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Pulsión de vida contra todos los males

La mejor síntesis la encontré esta semana en un aviso fúnebre publicado en este diario. La vida y la muerte están indisolublemente ligadas, seas o no creyente en cualquier religión. Si lo ente...

Pulsión de vida contra todos los males

La mejor síntesis la encontré esta semana en un aviso fúnebre publicado en este diario. La vida y la muerte están indisolublemente ligadas, seas o no creyente en cualquier religión. Si lo ente...

La mejor síntesis la encontré esta semana en un aviso fúnebre publicado en este diario. La vida y la muerte están indisolublemente ligadas, seas o no creyente en cualquier religión. Si lo entendemos así, incluso el humor y la alegría caben allí. Miren, si no: “Martita, felicitaciones. Por fin llegaste a tu sección preferida del diario. Tus hijos y nietos te vamos a extrañar. Gracias por tanto humor, amor y vida”. No hacen falta muchas explicaciones para entender que los familiares de Marta Lorido de Jofré decidieron despedir a esta señora con todo lo que ella demostró en su paso por este mundo, y sin ninguna solemnidad.

El genial Sigmund Freud lo describió en su obra Más allá del principio de placer (escrita en 1920). Allí definió la “pulsión de vida”, como todo impulso que apunta a conservar la existencia y, en definitiva, el placer. Y la “pulsión de muerte”, por el contrario, lleva a insistir en situaciones dolorosas. Explicaciones insuficientes, claro, para uno de los temas más controvertidos del psicoanálisis, pero que pueden ayudarnos en este recorrido.

La llorería es el último libro de Martín Sivak, y allí mezcla tres historias de su propia vida que se van entrelazando y en las que se advierte un rasgo común. Un desengaño amoroso, su trabajo (que desembocaría en una larga y profunda amistad) con el documentalista inglés Sean Langan y la enfermedad y la muerte de su madre.

Langan es corresponsal de guerra, y en su afán de entrevistar a Bin Laden terminó secuestrado por los talibanes, lo que, como es sabido, rara vez termina bien. Fue su caso, por suerte. “Después de ser secuestrado por los talibanes, su vida colapsó. Y aun así conservó una pulsión de vida, la misma que vi en mi madre: la de burlarse de las supuestas desgracias”, contó Martín.

Su madre enfermó de cáncer en paralelo a su trabajo con Langan. Su padre, Jorge Sivak, se había suicidado años antes (historia que Martín contó en su libro El salto de papá). “Aun en ese contexto difícil, ella tuvo una pulsión de vida que quizá sea el legado más hermoso que nos dejó”, le dijo a este diario. La frase que escribió en La llorería es conmovedora: “Mamá intentó lo que papá no pudo o no quiso: quedarse”. La muerte se la llevó, pero ella nunca dejó de empujar.

Ya lo conté otras veces: a mi abuelo lo fusilaron en la guerra civil española, y su hija mayor, mi madre, cruzó el Cantábrico hacia Francia junto a su madre y sus hermanos en unos barcos que eran acosados por las bombas de la aviación nazi. Lo recordó con precisión hasta el día que partió, en Buenos Aires, a los 92 años. En ese largo trayecto tampoco dejó de empujar. El día que me internaron, enfermo de diabetes, se plantó en el pasillo frente a la sala de terapia intensiva y no se movió hasta que mi cuerpo se estabilizó y me llevaron a una sala común. Mientras esperaba, sin poder recurrir al cigarrillo que le calmara la ansiedad, prometió que si yo salía de esa nunca volvería a fumar. Y cumplió.

Un amigo de toda la vida me visitó varias veces esos días, y me relató la historia de su abuelo, que hasta el último respiro pugnaba por quedarse entre nosotros. “Era su pulsión de vida, como la tuya”, me regaló.

Anteayer, mi cuñada perdió a su hermana mayor, después de un cáncer agresivo como pocos. El sábado era el cumpleaños de uno de sus yernos, en medio de un clima que presagiaba el final. Festejaron. “La vida sigue, tío, y esto (la muerte de su tía) también es parte de la vida”, me dijo mi sobrina mayor.

El viernes pasado mi hermano José Antonio hubiera cumplido 74. Hacía como cuarenta años que no nos veíamos y no solo por la distancia: había vuelto a vivir en España, en La Coruña, y los dos cortamos el lazo. Mis hermanos de estas orillas y yo nos enteramos dos meses atrás, casi de casualidad, que había partido. Muchas preguntas quedaron sin respuesta. José Antonio se llevó el misterio.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/cultura/pulsion-de-vida-contra-todos-los-males-nid04112025/

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