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La importancia vital de la libertad de expresión

Con anterioridad he escrito sobre lo que con razón se estima es el mayor resguardo de un sistema republicano, preservando la esencialísima facultad de que cada cual pueda decir y escribir lo que ...

La importancia vital de la libertad de expresión

Con anterioridad he escrito sobre lo que con razón se estima es el mayor resguardo de un sistema republicano, preservando la esencialísima facultad de que cada cual pueda decir y escribir lo que ...

Con anterioridad he escrito sobre lo que con razón se estima es el mayor resguardo de un sistema republicano, preservando la esencialísima facultad de que cada cual pueda decir y escribir lo que estime conveniente. Esto al efecto doble: para que se ventile todo, en cuyo contexto la gente tenga acceso a los sucesos del momento, y como un proceso insustituible del conocimiento para mejorar las marcas en línea con lo enfatizado por Popper en cuanto a que se trata de corroboraciones provisorias abiertas a refutaciones. Es para mitigar nuestra ignorancia, pues, como ha dicho Einstein, “todos somos ignorantes, solo que en temas distintos”, y la libertad de expresión permite también incorporar mayores porciones de lo que está alejado de nuestras capacitaciones y ocupaciones.

Tal como han puntualizado voces autorizadas, hoy en no pocos espacios del llamado mundo libre se presentan embates inaceptables a la referida libertad. En esta nota, un resumen del problema en forma de decálogo, además de lo recién comentado, que también se hace necesario reiterar, pues en esto nos va la vida.

Primero, todas las ideas deben ser expuestas, por más que algunas presenten un peligro para los tan caros valores del liberalismo como columna vertebral de la sociedad abierta. Cabe ilustrar esto con el caso del comunismo de Platón: ¿dónde poner un límite, en el aula, en la plaza pública o cuando se incorpora a una plataforma electoral? En ningún lado; todas las propuestas deben ser argumentadas y debatidas, especialmente vía la educación, bien alejada del adoctrinamiento y las telarañas mentales; lo contrario resulta en un efecto boomerang para sugerencias de nuevos paradigmas al momento poco comprendidos y aceptados.

Segundo, las pautas oficiales deben eliminarse como una falta de respeto a la ciudadanía, donde se disfraza un supuesto periodismo competitivo que echa mano coactivamente al fruto del trabajo ajeno.

Tercero, el llamado “derecho a réplica” consiste en violar la propiedad al usar prepotentemente medios que pertenecen a otros para replicar opiniones, lo cual es tan desatinado como pretender que se imponga en casa ajena otra obra teatral debido a que la primera no agradó a algunos y así sucesivamente.

Cuarto, no hay “delitos de prensa”; hay delitos, del mismo modo que no hay delito de pistola o delito de cuchillo, sino que se puede cometer delito con estas armas. El delito eventualmente puede cometerse a través de la prensa, como cuando se hace la apología del crimen o cuando resultan lesionados derechos de terceros, lo cual se dirimirá en la Justicia ex post, pero nunca censura previa.

Quinto, para reafirmar nuestras libertades, debe privatizarse el espectro electromagnético para evitar que los aparatos estatales asignen concesiones como verdaderos propietarios de medios.

Sexto, debieran eliminarse las llamadas agencias estatales de noticias que constituyen manifestaciones autoritarias. Las noticias que deben transmitir los gobiernos lo hacen a través de tercerizaciones o vía conferencias de prensa y similares.

Séptimo, de la libertad de expresión se sigue la de asociación y de petición, que deben minimizar las tensiones que eventualmente generen batifondos extremos y altos decibeles que afectan los derechos del vecino, lo cual en un sistema abierto se resuelve a través de fallos en competencia como mecanismo de descubrimiento del derecho y no como ingeniería legislativa y diseño arrogante.

Octavo, fenómeno parecido sucede con la pornografía y equivalentes en la vía pública, que, en esta instancia del proceso de evolución cultural, hacen que no haya otro modo de resolver las disputas como no sea a través de mayorías circunstanciales. Lo que ocurre en dominios privados no es de incumbencia de los gobiernos, lo cual incluye la televisión, que respecto de los menores es responsabilidad de los padres y eventualmente de las tecnologías empleadas para bloquear programas. En la era moderna, carece de sentido tal cosa como “el horario de protección al menor” impuesto por la autoridad, ya que para hacerlo efectivo habría que bombardear satélites desde donde se transmiten imágenes en horarios muy dispares a través del globo. Las familias no pueden ni deben delegar sus funciones en aparatos estatales como si fueran padres putativos, cosa que no excluye que las emisoras privadas de cualquier parte del mundo anuncien las limitaciones y codificadoras que estimen oportunas para seleccionar audiencias.

Noveno, otra cuestión también controversial se refiere a la financiación de las campañas políticas. En esta materia, se ha dicho y repetido que deben limitarse las entregas de fondos a candidatos y partidos, puesto que esos recursos pueden apuntar a que se “devuelvan favores” por parte de los vencedores en la contienda electoral. Esto así está mal planteado; las limitaciones a esas cópulas hediondas entre ladrones de guante blanco mal llamados empresarios y el poder deben eliminarse vía marcos institucionales civilizados que no faculten a los gobiernos a encarar actividades más allá de la protección a los derechos y el establecimiento de justicia. La referida limitación es una restricción solapada a la libertad de expresión, del mismo modo que lo sería si se restringiera la publicidad de bienes y servicios en diversos medios orales y escritos.

Y décimo, debe tenerse presente la destacada presencia de la libertad de expresión en la Constitución estadounidense como el empuje inicial de las sociedades libres que fue ejemplo del mundo civilizado, luego de los ensayos de los Fueros de Aragón y la Carta Magna de 1215.

Hoy irrumpen en la escena comisarios que limitan o prohíben la expresión del pensamiento. La formidable invención de la imprenta por Pi Sheng en China, la contribución extraordinaria de Gutenberg y actualmente las redes sociales no son del todo aprovechadas, sino que, a través de los tiempos, se han interpuesto cortapisas de diverso tenor y magnitud y en estos momentos irrumpen megalómanos que arremeten con fuerza contra el periodismo independiente (una redundancia, pero dado lo que tiene lugar en diversos países, vale el pleonasmo).

Es sabido que la política se traduce en restricciones de diversa naturaleza, por lo que resulta una obviedad proclamar que se hace lo que es posible dado el clima prevalente de la opinión, que siempre es consecuencia de previos trabajos intelectuales. Como bien apuntó J. S. Mill: “Toda buena idea pasa por tres etapas: ridiculización, discusión y adopción”. Cabe reiterar que deben tomarse como norte dos manifestaciones que provienen de posiciones contrarias a la libertad, pero que en este caso sirven para nuestro propósito. La primera es la inscripción de los marxistas en la revuelta de París en 1968: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”, y la segunda es el conocido dictum de Antonio Gramsci: “Tomen la educación y la cultura, el resto se da por añadidura”. Estos dos ejemplos han mostrado que de tanto machacar –sin complejos de lo “políticamente correcto”– los totalitarismos imponen sus agendas; tan es así que en muchos lugares, en nombre del anticomunismo, muy paradójicamente se adoptan los diez puntos del Manifiesto comunista.

Finalmente, cabe repetir que los liberales no somos una manada y detestamos el pensamiento único… Bienvenido el debate.

El autor completó dos doctorados, es docente y miembro de tres academias nacionales

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/la-importancia-vital-de-la-libertad-de-expresion-nid05112025/

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