Milei va a buscar al lugar que odia la salida a la trampa peronista
Era cuestión de sentarse a ver el desastre detrás de la pantalla. Jorge Brito, presidente del Banco Macro, podía observar cómo se le escurrían en las primeras horas del lunes casi US$820 millo...
Era cuestión de sentarse a ver el desastre detrás de la pantalla. Jorge Brito, presidente del Banco Macro, podía observar cómo se le escurrían en las primeras horas del lunes casi US$820 millones del valor de su empresa. Algo similar le pasó a la familia Escasany, del Banco Galicia, que valía US$793 millones menos que 48 horas antes.
El mal de muchos es un consuelo de tontos. Pero es consuelo al fin. La sangría persiguió hasta al propio Estado. Horacio Marín estaba en Italia cuando conoció la noticia de la derrota electoral del oficialismo. Su viaje responde a la necesidad de vender el gas argentino en Europa a través de YPF, la última milla de un plan faraónico para mejorar exponencialmente el precio de su acción. El día después de las elecciones, ocurrió lo contrario. Se le fueron US$1706 millones de capitalización. Es como si alguien le hubiese robado en una mañana el 13% de lo que vale la mayor petrolera del país.
La destrucción de valor que hace la política es enorme. Las tres primeras horas hábiles del lunes después de los comicios les costaron US$7000 millones a las empresas de la bolsa porteña. Un elemento las arropó en el desánimo. Es que los jefes de las grandes compañías ya desarrollaron callos frente a estos golpes por el solo hecho de trabajar en la Argentina.
El último, más brutal aún, había ocurrido hacía seis años. El domingo 11 de agosto de 2019 el candidato kirchnerista Alberto Fernández le ganó la elección primaria a Mauricio Macri. Al día siguiente, se registró la peor destrucción de riqueza en la historia. Al mediodía, las empresas de la bolsa porteña valían dos tercios en comparación con el viernes anterior.
Si bien se trata de comicios distintos, las derrotas de Macri y de Javier Milei tienen componentes comparables. Los vencedores ganaron por mucho y por una cifra que no estaba en las previsiones de nadie. Es un golpe con doble impacto en el mundo de la economía: la derrota de la alternativa promercado y la sorpresa relacionada con un hecho imprevisto.
Milei puede sacar un dato livianamente alentador entre ambas catástrofes. La debacle de su lunes negro fue menor a la del de Macri. El resto, es llanto. La primera evidencia es que todo lo que hasta ahora le costaba mucho al Gobierno, le costará mucho más.
La inversión extranjera es campeona de la espera. Se entusiasmó con el triunfo de Javier Milei en 2023, pero eligió mayormente aguardar hasta la confirmación de la sustentabilidad política del plan económico en las elecciones de medio término, que ocurrirán el mes próximo. Es una contienda de distinta configuración con respecto a la de Buenos Aires, quizás menos agresiva para la Casa Rosada, pero el último resultado de la provincia les da mala espina a quienes tienen dinero.
La primera dificultad para Milei es que el peronismo volvió a ser competitivo. ¿Cómo convencer a un inversor de traer miles de millones de dólares al país cuando cuenta con la amenaza de que puede regresar al poder la fuerza política que en el pasado le impidió sacarlos?
La Casa Rosada está al tanto de estos límites. Fue un martes inaugural en el Salón Norte de la sede del Gobierno. Karina Milei abrió la mesa política bonaerense de cara a octubre pidiéndoles a todos que hablaran sin restricciones sobre los errores que condujeron a la derrota. Estaban Patricia Bullrich, Cristian Ritondo, Diego Santilli, Ramón Lanús, Diego Valenzuela, Guillermo Montenegro, Maximiliano Bondarenko y el armador Sebastián Pareja.
Una de las sillas la ocupó el asesor Santiago Caputo, tácitamente reivindicado después del traspié del domingo. Él redactó el comunicado final. Él, también, refrendó lo que los ministros no solo repiten desde el domingo, sino que genuinamente abrazan: el Gobierno es esto y no hay que esperar cambios profundos en el plan.
La conversación fue reveladora. Un libertario recién llegado levantó la mano para proponer algún guiño a la sociedad que descomprima su malestar económico. Algo para los jubilados, los discapacitados o las industrias. Caputo mostró de inmediato que se aferra al manual pese a la derrota. “El plan económico no se toca”, respondió lapidario.
Intercedió Bullrich con una mirada componedora. Sugirió que lo que hay que hacer es explicarle a la gente por qué vale la pena hacer el esfuerzo y cuáles serán sus frutos.
El proyecto económico de Milei está rodeado por varias trampas. El diagnóstico general es que la marcha de la actividad influyó negativamente en el voto a los candidatos del Presidente. En parte, eso se debe a que no pudo repetir este año lo que había ocurrido en el final del anterior.
El tándem Milei-Luis Caputo condujo al país a un crecimiento encadenado desde julio hasta diciembre de 2024, algo que habilitó hablar de una recuperación después de la recesión de la primera mitad del año.
