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“Quería entregar una música emotiva, pero no nostálgica

El pasado aparece como una constante en el último disco de Richard Coleman, pero desde un lugar ajeno a la idealización. Basta con escuchar el estribillo de “Como antes” para entender que al ...

“Quería entregar una música emotiva, pero no nostálgica

El pasado aparece como una constante en el último disco de Richard Coleman, pero desde un lugar ajeno a la idealización. Basta con escuchar el estribillo de “Como antes” para entender que al ...

El pasado aparece como una constante en el último disco de Richard Coleman, pero desde un lugar ajeno a la idealización. Basta con escuchar el estribillo de “Como antes” para entender que al ex Fricción no lo seduce la idea de una vuelta atrás.

Sin embargo, hay algo del flamante El (in) correcto uso de la metáfora que parece moverse en esas tensiones entre el presente y lo que fue. Por un lado, es un regreso a las canciones lúgubres desde una mirada actual, con guitarras envolventes y climas que parecen sintonizar con el zeitgeist actual; también es el disco que le permitió a Coleman tener como invitado a Phil Manzanera, guitarrista de Roxy Music y una de sus mayores influencias a la hora de tomar una guitarra, y es también el lugar que encontró para hacerle justicia a una canción que tuvo su primera vida en los 80s pero merecía mejor suerte.

A pesar de todo lo dicho anteriormente, El (in) correcto uso de la metáfora no es un disco que viva del pasado sino que se justifica en el presente, algo de lo que Coleman está más que orgulloso. “Sin querer ser pretencioso, lo que me interesa con este disco es poder brindarle a melómanos o gente sensible de mi generación una música que les reconforte a nivel emotivo pero los aleje de la nostalgia”, explica a La Nación sentado en el estudio de Juan Blas Caballero, su productor y socio creativo. “El problema que por ahí encuentro es que un tipo de 40 años si no escucha una voz o un sonido nuevo que lo contenga, se tiene que adaptar a la música nueva y entender su discurso, o recurrir a la nostalgia y celebrar las efemérides o los reencuentros del mismo artista que sigue tocando las mismas canciones de hace 30 años por una situación de marketing muy alevosa. Si yo a esa persona le doy un estímulo de audio y le pongo palabras que lo acompañen con algo coherente, por ahí lo que consigo es hacerle un bien a alguien y entregar un poco de belleza”, completa.

El proceso para la creación de su cuarto disco de estudio no fue sencillo. F-A-C-I-L, su último trabajo, vio la luz en 2017, y desde entonces la inspiración atacó en forma de single (Primero fue “Humanidad”; después, “Arañas bebé” junto a Andrea Echeverri de Aterciopelados), pero faltaba un paso más: el de la diferencia entre hacer canciones y dar forma a un disco. “Llegar a eso fue bastante complicado, no le encontraba la vuelta. Desde el 2020 que estaba con la idea de empezar a trabajar en un álbum, y si bien no encontraba un estímulo, al proyecto lo veía. Sabía que tenía el primer concepto, que era que quería hacer un disco oscuro, pero no sabía por dónde agarrarlo, no era simplemente bajar la persiana”, explica entre risas sobre un camino que empezó a tomar forma el año pasado y finalmente se materializó hace pocas semanas en las plataformas de streaming, y que llegará al mundo del soporte físico en septiembre. “Entre enero y febrero del 2024 aparecieron la necesidad y la logística básica para arrancar, fue cuando me di cuenta que tenía que hacer ocho temas buenos sin descartar nada y pensarlo como si fuera un vinilo, de menos de 40 minutos pero más de 35, ahí iba a tener el disco. No quería pensar en tener canciones de sobra, de resto, y después elegir sobre una variedad, quería que fuera todo parte de lo mismo”, explica.

¿Y cuando empezó a tomar forma?

Al mismo tiempo que pasó eso, me di cuenta de que la perspectiva de salir a tocar en vivo era muy complicada, porque no podía pensar en un show a dos meses en febrero. Por lo general ya en marzo arranco a tocar con la banda, y eso no lo estaba viendo posible. Ahí le dije a Alejandra, mi manager, “vamos a arrancar en mayo con la banda y en estos dos o tres meses voy a componer un disco” (se ríe). Quería ver cómo se acomodaba el proyecto financiero de cada show, cuánto cobrar, cuánto asignar a los gastos, porque todo eso no se sabía. Entonces, en vez de parar un año para componer, me di tres meses y me puse una cantidad de temas mientras el barco se mantenía a flote. Me puse a laburar en este disco oscuro; primero me puse a revisar si me había quedado algún borrador, porque sabía que había algunas ideas que tenía hechas durante la pandemia pero que no habían progresado porque no tenía energía como para ser muy creativo. Ahí encontré los bocetos de lo que fueron “Oscuras intenciones” y “Residencia”, que estaban muy esqueléticos pero había algo consistente. Empecé a trabajar en eso, los reorganice y en las letras y empezó a fluir, ya tenía todo andando en casa.

