Mujeres en la ciencia: quiénes son las argentinas premiadas por sus investigaciones para salvar cultivos y frenar el dengue
Mientras cursaba la licenciatura en ciencias biológicas, a Gabriela Pagnussat le costaba trabajar con los animales de laboratorio que se utilizan en los experimentos. Aunque reconoce que es esto u...
Mientras cursaba la licenciatura en ciencias biológicas, a Gabriela Pagnussat le costaba trabajar con los animales de laboratorio que se utilizan en los experimentos. Aunque reconoce que es esto un paso imprescindible en la formación, admite que a ella nunca la hizo sentir a gusto. Así que cuando tuvo que elegir un tema de investigación, optó por las plantas. Y no se equivocó.
Hoy, más cuatro décadas después de esa decisión, esta marplatense de 53 años que trabaja en el Instituto de Investigaciones Biológicas (IBB) –que depende del Conicet y funciona en la Universidad Nacional de Mar del Plata (Unmdp)– acaba de ser galardonada con una importante distinción por haber descubierto un mecanismo que permite a las plantas sobrevivir a olas extremas de calor, un fenómeno al que ya nos tiene acostumbrados el cambio climático.
Pagnussat recibió hoy en el Centro Cultural de las Ciencias el Premio Nacional L’Oréal-Unesco “Por las Mujeres en la Ciencia” en colaboración con Conicet para investigadoras de hasta 54 años, dotado con 15 millones de pesos, destinados a continuar con sus pesquisas. Fue la ganadora entre 124 postulantes.
Se trata de la 19º edición de este premio en el nivel nacional, que lleva reconocidas ya a 72 científicas argentinas y que este año distinguió proyectos en la categoría “Ciencias de la vida”. No fue Pagnussat, que es investigadora superior del Conicet, la única galardonada. En el rubro Beca para formación y desarrollo de científicas de hasta 36 años, recibió el premio Mehrnoosh Arrar, una estadounidense hija de inmigrantes iraníes radicados en el país del norte que se nacionalizó argentina para ingresar al Conicet, donde hoy se desempeña como investigadora asistente. Arrar, de 36 años, casada con un investigador argentino y madre de dos hijos nacidos aquí, recibirá 10 millones de pesos para continuar con su tarea.
Las investigaciones de ambas científicas parecen guardar un aspecto en común: ambas son estrategias que inhiben determinados procesos biológicos. Mientras Pagnussat y su equipo hallaron cómo detener la ferroptosis, un mecanismo que mata a las plantas cuando son expuestas a altas temperaturas, Mehrnoosh identificó la manera de ponerle un stop a una proteína del virus del dengue, llamada helicasa NS3, que es que permite la replicación viral.
Este certamen es la versión local del Premio Internacional L’Oréal-Unesco “Por las Mujeres en la Ciencia”, iniciado en 1998, y que a lo largo de estos años permitió el reconocimiento de 11 científicas argentinas e hizo de nuestro país el más laureado de América Latina. Este año, en París, recibió esa distinción María Teresa Dova, experta de reconocido prestigio en física de partículas. A diferencia del premio local, al que se candidatean las mismas investigadoras y someten sus trabajos a la evaluación de un jurado, la candidatura a la distinción internacional es propuesta por un tercero y pueden haber participado o no del certamen nacional.
La resiliencia de las plantasPagnissat se graduó en Mar del Plata y allí hizo su primer doctorado en ciencias, también en la Unmdp. Su segundo posdoctorado fue en la Universidad de California, en Davis, siempre en biología molecular. Después de decidir que los animales de investigación no eran para ella (aunque reconoce, desde luego, que la experimentación es absolutamente necesaria), se concentró en descubrir los secretos de las plantas. Primero, recuerda, trabajó procesos de luz-oscuridad en plantas de arroz, cuando todavía era estudiante. Siempre la cautivó la enorme resiliencia de las plantas, su capacidad de adaptación.
“En 2017 identificamos una vía de muerte celular en las plantas llamada ferroptosis que se activa en muchas especies frente a olas de calor extremas, más de 40ºC –explica la científica, que volvió al país en 2009, con su marido y tres hijos–. Cada planta tiene su umbral, algunas mueren antes, otras después. Hay cultivos de verano que tienen más tolerancia. Este tipo de muerte celular tiene una característica especial, que no existe degradación del ADN: el núcleo queda intacto. El próximo paso fue determinar qué pasaba si frenábamos la ferroptosis: determinar qué genes se prenden y se apagan y, al inhibir ese proceso, comprobamos que se podía activar una memoria artificial en las plantas y permitirles sobrevivir aun a temperaturas altísimas”.
