Los Pumas y las siete razones por las que podrían ser campeones del mundo
Desde que los Pumas se incorporaron en el Rugby Championship, en 2012, experimentaron un crecimiento sostenido. Algunos años fue más fácil percibir la evolución que en otros. Cuidado: no se tra...
Desde que los Pumas se incorporaron en el Rugby Championship, en 2012, experimentaron un crecimiento sostenido. Algunos años fue más fácil percibir la evolución que en otros. Cuidado: no se trata de volver sobre la palabra “aprendizaje”, esa que de tanto repetirse entre derrotas se convirtió en el nuevo motivo de burla. Como antes lo era la expresión “derrota digna”. Es hora de desplazar excusas o eufemismos. Estos Pumas tienen una identidad y un perfil ganador indisimulable. Están lejos de ser favoritos. Pero hace mucho que no tienen rivales imposibles. Aunque enfrente esté Inglaterra que, junto con Sudáfrica, disputa la nominación como el mejor equipo del mundo. La gira de noviembre deja como conclusión que los Pumas tienen con qué animarse a decir que pueden ser campeones del mundo.
Solamente una vez en la historia un plantel nacional declaró que su objetivo era ganar el Mundial. Fue en 2007. No alcanzó, pero vaya si emocionaron aquellos Pumas que se colgaron la medalla de bronce, con la mejor actuación que se le recuerde a uno de nuestros seleccionados.
El próximo certamen mundial será en Australia, en 2027. Pues valga la cifra redonda, los 20 años, para animarse a decirlo. Sin soberbia, pero con convencimiento. Sin exageraciones, pero con fundamentos.
Hay siete motivos claros para creer que esa idea es concreta.
1) La condición físicaEste equipo parece estar en el punto más alto en su condición atlética. Una fortaleza que se advierte en la energía con la que llegan al final de los partidos. No es casual que se produzcan tantas remontadas. Puede faltar técnica, puede haber errores en la toma de decisiones. Pero ya no existe esa merma física que hacía declinar el rendimiento en los últimos 20 minutos. Es más, es una fortaleza que utilizan para someter a sus adversarios en el segmento decisivo.
2) La variedad en el juegoHace muchos años que se terminó eso de que el poderío de los Pumas estaba en la bravura pack de forwards. No existe la idea de un seleccionado de elite que enfoque su valor ofensivo en una sola parte del equipo.
La Argentina se adapta a las necesidades que cada desafío le presenta. El instinto de juego abierto y fluido que se impregnó en los tiempos del Super Rugby con los Jaguares encuentra tantos caminos como la arrolladora voluntad de los delanteros. Pero lo que marca la línea es el ataque. No especula, quiere llegar al try, buscar el ingoal rival tanto como el juego se lo permita.
Ni siquiera cuando se sabe menos en otros aspectos y queda expuesta con errores evidentes, encuentra la manera de revitalizarse para atacar en pos del triunfo.
3) Ser cabeza de serieEl rugby proyecta sus certámenes con mucha antelación. Los clasificados para el Mundial 2027 se resolvieron más de un año antes. Del mismo modo que se conocieron los líderes de grupo. La Argentina está entre los seis primeros (y juega como tal). Eso es decisivo. Ya no se cruzará con Nueva Zelanda, Sudáfrica e Inglaterra, esos tres gigantes que, aunque ya no parecen inaccesibles, dejan huella después de los partidos. El desgaste que generan (mental y físico) es superior a cualquier otro.
Sin ellos en el comienzo del camino, es posible pensar en una clasificación positiva en el grupo y en un cruce favorable en la etapa de eliminación. Algo que será clave, dado que ahora se agrega una instancia más, la de octavos de final.
New shifts. Same pressure.
