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La argentina de Milei, ¿a la espera del último tren?

¿Qué es ganar? ¿Quién gana? ¿Qué es una crisis? Esas tres preguntas definen la incertidumbre en los días que faltan hasta el domingo 26. La respuesta sobre la crisis despeja las otras dos in...

La argentina de Milei, ¿a la espera del último tren?

¿Qué es ganar? ¿Quién gana? ¿Qué es una crisis? Esas tres preguntas definen la incertidumbre en los días que faltan hasta el domingo 26. La respuesta sobre la crisis despeja las otras dos in...

¿Qué es ganar? ¿Quién gana? ¿Qué es una crisis? Esas tres preguntas definen la incertidumbre en los días que faltan hasta el domingo 26. La respuesta sobre la crisis despeja las otras dos incógnitas: ¿la angustia social por el parate de la actividad económica y la pérdida del poder de compra dominarán en el voto? ¿O a cinco días de la elección hay un margen de paciencia social que podría beneficiar al Gobierno y escapa a las encuestas y al análisis?

El estilo de crisis preelectoral de hoy confirma, hasta cierto punto, un patrón histórico de las crisis argentinas, pero lo desmiente en otros aspectos. Por un lado, inflación y dólar y por el otro, calle: las tres variables típicas de las crisis argentinas. Pero en esta coyuntura de formato libertario, el Gobierno tiene bajo control total a la calle y bajo contención exitosa a la inflación, una rareza que aporta la gobernabilidad mileísta bajo una coyuntura crítica. Y en el caso del factor dólar al alza, que sí tiene su lugar en esta incertidumbre, el Gobierno ejerce un semi descontrol preocupante pero no alocado, al menos todavía: la ayuda inédita de Trump-Bessent es clave en ese punto, y también es otro de los componentes atípicos en este presente. Y sin embargo, aún con las ventajas competitivas de la crisis modelo mileísta, no hay certezas de cómo reaccionará la ciudadanía a la hora exacta de poner el voto en las urnas.

Trump-Bessent y la política por otros medios

El problema del Gobierno es haber montado una crisis de gobernabilidad muy seria sobre las dudas macroeconómicas y los errores autoinfligidos de gestión económica: con este tipo de crisis macro, común en un momento preelectoral como el actual, un gobierno mileísta capaz de sostener acuerdos como los que le dieron sustento narrativo y político en 2024 tendría chances más sólidas en las urnas. Pero desde hace meses el oficialismo perdió poder político en el Congreso, capacidad de diálogo con los gobernadores, potencia electoral y astucia político narrativa para presentar una promesa electoral atractiva, consistente y transversal. Se instala una hipótesis: más que económico, el problema libertario viene siendo sobre todo de gestión política. La percepción de despoder político agrava la percepción de despoder económico.

Para sortear esa dificultad, el Gobierno no logró cerrar consensos con la política local dialoguista: no le queda otra que esperar al resultado electoral para avanzar en ese sentido. Prefirió, en cambio, acordar con otro sistema político, el de Estados Unidos: quiso matar dos pájaros, el económico y el político, con un solo tiro geopolítico para mantener al dólar algo controlado y a la oposición dialoguista a raya con una promesa difusa de orden macro que le conviene a todo el cuadrante no peronista. Por eso el impacto del factor Trump- Bessent en las urnas es clave. El domingo se sabrá cuánto rindió para aquietar la angustia ciudadana.

¿La última oportunidad?

De ahí que hay una tercera pregunta sin respuesta todavía. Tiene que ver con la percepción social de la intervención del dúo Trump-Bessent. ¿Se dará un voto mayoritario con la nariz tapada, dispuesto a aprovechar la ayuda inédita de Estados Unidos? Una actitud electoral del estilo “que sea lo que dios quiera” con la esperanza de que la segunda mitad del mandato de Javier Milei se dirija, al fin, a la tierra prometida de una estabilidad macro sostenible. Si el espíritu balotaje que impulsa el Gobierno en la campaña tiene alguna chance de volver el domingo, pasa por esa interpretación: que el nivel de respaldo de Trump es único en la historia de las crisis argentinas y representa una última oportunidad para solucionar problemas endémicos y estructurales, aunque tenga costos de muchos tipos.

El economista Lucas Llach es uno de los que mayor precisión le da a esa posibilidad. “Qué impresionante tener el apoyo de USA para poder flotar sin fear (miedo). Literalmente nos dieron un salvavidas para flotar. Sería un crimen no usarlo, seguir teniendo miedo”, posteó en X. El exministro de Economía Hernán Lacunza sostiene la misma convicción: “La asistencia de EE.UU. es una gran oportunidad. No para insistir con más de lo mismo, sino oxígeno para terminar de salir del cepo y construir reservas propias, así en seis meses no tenemos que pedir otro tanque prestado”, dijo.

Para la percepción del votante crítico del Gobierno, resignada frente a la identidad mileísta pero desesperanzada frente a la hipótesis de un regreso kirchnerista, lo urgente es la sustentabilidad macro y que esa estabilización conduzca lo más rápido posible a una revitalización microeconómica. Con la macro no alcanza; sin la macro no se puede: para ese votante, el kirchnerismo es garantía de esa imposibilidad.

