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La IA, nuevo game changer en las relaciones de poder entre los gigantes mundiales

Para definir la jerarquía mundial de poder, los polemólogos –que procuran comprender la naturaleza de los conflictos– solían apelar hasta ahora a oscuras ecuaciones que incluían criterios m...

La IA, nuevo game changer en las relaciones de poder entre los gigantes mundiales

Para definir la jerarquía mundial de poder, los polemólogos –que procuran comprender la naturaleza de los conflictos– solían apelar hasta ahora a oscuras ecuaciones que incluían criterios m...

Para definir la jerarquía mundial de poder, los polemólogos –que procuran comprender la naturaleza de los conflictos– solían apelar hasta ahora a oscuras ecuaciones que incluían criterios militares, geográficos, demográficos y económicos. Sin embargo, a partir del momento en que la inteligencia artificial (IA) transformó la gramática y la noción de potencia, la relación de fuerzas entre los gigantes mundiales comenzó a ser calculada en hyperscalers, exaFLOPS y compute (capacidad de cálculo).

En la era de la revolución algorítmica, incluso las nuevas métricas resultan insuficientes para aprehender toda la complejidad de la gramática del poder cuando se trata de comprender la dimensión que tiene la irrupción de la IA en un contexto de confrontación. En el estadio actual de su evolución, es necesario recurrir a otras definiciones, más cualitativas y estratégicas, para comprender el impacto geopolítico de esta tecnología.

El sociólogo Gaston Bouthoul, que en 1961 desarrolló el concepto de polemología para proponer un nuevo perímetro de investigación al estudio de los conflictos, estaría fascinado por la influencia central que alcanzó la IA en pocos años: más que una tecnología –fuertemente disruptiva–, es el instrumento y el teatro de una competición integral entre grandes potencias para diseñar el orden mundial del siglo XXI.

Algunos trabajos teóricos postulan que, más que una ventaja tecnológica y económica, el control de la IA redefine los fundamentos del poder militar y la capacidad de proyectar su fuerza sin tener que entrar necesariamente en combate (principio básico de la disuasión). En sus frecuentes informes para la Comisión Nacional de Seguridad (NSC) de Estados Unidos, el ex CEO de Google Eric Schmidt presentó tenazmente a la IA como una “fuerza de transformación económica y un imperativo de seguridad nacional”. Los círculos especializados en cuestiones de defensa utilizan incluso la noción “disuasión computacional” para describir la escalada de la capacidad militar basada en la IA. Además, existen otras numerosas razones que invitan a “revisitar con urgencia los criterios clásicos (…) en la medida en que están subordinados a un nuevo zócalo: las infraestructuras de cálculo”, postula por ejemplo Jonathan Koskas, experto francés en tecnologías digitales. “En 2025, dominar la producción de chips, poseer supercomputadoras y asegurar el acceso a energía baja en carbono puede ser más estratégico que poseer yacimientos de petróleo”, conjeturó.

La actual aceleración de la revolución algorítmica se confirmó a principios de septiembre con la inauguración del supercalculador Júpiter. Ese verdadero monstruo tecnológico, de 500 millones de euros, financiado por mitades iguales entre Alemania y la Unión Europea (UE), fue construido por Atos en la ciudad de Jülich, al oeste de Colonia (Alemania). Júpiter es capaz de efectuar un quintillón de cálculos por segundo. Para tener una idea de su compute (equivalente a potencia de fuego militar en términos informáticos), alcanza con saber que es capaz de procesar en un segundo lo mismo que toda la población mundial solo podría resolver en 120 años de cálculos. Esa potencia de cálculo le permite entrenar eficazmente modelos de lenguaje de gran tamaño (LLM) que producen enormes volúmenes de chatbots generativos como ChatGPT o Gemini.

