Gonzalo Beccar Varela, una leyenda del CASI que fue “10″ de Tigre y lleva el rugby en la sangre
Entre el fútbol y el rugby. De chico, Gonzalo Beccar Varela, disfrutaba por igual de ambos deportes. “Te diría que me gustaba más el fútbol, pero me decidí por el rugby porque ahí tenía a ...
Entre el fútbol y el rugby. De chico, Gonzalo Beccar Varela, disfrutaba por igual de ambos deportes. “Te diría que me gustaba más el fútbol, pero me decidí por el rugby porque ahí tenía a todos mis amigos”, admite, a los 72 años, una de las leyendas del CASI, mientras termina un café, en un bar frente a la Catedral de San Isidro, y empieza el diálogo con LA NACION.
Su vida se relaciona fuertemente con la pelota redonda y con la ovalada. “En el rugby me habían suspendido un año porque en la final de un seven de Quinta le protesté a un referí. Entonces, con Marcelo Rodríguez Jurado, hermano de Arturo, del SIC, nos fuimos a probar a Tigre. Quedamos y enseguida empezamos a jugar al fútbol allá. Marcelo hacía las dos cosas, fútbol y rugby, y yo fútbol, mientras esperaba que se cumpliera la sanción en el rugby. Al año siguiente, Marcelo dejó el fútbol y yo seguí, estaba en la Tercera de Tigre, lo que hoy sería la reserva. Una vez terminada mi suspensión, jugaba al fútbol los sábados a la tarde en Tigre y los domingos en la Cuarta del CASI, división en la que salimos campeones invictos. Me gustaba más el fútbol, pero en un momento tuve que optar y me decidí por el rugby, donde tenía a mis amigos. En aquel tiempo, Tigre había descendido a la C y luego subió a la B. Yo jugaba de 10 y me divertía mucho”.
-Sos nieto de Adrián Beccar Varela, un destacado dirigente de fútbol de las primeras décadas del siglo XX.
-Sí.
-¿Es verdad que él convenció a Jules Rimet, presidente de la FIFA entonces, para que el primer mundial de fútbol se hiciera en Uruguay?
-Claro, el Mundial del ’30. El viajó con su familia a Barcelona para una reunión en la que se decidía dónde se iba a jugar el primer mundial de fútbol. Supuestamente, Adrián le mandó una carta a las asociaciones de Argentina y Uruguay, preguntándoles si podía representarlos y gestionar que el Mundial se jugase en Argentina y en Uruguay. Al parecer, los argentinos no le contestaron y los uruguayos, sí. Entonces, en la reunión planteó su posición, que era hacer el torneo en Uruguay y no en Inglaterra, como proponía Jules Rimet. Y Adrián ganó la discusión. Cuentan que él dio un gran discurso y de esa manera convenció a un montón de directivos de otros países. Básicamente su alocución se centró en que Uruguay merecía ser la sede porque venía de salir campeón en los dos últimos torneos olímpicos: París 1924 y Ámsterdam 1928. En cambio, Rimet, se inclinaba por Inglaterra, por ser los inventores del fútbol. Privó la postura de mi abuelo y el primer mundial se hizo en Uruguay. Acá, en San Isidro, detrás de la Catedral, hay una calle que lleva su nombre. Y en la plaza, está su busto. Cerca de donde puso el reloj floral, que ahora es una vergüenza. Un amigo le mandó desde Escocia una foto de un reloj floral y se le ocurrió hacer uno acá, porque no había muchos en el mundo, creo que solamente dos, o una cosa así. No sabés, todos los turistas venían a verlo.
-Tu abuelo era el presidente de una de las asociaciones que manejaban el fútbol de ese momento.
-Claro, porque había dos ligas y él logró unificar las dos asociaciones. Él fue quien compró el edificio de la AFA, en la calle Viamonte. Unifica las dos asociaciones y ahí es cuando Boca asciende por decreto. Había salido cuarto en una de las zonas, ponele, y de todos modos lo hicieron subir. La actual Copa Argentina también es una creación de mi abuelo, a partir de que se forma el Consejo Federal de Fútbol, al cual todos los clubes del país debían estar afiliados. Y como él decía que el fútbol tenía que federalizarse, se creó esta copa, que en su momento se llamó Adrián Beccar Varela. Hernán, mi hermano, que estaba en la Liga Madariaguense, porque vive en Madariaga, fue a una reunión para la organización de estos torneos. Torneos que yo jugué también, representando a Juventud de Madariaga.
