La iglesia que se convirtió en ícono religioso y sigue cautivando a peregrinos y turistas a más de un siglo de su construcción
Durante generaciones, la Basílica de Luján ha sido el epicentro de la devoción mariana en Argentina y uno de los templos más imponentes de Latinoamérica. Cada año, millones de peregrinos lleg...
Durante generaciones, la Basílica de Luján ha sido el epicentro de la devoción mariana en Argentina y uno de los templos más imponentes de Latinoamérica. Cada año, millones de peregrinos llegan a esta ciudad bonaerense para rendir homenaje a la Virgen, pedir trabajo o agradecer milagros. Sin embargo, detrás de sus torres neogóticas y su majestuosa presencia se esconde una historia marcada por desafíos arquitectónicos, tensiones políticas y una fe que se transformó y cruzó fronteras.
El historiador Jesús Binetti, director del Museo Municipal de Luján, nos guía en un recorrido por los secretos de este espacio que no solo define la identidad de la ciudad, sino que también refleja la evolución de la religiosidad y la cultura argentina.
La llegada del tren y un proyecto monumentalLa actual Basílica no fue la primera iglesia en honor a la Virgen. Existía un pequeño templo construido en 1763 por Lezica y Torrezuri, pero hacia fines del siglo XIX comenzó a gestarse la idea de levantar una obra monumental. Según Binetti, este proyecto surgió en un contexto histórico muy particular. “Por un lado, la llegada del tren a Luján en 1864 multiplicó de manera exponencial la cantidad de peregrinos. Antes, el viaje era largo y difícil, pero con el ferrocarril la ciudad se volvió mucho más accesible”.
A esto se sumó un conflicto político-religioso. “El gobierno de Roca impulsaba una política laicizadora que enfrentó abiertamente a una parte importante del catolicismo. Ante esta situación, el arzobispo de Buenos Aires, Monseñor Aneiros, junto con el sacerdote Jorge Salvaire y referentes políticos como José Manuel Estrada, decidieron responder con un proyecto monumental. Buscaban, por un lado, ‘expiar’ los pecados de ese momento histórico y, por otro, crear un símbolo capaz de unir a la base popular católica en torno a la figura de la Virgen”, explica Binetti.
La elección del lugar no fue sencilla. Muchos proponían construir el nuevo templo en un sector más alto de la ciudad, protegido de las inundaciones, lo que además permitiría conservar el viejo santuario. Sin embargo, prevaleció la postura de Salvaire, profundamente ligada a la tradición. “Él sostenía que el valor histórico y espiritual del lugar donde se encontraba la antigua iglesia era irremplazable. Ese sitio había sido testigo de siglos de peregrinaciones y milagros. Finalmente, se decidió construir allí, aunque eso implicó la demolición del templo original en 1904”, cuenta el historiador.
Una obra titánica: 45 años para la Basílica de piedraEn sus primeras etapas, la Basílica no contó con un arquitecto definido. Durante dos años, Salvaire dirigió las obras con la ayuda de colaboradores improvisados. “Recién en 1892, con la llegada de los sillares de piedra y el inicio de las paredes exteriores, se incorporó al arquitecto francés Ulrico Courtois, quien le dio un plan más formal y técnico a la construcción”, señala Binetti.
El proceso fue largo y complejo, la Basílica se construyó en 45 años, entre 1890 y 1935. Los desafíos eran enormes, sobre todo por la decisión de utilizar piedra en lugar de ladrillo. “En ese momento, se estaba levantando la Catedral de La Plata, también de estilo neogótico, pero construida con ladrillos. En Luján se eligió la piedra, lo que supuso una logística completamente distinta. Hubo que localizar canteras adecuadas, cortar la piedra in situ, trasladarla hasta Luján y luego tallarla para su colocación. Fue un desafío sin precedentes en el país”, explica el especialista.
Agregados y modificaciones para una Basílica sin terminarAunque la Basílica se inauguró oficialmente en 1935, no estaba completamente terminada. De hecho, apenas dos años después se decidió incorporar elementos que habían sido descartados en el diseño original. “En 1937 se sumó una torre de bronce en el centro del crucero y se colocaron arbotantes para sostener las paredes laterales y el ábside. Estas modificaciones se hicieron como preparación para el Congreso Eucarístico Nacional de ese año”, recuerda Binetti.
Con el tiempo, también se refuncionalizaron otros espacios. “En 1980 se remodeló la cripta, que hoy reúne advocaciones marianas de todo el mundo y alberga un pequeño museo dedicado a la historia de la Virgen. Es un lugar muy visitado porque ofrece una mirada más íntima y global sobre la devoción mariana”, detalla.
Un templo que toca el cieloCon 106 metros de altura, la Basílica de Luján se erige como una de las construcciones más imponentes de la región. Su estilo es claramente neogótico, pero tiene una particularidad que la distingue de otros templos del mismo tipo. “No solo es su altura lo que la hace única en Argentina y América Latina, sino el hecho de estar construida íntegramente con sillares de piedra. Este detalle le da una presencia y una solidez muy especiales”, afirma Binetti.
Las torres, que se han convertido en su sello distintivo, fueron también las que más tiempo demandaron. “Simulan flechas que se elevan hacia el cielo. Al ser neogóticas y no góticas originales, se sostienen sobre un armazón de vigas de acero. Sobre esa estructura se colocó la ‘piel’ de piedra. Para levantarlas, se diseñaron aparejos y sistemas especiales, algo muy innovador para la época”, explica.
