Las razones de una hazaña
El Presidente agresivo, a veces verbalmente violento, insensible ante sus propias necesidades políticas, se terminó ayer. Concluyó un ciclo en el que se impusieron en la política la soberbia, l...
El Presidente agresivo, a veces verbalmente violento, insensible ante sus propias necesidades políticas, se terminó ayer. Concluyó un ciclo en el que se impusieron en la política la soberbia, la hipérbole y la vanidad. Desde ya, ese momento acabó si Javier Milei conserva el sentido de la supervivencia, y nada indica que lo haya perdido. Las elecciones más significativas desde su acceso al poder terminaron con un incuestionable triunfo del líder de una nueva corriente política argentina. La opción hubiera sido vergonzosa, porque habría significado igualar el número de simpatías sociales con Cristina Kirchner, una esa posibilidad que carecía de explicación racional. No hay precedentes, recientes al menos, de una lideresa (o líder) que acumule tantos fracasos en la gestión pública y tantos reproches por su insensibilidad moral para administrar los recursos públicos como la expresidenta. De hecho, está presa en su casa y los jueces no la privaron ni de la degradante tobillera electrónica para saber en tiempo real dónde está. Ella es producto de la construcción de un relato, no de la constatación de alguna realidad comprobable. Pero Milei caería en la irrealidad si no tuviera en cuenta la fragilidad política, económica y financiera con que llegó a la primera prueba electoral desde que es presidente. Ganó muy bien -quién podría negarlo-, pero la lasitud política era perceptible antes de las elecciones, cuando ni siquiera en la cresta del oficialismo estaban seguros de los resultados de este domingo. Los últimos días cambiaron la dirección del viento y este sopló a favor de quienes gobiernan, sobre todo porque muchos argentinos advirtieron que la opción de Cristina Kirchner -o de alguno de sus ahijados, incluido Axel Kicillof- sería mucho peor. El sonambulismo político de los kirchneristas es un escollo serio para el proyecto del peronismo de regresar al poder. Pero también el desencanto social fue fácilmente advertible en la abstención de muchos argentinos que, como nunca desde 1983, prefirieron quedarse en casa durante un domingo electoral. La participación social decreciente en las tres últimas elecciones legislativas marca claramente que gran parte de la sociedad perdió las expectativas políticas. Peligrosa conclusión. En 2017, la participación en las elecciones legislativas fue del 77,61 por ciento; en 2021, fue del 71 por ciento, y hoy no llegó al 68 por ciento. Una observación a vuelo de pájaro podría advertir que fueron a votar en masa por los candidatos de Milei los simpatizantes de lo que fue Juntos por el Cambio, un núcleo integrado mayormente por argentinos que no les gusta el peronismo. Fueron a votar, sobre todo, contra el regreso del peronismo, ya totalmente colonizado por el kirchnerismo y por su jefa encartada. El contundente resultado de hoy, que se entiende mejor si se miran las pobres alternativas, no le evitará al Presidente la necesidad de ir al encuentro de amigos, aliados y cercanos para tener un Congreso de nuevo bien predispuesto. La peor conclusión que podría sacar Milei es que él es imbatible y que la suerte política dura para siempre. Sería mucho mejor si pensara en quiénes lo acompañarán para empezar a conversar sin ofender.
¿Qué pasó para que el candidato que sorprendió en el balotaje de 2023 y se alzó con la presidencia llegara tan frágil a las elecciones de dos años después? ¿Por qué había tanta inseguridad en el gobierno sobre las elecciones hasta hace apenas una semana? ¿Qué sucedió para que el gobierno de Donald Trump tuviera que hacerse cargo de la economía argentina y anunciar un salvataje urgente de miles de millones de dólares? ¿Qué ocurrió para que el poderoso secretario del Tesoro, Scott Bessent, debiera hablar de la economía argentina con más frecuencia que los funcionarios de Milei? Esos son algunos de los datos de la fragilidad que preexistía hasta el contundente triunfo de anoche. ¿Por qué? Veamos primero la realidad económica y social. Nadie le niega a Milei que haya conseguido en muy poco tiempo terminar con el endémico déficit fiscal y, consecuentemente, bajar de manera significativa los insoportables índices de inflación. El despilfarro de los recursos estatales fue un hecho constatable y lamentable desde que el matrimonio Kirchner se alzó con el poder. El trabajo de Milei requirió de su coraje político, pero también de un enorme esfuerzo social. El país esperaba que ese sacrificio fuera compensado con un proyecto de nación más integrador y justo. Al revés, el gobierno de Milei encalló por una gestión muy módica de la administración pública y por el propio estilo presidencial. En efecto, el trillado “no hay plata”, que pertenecía a la etapa fundacional del mileísmo gobernando, se convirtió en un programa político. El programa terminó en el estancamiento de la economía desde abril pasado y, encima, los economistas del Gobierno que controlaron con eficacia la macroeconomía no estaban en condiciones de gestionar la microeconomía, que es la que vive diariamente la gente común, aunque la macro es esencial para poder imaginar una microeconomía activa y creciente. La obra pública se convirtió en una reiteración de promesas e ideas que nunca se concretaron. Esa carencia se hizo sentir más que nada en el interior del país, donde los argentinos dependen de las rutas nacionales y la producción necesita de los puertos.
