Hace 20 años que tiene cáncer, pero se recibió en 3 carreras, compitió en mundiales y más: “Un caso raro de resistencia a todos los tratamientos”
“Mi primera reacción fue de tristeza absoluta, quedándome en silencio en la mesa. Pero sentí la necesidad de levantarme y salir de la casa para sentarme en una escalera solo a pensar. En un pr...
“Mi primera reacción fue de tristeza absoluta, quedándome en silencio en la mesa. Pero sentí la necesidad de levantarme y salir de la casa para sentarme en una escalera solo a pensar. En un primer momento, eran muchas palabras y no entendía qué era realmente lo que sucedía, hasta que hablando con el hematólogo me dijo de arrancar quimioterapia. Ahí recién caí en la cuenta de que estábamos ante un cáncer y la gravedad de la situación”.
Hasta los 19 años, Alejandro Stahoski llevaba adelante una vida normal como la de cualquier joven de su edad. Se encontraba estudiando la carrera de técnico y licenciado en Comercio Internacional.
Una tarde de noviembre de 2006, luego de afeitarse, descubrió una “pelota” debajo de su mentón. En ese momento, se sorprendió, pero lo primero que hizo fue acudir a su papá que era (y es) visitador médico y enseguida interpretó que eso que tenía no era normal. Al día siguiente comenzaron con análisis y estudios para determinar qué era lo que tenía.
Ya habían pasado casi tres semanas desde que a Alejandro le habían realizado la biopsia, cuando una noche vio a su papá llegar muy afligido del trabajo y con un sobre en sus manos. “Nos reunimos en la cocina, papá, mamá, mi hermano Gabriel y mi hermana Natalia. Papá leyó los resultados con voz quebrada y nos enteramos ahí de que lo mío era un Linfoma de Hodgkin de predominio Linfocitario. En un primer momento no sabía si tenía riesgo de vida, ya que en parte se me ocultó el resultado de la punción de médula ósea. Recién me informaron del compromiso que tenía luego de ocho meses de quimio, cada 15 días, que lograron limpiar la médula para poder realizarme el trasplante. No pensé en la muerte en ese momento, sino más bien en qué es lo que me había tocado y a lo que debía hacerle frente. Pensé en ser lo más fuerte posible y darlo todo para salir adelante”, recuerda.
Entre todo lo que pasaba por la cabeza de Alejandro en esos días, está la recomendación que su médico oncohematólogo, el doctor Carlos Fukiya, le hizo: “Buscá dañar al cáncer, pegándole dónde le dolía, siendo feliz, haciendo deportes, movilizando la sangre y alimentándose sanamente”. Y esa es la actitud que tomó.
Su mayor apoyó fue su familia, que siempre estuvo a su lado, como si se tratara de un batallón que le dio aliento y fuerzas para que cada quimio la pasara de la mejor manera y la recuperación fuera más rápida.
Una pésima noticia: la primera recaídaEn diciembre de 2010 a Alejandro le confirmaron la primera recaída post trasplante de médula, en lo que significó una desilusión y desazón muy grande, ya que volver a arrancar le generaba incertidumbre y el temor de si sería capaz de enfrentarlo dada la inmunosupresión. Además, le preocupaba qué tratamiento le iban a dar luego de haber recibido tantas combinaciones.
“Fueron 16 drogas en esos pocos esquemas. Arrancamos con una combinación de drogas que todavía no se habían probado, con buena respuesta. De ahí en más, me dediqué a pegarle dónde le dolía al cáncer: ser feliz, hacer lo que me gustaba, disfrutar del estudio y mi familia. Me terminé recibiendo en poco tiempo de técnico y licenciado en Comercio Internacional, Cocinero Profesional, especialista en Gastronomía y Alta Cocina y también de Agente de Propaganda Médica. Viajé, conocí gente, y puse mis energías en difundir la donación de médula ósea”.
Parálisis en las piernas y en los brazosSin embargo, con el paso de los años le contaron los especialistas que su enfermedad se trataba de “un caso raro de resistencia a todos los tratamientos”.
“En realidad, no es algo que haya aparecido de un día para el otro, fue más bien algo que se fue descubriendo con el tiempo y el pasar de los tratamientos, porque nada funcionaba al 100%. Sin embargo, yo seguía con una excelente calidad de vida. En un momento sentí orgullo, era evidente que estaba batallando con todas mis energías, dándolo todo como me enseñaron mis padres. De ahí que algunas personas me apodaron guerrero de la vida”.
