Gustavo Bermúdez: su vuelta al teatro, su historia de amor con Verónica Varano y la presión que sintió siendo galán
Gustavo Bermúdez vuelve al teatro después de más de una década y lo hace de la mano de su amigo Adrián Suar, productor de La cena de los tontos, que ahora protagoniza junto a Martín Bossi y L...
Gustavo Bermúdez vuelve al teatro después de más de una década y lo hace de la mano de su amigo Adrián Suar, productor de La cena de los tontos, que ahora protagoniza junto a Martín Bossi y Laurita Fernández. A pesar de que pasaron muchos años desde que fue galán de telenovelas como Celeste, Celeste siempre Celeste, Antonella, Nano, Alén luz de luna, el actor conserva una sonrisa cautivadora y también una voz grave y seductora.
En diálogo con LA NACION habló de la salida de Mike Amigorena de La cena de los tontos y reveló por qué decidió volver y quién lo convenció. Además, se refirió a su historia de amor con Verónica Varano y se derrite cuando habla de sus hijas Camila y Manuela, y de su nieta Bruna, de 4 años. También rememoró sus años en su Rosario natal cuando soñaba con ser actor mirando El gran chaparral y después cuando protagonizó una novela con la mismísima Linda Cristal.
-¿Cómo hicieron para convencerte de volver al teatro después de tantos años?
-Primero me tuve que convencer yo... . Tenía dudas y lo hablé con mi hermano Gabriel, con mis hijas, con Verónica, con Adrián (Suar). Pasa que a Adrián era al que menos tenía en cuenta porque es parte interesada...
-Es quien te tentó...
-Así es... Lo hablé con la gente querida y me convencí. Me di cuenta de que estaba bueno hacer esta obra porque conozco bien el material, es un libro extraordinario que vi cuando la hicieron Adrián y Francella hace muchos años y fue la comedia con la que más me reí en el teatro.
-¿La viste también con Mike Amigorena?
-No, tenía el recuerdo de la otra versión. Y cuando leí el libro vi que era como la recordaba, está bien escrita y es actual porque tiene que ver con el bullying. La gente se mata de risa y tiene un buen mensaje. Me convencí y me apoyé en el comentario de quienes me quieren.
-Se habló de un escándalo con la salida de la obra de Mike Amigorena, ¿te cruzaste con él?
-Lo crucé en el teatro una vez y nos saludamos lo más bien, fue muy amoroso conmigo y yo con él. No hubo ningún escándalo. No le renovaron el contrato. Y tampoco tengo por qué hablar de Mike porque no tengo nada que ver ni percibí nada de lo que escuchaba o leía tampoco.
-La idea era sumarte en la temporada de Mar del Plata.
-Sí, hacía mucho que no iba a Mar del Plata y me tentó. Me pidieron que arrancara antes y acá estamos. Y a fines de diciembre nos vamos a la costa.
-Hiciste poco teatro a lo largo de tu carrera.
-Si, y por eso este es un desafío interesante. Esta comedia es justa para volver porque tiene muchos condimentos.
-¿Cómo te sentiste en los ensayos?
-Ensayamos poco la verdad porque ellos están haciendo las funciones y no podía sumarles más trabajo; el proceso hubiera sido muy largo. Así que estudié y trato de calzar con mis compañeros. El ensayo es en vivo.
-¿Tenés nervios en estas primeras funciones?
-Un poco, sí. Son los nervios de estar en contacto con el público, de sentir cada escena y ver qué pasa. Da un poquito de nervios, aunque quizás menos de los que me imaginé.
-Las fans siguen al pie del cañón después de tantos años, ¿cuál es la explicación de ese cariño que perdura?
