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La arquitecta e interiorista italiana que convirtió el color y la emoción en su sello distintivo

Pura efusividad. Eso es Teresa Sapey. Cada palabra viene acompañada de un gesto, de una carcajada o de un brillo en los ojos que contagia entusiasmo. Esa energía vital parece traspasar sus obras,...

La arquitecta e interiorista italiana que convirtió el color y la emoción en su sello distintivo

Pura efusividad. Eso es Teresa Sapey. Cada palabra viene acompañada de un gesto, de una carcajada o de un brillo en los ojos que contagia entusiasmo. Esa energía vital parece traspasar sus obras,...

Pura efusividad. Eso es Teresa Sapey. Cada palabra viene acompañada de un gesto, de una carcajada o de un brillo en los ojos que contagia entusiasmo. Esa energía vital parece traspasar sus obras, donde el color, la luz y la emoción se mezclan con una libertad casi lúdica. Nacida en 1962 en Cuneo, una pequeña ciudad al norte de Italia, creció entre el rigor de una madre profundamente católica y la calma de los paisajes alpinos. De aquellos inviernos recuerda el frío en las rodillas, las caminatas por el campo y la espera paciente de las primeras prímulas amarillas que anunciaban la primavera. Esa conexión temprana con la naturaleza marcaría su forma de mirar el mundo y, años más tarde, de construirlo.

Arquitecta formada en la Universidad Politécnica de Turín y con estudios en Bellas Artes en París y en la Parsons School of Design, Sapey se instaló en Madrid en 1990. Desde allí dirige su estudio, hoy junto a su hija Francesca Heathcote Sapey, y se ha convertido en una de las figuras más reconocidas de la arquitectura contemporánea europea. ¿Su sello? Una mezcla de rigor técnico y emoción artística.

“Mi primer encuentro con la arquitectura y el diseño –relata– fue a través de una fuente azul con forma de pez que teníamos en casa. En invierno, cuando la vaciábamos para limpiarla, construíamos una casita para los peces con ladrillos rojos, y me parecía muy divertido. También recuerdo claramente nuestro hogar. Tenía una gran escalera que me impresionaba de niña. Era una casa peculiar porque en la planta principal no había pasillos, sino un distribuidor central que conectaba todas las habitaciones. Pensaba que todas las casas debían ser así”.

“Actualmente trabajo en equipo con mi pareja y mi hija, Francesca Heathcote Sapey, lo cual es muy enriquecedor porque siempre aportan perspectivas diferentes –dice–. Las conversaciones dentro del equipo derivan en cambios y nuevas ideas. Para abordar un proyecto, primero hay que reunir los ingredientes esenciales de la creatividad: el cliente, el sitio, la morfología del espacio y las expectativas del proyecto. Algo que disfruto es que nunca hay una solución perfecta. Siempre hay múltiples opciones; siempre falta algo o se puede modificar. Es entonces cuando comienza la verdadera conversación con el cliente para comprender qué quiere y qué necesita, y también qué está dispuesto a sacrificar para ganar en otro aspecto del proyecto".

Un concepto que recorre su obra es “dibujar con luz”. “La luz es un elemento intangible, pero a la vez el más tangible de un espacio. Si la iluminación en un diseño es deficiente, el sitio puede perder su vitalidad. Hoy está de moda construir casas con grandes ventanales, casi paredes de cristal y, desde mi punto de vista, puede ser interesante crear una especie de escenografía que juegue con la visión y la invisibilidad. La calidad reside en tener la cantidad justa de luz, sin excederse. Prefiero ambientes con poca luz que generen sorpresa y magia a través de las sombras. La penumbra es un elemento muy creativo en el diseño.

–¿Qué lugar ocupa la sorpresa en tu arquitectura?

–Siempre puede ser un momento de emoción inesperada, pero en arquitectura es un elemento con profundas raíces en la historia de la construcción. Hoy, la sorpresa y la emoción han sido reemplazadas en gran medida por la poesía. Los espacios contemporáneos son más poéticos; cada uno cuenta una historia y se expresa a través de texturas, objetos, paletas de color y materiales. Las ciudades, en definitiva, son los contenedores de estos proyectos. La arquitectura influye en las ciudades y su futuro, en cómo se experimentan y en lo que pueden transmitir.

–En su obra, el color parece tener su propio lenguaje. ¿Es una herramienta funcional, simbólica o narrativa?

–Es un lenguaje propio que va más allá de lo visual. No solo define espacios y funciones, sino que también despierta emociones profundas y conecta con la memoria y la cultura. Es una herramienta simbólica y narrativa que relata historias y da alma a cada proyecto. Es fundamental saber cómo y dónde usarlo. Para mí, el color es la esencia que transforma y da vida a la arquitectura.

–¿De dónde viene su interés por lo efímero y lo lúdico en la arquitectura?

–Soy arquitecta y también tengo formación en Bellas Artes. Posteriormente me especialicé en espacios de trabajo, por lo que mi formación es multifacética: abarca desde el arte hasta la arquitectura, incluyendo el diseño de espacios ergonómicos, hostelería y proyectos residenciales. Esta diversidad ha hecho que los proyectos efímeros siempre sean mi debilidad. Estos planes nacen y mueren rápidamente, lo que permite una libertad espacial, cromática, material y lumínica mucho mayor en comparación con otros diseñados para durar al menos 10 o 20 años. Un proyecto efímero es un sueño a medio camino entre el teatro y la arquitectura.

–¿Cómo influyen su formación cosmopolita y sus viajes en su enfoque de la arquitectura?

–Creo que mi nacionalidad influye mucho en mi enfoque. Soy italiana, me formé en Francia y actualmente vivo en España. Me considero mediterránea. Viajar, experimentar diferentes culturas, ser curiosa y respetar la diversidad cultural son fundamentales. Esto se refleja en la sensibilidad espacial, ya que todo puede cambiar según la parte del mundo en la que vivas. Esta es una de las cosas que hace que nuestra profesión sea tan fascinante: escuchar y absorber información. Viajar es una fuente inagotable de inspiración para la creación.

–¿Cuál es su relación con la escala? ¿Cómo pasa del diseño de un mueble a una intervención urbana sin perder coherencia?

–Para mí, la escala es un equilibrio constante entre lo íntimo y lo monumental. Todo proyecto, independientemente de su tamaño, debe tener una identidad clara y un lenguaje propio que dialogue con su contexto y con quienes lo experimentan. Cuando diseño busco que cada pieza aporte emoción y funcionalidad, ya sea un mueble o una intervención urbana. La coherencia se mantiene partiendo de una idea central que se adapta a cualquier escala sin perder su mensaje ni fuerza. La arquitectura y el diseño se entienden como partes de una misma narrativa, donde cada elemento, desde la cuchara hasta la plaza, tiene su razón de ser dentro de una misma historia. Lo más importante fue aprender a gestionar la escala del proyecto, como dijo Ernesto Nathan Rogers: “dal cucchiaio alla città” (de la cuchara a la ciudad). Para mí, esta frase es una de las claves para entender la arquitectura.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/conversaciones-de-domingo/la-arquitecta-e-interiorista-italiana-que-convirtio-el-color-y-la-emocion-en-su-sello-distintivo-nid02112025/

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