Sin embargo, las reformas estructurales (fundamentalmente, la tributaria y la laboral), que podrían cambiar la vieja fisonomía de un país atascado, no pudieron progresar por varias razones, pero sobresale la que señala el talante del Presidente, pertinaz contra el diálogo y los acuerdos. ¿Cómo imaginar un Congreso dispuesto a negociar con un jefe del Estado que llama “nido de ratas” al Parlamento o que insulta a todos los legisladores (nunca hizo excepciones) calificándolo de “degenerados fiscales”? Anoche, sin embargo, el Presidente convocó a la búsqueda de acuerdos legislativos. Es un primer paso. El Gobierno, que en conmovedora minoría logró aprobar pocos meses después de asumir la Ley Bases, un paquete de 161 páginas con las reformas que se proponía hacer, terminó luchando contra la conformación de los dos tercios que le construyó la oposición. La vicepresidenta Victoria Villarruel, también desterrada de las cercanías del poder, consiguió en su primer año al frente del Senado reunir el número de 39 senadores amigables. Logró así la mayoría del cuerpo y dejó en minoría al kirchnerismo, pero ahora son los seguidores de la viuda de Kirchner quienes se hicieron cargo del Senado, lo reúnen cuando quieren y resuelven lo que quieren.
La condición de víctima de la ingratitud no es un monopolio de Villarruel. ¿Más ejemplos? Mauricio Macri fue el primer político que se acercó a Milei cuando este tenía que competir con Sergio Massa en la segunda vuelta de 2023 y le dio su apoyo; todo era imprevisible entonces. El partido del expresidente fue luego su principal aliado en el Congreso para sacar las leyes fundamentales o para evitar que le rechazaran vetos y decretos de necesidad y urgencia. No obstante, cuando el Presidente alcanzó la cima de soberbia se alejó de Macri, sus laderos hicieron trascender calumnias contra el expresidente y se impuso la teoría de “acabar con el macrismo”. Las elecciones bonaerenses del 7 de septiembre le advirtieron a Milei de que debía reconciliarse con Macri. Altos funcionarios mileístas destacaron en los últimos días que ellos no deben prescindir de un expresidente que tiene aceitados vínculos con líderes políticos, económicos y financieros internacionales. Macri viaja, además, al interior del país en vuelos de línea y no le pasa nada. Parece algo normal, pero no lo es en la Argentina.
El aspecto político de la administración mileísta tiene otro costado, que también requiere de una fuerte renovación. Para conservar lo que el Presidente logró en este domingo de elecciones debería limpiar sus vecindades de personajes como estos: Leandro Scatturice, un hombre de una fortuna inexplicable, vinculado al espionaje y contratado ahora por los servicios de inteligencia del propio Milei; Federico “Fred” Machado, acusado en los Estados Unidos de “estafa en la venta de aviones, lavado de dinero y narcotráfico” y proveedor de recursos electorales de José Luís Espert, el candidato que no fue de Milei; Hayden Davis, autor de la criptomoneda $LIBRA que lo colocó en una situación peligrosa al Presidente y a su hermana, y María Lorena Villaverde, candidata libertaria a senadora nacional por Río Negro y acusada también en los Estados Unidos de haber comprado cocaína en cantidades importantes, según una investigación del periodista Nicolás Wiñazki. Un gobierno no puede ser extorsionado por un personaje como ”Fred” Machado, quien acaba de decir que no quiere ser extraditado a los Estados Unidos (su extradición está prevista para el 5 de noviembre) porque “si yo hablo, se cae el país mañana”. Por otro lado, nada asegura que mejorará con la victoria el nivel político e intelectual del bloque oficialista en la Cámara de Diputados. No venía bien esa bancada: de vez en cuando, sus diputados protagonizaban entre ellos una especie de reality televisivo de mala calidad.
La tercera derrota contundente y consecutiva del peronismo de la señora de Kirchner (en 2021, en 2023 y en 2025) debería colocar a esa lideresa en las páginas de la historia que definitivamente pasó. El peronismo se convirtió en un proyecto político de neófitos cuando era la organización política más audaz para alcanzar el poder. Es evidente que en las elecciones se impuso la mirada binaria de la política: a favor de Milei o contra Milei, a favor de Cristina Kirchner o contra ella. Sobró todo lo demás, aunque había candidatos valiosos que no se encolumnaron en ninguna de las dos fracciones, como Ricardo López Murphy o María Eugenia Talerico. La tercera vía, esta vez liderada por el exgobernador cordobés Juan Schiaretti, demostró de nuevo que es una utopía. En estas épocas, y tal vez en este mundo, los ciudadanos detestan las alternativas parcas y sobrias. La opción de la inmensa mayoría de los argentinos no pasaba por ellos, sino por una opción dicotómica. En ese contexto, debe consignarse el importante papel que cumplieron candidatos como Patricia Bullrich, en la Capital, donde se llevó más de la mitad de los sufragios; como Diego Santilli, en la provincia de Buenos Aires, donde logró dar vuelta el pésimo resultado libertario de septiembre pasado, y de Luis Petri, hasta ahora ministro de Defensa, que superó ampliamente en Mendoza el 50 por ciento de los votos. Sería injusto, a pesar de todo, no destacar que la victoria es de Milei, con sus luces y sombras, espoleada por la imposible opción que lo acechaba.
Fuente: https://www.lanacion.com.ar/politica/las-razones-de-una-hazana-nid26102025/