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María del Carmen Avilés rompe el silencio: su vida junto al rey del chimento, los enemigos y la ausencia de “herederos”

Llega al café del Bajo Belgrano elegantísima. Porte de actriz, aunque lo suyo siempre fue estar detrás de los focos, a pesar que su esposo de toda la vida era una de las figuras más famosas de ...

María del Carmen Avilés rompe el silencio: su vida junto al rey del chimento, los enemigos y la ausencia de “herederos”

Llega al café del Bajo Belgrano elegantísima. Porte de actriz, aunque lo suyo siempre fue estar detrás de los focos, a pesar que su esposo de toda la vida era una de las figuras más famosas de ...

Llega al café del Bajo Belgrano elegantísima. Porte de actriz, aunque lo suyo siempre fue estar detrás de los focos, a pesar que su esposo de toda la vida era una de las figuras más famosas de su tiempo y cuyo ecosistema estaba conformado por las celebridades que alimentaban su trabajo de periodista de espectáculos. María del Carmen Ferreira fue la esposa de Luis César Avilés, el hombre -apodado “Lucho”- que le dio estandarte de show a los programas de chimentos, razón por la cual fue coronado como “el pionero” en la materia.

María del Carmen habla y se desenvuelve como si lo suyo hubiese sido el show business, pero siempre se mantuvo alejada de esa vorágine de reglas propias y, por momentos, algo tóxica. De hecho, fue el cable a tierra de su esposo, 15 años mayor que ella. La consejera. La voz pausada que lo hacía entrar en razones. “Si gritaba, lo dejaba, en cinco minutos se le pasaba y ni siquiera se acordaba la razón por la que se había enojado. No era rencoroso”, reconoce ante el carácter determinado de ese hombre de jopo imperturbable que, durante décadas, fue el narrador épico de la farándula nacional.

“Era frontal, leche hervida, nunca iba a andar con vueltas”, lo describe su esposa. Acaso, esos rasgos eran percibidos desde su faceta pública, pero el conductor también albergaba una templanza desconocida para la mayoría con la que convivía sin contradicción: “Tenía buen corazón, era protector de la familia, muy generoso”.

Luis César Avilés Volante había nacido en la ciudad de Montevideo en el año 1938, pero, prácticamente, desarrolló toda su carrera periodística en los medios gráficos y televisivos de nuestro país, donde consiguió notable trascendencia. Su programa Indiscreciones fue, y sigue siendo, un faro del género del gossip show.

Alegre, acompañado y final

Las historias también se pueden comenzar a contar por sus epílogos, como sostenía el pensador Ítalo Calvino en torno a la expectación de cine en las salas de su pueblo. La de Lucho Avilés también puede ser una trama cuyo tejido se descorra de adelante hacia atrás.

“La muerte de Lucho fue un tsunami para mí, algo inesperado”, reflexiona la mujer de ojos bien abiertos y una caballera azabache que le enmarca la personalidad. Un peinado que la acompañó siempre. Luis César Avilés murió, a sus 81 años, el 8 de junio de 2019, en pleno encuentro social con sus correligionarios de la Asociación Argentina de Caza y Conservacionismo, cuya sede está ubicada en el corazón de Palermo, muy cerca del lago Regatas.

-El fallecimiento de su esposo fue sorpresivo.

-Absolutamente inesperado.

-¿Cómo sucedieron los hechos?

-Como lo hacía todos los sábados, se había ido a almorzar al club con sus amigos. Un rato después me llamó alguien de la institución diciéndome que Lucho no se sentía bien, que estaba descompuesto, y me pedía si podía acercarme. Me resultó raro porque, con la personalidad que tenía, aunque estuviese dentro de una ambulancia, me hubiese llamado él mismo. Eso me generó un mal presentimiento. Por suerte, mi hijo, que se encontraba en casa, me calmaba diciéndome que no pensara de esa forma, pero yo imaginaba que se trataba de algo gravísimo.

-En ese momento, ¿imaginó el peor desenlace?

-Sí, percibí su muerte, no puedo explicarlo con palabras. En el camino hacia el club me fui haciendo a la idea que había fallecido.

-¿Con qué cuadro se encontró cuando llegó al lugar?

-La ambulancia del SAME ya se había retirado, pero se encontraba la policía. Cuando me llamaron por teléfono, los médicos ya habían intentado todas las formas posibles de reanimación. Incluso, uno de los amigos de Lucho era médico, así que estuvo atendido desde un primer momento.

-¿Quién la recibió en el club?

-Cuando me bajé del auto, enseguida me di cuenta de lo sucedido por las caras de la gente. Estaban consternados y con temor a cómo podría reaccionar.

-En ese momento, ¿pudo acercarse al cuerpo de su esposo?

