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Mundial 2026: planificación a largo plazo o repatriación de los hijos del exilio, cuatro países y fórmulas distintas para cumplir el sueño

“Esto es un regalo navideño, algo que quedará en la memoria de nuestro deporte”, dijo un emocionado Shavkat Mirziyoyev, el presidente de Uzbekistán, la noche de la clasificación. “No se t...

Mundial 2026: planificación a largo plazo o repatriación de los hijos del exilio, cuatro países y fórmulas distintas para cumplir el sueño

“Esto es un regalo navideño, algo que quedará en la memoria de nuestro deporte”, dijo un emocionado Shavkat Mirziyoyev, el presidente de Uzbekistán, la noche de la clasificación. “No se t...

“Esto es un regalo navideño, algo que quedará en la memoria de nuestro deporte”, dijo un emocionado Shavkat Mirziyoyev, el presidente de Uzbekistán, la noche de la clasificación. “No se trata solo de deporte. El mundo empezará a preguntarse, ¿cuál es la historia de este país que va a jugar el Mundial?”, sentencia Iyad Mallah, decano de Asuntos Estudiantiles de la Universidad de Petra, apenas Jordania se aseguró el pase. “Esto es lo mejor que ha pasado en la historia de Cabo Verde desde su independencia”, asegura sin ponerse colorado Vozinha, arquero de los Tiburones Azules. “Antes nadie sabía dónde estaba la isla; ahora somos sexis, es nuestro momento”, comenta Gilbert Martina, titular de la Federación de Fútbol de Curazao.

Lo que para un amplio abanico de selecciones es costumbre, o incluso obligación, para la mayor parte del planeta es algo parecido a una utopía. La decisión de la FIFA de ampliar a 48 el número de equipos puede ser discutible en términos puramente futbolísticos, pero no hay dudas de que ya comenzó a entregar altas dosis de felicidad a pueblos que hasta hace muy poco tiempo veían la posibilidad de acceso a un Mundial como una meta inalcanzable, y la palabra “sueño” todavía revolotea, pronunciada en idiomas tan poco conocidos como el uzbeko, el papiamento curazoleño o el kriolú caboverdiano.

Cabo Verde, Curazao, Uzbekistán y Jordania, dos selecciones asiáticas, una africana y una del continente americano ubicadas entre los puestos 71° y 91° del último ranking FIFA, serán, por el momento y hasta que los repechajes de marzo definan el futuro de Albania, Kosovo, Macedonia del Norte, Surinam y Nueva Caledonia, los cuatro países que estrenarán su currículum en una Copa del Mundo (también lo sería para República Democrática del Congo con ese nombre, aunque en Alemania 1974 participó como Zaire), las cuatro cartas de un póker rico en diferencias, curiosidades, coincidencias e ilusiones.

Primera carta: la fuerza del exilio

Situadas en ambas orillas del Atlántico, las historias de Cabo Verde y Curazao están emparentadas por la colonización de las potencias europeas (Portugal en un caso; España y más tarde Países Bajos, en el otro) y la trata de esclavos, que fue el eje de las economías locales durante casi tres siglos. Las consecuencias de esa dependencia de las lejanas monarquías nunca se han borrado del todo y todavía condicionan la vida cotidiana. Se trata, básicamente, de países pobres, con índices bajos de desarrollo, infraestructuras e ingresos anuales per cápita. La búsqueda de nuevos rumbos ha sido desde siempre una salida natural para sus habitantes y, cosas del destino, son hoy el origen de estas alegrías inesperadas.

Los datos son categóricos. Ningún futbolista de Curazao y Cabo Verde juegan en clubes de sus respectivas ligas. Más aún, 14 de los 25 integrantes de la última convocatoria de Pedro Leitao Brito, Bubista, el técnico de los africanos, no nacieron en el archipiélago. Entre los caribeños el hecho es aún más notable: solo un jugador, Tahit Chong, es natural del trozo de tierra que se levanta a 50 kilómetros de las costas venezolanas. En este caso, hay una mayoría aplastante de neerlandeses; en el de los Tiburones Azules está más repartidos, son más numerosos los portugueses, pero también hay franceses, neerlandeses, un irlandés, un suizo y un noruego.

