Shadow Force, sentencia de muerte: una historia de espías desterrados que pierde rápidamente su encanto
Shadow Force: Sentencia de muerte (Shadow Force, Estados Unidos/2025). Dirección: Joe Carnahan. Guion: Joe Carnahan, Leon Chills. Fotografía: Juan Miguel Azpiroz. Edición: Kevin Hale, Michael L....
Shadow Force: Sentencia de muerte (Shadow Force, Estados Unidos/2025). Dirección: Joe Carnahan. Guion: Joe Carnahan, Leon Chills. Fotografía: Juan Miguel Azpiroz. Edición: Kevin Hale, Michael L. Sale. Elenco: Kerry Washington, Omar Sy, Jahleel Kamara, Mark Strong, Da’Vine Joy Randolph, Cliff ‘Method Man’ Smith, Marshall Cook, Ed Quinn. Calificación: Apta para mayores de 13 años con reservas. Distribuidora: BF Paris. Duración: 104 minutos. Nuestra opinión: regular.
De un tiempo a esta parte las narrativas de espías han insistido en un conflicto recurrente: ¿Cómo combinar las exigencias de una vida secreta, signada por el disfraz y la clandestinidad, por el riesgo y las cambiantes tensiones en el mapa geopolítico, con la rutina familiar, la estabilidad marital y la convivencia doméstica? Difícil. Series como The Americans (2013) o la reciente Palomas negras (2024) han explorado esos tópicos, con dispar suerte; algunos recientes estrenos del streaming como Ghosted (2023) y Role Play (2023) han incursionado en esta línea con mediocres resultados; y Código negro (2025), la última película de Steven Soderbergh, fue la que mejor actualizó el matrimonio como terreno de intrigas y espionaje en una clave de burbujeante suspenso y seducción.
Shadow Force: Sentencia de muerte intenta sumar su granito de arena en esa galería de espías atribulados por desencuentros amorosos y familias amenazadas a puro disparo y persecución, despejando la textura de los conflictos y las aristas de los personajes a cambio de escapatorias vertiginosas, peleas multitudinarias y un ‘leitmotiv’ melancólico al son de una playlist de Lionel Richie. En esa apuesta por el vigor de la acción y la espectacularidad del entretenimiento, no todo sale bien.
Cinco años atrás, Kyrah (Kerry Washington) e Isaac (Omar Sy) eran miembros de una fuerza especial de espías al mando del malvado Jack Cinder (Mark Strong), integrantes de un cuerpo de sicarios de élite, encargado de asesinar enemigos alrededor del globo sin más credencial que la “licencia para matar”. Todo parecía ir sobre ruedas hasta que se enamoraron y la traición a los mandatos de esa fuerza en las sombras, y al orgullo masculino de Cinder cuando se vio abandonado por Kyrah, los expulsó al destierro. La venganza incansable por parte de su antiguo jefe y sus cazadores a sueldo obligó a Isaac a criar a su hijo en soledad y a Kyrah a perseguir a sus antiguos compañeros que hostigan a su familia (el intercambio de roles supone un “astuto” señuelo).
En ese presente comienza la historia, con la tierna y solitaria convivencia de Isaac y el pequeño Ky (Jahleel Kamara), la pena por la ausencia de la madre amada y las canciones de Lionel Richie, mientras Kyrah se encuentra en fuga constante, lista para el próximo disparo certero que quite una amenaza más de su camino. Un tiroteo casual en un banco pone al descubierto el paradero de Isaac y su hijo, y la venganza se reinicia. Allí comienza la acción y la película lamentablemente abandona los destellos de humor y el adorable carisma del pequeño Ky.
A diferencia de Código negro, sofisticada en todo el entramado de relaciones adultas, Shadow Force repite una y otra vez la antinomia entre la vida de esa fuerza secreta y la aspiración de Kyrah e Isaac por la estabilidad familiar, una contradicción enunciada sin matices ni dilemas existenciales, sostenida en una galería de aliados y villanos esquemáticos, casi caricaturescos, y escenas íntimas de rampante sentimentalismo con diálogos pueriles y claras inconsistencias dramáticas (por ejemplo, las peleas inconducentes del matrimonio al regreso de Kyrah).
Pero si el aspecto humano de Shadow Force se desgrana sin remedio, su apuesta por la espectacularidad se diluye también en secuencias de pobre factura, con severos errores y torpezas en las coreografías (aquí John Wick ha puesto la vara más elevada), que denotan la limitada destreza de Joe Carnahan como director de acción. De hecho, ese universo familiar que se pretende sostener como un caprichoso objetivo, atenaza las virtudes de sus actores -sobre todo de Omar Sy, que ha demostrado ciertas dotes en la combinación de la comedia y el despliegue de la acción-, socava el peso de la intriga -que se reduce a una venganza maniquea- y arrebata la sensualidad del género, algo que la reciente Código negro demostró que se podía reinventar.