Hace 20 años el kirchnerismo lograba su emancipación al remover a Lavagna
Transcurridos 20 años desde el 28 de noviembre de 2005, puede entenderse que aquel día el kirchnerismo obtuvo su carta de emancipación. Por entonces, Néstor Kirchner llevaba 28 meses en el gobi...
Transcurridos 20 años desde el 28 de noviembre de 2005, puede entenderse que aquel día el kirchnerismo obtuvo su carta de emancipación. Por entonces, Néstor Kirchner llevaba 28 meses en el gobierno con un elenco ministerial que incluía figuras remanentes del duhaldismo, caballo de Troya con el que cabalgó hasta la cúspide del poder. Entre esas figuras sobresalía el ministro de Economía, Roberto Lavagna.
Kirchner había empezando a escribir su épica en abril de 2003, cuando si bien la cantidad de votos que obtuvo en la primera vuelta de la elección presidencial ni siquiera le alcanzó para constituirse en primera minoría, le bastó, sí, para espantar a Carlos Menem, que en el ocaso de su carrera política intentaba ir por un tercer mandato presidencial.
En su relato febril, Kirchner presumió de haber asumido la primera magistratura en una Argentina incendiada, pero lo cierto es que el fuego al que aludía había sido extinguido por el gobierno interino de Duhalde, en el que Lavagna fue una figura sorpresiva y central.
Imposible olvidar las trágicas escenas de la caída de De la Rúa, en diciembre de 2001, que derivaron en un intríngulis institucional de cuatro presidentes en doce días, incluyendo a Duhalde, designado por el Congreso para completar el período inconcluso. Aquellas imágenes contrastan con la tranquilidad social reinante en torno a la elección y asunción presidencial del 25 de mayo de 2003, cuando la economía estaba en plena expansión, merced al plan de estabilización de Lavagna, al que el ministro llamó de “normalización, recuperación y crecimiento”.
Vaya paradoja: en su campaña, Kirchner había anticipado que si ganaba, Lavagna iba a continuar siendo ministro. Quedó claro que consideraba crucial esa jugada para alcanzar su objetivo. ¿A alguien se le ocurriría hacer ese anuncio si se tratara de la continuidad del ministro de un país en llamas?
Lavagna, sacado de la manga por Duhalde cuando en su cuarto mes de gobierno recrudecía la inflación -la minorista 10,4% mensual y la mayorista 19,9%-, fue el factor principal de aquella recuperación y de los siguientes años en los que la Argentina sostuvo un crecimiento “a tasas chinas”. Su gesto inicial fue ordenar a los bancos reabrir las puertas desde el primer día de su gestión. Y así transcurrieron casi 4 años en el ministerio, a caballo de dos presidencias. Los bancos solo cerraron los días sábado, domingo y fiestas de guardar.
No hay lugar aquí para enumerar los logros de aquella gestión, que comenzó con una deuda en default de más de 100 mil millones de dólares y un riesgo país superior a los 5000 bp. La renegociación de la deuda soberana constituye, aún a la fecha, la mayor reestructuración de la historia mundial, con un detalle: se hizo sin recurrir a nueva deuda sino con una quita de U$S 65 mil millones y el compromiso de no pagar más de lo posible. En el camino quedaron algunos heridos en el sistema financiero internacional; pero bien lo justificó el beneficio para el país, cuyo riesgo financiero bajó a entre 200 y 300 bp cuando terminó ese proceso.
Por lo demás, los indicadores de gestión de Lavagna muestran resultados excelentes en todos los órdenes, a partir de la rápida recuperación y luego un vigoroso crecimiento de la economía, que pasó de una prolongada recesión a altos niveles de actividad con un tipo de cambio competitivo, que a partir de fines de 2002 fluctuó en torno a uS$ 1 = $ 3,10, lo que favoreció tanto al consumo interno como a la exportación. Todo ello en el entorno de una exitosa política de “superavit gemelos”, fiscal (en pesos) y comercial (en dólares), que constituyó la base para remontar el crecimiento. La inversión interna bruta alcanzó en 2005 un récord de 27%, del PBI.
Las restricciones financieras, los recordados “corralito” y “corralón”, fueron desmanteladas. Se reunificó la moneda, atento a que cuando Lavagna asumió había en el país 14 cuasimonedas provinciales. La Nación contribuyó a la recuperación de las provincias a través del llamado Plan de Financiamiento Ordenado. En el orden social, la pobreza e indigencia tuvieron un fuerte retroceso.
En los últimos meses de gestión, la inflación, que había bajado notablemente, tuvo un leve rebrote que el ministro y su equipo estaban combatiendo con diversos instrumentos orientados a la inversión y creación de empleo, como una fuerte rebaja impositiva para las grandes empresas y el proyecto de “cero impuesto a las Ganancias” para las pymes, que ya había sido aprobado por la Cámara de Diputados y esperaba turno en el Senado, además del fondo anticíclico a ser constituido con saldos del superávit fiscal.
Así, con creatividad productiva, con iniciativas como la ley de Industrias del Conocimiento y la Fundación Nacional de Nanotecnología, quedó demostrado que se puede estabilizar, crear empleo privado y crecer sin ajustes desmedidos. También, con una activa relación con el mundo, que acentúe la pertenencia argentina a Occidente, aproveche las oportunidades que ofrece China y desarrolle los vínculos comerciales con Europa.
Lo enunciado someramente y otros motivos emergentes de la gestión de Lavagna, fueron el soporte económico y social por el que el kirchnerismo obtuvo su partida de nacimiento el 23 de octubre de 2005, cuando se impuso con holgura en los comicios de medio término, en especial en la provincia de Buenos Aires, donde Cristina Kirchner más que duplicó los votos de Chiche Duhalde en la elección de senadores.
Pero Kirchner consiguió la emancipación solo el 28 de noviembre, cuando decidió remover a Lavagna. Antes que atender lo obtenido con su aporte, el presidente optó por reemplazarlo, por los múltiples gestos de independencia que fue haciendo el ministro, como no asistir al acto en la ESMA donde Kirchner protagonizó la sobreactuación de descolgar el cuadro de Videla, haber ido al Coloquio de IDEA al que el presidente había ordenado que sus ministros no asistieran y, en especial, un par de días antes, haber denunciado la connivencia de un sector del gobierno con empresas constructoras en la cartelización de la obra pública.
Kirchner y otros miembros de su gobierno estaban incómodos con el ministro de Economía. Tampoco escapó a la mirada del presidente que Lavagna se había proyectado en el imaginario de vastos sectores de la sociedad y la dirigencia, con una perspectiva mayor, que entraba en competencia con él para la elección presidencial de 2007. De hecho, Duhalde ya lamentaba -lo repitió varias veces- no haber impulsado a Lavagna como candidato del oficialismo en 2003.
Aquella mañana, Kirchner convocó a Lavagna, que llegaba de Mar del Plata, donde había hablado en Idea. La reunión fue breve, tensa pero amable. El ministro, que intuía la decisión, llevó un manuscrito poniendo el cargo a disposición del presidente, pero en ninguna línea incluyó la palabra “renuncia”. Kirchner le comunicó su decisión y enseguida, el jefe de Gabinete anunció su reemplazo.
También fue un mensaje de Kirchner la designación de la nueva ministra de Economía: Felisa Miceli. Así, el kirchnerismo se emancipó y comenzó rápidamente a perder el rumbo, lo cual se acentuó a partir de 2007.
Vocero del Ministerio de Economía de la Nación durante la gestión del ministro Roberto Lavagna