Guns N’ Roses, entre clásicos, un Slash muy inspirado y el emotivo tributo a Ozzy Osbourne
Hay pasiones que no tienen explicación ni conocen de razones. E intentar buscar alguna resultaría sin dudas una tarea vana e inútil. Así podría definirse al íntimo, sólido e indestructible l...
Hay pasiones que no tienen explicación ni conocen de razones. E intentar buscar alguna resultaría sin dudas una tarea vana e inútil. Así podría definirse al íntimo, sólido e indestructible lazo afectivo que el público argentino y Guns N’ Roses construyeron en conjunto desde hace más de 30 años y que parece desconocer su final. Es por esa misma razón que a nadie sorprendió que a esta altura de su carrera, y sin material nuevo de por medio (Chinese Democracy, su último álbum de estudio, data de 2008), las localidades se agotaran en apenas dos horas, obligando a anunciar una segunda función prevista para esta noche.
De este modo, y a tres años de su última visita al país, la banda californiana sacudió al estadio de Huracán con su inagotable batería de hits y a bordo de una nueva gira mundial titulada “Because What You Want & What You Get Are Two Complete Different Things” (“Porque lo que querés y lo que obtenés son dos cosas completamente diferentes”).
Después de una enérgica y contagiosa apertura a cargo de Catupecu Machu, y diez minutos antes de las 21 (horario estipulado para el comienzo del show), “Welcome to the jungle”, “Mr. Brownstone” y “Bad obsession” conformaron el demoledor puntapié inicial de un concierto intenso, volcánico y que durante tres horas mantuvo en vilo a una audiencia en la que se entremezclaron varias generaciones, incluyendo fans de la primera hora, jóvenes adeptos y familias enteras.
Secundado por una atractiva puesta en escena basada en impactantes visuales de calaveras y una estética inspirada en el universo de los videojuegos, el experimentado grupo confirmó que a pesar del paso del tiempo aún continúa siendo uno de los principales referentes del rock en su vertiente más rebelde, forajida y salvaje, erigiéndose además en un auténtico e indiscutido clásico. Y ahí estuvieron “It’s so Easy”, “Pretty Tied Up” y “Yesterdays”, entre otros temas, como cabales muestras de su poderío.
En su siempre contundente propuesta se suceden las indelebles marcas dejadas por una reconocida tradición rockera. Esa que abarca desde Los Beatles, los Rolling Stones y Jimi Hendrix, pasando por Pink Floyd y Queen y que arriba hasta Aerosmith y los propios Sex Pistols. Todo ese cúmulo de influencias confluye en un ADN musical que quedó abiertamente expuesto cuando en varios pasajes del show el septeto dejó a un lado sus propias composiciones para deleitar a la multitud con logradas y festejadas versiones de “Live and Let Die” (Wings), la muy coreada “Knockin’ on Heaven’s Door” (Bob Dylan), “Wichita Lineman” (Jimmy Webb) y “Human Being” (New York Dolls), amén de un guiño a Jimi Hendrix a través de un fragmento de “Voodoo Child”. Fue precisamente en ese contexto donde también sonó “Sabbath Bloody Sabbath” (Black Sabbath), a modo de sentido y merecido homenaje al recientemente fallecido Ozzy Osbourne, otro de los artistas que marcó a fuego el sendero seguido por los Guns.
Compacto, preciso y por momentos atronador. Así se exhibió el robusto andamiaje instrumental conformado por Isaac Carpenter (batería), Melissa Reese (teclados y coros) y Richard Fortus (guitarra) más el aporte de los “históricos” Dizzy Reed (piano) y Duff McKagan (bajo).
Sin desmerecer el desempeño general y como ocurrió en la presentación de 2022 en River, una vez más fue Slash quien asomó como el as de espadas del grupo concentrando todas las miradas. Y eso no obedeció solamente a los consabidos solos de guitarra que desgranó con maestría y todos festejaron como si se tratara de un gol decisivo en la final de un mundial.
Acompañado de su inseparable galera, una remera con la imagen de Iggy Pop, las gafas oscuras y su clásica cabellera ensortijada ocultando gran parte de su rostro, Saul Hudson, su nombre, aprovechó su momento personal en escena no para dar cátedra de su reconocido virtuosismo Más bien, en su lugar optó por divertirse y zapar junto al resto de sus compañeros al ritmo del blues, el country y el rock utilizando diversas guitarras, efectos varios como el slide, el talk box y el wah wah y mostrándose muy dúctil con el pedal steel.
En tanto, el carismático Axl Rose exhibió su habitual despliegue recorriendo el escenario de una punta a otra, acentuando sus palabras con distintos ademanes y generando alaridos del público con cada uno de sus mohines y cambios de vestuario. Avezado maestro de ceremonias, el frontman de 63 años apeló a toda esta galería de recursos, a veces también al falsete para alcanzar las notas más altas y otras al indispensable apoyo de Melissa Reese como una muy necesaria segunda voz, con el objeto de disimular e intentar maquillar el notorio desgaste de unas cuerdas vocales que han perdido el brillo y la potencia de antaño, como quedó demostrado, entre otros pasajes, en “You Could be Mine” y “This I Love”.
Es probable que muchos piensen que su cuarto de hora de fama a escala planetaria haya caducado hace rato. Sin embargo, en este nuevo desembarco en Buenos Aires la agrupación gunner volvió a poner de manifiesto que preserva bien en alto no sólo su status de gran banda de estadios sino también una persistente idolatría en niveles similares a la generada con los Rolling Stones, Ramones y Sir Paul McCartney. Algo que quedó sellado cuando el grupo atacó con emblemáticas e inoxidables piezas de la talla de “Don’t Cry”, “Civil War”, “Sweet Child o’ Mine”, “November Rain”, “Nightrain” y el explosivo final de la mano de “Paradise City”.
Conservando siempre viva y latente la esperanza de que por fin aparezca el tan deseado próximo álbum, ese que permita oxigenar con nuevas canciones un repertorio por demás atrayente aunque harto conocido y apoyado preferentemente en los probados Appetite for Destruction y Use your Illusion I y II, Guns N’ Roses sumó un nuevo capítulo de su rica e idílica historia en la Argentina. Y más allá del detalle puntual en relación a la actualidad vocal de Axl Rose, la banda lo llevó adelante como un genuino bastión del rock, luciendo todo su oficio y madurando en muy buena forma.