hasta altas horas de la madrugada y le di mi teléfono.

-¿Hace mucho tiempo que estabas sola?

-No. Venía dándome golpes por todos lados con relaciones complicadas, tóxicas. Igual después de esa noche hasta que salimos pasó más de un mes y medio.

-¿Cuál es hoy el éxito de la pareja?

-En nuestro caso, no convivir. Él tiene dos hijos, uno de 21 y otro de 18, y es un padre muy presente y dedicado; casi peor de lo que fui yo . Entonces en este momento el no convivir, el arreglarse, el encontrarse, el esperarse es una fórmula que nos funciona mucho. Para mí escuchar y validar al otro es muy importante. El humor y el compartir es fundamental.

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-La obra de teatro habla de la vejez, ¿es un tema que te preocupa?

-No sé si me preocupa, pero sí me ocupa mucho. Si bien soy una persona deportista y vegetariana desde hace casi 50 años, me ocupo todo el tiempo de la salud porque me parece lo más importante. Creo que el tiempo que nos toque vivir tiene que ser de la mejor manera. Entonces me ocupo (sin exagerar tampoco) y trato de divertirme, de pasarla bien porque ese es un condimento muy importante para la salud mental y emocional. Estar rodeada de gente que me hace bien es tan importante como hacer ejercicio y comer sano.

-¿A qué hora empieza tu día?

-Cuando no tengo ninguna obligación a las 9 de la mañana. No tengo un día igual al otro, creo que un poco por elección; no me gusta la rutina. Lo único a lo que nunca renuncié fue a la rutina de tomar mate, que es lo que más amo en la vida. Eso es algo que no me puede faltar nunca, ni en la gira ni en ningún lado, pero después todos mis días son diferentes. A veces juego al paddle, a veces hago yoga, a veces voy a caminar.

-Tu rutina de gimnasia tampoco puede faltar...

-Cuando empezamos a ensayar, me acuerdo que yo me paraba y Arnaldo me decía: “¿Por qué te parás? Sentate”. Y yo le decía que me cansaba estar sentada . No es que entreno nada más para estar saludable, a mí me gusta, me hace bien, lo disfruto. Cuando me voy de gira, lo primero que pregunto es si hay gimnasio en el hotel, sino me busco el gimnasio más cercano.

-O sea que imposible quedarte quieta...

-No te creas. Toda esa actividad está como equilibrada con mi meditación. Hago mucha respiración en cualquier momento de ansiedad y eso me calma totalmente. A veces se cree que lo espiritual va como un poco en la vereda de enfrente de la vida cotidiana y es todo lo contrario. Si no lo fusionamos, es bastante difícil estar en el día a día.

-¿Todo este cambio surgió a partir de la muerte de Olmedo?

-Sí, en realidad es como que paré un poco la máquina (o “El tren bala” como digo en el libro) porque yo no pensaba en nada, no planificaba. Trabajábamos, teníamos éxito, ganábamos dinero, yo podía educar a mi hija. Cuando murió El Negro es como que me empecé a preguntar: “¿Qué estoy haciendo? La vida no puede ser nada más que ir a trabajar, ganar plata, educar a mi hija”. Nunca había pensado en mi carrera, nunca había pensado en qué quería para mi vida y todas esas preguntas que te empiezan a surgir -que creo que a todos nos surgen en algún momento de la vida- fueron en un momento de mucho dolor, de mucho sufrimiento y de mucha tristeza. Y más tristeza me generó el no habérmelo preguntado nunca. Yo tenía 32 años en ese momento.

-En un momento en que todo el mundo te conocía, tenías un nombre y la prensa te buscaba...

-Sí, pero no me daban trabajo. Me decían: “Ay, te veo venir y lo veo al Negro atrás tuyo”. Pedía hacer un casting y me decían: “¿Cómo te voy a hacer un casting a vos?”. Y ahí fue cuando me tuve que poner a estudiar. Empecé todo un camino hacia mí, escribí libros, hice el profesorado de gimnasia... hasta que en un momento me di cuenta que no podía vivir sin trabajar como actriz. Fue después de mis primeros viajes a la India. Los últimos años estudié con Gandolfo y él me dio como la llave de lo que tenía que hacer: “Vos pensá qué es lo que la gente después de tantos años va a querer ver de vos”, me dijo. Y así fue como elegí una obra de teatro, la produje y la hice con Juli. A partir de eso, fue como el renacer de mi carrera porque la obra tuvo muy buenas críticas y me empezaron a mirar de nuevo, sobre todo, la gente joven que quizás tenía menos prejuicios.

“Las chicas Olmedo”

-¿Olmedo está siempre presente?

-Sí, me parece un privilegio haber podido ser su partner y haber aprendido todo lo que aprendí. Todos los maestros de teatro que tuve, dijeron: “Ella viene acá a ponerle palabras a lo que ella ya sabe hacer”. Y en el momento de salir a escena es algo que siempre tengo presente porque aprender a actuar desde la improvisación es poner el cuerpo, estar presente, escuchar y responder a eso.

-¿Te quedaron amigos de esa época?

-Con Divina Gloria hablamos cada tanto; no nos vemos, pero hablamos. Con ella, éramos amigas. Con las demás no; éramos compañeras de trabajo. Había mucha armonía porque era lo que imponía Olmedo. Si no había armonía, no quería trabajar y eso lo respetábamos todos.

-En esta época de tantas biopics, ¿sentís que falta contar su historia?

-Absolutamente. Me parece sumamente necesario. Creo que se está cocinando aunque está tardando mucho el horno . En principio, creo que había un tema porque tenían los derechos los hijos, pero ya los cedieron o los vendieron.

-¿Te gustaría hacer de vos?

-¡Uf, tengo tanto que contar! Pero bueno, en este momento estoy con dos proyectos: uno muy lindo que es para afuera y otro, que es un guion para una película que escribí hace muchos años. Tuve la fortuna que apareció un director que la quiere hacer, así que estamos en proceso. Es una historia muy hermosa que tiene que ver con la mirada que tenemos de las cosas y como eso nos determina lo que hacemos. Tiene que ver un poco con toda mi historia, con lo que pasa en nuestra infancia, en esto de que si mirás con enojo o resentimiento en definitiva es lo que va determinando tu vida.

-¿Cómo te llevás con Carmen Barbieri? Sé que hablan mucho...

-Sí, estuvimos hablando mucho el día de la madre. La verdad que es una fenómeno porque la familia que somos, aunque no nos veamos con frecuencia, está gestada por ella. Y eso es una condición humana muy hermosa. No sé de qué manera ni cómo, pero trasciende todo lo que sucedió y lo que importa es el vínculo que tenemos.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/personajes/silvia-perez-el-renacer-de-su-carrera-la-relacion-toxica-con-su-hija-y-como-la-muerte-de-olmedo-nid01112025/

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