El panorama cambió en 2025. La actividad arrancó con un enero levemente negativo, repuntó en febrero, pero en marzo sufrió una fuerte contracción que borró parte de lo ganado. Abril mostró un rebote importante, aunque en mayo y junio volvió a retroceder. El balance del primer semestre deja la sensación de una economía atrapada en un serrucho, según los números oficiales.
¿Tiene el Gobierno las herramientas para cambiar esa tendencia en los próximos 42 días? No hay a la vista opciones que, al mismo tiempo, respondan al espíritu del manual libertario y a las restricciones de un programa que aún no completa la estabilización que prometió. De hecho, todo lo contrario. Aflojar un tornillo podría ocasionar que se cayera la estantería.
Caputo podría fácilmente poner más dinero en el bolsillo de la gente. Con aumentos a jubilados y planes de estímulo al consumo, por ejemplo. Es todo lo que va en contra de lo que cree La Libertad Avanza. Es, además, una amenaza al propio plan. El Gobierno restringió la cantidad de pesos para bajar la inflación. Es su gran logro y bandera de campaña. Desandar el camino implicaría dañar su trofeo, la desaceleración de los precios.
Otra herramienta que suele usar la política es la proliferación del crédito. Fue furor cuando lo hizo Cristina Kirchner, a tal punto que el equipo de Mauricio Macri copió la idea. Caputo intentó lo mismo por otro camino -los bancos dejaron de prestarle al Gobierno y empezaron a mirar al sector privado-, pero el impulso inicial se disipó.
Desde la carrera por la suba de tasas de interés para controlar al dólar -más allá de la última baja-, nadie quiere dar crédito en la Argentina. Se desplomaron los préstamos para comprar inmuebles, hay quebrantos para las empresas que se financian y no es aconsejable dejar de pagar el máximo de la tarjeta. Otra vez, desandar ese camino implicaría volcar más dinero a la calle y cambiar un problema por otro.
Economía apenas envió algunas señales de descompresión, como la reducción parcial de tasas y la convalidación de una suba parcial del dólar. A propósito, es probable que el Banco Central deba esta semana comenzar a intervenir para defender al peso.
El conocimiento de las restricciones condujo a una situación peculiar. Milei, economista profesional que llegó al poder hablando de su especialidad, está ahora yendo a buscar a la política que detesta los votos y la estabilidad que su programa no le dan.
Es el último mecanismo de la trampa. ¿Qué estímulo pueden tener los gobernadores para socorrer al Presidente a 40 días de una elección nacional?
De los 24 líderes provinciales, solo cuatro son aliados de la Casa Rosada, y con reservas. El resto buscará formar parte del movimiento político que intente ocupar en 2027 el lugar que hoy tiene el libertario. ¿Milei bajará alguna lista en señal de tregua? El tema se planteó, pero parece improbable. Tampoco les dará ingentes recursos.
En cambio, el Presidente dispuso la conformación de una mesa federal para mejorar el diálogo con los líderes provinciales. Hay dos novedades. La primera es que estará a cargo del nuevo ministro del Interior, Lisandro Catalán, que responde al jefe de Gabinete, Guillermo Francos. Lo que más habla es la ausencia de Karina Milei. La segunda es que en la foto de presentación de ese espacio se lo ve sonriente al ministro de Economía, Luis Caputo, el encargado hasta ahora de rechazar cada pedido de dinero de las provincias.
Caputo ya estuvo conversando con Ignacio Torres (Chubut) acerca de proyectos públicos en su provincia. Es algo más que nada, pero menos de lo que esperan los gobernadores.
Caputo es la garantía financiera de la mesa con la que Francos espera tranquilizar los ánimos en las provincias. Habrá cambios sin grandes cambios. Ese es el desafío.
A menos que las urnas arrojen una sorpresa similar a la del último domingo, pero a favor del proyecto libertario, el Gobierno estará obligado a cambiar la hoja de ruta imaginada para los próximos dos años por alternativas menos simpáticas.
Alcanzan algunas muestras. La Casa Rosada tiene que enfrentar vencimientos de deuda importantes a principios del año próximo. Caputo esperaba que el aventón electoral y las reformas que viene aplicando desde diciembre de 2023 le permitieran financiarse barato en el mercado internacional de deuda. Hoy no tiene esa posibilidad y difícilmente la tenga en el corto plazo.
La Casa Rosada, además, se quedará con mucho menos combustible para avanzar en las complejas reformas tributaria, laboral y previsional que debían llegar tras la conformación de un Congreso más favorable.
Nunca desde su nacimiento el proyecto libertario había afrontado tantos y tan grandes riesgos al mismo tiempo. La mirada está puesta en un número mágico. Hay un millón y medio de personas que el último domingo no fueron a votar y, según la interpretación que hacen los jefes políticos provinciales del oficialismo, son votantes del cambio. Es el punto de apoyo a partir del cual los libertarios esperan construir un resultado electoral competitivo que los sostenga con expectativas de cara a 2027. De lo contrario, es probable que el trabajo que esperaba completar en el primer mandato, quede a medio hacer.