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Hannah Arendt, el precio del compromiso

Cuando Hannah Arendt llegó a París, en octubre de 1933, el nacionalsocialismo estaba entronizado en Alemania. En 1929 había publicado su disertación doctoral, pero su promisoria carrera académ...

Hannah Arendt, el precio del compromiso

Cuando Hannah Arendt llegó a París, en octubre de 1933, el nacionalsocialismo estaba entronizado en Alemania. En 1929 había publicado su disertación doctoral, pero su promisoria carrera académ...

Cuando Hannah Arendt llegó a París, en octubre de 1933, el nacionalsocialismo estaba entronizado en Alemania. En 1929 había publicado su disertación doctoral, pero su promisoria carrera académica dio paso al compromiso práctico: “A partir de aquel momento, me sentí responsable”. Inmediatamente se puso al servicio del sionismo moderado de Kurt Blumenfeld, quien le encomendó la detección de declaraciones antisemitas en la prensa gráfica de Berlín. Esta tarea le valió su detención por la Gestapo.

El destino funesto de los judíos asimilados promovió la investigación del antisemitismo ilustrado en Alemania e inspiró Rahel Varnhagen. Vida de una judía. Escrita durante el exilio en Francia, la obra revela la atmósfera de los salones culturales y literarios de Berlín del XIX, organizados por mujeres judías educadas como Henriette Herz y Sara Grotthuis y la misma Rahel. La renuncia a la identidad y la pérdida de la historia propia como consecuencia de la asimilación son el tema predominante, pues la “educación y el progreso” se pagan al precio del “estancamiento de su historia”. La interpretación del epistolario de Rahel pertenece ya al exilio, pues el desarraigo era parte de la situación personal de Arendt.

Thomas Meyer, el autor de Hannah Arendt. Una biografía intelectual, ofrece documentación inédita sobre los años parisinos. Dedica más de cien páginas a describir su desempeño como directora de Aliá Juvenil, una organización judía que salvó a miles de niños durante el Tercer Reich. Se ocupaba del rescate, gestionaba la documentación y supervisaba la capacitación de niños y jóvenes refugiados que ingresaban en Francia desde Alemania y Europa del Este. Llegaban sin sus padres, habían abandonado sus estudios y no tenían papeles que les permitiesen trabajar. Muchos vivían en la calle y sufrían de desnutrición. El objetivo final era su emigración a Palestina y su reasentamiento en aldeas juveniles que funcionarían como hogar y como escuela. La inserción en la tierra de Israel exigía tanto el aprendizaje del hebreo moderno como el de oficios relacionados con el agro y el artesanado para asegurar una salida laboral. En suma: el arraigo en la tierra y el apego a la cultura. En 1935, escribe: “Los niños aún no están dañados. Aunque hayan vivido lo peor, cambian de comportamiento y recuperan su dignidad natural en cuanto se los coloca en un entorno diferente y se les da trabajo”.

En diciembre de 1934, Arendt dio su primera conferencia sobre “cuestiones generales judías” en el exclusivo Café de la Paix. Obtuvo reconocimiento como “oradora que luchaba contra el nacionalsocialismo y ofrecía a su público una perspectiva: Palestina”. Faltaban aún 14 años para la fundación del Estado de Israel. En la década del 30, el mandato británico de Palestina establecido por la Sociedad de Naciones tras la caída del imperio otomano fue política y socialmente inestable. La partición que recomendó la ONU en 1947 no trajo paz ni estabilidad.

Crítica del nacionalismo sionista, Arendt expuso públicamente sus reparos al establecimiento de una nación judía “hecha por judíos, solo para judíos”, que reduciría a ciudadanos de segunda a colonos y pobladores de otras nacionalidades establecidos en territorio soberano. Sostenía que los judíos replicarían en el siglo XX su triste destino del período de entreguerras, rebajando el estatuto de nacionalidades foráneas mayoritarias, con quienes deberían colaborar. Un Estado judío que no acogiera a los árabes o que no tuviera una forma de gobierno en la que árabes y judíos pudieran convivir estaba destinado a fracasar, amén de reforzar la dependencia de sus aliados históricos.

Al frente de Aliá Juvenil, preparaba a los refugiados para la colonización de Palestina y creía en la posibilidad de una patria judía bajo el mandato británico. Sin embargo, se opuso a concebirla como una nación judía, una entidad colectiva y orgánica, amalgamada sobre el fundamento del antisemitismo, entendido como “fuerza natural y propulsora”. Para Arendt, el antisemitismo no es “un fenómeno natural, sino una cuestión política que debe combatirse por medios políticos”. De allí que una Palestina binacional o un Estado federado en el que judíos y árabes pudieran coexistir era la fórmula política más prometedora.

En 1960, el Mossad secuestró a Adolf Eichmann en San Fernando. Arendt le escribe a Karl Jaspers: “La Argentina tiene el peor historial posible en extradición de criminales de guerra. El secuestro en la Argentina fue propiamente ilegal. Desde mi punto de vista, enteramente justificable, pero no mediante argumentos legales. Fue en sí mismo un acto político” (o sea, una decisión soberana). Y continúa: “Israel ni siquiera existía cuando los asesinatos fueron cometidos. Israel no es el pueblo judío. El pueblo judío es más que el Estado de Israel, no es idéntico a él. Israel no tiene derecho a hablar en el nombre del pueblo judío como un todo”.

Arendt murió un 4 de diciembre tras transcribir un fragmento del Farsalia de Lucano: “La causa del vencedor agradó a los dioses, pero la del vencido a Catón”. Es decir, durante las guerras civiles en Roma, los dioses beneficiaron a César el dictador, pero Catón adhiere a los principios republicanos de la virtud y la justicia, encarnados en Pompeyo, el vencido. La postura tornadiza de Arendt en relación con Israel –como pueblo, como patria y como nación soberana– motivó los recelos de Gershom Scholem, que la acusó de “no amar al pueblo de Israel”. Al parecer, la autora osciló entre la postura del observador imparcial, que hace justicia al vencedor y al vencido, y la del actor político comprometido con su propia causa. Y como ella misma sostuvo, son dos visiones inconciliables. En 1948, escribió: “El verdadero objetivo de los judíos en Palestina es la construcción de una patria judía. Este objetivo jamás debe sacrificarse a la pseudosoberanía de un Estado judío. Judíos y árabes podrían verse obligados por las circunstancias a demostrar al mundo que no existen diferencias entre dos pueblos que no puedan superarse”.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/hannah-arendt-el-precio-del-compromiso-nid05112025/

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