-Sí, necesitaba verlo. No lo podía creer. Me quedé arrinconada sin hacer nada.

Recuerda que, en ese momento aciago, le dieron la alianza de casamiento y el reloj que lucía su esposo. “Ahora llevo el anillo conmigo”. Muestra esa pieza de joyería que selló un amor y lo inmortalizó.

Al momento de fallecer, Lucho Avilés no contaba con ningún cuadro grave de salud, a pesar que, a lo largo de su vida, había pasado por una veintena de intervenciones quirúrgicas. “Tenía una fuerza impresionante para salir adelante”.

-La descompensación se produjo por una cuestión cardíaca.

-A los 50 años tuvo su primer episodio, pero estaba controlado.

-¿Qué otros diagnósticos tuvo?

-De apendicitis hasta lo que te imagines. Es más, le hicieron una operación muy grande de pulmón, por una mancha alojada en un lugar donde no se podía hacer una biopsia, fue una intervención durísima; había sido un gran fumador, pero, por suerte, solo se trataba de un hematoma. Cuando lo operaron de divertículos tuvo una complicación, porque le quitaron las sondas antes de tiempo y lo debieron intervenir por segunda vez. Además, tenía varios stents y superó un cáncer de vejiga.

-¿Le tenía miedo a la muerte?

-No, pero, cuando aparecía un problema de salud me decía “no puedo dejarte con nuestro hijo tan chico”.

-Usted decía que su esposo era una persona dadivosa, algo de lo que pueden dar fe varias figuras del espectáculo.

-Sus amigos decían “qué carácter tiene, pero qué buen corazón”. Cada vez que hacía un viaje de trabajo, volvía con un regalo para mí y otro para nuestro hijo. Yo lo peleaba, le decía que no quería más nada. Íbamos a Miami y era él el que entraba a las boutiques y elegía prendas que le parecían que me podían quedar bien. “¿Por qué no te lo probás?”, me decía.

-Usted encantada.

-No, para nada, tenía demasiado ya, le explicaba que no necesitaba más nada, pero no había forma de hacérselo entender; él entraba a los negocios y me seleccionaba los vestidos. A mí me daba una fiaca tremenda probarme y protestaba. Las vendedoras me decían “señora, la mayoría de las mujeres la envidarían, porque siempre sucede al revés”. Lucho pensaba que en otra vida había sido diseñador de ropa o modisto, porque era algo que le encantaba. Era coqueto, disfrutaba del buen vestir.

-Era un dandy, siempre vestido y peinado de manera muy prolija, con elegancia.

-Y muy pulcro. Tenía la ropa ordenada por colores y estilos, incluso las medias y los zapatos.

-¿Tenían personalidades muy diferentes?

-Sí. Teníamos mucho en común, pero también cosas muy distintas. Él podía estallar por pavadas, entonces yo no iba al choque, lo dejaba, “que grite, ya se le va a pasar”. Al rato volvía como si nada y me encontraba a mí más o menos, medio ofendida, entonces me decía “¿qué te pasa, María?”. Era un chico.

-¿Mezclaba lo laboral con la vida familiar?

-Para nada. Los temas de trabajo no se tocaban en casa, porque podíamos chocar.

-¿Cómo es eso?

-No veía su programa. Susana Fontana (histórica colaboradora de Avilés) me llamaba y me preguntaba sobre algo que había sucedido y yo le respondía que no lo había visto.

-¿Cuál era la razón?

-Lucho podía decir algo con lo que yo no estaba de acuerdo, me iba a hacer malasangre y hasta nos podíamos pelear, entonces prefería no verlo al aire. El programa era su trabajo y en casa todo era distinto.

Hitos

Si bien María del Carmen ha preferido siempre mantenerse alejada del metier de su esposo, algún sobresalto la llevó a visitar el set de Indiscreciones. Una de esas excepciones aconteció cuando el periodista Jorge Jacobson ingresó intempestivamente a la escenografía del ciclo, que se emitía en vivo por Telefe, para increpar a Avilés por algo que el conductor había dicho sobre una de las hijas de su colega. Lucho reaccionó y lo rechazó a los empujones. Una “perlita” del programa.

“Me llamaron para contarme lo que había sucedido y salí corriendo para el canal, porque no sabía cómo podía terminar la situación. Es más, me acompañó un abogado amigo. Recuerdo que me recibió Gustavo Yankelevich muy amablemente”.

-Ante ese escándalo, ¿lo increpó a Lucho?

-Sí, pero él decía “convicto sí, confeso, no”. Y tenía razón al explicarme que el que se había metido de prepo en el programa había sido Jacobson. Lucho me decía, “¿qué querés que hiciera? Vos siempre en contra mía”.

