La parábola de la Real Sociedad: de los campeones del hipódromo a los futbolistas que brillan en la cancha y la escuela
SAN SEBASTIÁN, España.- “¡Bat!, ¡Bi!, ¡Hiru!, !Lau!, ¡Bost!, ¡Sei!”. El entusiasmo de Mikel Oyarzábal retumba en el aire fresco del lugar. Lleva la voz cantante en el comienzo del entre...
SAN SEBASTIÁN, España.- “¡Bat!, ¡Bi!, ¡Hiru!, !Lau!, ¡Bost!, ¡Sei!”. El entusiasmo de Mikel Oyarzábal retumba en el aire fresco del lugar. Lleva la voz cantante en el comienzo del entrenamiento: el objetivo del juego es darse pases a un toque en grupos de ocho jugadores, sin que el que está en el medio logre interceptarlos. Rondo, le llaman en este país; loco, en Argentina. Pero el capitán de la Real Sociedad cuenta los toques en euskera, la lengua vasca, la que un niño y un abuelo aquí hablan por igual, a la par de la española. “Bonavide” (camino hacia arriba), se lee en el ingreso de Zubieta, el imponente centro de entrenamiento. La idea cobra sentido al andar unos pasos: la cancha principal, de donde salen los gritos y utiliza el primer equipo cada día, está ubicada en lo más alto del predio; las otras siete, para las categorías juveniles de ambos géneros, están en un nivel más bajo, en medio de la imponente vegetación natural. Para llegar allá arriba, hay que sudar durante muchos años allá abajo…
Los tiempos cambiaron: el equipo que consiguió las dos ligas nacionales que atesora el club (1980-81 y 1981-82) se entrenaba en el medio del hipódromo de San Sebastián, ubicado a pocos kilómetros de aquí. Los caballos corrían alrededor mientras los jugadores de la época, que tienen un sitio de honor en la historia de la institución, lo hacían en la parte central de ese óvalo. Se amontonan anécdotas, edulcoradas con los años, sobre las veces que una pelota pasaba la línea y se metía en la pista, a veces haciendo rodar a un jockey… La transmisión oral de aquellas hazañas se acompaña con imágenes: con el prisma de hoy resulta increíble ver a Luis Arconada -arquero, capitán y emblema entonces, sumó 551 partidos- volando entre tanta tierra.
Oyarzábal (28 años), habitualmente titular en la selección de España, es un ejemplo de lo que predica este club, el más popular en Guipúzcoa, una de las provincias vascas del norte de España: nacido en Eibar -a media hora de San Sebastián-, llegó a la Real a los 14 años por un convenio entre el gigante y el Eibar, un club mucho más pequeño. Es el secreto de todo este asunto: atraer proyectos jóvenes de toda la provincia, que 25 ojeadores peinan sin pausas cada fin de semana. Ellos son la conexión con los 68 clubes “convenidos” que tiene la Real en la zona, la clave para que hoy en Zubieta el 80 por ciento de los futbolistas que forman parte de todas las divisiones sean guipuzcoanos; y la tendencia se mantiene cuando el embudo se achica: el 60 por ciento del plantel principal hizo todo el caminito hacia arriba. “Tenemos una regla: necesitamos que cada año debute en primera al menos un canterano”, le cuenta Luki Iriarte, el Director de Fútbol Educación, a LA NACION.
El bendito +1Alcanzar la meta del +1 no es una tarea sencilla: en esta provincia nacen apenas 2600 niños cada año, y la población total es de 720 mil personas. “No sobra nadie”, sonríe Iriarte, mientras recibe con naturalidad la lluvia que empieza a mojarlo. “Que esto se vea verde solo se consigue con agua”, razona. El riego de futbolistas, se enorgullece, dio dos campeones del mundo de selecciones: Xabi Alonso (con España en 2010) y Antoine Griezmann (con Francia en 2018). Los dos surgieron de Zubieta; el francés nació al otro lado de la frontera, en Macon, y cuando tenía 13 años fue detectado por uno de los ojeadores de la Real. La imagen de ambos resalta en cualquier sitio que tenga los colores Txuri-urdin del equipo: son los que embanderan la ciudad.
Es que caminar por San Sebastián es toparse con referencias a la Real a cada paso. Aquí donde el turismo es una fuente de ingresos vital, cualquier bar del Casco Viejo -donde el combo pintxo y txakoli (bocadillo y vino vasco) se antoja impostergable- ostenta un banderín de la Real. En cualquiera de ellos puede aparecer Xabi Prieto, que jugó más de 500 partidos en la Real -su único club- y ahora es una especie de embajador. “Pero solo bebo agua”, aclara, bien predispuesto para la conversación. “Es bueno ese Mastantuono, ¿eh?”, apunta al notar el acento del cronista. Dice que el mejor rival argentino que tuvo fue Messi, naturalmente, pero el que más lo deslumbró en Anoeta, el moderno estadio del club, fue Riquelme. “Parecía lento, pero te ponía una mano encima y no le quitabas la pelota. Nos dio un repaso con el Villarreal, nos ganaron 4-0”, hace trabajar su memoria.
