La “canción infantil” que se compuso a pedido de Hitchcock y convirtió a Doris Day en una figura de la música
Compuesta en 1956 por Jay Livingston y Ray Evans, pocas canciones han logrado trascender el tiempo y las fronteras como “Qué será, será”, el éxito mundial interpretado magistralmente por la...
Compuesta en 1956 por Jay Livingston y Ray Evans, pocas canciones han logrado trascender el tiempo y las fronteras como “Qué será, será”, el éxito mundial interpretado magistralmente por la icónica Doris Day, que con los años se arraigó en el imaginario colectivo como un mensaje simple y directo: a veces, frente a la incertidumbre del futuro, la sabiduría reside en confiar en el curso natural de las cosas.
El origen de la expresión se remonta al siglo XVI en Inglaterra y es una adaptación del lema heráldico “What will be, will be”. La evidencia más temprana de la circulación de esta frase que dio nombre a la canción se encuentra en una placa conmemorativa de bronce del año 1559, ubicada en la iglesia de St. Nicholas en Thames Ditton, Surrey, Inglaterra. El hallazgo, documentado por académicos como el profesor Lee Hartman de la Southern Illinois University en su artículo “Que será, será: The English Roots of a Pseudo-Spanish Proverb”, revela que la frase, de apariencia española, tiene una profunda historia en el idioma inglés, posiblemente como una latinización o una forma arcaica de la expresión “What will be, will be”.
Pero volvamos a la canción. El encargo de su composición provino directamente de Alfred Hitchcock, que por entonces buscaba una canción específica para su película El hombre que sabía demasiado. A pesar de las reservas iniciales de los compositores, en particular de Levinston, que inicialmente no se mostró muy entusiasmado con la propuesta de componer una “canción infantil”.
En una entrevista con la revista Good Housekeeping, en mayo de 1985, la propia Day recordaba sus dudas iniciales sobre la canción: “Cuando Hitchcock me dijo que iba a cantar una canción en la película, pensé que sería algo dramático. Cuando me mostraron ‘Qué será, será’, pensé: ‘Oh, no, esto es una canción infantil’. No creí que fuera a funcionar”. Sin embargo, su percepción cambió drásticamente con el tiempo. “Me equivoqué por completo”, admitió en la misma entrevista. “Se convirtió en la canción que la gente más asociaba conmigo. Y me siento muy afortunada de haberla cantado”. Así las cosas, la insistencia de Hitchcock frente a la urgencia de encontrar una melodía que encajara con la trama de la película lo impulsó a crear aquel éxito inoxidable.
La letra del tema es una conversación sencilla y conmovedora entre una niña y su madre, donde la pequeña pregunta sobre su futuro, si será hermosa o rica, a lo que su madre responde con la sabiduría de la frase: “Qué será, será lo que tenga que ser, será / el futuro no es nuestro para ver”.
La estructura narrativa, que se repite a medida que la niña crece y se convierte en madre, encapsula el mensaje central de la canción: la aceptación de la incertidumbre de la vida y la confianza en que el destino se desplegará por sí mismo. La simplicidad de la letra, combinada con una melodía pegadiza, fue clave para su éxito inmediato.
La Conexión Hitchcock“Qué será, será” alcanzó la fama mundial gracias a su aparición central en la película de Alfred Hitchcock de 1956, El hombre que sabía demasiado (The Man Who Knew Too Much, tal su título original), un thriller de espionaje protagonizado por James Stewart y, por supuesto, Doris Day, en el rol de Josephine Conway McKenna, una excantante casada con el Dr. Ben McKenna (James Stewart). Durante unas vacaciones en Marruecos, su hijo Hank es secuestrado por una red de espías internacionales.
Lejos de ser un adorno musical, la canción se convierte en un elemento crucial y tenso de la narrativa: Josephine la canta a su hijo antes de que sea secuestrado y, más tarde, desesperada por encontrarlo, la utiliza como una señal para comunicarse con él.
La escena más icónica y dramática que involucra la canción tiene lugar en la embajada, donde Hank está retenido. Josephine, sabiendo que su hijo podría escucharla, comienza a cantar “Qué Será, Será” en voz alta. La melodía, que antes le cantaba a su pequeño hijo antes de dormir, ahora se convierte en la señal para anunciarle que ella se encuentra allí.
Así, el “maestro del suspenso” convierte una canción aparentemente inocente en una herramienta clave y un catalizador para la resolución de la trama, con una interpretación sin dudas memorable de Day, entre la desesperación y la determinación de una madre.
Con el impulso del film, la canción trepó rápidamente al número dos en la lista Billboard Hot 100 en Estados Unidos y el número cuatro en el UK Singles Chart. Su popularidad fue tal que, en 1957, “Qué será, será” ganó el premio de la Academia a la Mejor canción original. Este fue el tercer Oscar para la dupla compositiva de Jay Livingston y Ray Evans. Pero sin dudas, fue la interpretación de Doris Day la que selló el destino de aquella pieza y la convirtió en un clásico imperecedero. La voz dulce y cálida de la actriz y cantante norteamericana, y su habilidad para interpretar el rol de una madre cargada de vulnerabilidad logró hacerla calar fuertemente en el público.
Desde entonces, se convirtió en la canción insignia de Doris Day, un tema que la acompañaría durante toda su carrera. La interpretó en numerosas ocasiones en televisión y en sus conciertos, y fue el tema principal de su popular comedia de situación “The Doris Day Show”, entre 1968 y 1973.
Su legado se extiende mucho más allá de la pantalla grande, convirtiéndose en un himno de optimismo y aceptación. Un fenómeno cultural que marcó una época con un mensaje atemporal, desde sus raíces en una frase del siglo XVI hasta su brillante reinvención por Livingston y Evans, inmortalizada por la voz de Doris Day en la magistral dirección de Alfred Hitchcock.
“La canción tiene un mensaje muy simple pero profundo sobre aceptar lo que venga. Siempre he tratado de vivir mi vida de esa manera, no podés controlar todo, así que tenés que confiar en que las cosas saldrán como deben”, reflexionaba años más tarde la propia Doris Day en una conversación con Parade Magazine, publicada el 13 de marzo de 2011.
Su perdurable popularidad es testimonio de su universalidad, como un recordatorio de que, a veces, la mejor respuesta a la incertidumbre es una melodía pegadiza y una sonrisa.