El par Trump-Bessent le permite a la polarización antikirchnerista cargarse de un nuevo sentido: un incentivo para un votante que podría volver a ponerle el voto a Milei no tanto porque lo apoye al ciento por ciento sino porque ve en su curiosa alianza con Trump el último tren de una Argentina razonable en lo económico. El margen de error y el riesgo son altos, pero el riesgo kirchnerista se percibe como mayor.

¿Cuánto pesa la incertidumbre cambiaria actual en la política no peronista y en el voto? Las opciones no peronistas con chances de llegar al Congreso y, eventualmente, integrar gobiernos futuros, quieren ver en el apoyo de Trump-Bessent un empujón único que corrija los desequilibrios estructurales. Una especie de autopista hacia un futuro propio, post libertario, pero que goce de las ventajas macro en caso de que la apuesta Milei-Trump salga bien. La estrategia es dejar que Milei juegue y pague el costo de los sacrificios políticos para que en un futuro vuelva una alternancia macro y micro racional.

El domingo mostrará el poder del factor Trump-Bessent no sólo en el terreno económico. También se podrá ver si fue capaz de relativizar el peso de otros factores críticos que impactan sobre la credibilidad del oficialismo: sobre todo, el daño que implican las denuncias de corrupción en los casos $LIBRA y Andis, el affaire Espert y, en los últimos días, el caso de Lorena Villaverde y los vínculos con el narcotráfico.

¿Mileísmo estilo Pro?

¿Qué tiene el oficialismo para ofrecer? ¿Qué tiene la oposición dura? Ayer empezó a girar en las redes un nuevo video de La Libertad Avanza con un mensaje dirigido a los jóvenes. Es una utopía módica, alejadísima de las abstracciones extremas de la revolución cultural con la que querían arrasar los libertarios. Casi una promesa de la “derechita blanda” de Pro que tanto castigaron los libertarios en este año.

“Te hablo desde el futuro”, dice el aviso y fija el futuro en 2027. El logro futurista prometido es: “la certeza de que un trabajo te espera” si estudiás; “soñá con tu casa”; “hay créditos reales, con cuotas que podés pagar”; “la calle está en orden y tu bolsillo también”; “vivir de lo que querés”. Un Milei a la altura del máximo aceleracionismo posible en el modelo argentino: el ingreso al fin a la vida cotidiana típica de los países en desarrollo con macro ordenada como variable central del crecimiento. Es decir, como Chile o Uruguay: no más que eso, no menos. ¿Aprendizajes que traen las tribulaciones de dos años de gestión?

Por el lado de la oposición dura, el perokirchnerismo se ilusiona con un votante que rechace en bloque la política del oficialismo. En su última versión, el kirchnerismo del gobierno de Fernández, Fernández de Kirchner y Massa no comprendió la angustia popular, diaria y profunda ante la incertidumbre de la inflación: la derrota de 2023 mostró el efecto acumulado de esa experiencia personal del argentino promedio. Ahora jura comprender la angustia macro que inflige el mileísmo.

La cuestión es si el oficialismo mileísta perdió de vista otra angustia ciudadana: la de la pérdida del poder adquisitivo y la privación diaria en la estrategia de vida. Estabilidad relativa de los precios pero la ñata contra el vidrio frente a productos que aún así nos quedan lejos. Para el Gobierno, en esta elección lo central es si efectivamente esa angustia tocó el techo de su banda y definirá el resultado del domingo: es decir, si la experiencia vital del achicamiento del poder de compra llegó a un punto extremo tal que el único camino es castigar al oficialismo.

El retorno de lo mismo

Del lado de la oposición dura, las promesas son preocupantes. Una negación a un capitalismo racional que encuentra ejemplos en cada declaración de sus candidatos. La propuesta de controles cambiarios y de intervención estatal clásica como respuesta a todo. El kirchnerismo y sus vínculos con Venezuela, traídos al presente con las declaraciones de Jorge Taiana y su defensa como “democracia con fallas” o con el caso Carvajal, exjefe de los servicios de inteligencia del chavismo, y su confesión de financiamiento sistemático de los progresismos latinoamericanos, incluyendo al kirchnerismo.

El camino al 26 de octubre quedó pavimentado por los efectos del 7 de septiembre, con la amplia derrota que sufrió el mileísmo. Cristina Fernández le debe a Kicillof un favor lleno de paradojas y dilemas: el desdoblamiento de la elección bonaerense y la hegemonía de una interpretación crítica de la gestión mileísta. Esa elección seteó el modo crisis para interpretar la política del Gobierno. Con ese efecto bonaerense como el único dato cierto de la voluntad de los votantes, con su extrapolación discutible a nivel nacional y sin una PASO que permitiera tener un panorama más preciso sobre el comportamiento del voto, al oficialismo sólo le resta esperar hasta el domingo para comprobar si la elección provincial fue un proxy preciso de la percepción de los argentinos en general, o apenas un mal trago en un distrito que también lo castigó en 2023. Las cartas están echadas.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/politica/la-argentina-de-milei-a-la-espera-del-ultimo-tren-nid21102025/

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