María del Carmen se ríe ante aquel episodio que fue un dolor de cabeza familiar y se convirtió en la comidilla de la televisión, más aplacada que la actual, durante varios días. “No se relacionaron durante años, hasta que se volvieron a hablar. Me acuerdo que una noche nos cruzamos con Jacobson y se saludaron como si nada. Lo miré a Lucho sorprendida y me respondió ´María, ¿para qué sirve el rencor?´ Era así”.

-Tiempo después se peleó con Gustavo Yankelevich.

-Creo que Lucho dijo que no le gustaba cómo actuaba Romina Yan y Gustavo Yankelevich se puso mal, lo cual es entendible. Cuando le reproché la actitud, me dijo “si una actriz no me gusta como trabaja, tengo todo el derecho de decirlo”. Yo trataba de bajarle los decibeles, pero me respondía “no me vas a decir a mí como tengo que hacer mi trabajo”. No quiero dejarlo a Lucho como un ángel, pero me parece que ese tema escaló de una manera innecesaria, incluso Gustavo (Yankelevich) se lo puso de enemigo, le tuvo un odio visceral y hasta le hizo juicio y se lo ganó.

-Con Andrea del Boca también tuvo un gran enfrentamiento.

-Sí, duró mucho tiempo, pero no recuerdo por qué sucedió.

-Los famosos, ¿llamaban a su casa para recriminarle alguna información o un chimento dicho por Lucho al aire?

-Jamás.

-En la calle, ¿nadie la increpó a usted por algo dicho por su esposo?

-No, además, mantenía un perfil muy bajo. Por otra parte, tenía muy buena relación con los famosos que me conocían y con la gente que trabajaba con mi esposo.

-¿Nunca pensó en trabajar con él?

-No, éramos muy distintos y hubiésemos chocado, así que preferí privilegiar la familia.

Legado

-¿Cómo ve a los “herederos” profesionales de Lucho?

-Él tenía una cultura general enorme, era un gran lector y sabía muchísimo sobre historia.

Avilés se había iniciado en los medios gráficos de Uruguay, desempeñándose como cronista en el periódico El País de Montevideo, donde compartió redacción con Julio María Sanguinetti, quien luego sería presidente de la vecina nación. En la Argentina, mostró su ductilidad conduciendo ciclos como El juicio del gato y El pueblo quiere saber.

“Podía analizar una obra de teatro o una película, contar un chimento de manera graciosa, y disertar sobre cualquier tema, lo digo con total honestidad; por eso formó a mucha gente. Antes del aire, hasta observaba si su equipo estaba bien vestido y de manera pulcra, decía ´la gente tiene que ser telegénica´”.

-Era bravo.

-Como era autoexigente, les exigía a los demás.

-Le consultaba sobre los profesionales que se formaron con su esposo.

-Marcelo Polino, Marcela Tauro y Pilar Smith siempre reconocen sus enseñanzas, son muy agradecidos. Susana Roccasalvo es una mujer muy agradecida, siempre se acuerda que, cuando fue mamá, Lucho le impedía ir a cubrir la noche, porque sentía que debía estar en su casa cuidando de su hija.

-No me está nombrando a uno de los “herederos” principales.

-¿Jorge Rial?

-Exacto.

-Nunca tuvieron grandes conflictos, pero ambos tenían personalidades fuertes. A Rial lo conozco de la época en la que Lucho trabajaba en Crónica. Cuando Héctor Ricardo García le pidió que se encargara de la parte comercial del diario, le cedió la redacción de la sección “La Pavada” a Jorge, pero sin dejar de supervisarlo. Así que lo recuerdo escribiendo en la máquina de escribir.

-¿Cuándo surgieron las diferencias?

-Cuando trabajaron juntos en televisión. Supongo que Jorge querría tener su independencia, hacer su propio camino, ahí se crearon algunas rispideces, pero yo nunca tuve ningún problema con él. Después hubo una etapa donde Rial le “pegaba” bastante a Lucho, como con odio, hasta que se calmó. Quizás sucedió algo que no me enteré.

-¿Por qué Avilés se peleó con Gerardo Sofovich?

-Porque en la revista Pronto, donde también estaba Lucho, había salido algo referido a un supuesto romance entre Gerardo y Cecilia Milone. Gerardo le achacó el chimento a él, pero, en realidad, no había tenido nada que ver. Ante eso, Gerardo salió a decir cosas muy serias de Lucho. Habían sido grandes amigos, incluso hemos ido de viaje las dos familias juntas.

-¿Callaba mucho?

-Sí, tenía códigos, sabía más de lo que contaba. No decía nada que pudiera afectar la paz de una familia, tampoco se metía con cuestiones de salud. Se hacía más fama de malo de lo que realmente era.