La piedra rosada y los símbolos ocultosUno de los detalles más llamativos de la Basílica es el color particular de su fachada. “El material característico es la piedra rosada, que le da ese tono tan cálido y bello”, cuenta Binetti. “Esta piedra se extrajo de la colonia San Anselmo, en el departamento de Colón, Entre Ríos. Es una piedra sedimentaria muy porosa, lo que facilita el tallado, aunque requiere más mantenimiento. En un primer momento se había evaluado usar piedra cordobesa, pero se descartó por la dificultad de trabajarla”.
Más allá de lo técnico, la Basílica tiene elementos cargados de simbolismo. Uno de los más comentados son los demonios ubicados en los ángulos de las torres. “Se los llama gárgolas, pero en realidad no lo son. Estos demonios representan que el mal está afuera y no puede ingresar al templo. En Luján tienen un detalle único, están en actitud pensativa, como si se preguntaran cómo lograr entrar”, describe Binetti.
Además, sí existen gárgolas verdaderas en la fachada, aunque suelen pasar desapercibidas. “La palabra gárgola viene de garganta. Son esculturas que se colocan en las canaletas para que el agua de lluvia salga por su boca. En la Basílica son muy pequeñas y para verlas en acción hay que esperar una lluvia fuerte”, explica.
De un milagro a símbolo nacional: ¿dónde está la imágen de la Virgen?El origen de la devoción a la Virgen de Luján se remonta al siglo XVII. “Según la tradición, en 1630 una carreta que transportaba la imagen se detuvo en lo que hoy es el actual partido de Pilar porque los bueyes se negaron a seguir. Este hecho se interpretó como el deseo de la Virgen de quedarse en ese lugar”, relata Binetti.
Aunque históricamente solo se puede afirmar que hacia 1637 había un oratorio en esa zona, la devoción comenzó a crecer lentamente. “En un primer momento era venerada por la gente del pago y por algunos viajeros. Recién a fines del siglo XIX, cuando la nación argentina ya estaba consolidada, la figura de la Virgen adquirió un carácter nacional. Como era la única advocación mariana bonaerense, el peso demográfico y económico de la región hizo que se convirtiera en la principal veneración del país”, explica el historiador.
Con el paso del tiempo, surgieron leyendas sobre la imagen original. “Mucha gente cree que está guardada en una bóveda, pero no es así. La imagen que se ve en el altar mayor es la original”, aclara Binetti. “Para protegerla, su nicho tiene un blindaje a prueba de balas, y como la terracota se debilitó con los siglos, se la mantiene en un estuche de plata que deja visibles sólo el rostro y las manos”.
Lo que sorprende a muchos visitantes es su sencillez. “La Virgen de Luján es de una pobreza material y artística extrema. Está hecha de tierra cocida en un molde, mide menos de 40 centímetros y era una pieza destinada a la devoción doméstica. Lo valioso no es su materialidad, sino el significado que adquirió con el tiempo”, subraya.
La integración de la Virgen al diseño de la BasílicaPara integrar la pequeña imagen al monumental templo, se hicieron adaptaciones. “Salvaire diseñó en 1892 la rayera ojival que rodea a la Virgen, siguiendo la misma estética de los arcos neogóticos de la Basílica en construcción”, explica Binetti. Además, se le colocó un vestido que cubre su forma original y le da mayor presencia visual. “Ese manto fue bordado con motivos que acompañan los capiteles y molduras de la iglesia, logrando una unidad entre la arquitectura y la imagen sagrada”.
“Antes por devoción, hoy llega gente interesada en la arquitectura e historia”Hoy, la Basílica sigue siendo un faro de fe, pero también de cultura y turismo. Los cambios en la sociedad se reflejan en el perfil de los visitantes. “Actualmente, cerca del 25% de la población argentina es evangélica y otro porcentaje similar no profesa ninguna religión. Esto influye en los motivos de visita. Antes, la mayoría venía por devoción. Hoy también llegan personas interesadas en la arquitectura, la historia o simplemente en disfrutar de un paseo cultural”, señala el historiador.
Este fenómeno impulsó un crecimiento turístico y cultural en la ciudad. “Más allá de los cambios sociales, la devoción a la Virgen sigue siendo muy fuerte. Pero, al mismo tiempo, Luján se está consolidando como un centro histórico y cultural de alcance nacional e incluso internacional”, afirma.
La relación entre la ciudad y la Basílica es simbiótica. “Así como Luján le debe mucho a la Basílica, también la Basílica le debe a Luján. Cada vez más visitantes integran la experiencia religiosa con la cultural y el turismo. Hoy la ciudad entera se está transformando en un faro histórico y cultural para Hispanoamérica”.
Un legado que trasciende generacionesA más de un siglo de su inauguración, la Basílica de Luján sigue siendo un lugar de encuentro donde confluyen la fe, la historia y la identidad. Sus torres, visibles a kilómetros de distancia, no solo marcan el horizonte de la ciudad, sino que también recuerdan la fuerza de una comunidad que, generación tras generación, mantiene viva la devoción a la Virgen.
Como dice Binetti, “cada piedra de la Basílica cuenta una historia, no solo de quienes la construyeron, sino de quienes siguen encontrando en este lugar un motivo para creer, reflexionar o simplemente maravillarse ante su belleza”.