It means everything ahead of the #RWC2027 draw... pic.twitter.com/2cTle1Wt29
Jugar todos los años con los All Blacks, los Wallabies y con los Springboks naturalizó la exigencia. Entrar en el sistema es tan complejo que vale una explicación estadística para entenderlo. Los Pumas comenzaron a jugar el Rugby Championship en 2012. Llevan exactamente 13 torneos (se suspendió uno por la pandemia). Si se los observa con frialdad, los números no son buenos: perdieron 54 de 69 partidos y solo ganaron 14 (20% de éxitos). Gana un partido cada cinco, para ponerlo en contexto.
Si se quiere comparar a otra nación que se haya incorporado de este modo a un gran torneo ante naciones del Tier 1, hay que mirar a Italia, que acaba de cumplir un cuarto de siglo en el Seis Naciones. El equipo azzurro ingresó en 2000, y en 25 temporadas logró apenas 16 éxitos sobre 130 partidos, con dos empates y 112 derrotas. Apenas el 12% de victorias: un partido cada 10.
La comparación es injusta para los Pumas, porque la jerarquía de sus rivales es superior a la que enfrentan los italianos. Pero es nada más una forma de explicar lo complejo que puede ser para un agente externo introducirse en una competencia. Son procesos que pueden llevar décadas.
La diferencia que hay entre la Argentina e Italia es enorme. Por ejemplo: en su historia reciente, entre 2016 y 2021, Italia pasó seis torneos consecutivos sin ganar un solo partido. Algo que a los Pumas solo le pasó en los dos primeros años. Nunca llegó a tres.
Además, si se desglosa el historial de la selección nacional, puede verse claramente la evolución. Y detectar, también, que está en el mejor momento de esas 13 temporadas de roce en el máximo nivel. En los primeros 9 años, los Pumas ganaron 5 partidos, empataron 1 y perdieron 42. En los últimos cuatro años, ganaron 8 y perdieron 13. Aún sigue siendo un récord negativo, pero mucho más parejo.
5) La pasión amateurUn aspecto único que diferencia al rugby argentino por sobre todas las demás naciones del Tier 1: sus clubes. No existe ese concepto en el resto del mundo. Y ese motor, que para muchos puede ser una dolencia por no contar con bases ciento por ciento profesionales, también puede ser utilizado como fuerza de motivación.
Una frase de Julián Montoya en la última rueda de prensa antes de jugar con Inglaterra es la clave. “Trabajamos todo el año pensando exclusivamente en jugar acá. Es la parte más linda del año”, resumió el hooker, que dijo presente en los 13 test matches de 2025.
Montoya pasó de Leicester, de Inglaterra, a Pau, de Francia. ¿Cómo puede sentirse su nuevo empleador con semejante declaración? Montoya es uno de los mejores jugadores del mundo en su puesto. Quién lo contrata lo hace pese a que sabe que lo perderá durante cuatro meses. Porque nuestros jugadores exigen, además, jugar con su selección. Hacen valer las normas de World Rugby. Y alguien puede creer que si está escrito no debería destacarse como una virtud. Pero basta con revisar los casos en otros países para darse cuenta de que las reglas no siempre se cumplen. La presión del que paga siempre existió y existirá. Ese concepto también cuenta para los jugadores argentinos. Pero ellos nunca faltan.
Claro que todos los países tienen pasión y quieren ganar. Pero el estímulo de la emoción tiene un punto diferente. Bryan Habana, hace algunos años, lo definía así: “El rugby en la Argentina es distinto a todos porque se basa en la estructura de los clubes amateurs. Su cultura de rugby es muy grande. Sienten que tienen que hacer que el equipo los enorgullezca en el contexto global”.
Transición al profesionalismo. Tantas veces menospreciado (y con dificultades para ser difundido), el Súper Rugby Américas es la mejor manera de conectar el amateurismo argentino con el rugby europeo (o con el Super Rugby Pacifc). Jóvenes que tienen entre 19 y 22 años encuentran allí una plataforma de adaptación blanda y adecuada. El ejemplo de cuatro jugadores que en 2026 emigrarán: contra Inglaterra jugaron Justo Piccardo (de Pampas a Montpellier), Agustín Moyano (de Dogos a Western Force), Simón Benítez Cruz (de Tarucas a Newcastle) y Tomás Rapetti (de Pampas a Toulouse).
