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La IA responde, ¿pero puede realmente escuchar?

“Tengo un compañero que está haciendo terapia con el Chat GPT”, me dijo uno de mis alumnos hace más de dos años. Esta fue la primera vez que me puse a pensar en el valor que le damos a la e...

La IA responde, ¿pero puede realmente escuchar?

“Tengo un compañero que está haciendo terapia con el Chat GPT”, me dijo uno de mis alumnos hace más de dos años. Esta fue la primera vez que me puse a pensar en el valor que le damos a la e...

“Tengo un compañero que está haciendo terapia con el Chat GPT”, me dijo uno de mis alumnos hace más de dos años. Esta fue la primera vez que me puse a pensar en el valor que le damos a la escucha en el diálogo.

¿Para vos la IA te puede escuchar? Cuando comparto esa pregunta, que para mí es tan fascinante como inspiradora, noto que, para muchos jóvenes la respuesta es obvia. Se limitan a devolverme la mirada o contestan con desgano: “sí, el teléfono escucha todo lo que decís”; “claro, podés programarla para que reconozca la voz humana”.

Estas respuestas me hicieron ver que estaba formulando mal la pregunta. Lo que en realidad quería saber era: ¿cuál es la diferencia entre la escucha de la IA y la que hacemos los seres humanos cuando dialogamos?

Asociamos la acción de dialogar principalmente con la palabra dicha. Desde la retórica de Aristóteles hasta los actuales cursos de oratoria, storytelling o comunicación efectiva, las personas sabemos reconocer el valor de hablar con claridad y expresarnos con asertividad.

Claro que cada vez que alguien habla, por consiguiente, el otro escucha, pero ¿para qué escuchamos? Si lo hacemos para responder mejor a eso que nos plantea nuestro interlocutor, la escucha sigue estando al servicio de la expresión (actual o potencial).

Podemos pensar la escucha en diálogo a partir de dos grandes movimientos que Emmanuel Levinas desarrolló en su perspectiva teórica. Todo diálogo funciona, casi como una respiración, alternando esos dos gestos básicos: ir hacia el otro y recibirlo.

La escucha que me permite ir hacia el otro es, ante todo, activa. Mientras escucho, pienso qué responder, cuándo y cómo. Es una escucha resolutiva: se repliega en el silencio para avanzar en la palabra. Atenta y analítica, puede sonar amable, estimulante, inquisidora o incluso invasiva según el tiempo que medie entre escuchar y responder.

Por otro lado, la escucha que recibe es abierta. Las palabras que dejo entrar van haciendo espacio interior para que la verdad del otro pueda aparecer. En la escucha abierta no buscamos decir, juzgar ni analizar: simplemente recibimos. Ese silencio le muestra al otro que lo que dice es, de entrada, aceptado por el solo hecho de ser dicho por quién es.

Y entonces vuelvo a pensar en la pregunta inicial. Claramente la IA no escucha como un humano en el sentido biopsicosocial del término, sin embargo, fue entrenada con millones de horas de procesamiento de audio y texto para conformar una especie de red neuronal que le permite “responder” a la mayor brevedad posible al estímulo auditivo que recibe.

Desde esta perspectiva, la escucha de la IA se parece -y mucho- a la escucha activa. Centrada por completo en lo dicho, puede elaborar en milésimas de segundo respuestas sorprendentes y ofrecer perspectivas novedosas para abordar o aclarar lo que se comparte. No lo hace por interés ni empatía, pero estadísticamente sabe -y sabrá cada vez más- qué conviene responder en cada caso.

Pero la IA está muy lejos de poder sostener una escucha abierta: carece de “espacio” para recibirnos. No tiene “interioridad” para que uno se sienta acompañado, aceptado o reconocido en su ser. Su silencio -si pudiéramos llamarlo así- es una falla de conectividad o una simple “falta de información”. Es un silencio vacío, una ausencia.

Por el contrario, la escucha en silencio y con atención que ofrecemos las personas, como sostiene Simone Weil, es una de las formas más perfectas de amor. Cuando la IA calla, nos sentimos solos. Cuando la persona calla, estamos en compañía.

Será interesante a futuro pensar qué tipo de escucha estamos dispuestos a ofrecer y a pedir en el diálogo, para sostener y acompañar eso que nos hace plenamente humanos.

Docente en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/la-ia-responde-pero-puede-realmente-escuchar-nid26112025/

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