Hasta 2004, los países huéspedes de esas diásporas eran los beneficiarios de las características físicas y técnicas que los hijos de inmigrantes les aportaban a los nativos (la selección de Francia campeona del mundo 1998 fue, tal vez, el primer ejemplo nítido de esa mixtura positiva). A partir de esa fecha, los cambios que fue introduciendo la FIFA a la hora de que un jugador pudiese elegir el país que desea representar, más allá de que hubiera disputado algún partido en las categorías juveniles allí donde nació, invirtió el sentido de la circulación.

De a poco, los descendientes de los que alguna vez partieron de sus hogares a ganarse la vida bajo otros cielos comenzaron a volver al terruño de sus antepasados enfundados en las camisetas de los combinados nacionales de sus padres y abuelos, llevando consigo los conocimientos adquiridos en clubes donde la formación futbolística está más desarrollada.

Segunda carta: la búsqueda

Cabo Verde inició el rastreo en cuanto cambiaron las reglas, a principios de este siglo. En el archipiélago viven unas 483.000 personas, pero en el exterior lo hacen cerca de un millón y medio, suficiente como para tener material donde elegir, porque además, hablamos de un pueblo al que le corre el fútbol por las venas. “Nos faltan las condiciones básicas, las escuelas, las academias, pero tenemos muchísimo talento. Quizás porque siempre seguimos el fútbol brasileño”, señala Vozinha, arquero del Chaves, conjunto de la Segunda de Portugal. Su verdadero nombre, Josimar, le fue puesto porque su padre admiraba al exlateral derecho verdeamarelho de mediados de los años 80. “Hay que pensar que estamos a tres horas y media de Ceará. Es decir, a la misma distancia que Ceará respecto de San Pablo”, indica José Luis Sá Nogueira, Ministro de Turismo y Transporte de Cabo Verde.

Las condiciones naturales, el buen gusto por el estilo que alguna vez contagiaron Pelé, Romario o Zico y el scouting comenzaron a dar resultado en 2013, cuando la selección alcanzó los cuartos de final de la Copa de África, pero se incrementó en los últimos años, también gracias al apoyo económico que la FIFA reparte para elevar el nivel en países con recursos limitados. Un empate ante Nigeria en el último partido privó a Cabo Verde de clasificarse para Qatar 2022, volvió a tropezar en cuartos en el trofeo continental de 2023 y este año se dio el gusto de relegar a Camerún y llegar al Mundial.

Curazao siguió el mismo sendero. A partir de 2004, el entonces presidente de la federación local, Jean Francisco, fue amasando la idea de repatriar jugadores de clubes de Países Bajos que eran hijos de curazoleños y contaban con escasas chances de vestir la camiseta de los oranje.

El éxito en este caso demoró algo más de tiempo. El paso por la isla de Patrick Kluivert (descendiente de emigrantes) y Guus Hiddink como entrenadores de la selección no consiguió mejorar sustancialmente los resultados. Pero en 2023, Gilbert Martina recibió un llamado de Dirk Advocaat, quien se ofrecía para dirigir el equipo nacional. Martina relata que al veterano entrenador de 78 años le encantó su idea y lo autorizó a evocar su nombre para que sirviera de imán y garantía. Sin duda, la fórmula funcionó estupendamente bien.

Tercera carta: el plan a largo plazo

Uzbekistán y Jordania, en cambio, se encuentran en las antípodas de este modelo de crecimiento futbolístico. Un poco por el lugar donde se hallan enclavados; otro mucho por sus historias, su idiosincrasia y sus objetivos. Antigua república de la Unión Soviética, Uzbekistán es, desde hace 2000 años, el corazón de la Ruta de la Seda, antigua vía comercial que conecta China con el mar Mediterráneo, lo que la convierte en un país poco conocido pero neurálgico. Jordania se ubica en el centro mismo del punto más caliente del planeta, rodeado por Israel, el territorio palestino de Cisjordania, Irak, Siria y Arabia Saudita. El fútbol, en ambos casos, fue tomado como un modo de reivindicación de existencia y espíritu nacional.

Los uzbekos, independientes desde 1991, se afiliaron a la FIFA tres años después, y aunque ya han pasado más de tres décadas desde entonces, la impronta del viejo régimen continúa marcando algunas conductas. Durante más de 20 años, el fútbol local lograba destacar entre sus pares de Asia Central, pero los gigantes del continente sepultaban cualquier opción de llegar más lejos. Hasta que en 2016, el presidente Shavkat Mirziyoyev tomó cartas en el asunto y decidió que el fútbol iba a ser la herramienta para sacar a su país del anonimato.