¿Es una política general la de arrancar de cero?

Siempre abro alguna sesión que me haya quedado de antes, si es que la hay. Esta vez no había nada, pero lo hago para ver en qué andaba, para ver por qué lo abandoné, y a la vez concluyo en que estuvo bien que no lo seguí. Acá lo que me pasó fue que no había prosperado nada de lo que había empezado a hacer, eran ideas del primer envión pandémico de ponerse a laburar para no volverse loco. Me sirvió como para entender que tenía desde dónde empezar, que “Oscuras intenciones” y “Eternidad” eran los temas más oscuros pero potentes y así. Cuando tuve eso cubierto quise pasar a otro espectro, con el audio de las guitarras, bien ochentoso con chorus y acordes muy abiertos y ambiguos, que hacía mucho que no usaba. Una vez que lo tuve, al toque empecé a laburar en “Como antes” y “Salimos caminando”.

En varias de esas canciones participa como invitado Phil Manzanera, de Roxy Music, uno de tus referentes. ¿Cómo se dio esa colaboración?

Yo soy muy respetuoso de las relaciones con otros artistas, por más que yo sea fan. La primera vez que nos encontramos fue cuando me invitaron para versionar algunas canciones que él iba a tocar en el CCK en 2017, hice “Amazona” de Roxy Music y la versión de “Tomorrow never Knows” de 801. Obviamente era mucho trabajo en una sola semana, tenía que aprender una canción bastante complicada para cantar, y además la presión de estar en una liga que me era extraña. En el show me presentó como “A brave man” y yo estaba re emocionado, había estado en el escenario con él, y había escuchado ese solo que me conocía de memoria en un ampli detrás mío. Años más tarde nos vimos en un viaje que hice a Londres, y ahí le conté todo mi fanatismo y choluleé. Le dije “la vez pasada estábamos laburando y yo respeto mucho eso. Ahora estoy en tu casa y quiero que sepas que te descubrí a mis 15, y tu manera de tocar fue una de las guías más grandes que tuve”. Fue una linda charla y muy genuina, muy relajada, hablamos de música, y me encargó una colaboración para algo que todavía está en gateras. Después lo volví a visitar en 2022, y le extendí la invitación a colaborar y dijo que sí. Cuando estábamos grabando el disco se lo propuse, le dije que sí y le pasé tres temas para que eligiera uno. Pasaban los días y no tenía respuesta hasta que me llegaron los tres y me dijo “Grabé en los tres y me divertí. Vas a tener que elegir porque metí de todo”. Cuando lo abrimos nos encontramos con cosas que se le habían ocurrido que eran tremendas, que demostraron que estuvo bien que participara porque le dio carácter a las canciones.

También hay otro vínculo con el pasado con la inclusión de “Entre sábanas”, un tema de Fricción, tu primera banda. ¿Cómo llegaste a esa decisión?

La ingresé al repertorio del Trans-Siberian Express hace dos años, porque ya venía perfilando un repertorio más oscuro, y porque era un tema que no tocaba con banda desde el ‘88. Fue mucho tiempo, y yo nunca estuve satisfecho con el resultado del tema en Consumación o consumo. Fue un tema que no lo supe resolver: lo tenía compuesto, en el demo de la portastudio sonaba un caño, pero después en el estudio no pasaba nada. El tema quedó ahí, medio desperdiciado. Cuando empecé a tocar con la banda como que se armó lindo, el monstruo cobró personalidad, y quedó sonando todo ese año. Estaba muy bien tocado, y lo que sucedió fue que en el proceso de grabación, unos días antes de hacer la sesión de batería, que iban a ser cuatro temas, estaba revisando el repertorio y vi que con todas las ediciones y demás, el disco me quedaba de 36 minutos y dije “Uh” (se ríe). No iba a componer un tema de relleno, eso no iba a salir bien y yo no quería conformarme, quería hacer algo que me superara. Hice un demo en una mañana, le dimos un poquito de rosca y se armó. Lo que pasó con el tema es que encajó en el concepto. No fue una revisión nostálgica, no fue ir a buscar algo para tirar un golpe o un guiño. Para mi banda era un tema nuevo, y a nivel letra y demás, yo nunca sentí que estaba cantando algo viejo, sino que esas palabras encajaban con el discurso del disco. El tema pidió entrar.