El nombre técnico de la investigación de Pagnussat es “Hacia cultivos resistentes a las olas de calor: activación del factor de splicing SWAP mediante tecnología CRISPR-dCAS9”, que describe cómo es posible eliminar, mantener o combinar distintas partes de genes y cromosomas utilizando “tijeras genéticas” (el método llamado CRISPR). La modificación, indica Pagnussat, no convierte a las plantas en transgénicas: no se utiliza una construcción génica externa, se trabaja sobre el mismo entorno cromosómico de la planta.
El próximo paso, agrega, es explorar la utilización del método en especies de interés agronómico cultivables, por ejemplo, soja y arroz con miras a su aplicación comercial. De hecho, Gabriela Pagnussat es desde el año pasado CEO y cofundadora de ThermoReLeaf SAS, una startup de base tecnológica que produce plantas resistentes al calor.
Podría pensarse que la contribución de esta bióloga molecular marplatense permitiría seguir cultivando especies aun bajo olas de calor extremos y esto reforzar más todavía el avance del cambio climático. “Pero las olas de calor ocurren y pueden reducir hasta un 50% la producción de alimentos -enfatiza-. Un solo evento puede tener consecuencias devastadoras, consecuencias sociales, 60 millones de dólares anuales de pérdida, pérdida de fuentes de trabajo, aumento del precio de los alimentos, es una cuestión real y urgente que hay que solucionar. Este método podría expandir las zonas cultivables y ayudar a reducir la inseguridad alimentaria”.
Un virus y un amor“Cuando era estudiante de segundo año de química en la Universidad de Florida, Estados Unidos –recuerda Arrar, en perfecto rioplatense–, hice una pasantía de tres meses en Buenos Aires, en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA. Hasta ese momento no sabía nada de la Argentina, apenas un poquito el idioma. Pero fue una experiencia transformadora para mí, me fascinó. Me conecté con gente, en la facultad y en la ciudad, y también pude viajar a varias ciudades del país y trabajar en un grupo de investigación reconocido en todo el mundo. Aprendí muchísimo. Volví a terminar mi carrera a Estados Unidos e hice otras pasantías de investigación, en París y en Estocolmo, pero nada me encantó tanto como esa primera pasantía en Buenos Aires, por el ambiente, la gente, la manera de involucrarse en las investigaciones”.
La joven científica hija de inmigrantes iraníes fue distinguida con el Premio L’Oréal por sus investigaciones en dengue. Su objetivo fue dilucidar relaciones entre estructura, dinámica y función de la helicasa NS3 del virus del dengue con el fin de innovar sobre nuevas estrategias antivirales.
“Contra el dengue existen métodos de prevención, como por ejemplo la intervención en el ambiente, el descacharreo, los insecticidas y también la vacuna, pero si esas alternativas fallan hay que pensar en medidas más específicas. Necesitaríamos un mecanismo capaz de interferir con algún proceso indispensable para que el virus siga replicándose. Esa es la helicasa, una proteína del virus del dengue imprescindible para que el virus se replique”, detalla.
Arrar aclara que en su laboratorio no se trabaja ni con el virus ni con el mosquito, sino con computadoras de alto rendimiento basadas en el uso de una combinación de leyes de la física y la química para simular el comportamiento de un componente del virus que es indispensable para la replicación.
“Hacemos predicciones sobre la base de estos resultados –añade– y estamos en un diálogo constante con grupos que sí hacen experimentos con el virus de verdad y que pueden testear las hipótesis que salen de nuestro trabajo”. Un desafío nada menor, agrega, es dilucidar de qué modo se presenta esta proteína en los cuatro serotipos del dengue. La hipótesis más optimista, arriesga, “es que existen mecanismos conservados en el funcionamiento de la helicasa NS3 en las cuatro variantes del virus”.
Para las investigadoras distinguidas, este premio es un aliciente para continuar con sus búsquedas, contribuye a afirmar la presencia de las mujeres en la actividad científica y también “aporta visibilidad a nuestra tarea, nos permite mostrar lo que hacemos y cómo la inversión en ciencia básica puede dar lugar, por ejemplo, a un proyecto como una empresa de base tecnológica”, concluye Pagnussat.