Muick y Sandy. A tres años de la muerte de Isabel II, dónde y cómo están los corgis que la acompañaron en sus últimos años
Muick y Sandy, los corgis que hasta hace 3 años seguían a Isabel II por todos lados, hoy corretean por el césped de Royal Lodge, en Windsor. Son, desde la muerte de la Reina, la compañía más ...
Muick y Sandy, los corgis que hasta hace 3 años seguían a Isabel II por todos lados, hoy corretean por el césped de Royal Lodge, en Windsor. Son, desde la muerte de la Reina, la compañía más fiel de Sarah Ferguson, la duquesa de York y exesposa del príncipe Andrés.
Ayer, 8 de septiembre, fecha cargada de emoción para la Casa Real, la duquesa eligió compartir una imagen solemne: los dos perros, bien plantados, con la bandera británica de fondo. No fue un posteo cualquiera. Fue también una forma de hablar de ella, de la mujer que fue su suegra por diez años y que le confió a sus mascotas.
“Cuidar a los corgis de Su Majestad es un honor que me recuerda a diario los momentos que compartimos”, escribió. La frase condensa algo que en Inglaterra se entiende sin explicación: los corgis no eran mascotas; eran parte de la historia reciente del Reino Unido.
La historia, en todo caso, empezó mucho antes. En 1933, una Elizabeth de siete años jugó por primera vez con un corgi en la casa del marqués de Bath y se enamoró de la raza. Poco después llegó Dookie, el primer corgi de la familia (un apodo corto y pegadizo para un cachorro oficialmente llamado Rozavel Golden Eagle), al que la prensa retrató tantas veces como a la propia princesa. Luego llegaron Jane, Crackers y un largo linaje.
A los 18, ya como regalo de mayoría de edad, Elizabeth recibió a Susan, la perra que viajaría de contrabando a su luna de miel en 1947 y que iniciaría un linaje que se extendería por generaciones. De su descendencia nacerían muchos de los más de treinta corgis (y “dorgis”, cruza con dachshund) que acompañaron a la monarca durante setenta años de reinado.
Alrededor de ellos se fue armando un culto a los corgis. En Buckingham tenían una sala propia, un par de sirvientes apodados Doggie 1 y Doggie 2 y, por supuesto, menú: carne, pollo, porciones pensadas para la edad y el estado de cada uno.
En Navidad, cada uno de los perros recibía sus regalos en calcetines grandes colgados junto a la chimenea. Viajaron en helicópteros, trenes y limusinas. Los corgis, decía la Reina, “son familia”.
La anécdota favorita, contada mil veces, es técnica y perfecta: cuando le preguntaron cómo resolvía la diferencia de altura en los cruces con salchichas, respondió con flema británica: “Muy simple: tenemos un ladrillo”.
Hubo, sin embargo, un punto de inflexión. En 2012, Isabel decidió no criar más: no quería dejar perros jóvenes atrás. La línea de Susan se cerró con Willow, en 2018. Pero la vida y el amor por los animales finalmente se impusieron. En plena pandemia, con Felipe internado y el país en pausa, Andrés y sus hijas le regalaron dos cachorros para levantarle el ánimo: Muick (un corgi) y Fergus (un dorgi). Fergus murió al poco tiempo y entonces llegó Sandy, la compañera definitiva para Muick. Para muchos británicos, verlos trotar junto a la Reina en Home Park fue un alivio en meses ásperos.
Cuando Isabel II murió, el 8 de septiembre de 2022, se determinó que los corgis se quedarían con el duque de York y con Sarah Ferguson, que pese al divorcio de 1996 siguen compartiendo la casa de Windsor. “Tienen un buen hogar, están muy bien cuidados”, se ocupó de decir el príncipe William ante los dolientes en Westminster Hall.
Desde entonces, Muick y Sandy llevan un calendario amable en Royal Lodge. Ferguson, amante declarada de los animales, tiene siete perros en su casa, y a todos les encuentra un lugar en su rutina. El Día Internacional del Perro subió una foto y escribió: “La vida es mejor con un perro”.
En el Reino Unido, los corgis son un ícono pop y un sello de época. Lady Di los ha definido como “una alfombra en movimiento” detrás de la Reina. William dijo que ladraban sin parar, pero admitió que le daban alegría pura a su abuela.
Cuando se cumplió un año de la muerte de Isabel, unas sesenta personas se juntaron con sus corgis en las calles de Londres para homenajearla.
En paralelo, el resto del ecosistema animal también encontró salida. Los caballos de carrera, otra devoción real, quedaron bajo la mirada atenta de Camilla, que heredó el rol de figura en la actividad hípica.
Sarah habla de los perros sin exagerar: cuidarlos es un honor, pero también una manera de conversar todos los días con un recuerdo. Quizás por eso la foto publicada ayer, 8 de septiembre, tuvo tanta circulación.