¿Y qué te generó revisitar esa parte de tu pasado 40 años después?

No le dedico mucho análisis a eso, honestamente. No lo hubiera hecho con otro tema, eso de ponerme a buscar en Fricción un tema para versionar. Ya cuando se sumó al disco, ya no era más un tema de Fricción, era uno actual del Trans-Siberian, y ahora que lo digo en voz alta me doy cuenta que es eso lo que pasa. No busqué un tema de Fricción ahí, puede ser que lo haya buscado cuando lo sumé al repertorio, y busqué el más incompleto. De alguna manera, todo lo de Fricción por un lado me hace bien, hay veces que me parece que está sobrevalorada, otras que me parece que está bien que sea una leyenda, y creo más en la leyenda que en la reunión. No me parece que sea necesario juntar una banda que tuvo un repertorio limitado solamente para el gusto de la gente, porque no sería para nosotros eso. Ponerse a sacar un repertorio para salir a tocarlo como era en ese momento no me da nada nuevo. Ahora estamos tocando el disco nuevo, y el gusto y el placer que nos da en los ensayos cuando suena un tema nuevo es otra cosa. Le estás poniendo el cuerpo y estás escuchando música que no estaba antes, no existía. A la revisión la comparo siempre con cuando vas a una tienda de antigüedades en San Telmo, que cuando entrás a los primeros 5 minutos te gusta todo, pero a los 10 ya te angustiás.

El título del disco hace alusión a la interpretación de las metáforas, y lo hace anteponiendo un “(in)” a la palabra “correcto”. ¿Esconde algo ese recurso?

El parentesis es porque yo siempre complico las cosas, y es para que no lo encuentren en plataformas, si escribís “incorrecto” no va a aparecer (se ríe). Hay un par de factores que que confluyen. Por un lado, el tema de la metáfora fue que en la primera mitad del año pasado cuando estaba trabajando en el disco, a través de los medios de comunicación empecé a escuchar todos los días más de una vez que decían “Esto es una metáfora de tal cosa”, todas explicaciones absurdas de cosas que evidentemente no son metáfora, sino que son literales. Después, a medida que escribía las canciones, veía que el contexto se estaba adueñando de lo que había escrito. Yo escribo de una manera bastante abierta y ambigua a propósito, pero la realidad empezó a apoderarse de mi fantasía y mi universo fantástico. Ahí me encontré con que mis metáforas estaban siendo mal usadas, funcionando mal. A partir de eso redirigí la escritura de las canciones hacia algo que tuviera más que ver con el contexto, hay cosas que no eran así originalmente y después con cierto énfasis se transformaron en otra cosa.

¿Las sentís más relacionadas con el clima de época?

Es una observación. El “como antes” entre comillas es lo primero que se entiende mal, porque cuando dice “Pero nada es ‘como antes’”, no es una añoranza, es decir que no pienses que las cosas son como antes porque nada lo es, es una bajada de línea algo ambigua. Me parecía que se que podía encararse como un manual de instrucciones, podría haber sido “el correcto uso”. Y yo vengo jugando con el “(in)” hace un tiempo largo con ciertos talleres que doy acerca del uso de pedales de efectos de guitarra, el “(in)correcto uso de los pedales”. ¿Por qué pongo el in? Porque no hay manera correcta. Me pareció que era un lindo título para conceptualizar la obra con la suficiente ambivalencia para generar un tema de conversación.

Hoy en día, la industria se mueve entre los discos colaborativos y las reediciones de catálogo ante un determinado aniversario. ¿Cuán complicado es publicar obra nueva en ese contexto?

No sería genuino de mi parte hacer otra cosa. Si eso fluyera, probablemente sucedería, pero forzarlo... He hablado con algunos artistas nuevos con los que me parece que hay una conexión, pero combinar la agenda y todo eso lo hace más complicado. Pero por ejemplo, por más que no es un pendejo, en el disco está Ale Sergi, que es bien de otro palo. Con él tuvimos varios encuentros muy lindos y muy fructíferos y su participación en el disco es algo que fluyó completamente. No hay un feat de él, pero hay una intervención y coautoría suya en “Fiebre”, y eso es más importante que el feat, que también suena como clickbait. Si en cada tema tenés un feat de uno que está en el top 40, ¿de qué estamos hablando, cuál es el concepto? El único concepto que tiene un concepto verdadero es Hotel Miranda!, donde en cada habitación hay un huésped distinto. Pero buscar por ese lado porque sí, eso es darle demasiada importancia al algoritmo o a la discográfica, porque alguno de los dos te empieza a condicionar con lo que tenés que hacer.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/musica/queria-entregar-una-musica-emotiva-pero-no-nostalgica-nid17062025/

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