-Él aseveraba: “Si te veo en General Paz y Francisco Beiró, no lo cuento; pero si vas a comer a Las Cañitas, es porque querés que se sepa”.

-Esa era una de sus frases de cabecera.

María del Carmen Avilés es un libro abierto. Una bitácora de anécdotas. “Cuando dijo que a Mirtha Legrand, en la obra de teatro Potiche, no la favorecía un vestido, lo mandó a llamar para preguntarle cuál era”, recuerda la mujer que, previamente, le había “sugerido” a su esposo no contar ese detalle al aire.

La diva y el productor Carlos Rottemberg fueron algunas de las personalidades que se comunicaron con ella cuando Avilés falleció.

-¿Es consumidora de programas de chimentos?

-No, que nadie se enoje, pero, si no veía los de mi marido, menos voy a ver los de otros. No es algo que me interese. Lucho no era perfecto, pero en Indiscreciones se hablaba sobre teatro, cine, se entrevistaban actores y, además, había chismes. Hoy, en cambio, todo es lo mismo, solo se habla sobre Wanda Nara.

-Entonces, ¿no tiene sucesores?

-Creo que no, fue y es un referente, por algo se sigue hablando de él. Era distinto a todos.

Amor eterno

Si Lucho era el amo y señor del chimento, el líder de su género, en su casa las finanzas las manejaba María del Carmen, resabios de aquel rol que cumplía cuando conoció a su futuro esposo: “Trabajaba en una agencia de publicidad que tenía tres socios, uno de ellos era él”.

Corría la segunda mitad de la década del setenta cuando aquella sociedad se disolvió y el periodista quedó a cargo de la empresa. “Fue cuando me pasó a la parte administrativa, porque necesitaba alguien de confianza. Como jefe era bravísimo, muy exigente, no te podías equivocar”, recuerda.

La joven empleada acumuló paciencia hasta que decidió patear el tablero: “Me conseguí otro trabajo y se lo anuncié. Se quedó helado. Fue un baldazo inesperado para él. ´¿Cómo me va a hacer eso, cómo se va a ir?´, me dijo. Entonces le expliqué que ponía todo mi empeño, pero que sus reacciones me amargaban”.

-¿Se fue o se quedó?

-Me dijo “la necesito” y me tocó el ego. Entonces, le plantee que tenía que sosegarse. Así fue cómo reconoció mis méritos y, de ahí en más, tuvo otro trato conmigo.

-¿Cuánto tardaron en ponerse de novios?

-Al poco tiempo nos pusimos de novios y en 1981 nos casamos.

-¿Quién tomó la iniciativa para casarse?

-Un verano me llamó desde Punta del Este y me dijo “María, nos casamos en sesenta días, el 16 de mayo en Uruguay, ya hablé con mi mamá y mis hermanas”.

Como en la oficina del Registro Civil de Montevideo pedían dos meses de anticipación para fijar el turno de la boda, aquel 16 de marzo el periodista formuló el pedido que se concretaría exactamente sesenta días después.

-¿Usted dudó?

-No, ya estábamos en una gran relación. Fue todo un gesto que quisiera casarse, porque era soltero, ya que, con Inés Moreno, su pareja anterior, no se habían casado.

-¿Se llevaba bien con su familia?

-Mi mamá lo adoraba y él a ella. Se llevó siempre bien con toda mi familia.

Álvaro es el único hijo de la pareja. Se educó en el Liceo Franco-Argentino Jean Mermoz y se recibió de economista en la Universidad Torcuato Di Tella. Hoy tiene un alto cargo en una institución bancaria.

-¿Cómo fueron los tiempos posteriores al fallecimiento de su esposo?

-Recién ahora te puedo decir que estoy un poco mejor, estuve muy mal. Fue muy duro, muy difícil. Nada hacía prever que podía fallecer. Al poco tiempo de su muerte apareció la pandemia, así que todo fue peor. Por suerte, mi hijo me acompañó en todo momento. Además, durante un tiempo me ayudó un médico psiquiatra. Lucho era muy protector, familiero, me sentía respaldada, iba por la vida sabiendo que estaba él y que nada serio me podía pasar. Al principio, no podía ni siquiera sacar su ropa del vestidor, porque sentía que lo estaba echando. La gente me preguntaba si no me hacía mal estar rodeada de sus prendas y objetos y, para mí, era todo lo contrario, me imaginaba acompañada. El duelo hay que transitarlo y no es de un día para otro.

-¿Lo extraña?

-Sí, pero, él no hubiera soportado el deterioro, así que me consuela saber que la muerte lo encontró vivo.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/personajes/maria-del-carmen-aviles-rompe-el-silencio-su-vida-junto-al-rey-del-chimento-los-enemigos-y-la-nid24102025/

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