Padre de tres hijos, sólo el más grande ya es parte de la Real: tiene 12 años, la edad mínima que acepta el club. Una distinción que trae problemas en la disputa contra los competidores que también pescan mini talentos en la región. Sobre todo el Athletic Club, el gigante vecino de Bilbao, rival de toda la vida. “Los niños de entre 8 a 12 años que forman parte de los clubes convenidos se quedan allí hasta que les abrimos la puerta de Zubieta. No quemamos etapas”, remarca Iriarte, categórico. Y esa ventana abierta es la que los demás clubes intentan aprovechar: sobran padre o madre tentados por los cantos de sirena que aceptan mudar a su hijo de 9 o 10 años a un club, con el sueño del éxito deportivo a futuro.
Las aulas de ZubietaSan Sebastián hace un culto de su gastronomía; es cuna de chefs y restaurantes de alto prestigio. También de su festival de cine, mundialmente reconocido. Es una ciudad relativamente pequeña: 190 mil habitantes, según el último censo, le dan forma a una economía pujante. “Este es uno de los lugares más caros de España”, dice Ainhoa, guía turística, y señala los edificios señoriales que bordean la Bahía de la Concha, el paseo obligatorio para quien llega por primera vez al lugar. En esa cartelera de atracciones, la Real se inscribe como una marca identitaria que en los últimos años se ocupó de poner el foco en la educación de sus canteranos tanto como de dotarlos de recursos futbolísticos.
El asunto es bastante más que un simple enunciado. Recorrer el segundo piso del edificio central de Zubieta es como habitar un centro de estudios. Allí se dividen aulas de distintos tamaños y características, adaptadas para cada edad. “Si no hacemos nada por la educación de estos chavales significa que lo estamos haciendo mal”, apunta Iriarte. La rutina es clara: cada día hay 90 minutos de entrenamiento en el campo y luego una segunda parte en la que se alternan las clases virtuales, el aprendizaje táctico y las tareas en el gimnasio. “Hacemos mucho foco en la inteligencia emocional, que cada uno conozca sus límites y posibilidades”, sigue el director. Y aporta datos duros: el 75 por ciento del plantel que forma parte de la Real Sociedad B (el segundo equipo, conocido como Sanse) cursa estudios universitarios. De los de primera, por ejemplo, Jon Martin (19 años) combina jugar contra Real Madrid (este sábado) con su carrera de altos estudios. Cada año, los responsables del área de educación del club tienen dos reuniones con las familias de los jugadores jóvenes. “Lo tenemos contrastado con información pública: a los que juegan aquí les va mejor en la escuela que al promedio de los chicos y chicas del resto de la provincia”, proclama Iriarte, orgulloso.
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Subir un escalón¿Y qué es lo que mueve deportivamente a este club, que en toda su historia jugó apenas cinco veces la Champions League? “Subir un escalón”, responde Iriarte, sin dudar. Definido como una SAD (Sociedad Anónima Deportiva), el club tiene la particularidad de que no existe la figura habitual de un dueño mayoritario. Por sus propias reglas, ningún accionista puede tener más que el 2 por ciento de las acciones de la SAD, con el objetivo de equilibrar las decisiones centrales. Y en esa línea, el consejo de administración persigue el objetivo de que la presencia del club sea habitual en las competencias europeas, cuando antes alcanzaba con sostenerse en primera. Este año, luego de una baja performance en LALIGA anterior, se cortó una racha de cuatro participaciones consecutivas entre Champions y Europa League.
Con el cambio de entrenador que se realizó en el verano vasco se asentó el poder de Zubieta: el nuevo entrenador es Sergio Francisco Ramos, que hasta la temporada anterior trabajaba en la Real Sociedad B, luego de haber sido jugador del club. Todo se hace en casa. En la fábrica de futbolistas, Iriarte pondera que para subir ese escalón que exige el club, en los últimos cinco años empezaron a buscar juveniles fuertes y rápidos, como los que se ven afuera. “Si un chico tapa todo pero va a medir 1,73 metro, no sirve para arquero”, grafica. No todos llegarán a debutar en Anoeta, está claro: el 11 por ciento de los que nacieron en 2002 y pasaron por Zubieta hoy son profesionales, en la Real o en otro club. El número supera la media del fútbol general.
Así, los 75 entrenadores que trabajan en el lugar más los que rastrean en la provincia buscan cuatro perfiles diferentes en cada jugador: “Uno puede ser bueno en uno pero no en los otros tres. entonces lo tomamos: aquí somos pocos”, remarca. El cartelito de “especialista” les cabe a los que dirigen, también: “Nosotros queremos que el entrenador sienta que lo que hace es importante, no que trabaje para saltar de categoría. Al final, se trata de eso: amar lo que se hace”.