-¡Sabés que me lo pregunto! Y lo agradezco. La gente me escribe con mucha emoción para decir que va a ir al teatro a ver La cena de los tontos, o que la hija le regaló la entrada o que van a viajar de tal provincia. Y digo “pucha, cuánto cariño”. Y lo valoro. Es algo construido hace muchos años que perdura porque no es acorde a la periodicidad con la que trabajo. Tengo un agradecimiento eterno a la profesión que me ha dado ese hermoso vínculo con el público.
-¿Qué quedó de ese galán de las novelas que eran un boom, en una televisión con muchas ficciones que ya tampoco existe?
-No lo vivía tan relajado. Sentía más presiones. Siendo tan joven no pude manejar todo eso que pasaba de una manera muy distendida. Sentía la presión del trabajo, la responsabilidad, el compromiso. Me sentía muy comprometido con el entonces gerente de programación de Canal 13, Hugo Di Guglielmo, porque quería responder a la altura de la decisión que había tomado de contratarme por tantos años. Me tomé más responsabilidades de las necesarios, creo. El Gustavo de hoy le diría al Gustavo de esos años: “Relajate, no te podés hacer cargo de todo”. Podría haberlo disfrutado un poco más. Y grababa muchas horas al día, dormía poco, también estaba en la producción. Trabajaba mucho.
-Tuviste dos parejas icónicas en la ficción, Andrea Del Boca y Araceli González… ¿seguís en contacto?
-No, pero si nos encontramos, y de hecho nos cruzamos varias veces, está todo bien. No tengo mucho vínculo con colegas, aunque sí un recuerdo lindo de todo lo compartido.
-Sí tenés una gran amistad con Suar...
-Es un gran amigo. Nos conocemos desde hace más de cuarenta años, arrancamos haciendo Pelito cuando él tenía 16 y yo 19. Y esta es la primera vez que trabajo en una obra que produce él.
-¿Insistió mucho?
-En teatro, no tanto. Más para televisión.
-¿Qué hiciste en todo este tiempo?
-Trabajé detrás de cámaras, hice producciones en Chile, asesoramiento en producción, en guiones, en dirección. Es algo que mamé de chico porque produje varias novelas mías. Vengo de una televisión que se hacía a pulmón y siempre me interesé por todas las áreas.
-¿Por qué decidiste salir de cámara y no trabajar como actor durante tanto tiempo?
-Fue una decisión natural. Se fue dando. No hubo nada predeterminado. Hice un corte cuando nació mi segunda hija y me fui a vivir a San Martín de Los Andes. La vorágine era mucha, el actor y productor me demandaban demasiado y decidí parar.
-¿Y qué hacías en el Sur?
-Nada . Era un amo de casa, llevaba a mis hijas al colegio, a hacer deportes, me ocupaba de ellas. Camila vive en San Martín de los Andes y me hizo abuelo de Bruna, que tiene 4 años. Es hermosa mi nieta. Y Manuela está en Buenos Aires terminando la carrera de nutrición.
-¿Fue a partir de Alen luz de luna que decidiste ese cambio de vida?
-No. Yo ya conocía el Sur y siempre me gustó mucho, y tuve la fantasía de vivir en la montaña. Y también me tira el campo. Tuve la suerte de poder disfrutar mucho a mis hijas desde chicas porque pude cortar con la vorágine del trabajo a los treinta y pico de años. Estuve mucho con ellas, sentí que necesitaba compartir más tiempo. Fue uno de mis aprendizajes. Fue un gran cambio de vida. Así que viajo mucho al Sur para ver a mi hija y mi nieta.
-Hace cinco años que estás en pareja con Verónica Varano, ¿cómo fue apostar a un nuevo amor en esta etapa de la vida?
-Verónica es una gran compañera. Nos alimentamos mutuamente, aprendemos uno del otro. Ella se recibió de psicóloga, trabaja mucho, estudia todo el tiempo, se prepara, trabaja en sí misma. Me ayuda a ser mejor persona y además tenemos una mirada parecida del camino de la vida. Somos simples y a veces nos decimos: “¡Qué poco necesitamos!”. Y por eso pude parar también.