6) Plantel largoEn parte, una consecuencia del ítem anterior. Las formaciones ya no son de 15 rugbiers, sino de 23. Como nunca antes, Felipe Contepomi cuenta con un recambio de impacto. Una segunda unidad capaz de sostener o incluso elevar la intensidad del juego, como ocurrió en el partido ante Escocia, con esos cinco ingresos que rompieron el partido. Y que también se vio, aunque en menor medida, contra Inglaterra.
Casi todos los puestos cuentan con suplentes de niveles similares. Claro que hay algunos lugares puntuales donde se nota más la diferencia entre titular y suplente. El sector derecho del empuje del scrum (el 3 y el 5), todavía necesita encontrar alternativas. Joel Sclavi es un puntal, pero los que lo siguen aún están un escalón por debajo. La lesión de Eduardo Bello debilitó el sector. Lo mismo podría decirse en el puesto del N° 5. Marcos Kremer (aporta mucho como tercera línea) y Pedro Rubiolo alternaron en esta gira.
Hay muchos jugadores en gran nivel que no están. Gonzalo García (26 años) faltó por lesión, pero por ejemplo varios históricos que superaron los 30 años quedaron al margen por decisiones del DT: Tomás Lavanini (32), Jerónimo De la Fuente (34), Facundo Isa (32) y Rodrigo Bruni (32), por mencionar algunos. Eso muestra una amplitud que no se conocía.
Los que falta corregirDel mismo modo que hay razones para ilusionarse, existen motivos que deben reforzarse para terminar de delinear la personalidad del equipo.
Las formaciones fijasHistóricamente se consideraron dos: line y scrum. En el rugby actual hay que agregar las salidas dentro de esa consideración. Es, esta última, una alternativa en la que los Pumas tienen buena ventaja con Rodrigo Isgró, por ejemplo, de gran experiencia en el seven.
Pero el scrum se ha mostrado inconstante. En un área tan específica en los detalles técnicos (y con interpretaciones diversas por parte de los árbitros), no estaría mal encontrar mayor solidez. Es una formación muy puntual, pero que incide muchísimo en el estado de ánimo de los jugadores. Es la medida de fuerza que muchas veces inclina la balanza desde lo psicológico.
El line fue el gran problema en esta gira. Especialmente contra Escocia, cuando se perdieron cuatro. Tampoco funcionó ante Inglaterra. Por ejemplo, una buena plataforma de salida allí, en la última jugada del partido, hubiera permitido mejores alternativas para aspirar al triunfo. La pelota salió sucia y el ataque se complicó.
Terminar con los complejosHay muy buenos síntomas en este aspecto, pero ninguna hazaña se puede concretar hasta que sus jugadores no crean que es posible. Tras la derrota con Inglaterra, en la que se estuvo al borde de otra remontada impactante, no hubo alegría por la actuación fabulosa. Solo dolor por la derrota.
Aquella vez, en 2007, tras la derrota ante Sudáfrica en el Mundial, Agustín Pichot declaró: “El sueño se terminó. Ser campeones del mundo es imposible”. ¿Cuántos jugadores se animan a decir hoy que la meta es el título mundial?
Contepomi dejó una pequeña pista al respecto en una entrevista con The Times: “No somos el mejor equipo del mundo, pero podríamos ser el mejor equipo del día. Si podemos lograr eso cada vez que jugamos, tal vez podamos ganar más partidos”.
La Argentina, hoy, no puede ser el equipo N° 1 del mundo. Pero ser campeón mundial es algo distinto. Para eso, no necesita ser el mejor todos los días. Alcanza con superar a cada rival en el momento justo. La gira de noviembre dejó en claro que no es una utopía.