Cuando Alejandro reflexiona, a solas, sobre el recorrido de su enfermedad en estos casi 20 años admite que, tal vez, su vida corrió riesgo en algún que otro momento.
Por ejemplo, cuando de Buenos Aires lo mandaron de regreso a su ciudad (Posadas) con la frase “por ahora, no hay nada más que hacer acá en Argentina”, lo cual implicaba esperar el desarrollo de alguna medicación nueva en algún lugar del mundo y ver la posibilidad de acceder a ella. “Me dieron una medicación oncológica para el cáncer hepático que en cuestión de cinco a seis meses me produjo una parálisis en las piernas y brazos. Cuando llegué a ese se punto decidí comunicarme con mis médicos en Buenos Aires y notificarles que suspendía la droga. A las 48hs estaba corriendo nuevamente y haciendo deporte. Fue algo extremo, pero jamás estuve mal”.
En ese momento, sabiendo que tenía un hermano compatible al 100%, surgió la recomendación del segundo trasplante de médula ósea. Alejandro sentía que era la garantía con la que iba a ganar la batalla final, ya que faltaba muy poco para erradicar al cáncer. ¿Y qué pasó después de ese segundo trasplante? “Vinieron momentos muy lindos, volver a una vida bastante normal, volver a socializar, pasear, recuperar el tiempo perdido en el encierro de los trasplantes”, responde.
La llegada de un amor incondicionalA Yessica la conoció porque coincidieron en la cursada de su última materia de la licenciatura en Comercio Internacional. “En una de mis locuras, cuando me dieron un par de meses libres de quimio, decidí ir a hacer rafting con unos amigos a San Rafael (Mendoza) y, al regresar, le pedí a ella los apuntes de esa semana. Así comenzó todo”, sonríe.
Alejandro, cuenta, le fue sincero desde el primer día que se pusieron de novios porque su enfermedad era un tema conversado en la facultad. “Su apoyo fue siempre incondicional e invaluable. Incluso, en una oportunidad con una medicación me advirtieron que los efectos secundarios podrían ser graves e incluso fatales por lo que le ofrecí la posibilidad de alejarse sin rencores ni problemas y ella decidió acompañarme. Al día de hoy, las veces que puedo tener un día gris, es ella quien, junto con mi familia, me da las fuerzas para seguir batallando”.
Y fruto de ese amor inquebrantable nació Sofía Milagros, que hoy tiene dos años. “Es una personita súper dulce e inteligente y, sobre todo, el premio de la vida a tantos años de lucha. Es difícil describir el amor y el sentimiento que me genera, hoy es uno de mis nuevos motores que me ayudan a hacerle frente a la adversidad”, llora Alejandro.
“Fue una experiencia increíble”Alejandro está convencido de que si no hubiese sido trasplantado no hubiera podido formar parte de la delegación de Misiones que participó en dos juegos nacionales y latinoamericanos para deportistas trasplantados, y tampoco haber estado en el mundial disputado en 2015 en Mar del Plata, donde conoció personas de todo el mundo con historias “10 veces más increíbles” que la suya.
“Fue una experiencia inolvidable, junto a otros dos trasplantados de Misiones nos alzamos con más de 10 medallas y eso nos valió clasificar al Mundial en Mar del Plata, donde hice mi mejor marca (un cuarto puesto) así que estuve muy cerca de sacar una medalla mundial, algo increíble para mí. Pero el premio real fue conocer a esas personas, historias de vida gigantes, verdaderos guerreros que te animaban a seguir batallando”.
Al día de hoy Alejandro sigue en tratamiento ya que en 2019 tuvo otra recaída con presencia de ganglios en el mediastino, así que desde ese momento está medicado con una aplicación de inmunoterapia por mes en el Hospital Madariaga de Posadas. En mayo del 2024 le cambiaron de medicación ya que ya había hecho resistencia medicamentosa y no se estaban obteniendo los resultados que los médicos esperaban.
¿Con qué cosas soñás?
Sueño con el día que me digan: “Ya está, ganaste, ganamos, para siempre”. Es un anhelo, pero que no cambiaría mucho mi accionar ya que de todos modos soy un agradecido a la vida e incluso al cáncer porque si no hubiese vivido todo lo que viví, no sería la persona que hoy soy. No sería chef, no sería visitador médico, no la hubiese conocido a mí amada esposa, no tendría está hermosa hija. Tantas cosas serían diferentes que si tuviera que elegir un camino distinto, no lo haría.