-¿Por qué eligen no convivir?
-Sí, cada uno tiene su casa. Es una decisión que mantenemos desde que nos conocimos hace algunos años en una reunión. Me parece muy bien que cada uno tenga su espacio. También podría vivir con mi hija Manuela, pero cuando vino del Sur pensé que estaba bueno que ella tuviera la experiencia de vivir sola.
-¿Volvés seguido a tu Rosario natal?
-Muy poco porque mi mamá falleció justo cuando arrancó la pandemia. Me quedan primos allá, pero a veces nos vemos en Buenos Aires.
-¿Pensás volver a la televisión también?
-Me encantaría que haya más ficciones en televisión, pero está un poco difícil. Es muy caro producir ficción, aunque creo que un canal puede hacerlo. De todas maneras, no puedo hablar porque no tengo la autoridad ni los datos suficientes. Un canal con ficción marca una tendencia, tiene otra afinidad con el público, otro vínculo. Es diferente a un canal que no tiene ficción o que tiene latas turcas. Vendíamos novelas a Turquía porque ellos nos sabían hacerlas y ahora ellos les venden a todo el mundo y nosotros la miramos pasar.
-De las muchas novelas que hiciste, ¿podés elegir una?
-No, porque todas me dejaron un aprendizaje. Celeste la hicimos en 1991 y fue íntegramente grabada en estudios, sin exteriores; la dirigía Nicolás Del Boca, un excelente director, con muchas ganas. Aprendí mucho y tenía un elenco maravilloso con Arturo Maly, Dora Baret, Germán Palacios. Creo que tuve que ver con el cambio en las novelas de esa década porque dos años después hice Nano, con muchos exteriores en San Clemente del tuyu; fue una jugada muy grande y por eso sentía tanta responsabilidad. Era un actor joven con ganas de mejorar las novelas que vendíamos y generar un mercado internacional cada vez más fuerte. Aposté a eso.
-Un cambio en las formas...
-Claro, antes habíamos hecho Antonella que también fue muy encerrada en estudio, pero aprendí mucho porque tenía comedia. Todas mis novelas fueron distintas. Celeste siempre Celeste tenía otro color, y Sheik fue una propuesta del canal. Alen luz de luna fue una novela grabada íntegramente en exteriores y fue una producción mía que me dejó knock out. Hasta construimos la cabaña desde cero para la novela. Y viajé a España por un día para contratar a Héctor Alterio que venía de la nominación del Oscar con Caballos salvajes. Alterio me decía que no porque nunca había hecho una tira y le prometí que íbamos a cuidarlo y lo convencí. Todas las novelas me dejaron un aprendizaje. Estoy muy agradecido a esta profesión.
-¿Te mudaste a Buenos Aires para ser actor?
-Sí, vine con ese sueño. Siempre quise ser actor, pero no me animaba a decírselo a mis padres hasta que lo hice y me apoyaron. Era muy fanático de las series americanas como El gran chaparral, por ejemplo. Veía esa serie fascinado con Linda Cristal y terminé haciendo pareja con ella en la novela Rossé, en Canal 9. Después hice una novela de Alberto Migré, El hombre que amo. Hasta me di el gusto de trabajar con esos libretos y aprendí mucho. Y con Hugo Moser también. Tuve una escuela fantástica en televisión.
-¿Fue difícil llegar de Rosario sin conocer a nadie y entrar en el medio?
-Sí, empecé a patear canales y fui a un casting en Canal 9 para hacer Como la gente con Guillermo Bredeston y Nora Cárpena, y ahí quedé. ¡Y yo los veía en sus comedias en mi casa de chico! Era otro mundo, pero había que tener mucha perseverancia como ahora. Eso no cambió.
Para agendarLa cena de los tontos se puede ver de jueves a domingo, en el teatro El Nacional (Av. Corrientes 960). Entradas desde $30.000.