Mediante una ley de desarrollo, el primer mandatario se hizo cargo de la federación a través de exfuncionarios del ministerio de Defensa y puso en marcha un descomunal plan de expansión, financiado con unos 500 millones de dólares. Se crearon academias en todas las provincias, se construyeron centros de formación y entrenamiento, se modernizaron estadios, se fundaron nuevos equipos, se profesionalizó a los futbolistas y se convocó a técnicos extranjeros para entrenar a las selecciones nacionales (Héctor Cúper fue uno de ellos). Pero sobre todas las cosas, se puso el énfasis en la enseñanza y promoción de los jóvenes con una meta muy clara: producir jugadores que pudieran insertarse en los principales clubes europeos y de esa manera elevar la calidad del combinado nacional a través del tiempo.

Diez años más tarde, la inversión empezó a dar frutos. Uzbekistán fue campeón de Asia sub 23 en 2018, sub 20 en 2023 y sub 17 en 2025. En el Mundial sub 20 disputado en Argentina hace dos años cayó en octavos de final ante Israel con un gol en el minuto 97, y en 2024 participó por primera vez en los Juegos Olímpicos luego de eliminar a Arabia Saudita en la fase de clasificación.

Aunque lo más importante tiene nombres y apellidos. El goleador Eldor Shomurodov, integrante de aquel equipo campeón de 2018, fue el pionero, y mostró sus cualidades en la Roma, el Genoa, el Cagliari y el Spezia de Italia. Pero fue Abdukodir Khusanov, el defensor de 21 años que el Manchester City fichó el año pasado por unos 45 millones de dólares, lo que demostró que la idea original no era descabellada.

El caso jordano tiene otros matices. El equipo nacional recibe el apodo de Nashama, un término árabe que engloba virtudes como generosidad, nobleza, coraje y voluntad inquebrantable de luchar, pero fundamentalmente alude a la resiliencia, cualidad indispensable para sobrevivir en medio del escenario bélico que rodea al país desde antes de su creación. “Lo que nos distingue es la determinación y el orgullo nacional”, subraya Mousa Tamari, puntero derecho por el cual el Rennes francés le abonó 8 millones de euros al Montepellier a principios de este año.

Tal como ocurrió en Uzbekistán, fue un líder político, el príncipe Ali bin Al Hussein, quien asumió el liderazgo de la federación para elevar el nivel de la liga local invirtiendo en reformas de infraestructura, contratación de técnicos experimentados, y también en su caso, apostando por la formación de las camadas juveniles para mirar a largo plazo.

Hoy, al contrario de lo que ocurre con Curazao y Cabo Verde, los dos países jugarán el Mundial con selecciones integradas en su totalidad por futbolistas locales que, en su mayoría, se desempeñan en sus respectivas ligas, y muchos ni siquiera registran experiencias en el extranjero.

Cuarta carta: la fiesta

Al margen de tantas diferencias, asiáticos, americanos y africanos también coinciden en algunas cuestiones. Los cuatro creen que participar en el Mundial les abre las puertas al mercado internacional. No solo para sus jugadores sino para otras actividades diplomáticas y comerciales, como el turismo y la promoción de recursos y productos. Y futbolísticamente hablando, todos se apoyan en la motivación, la unión, la fuerza grupal y sus respectivos conductores para disimular las carencias de jerarquía y experiencia que puedan exhibir en la cita de junio. Los curazoleños cuentan con la sabiduría de Advocaat como estratega; los jordanos con el marroquí Jamal Sellami; los uzbekos acaban de contratar a Fabio Cannavaro para que los guíe desde el banco de suplentes; y los caboverdianos confían en el conocimiento que el veterano Bubista tiene de su gente.

Organizados y rígidos en Asia Central y Medio Oriente; viajeros obligados en las islas atlánticas; sufridos y resistentes todos, Uzbekistán, Jordania, Curazao y Cabo Verde ya viven una fiesta anticipada. La que se desató en las calles de Tashkent, Amán, Willemstad o Praia cuando la clasificación de hizo realidad. Hasta que la pelota termine de rodar para cada uno de los cuatro en julio de 2026 sería un pecado detenerla.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/deportes/futbol/mundial-2026-planificacion-a-largo-plazo-o-repatriacion-de-los-hijos-del-exilio-cuatro-paises-y-nid04122025/

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