Júpiter se sumó al supercalculador AI Research Resource, conocido como Isambard-AI, inaugurado en julio pasado en Gran Bretaña. El proyecto, que costó 225 millones de libras (301 millones de dólares), fue construido por la Universidad de Bristol (Gran Bretaña) en estrecha colaboración con HPE y Nvidia para ser utilizado, en primera instancia, en el entrenamiento de modelos de IA sin depender exclusivamente de las infraestructuras norteamericanas. En una fase ulterior, siguiendo una lógica de mutualización, será puesto al servicio de investigadores universitarios, empresas e industrias.

La actual escalada, que sigue el ritmo impuesto por el ecosistema digital de Estados Unidos, muestra que la high tech ingresó resueltamente en la era de la exaescala, un tipo de supercomputación ultrapotente, con sistemas que realizan miles de millones de cálculos por segundo utilizando una infraestructura de varias centrales de alto rendimiento (CPU y GPU) para procesar y analizar datos. Ese salto cualitativo sideral constituye un progreso trascendente en ingeniería informática, pues se estima que –a término– permitirá que la máquina supere la potencia de procesamiento del cerebro humano a nivel neuronal. Los expertos presentan ese nuevo estándar de la nueva informática, impulsado por la revolución arquitectural y energética, como el preámbulo de una gran transformación que permitirá modelizar y comprender el mundo que nos rodea. “Alcanzar la exaescala no es solo una cuestión de velocidad computacional. Se trata de realizar lo que antes era imposible. Esto significa que podemos enfrentar los mayores desafíos de la ciencia y modelarlos con precisión y una fidelidad sin precedente. La puerta de la exaescala permitirá alcanzar nuevas fronteras de descubrimiento”, asegura Thomas Zacharia, exdirector del Oak Ridge National Laboratory (ORNL) de Estados Unidos, que construyó y opera la supercomputadora Frontier, considerada la número uno a nivel mundial.

En esa categoría de “laboratorios de investigación” también figuran, a distancia considerable, los cuatro europeos, el japonés Fugaku y el chino Sunway TaihuLight-2, entre otros. Pero la opacidad del régimen de Pekín impide conocer los detalles técnicos para llevar a cabo una evaluación precisa.

En el pelotón de vanguardia de esa despiadada carrera por el poder digital aparecen, en segundo plano, los llamados hyperscalers, categoría que reúne los actores con capacidades de cálculo a escala mundial y que alquilan sus servicios: los norteamericanos Amazon Web Services (AWS), Microsoft Azure, Google Cloud Platform y el chino Alibaba Cloud. Pero la verdadera elite está integrada por empresas que están realizando inversiones colosales en supercomputadoras para entrenar sus propios modelos: el creador de ChatGPT, OpenAI (en estrecha colaboración con Microsoft); Meta (Facebook), que construye enormes clústeres para entrenar modelos como Llama, y Nvidia, conocido por sus chips y semiconductores, pero que también posee y opera enormes supercomputadoras internas para investigación y desarrollo en IA. Los futuros colosos de ese sector –principal vector del poder mundial– serán muy probablemente quienes sean capaces de dominar tanto el compute (capacidad de cómputo) como los modelos de IA más avanzados y las plataformas en la nube para implementarlos. El trío de Microsoft/OpenAI, Google y Amazon son actualmente los más poderosos, con Meta y Nvidia como actores extremadamente influyentes.

A diferencia de los game changers que en algún momento transformaron los equilibrios de poder geopolítico –como los cañones en el siglo XV o la bomba atómica en 1945–, esta irrupción de los algoritmos de la potencia representa mucho más que una simple evolución de la panoplia de alta tecnología, el desarrollo de armas autónomas o un instrumento capaz de cambiar radicalmente los sectores críticos de producción y de reorganizar las cadenas mundiales de valor. Es, sobre todo, un arma de disuasión computacional porque aporta una ventaja estratégica tan fundamental como la posesión del arma nuclear en el siglo XX, y –además– posee la capacidad de anticipar y congelar la iniciativa de los adversarios.

Especialista en inteligencia económica y periodista

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/la-ia-nuevo-game-changer-en-las-relaciones-de-poder-entre-los-gigantes-mundiales-nid30092025/

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