-¿Tu padre también estuvo relacionado con el fútbol?
-Sí. También se llamaba Adrián. En una época estuvo en el Tribunal de Penas y después lo nombraron presidente del Consejo Federal, donde duró un día. Quiso hacer unas modificaciones y como no se las aprobaron, renunció.
Los Beccar Varela son de San Isidro. “Sí”, afirma Gonzalo. Y se explaya: “Los Beccar eran de la capital, después vienen para acá. Mi abuela era Remedios Obarrio y venían los fines de semana. Los Varela sí eran de acá y vivían enfrente de la plaza de la Catedral, en una casa amarilla, de 1875, que todavía sigue en pie. Ahí vivió Arturo Rodríguez Jurado hasta su muerte. Esa casa era de mi bisabuelo, Cosme Beccar, quien se casó con María Varela, una hija del prócer unitario Florencio Varela. Ellos después compran la casa que está detrás de la Catedral y que hoy es un museo: La Quinta Los Ombúes, declarado Monumento Histórico Nacional, que es la sede del Museo, Biblioteca y Archivo Histórico Municipal de San Isidro. Esa casa era de Mariquita Sánchez de Thompson.
-¿Cómo llegás al CASI?
-Si bien mi familia no es fundadora del CASI, son del club de toda la vida. Cuando el CASI tenía fútbol, mi abuelo iba. Siempre fueron del CASI y el SIC vino después, en el ’35. Yo vivía a siete cuadras, me iba caminando solo.
-¿Por qué elegiste el rugby?
-De chico me gustaba. Jugué en todas las divisiones; desde la séptima, que era la más chica que había… Salvo el primer año de Cuarta que estuve suspendido. Y los torneos de fútbol internos del CASI los jugué toda la vida.
-¿De qué jugabas?
-Todas las divisiones inferiores las jugué de medio-scrum. En el 72 estuve en la reserva y seguí de medio-scrum. Le ganamos el seven a CUBA en la final y como faltaban el Chiquito Travaglini, el Huevo Pérez Leirós y Palomo Echegaray, que creo que estaban en la selección, pasé a jugar de apertura. Fui elegido la revelación y, entonces, al pasar a la Primera, en el ’73, Michingo O’Reilly, el entrenador, me deja de apertura. Y ahí jugué once años. Salimos campeones en el ’74, ’75, ’76, ’81 invictos y ’82. A fines del ’83 dejé de jugar y empecé a entrenar en el ’84, con el Caña Varela; y seguí en el ’85, que ganamos el campeonato. En ese momento arrancó Varela con el cambio del juego de los forwards y con los tres cuartos empezamos a buscar una manera nueva para los relanzamientos del juego. Habían mejorado las defensas y se habían acortado los tiempos y achicado los espacios para que pudieran jugar. Recuerdo que en el club hubo una gran discusión acerca de si el apertura debía recibir la pelota corriendo o parado. Y yo cambié eso de que recibiera parado, cosa que dependía de lo que vos, como apertura, veías. Pero en la generalidad del juego, convenía recibir parado y después ir a buscar. Porque si no, cuando vos recibís lanzado, como nos enseñaban de chicos, hacías el recorrido sin la pelota para hacerte de la pelota. Antes, los contrarios no avanzaban tanto y cuando empezaron a avanzar, además de que vos también avanzás sin la pelota, cuando la agarrás, y la vas a pasar, lo mataron al primer centro. E imaginate el segundo centro, no la toca en toda la tarde. Entonces empezamos a trabajar sobre los tiempos de carrera, cómo salir para que el apertura tuviera tiempo de hacerse de la pelota y tomar decisiones. Con Varela, en forma conjunta, logramos hacer el juego moderno de los forwards, con el agregado de los tres cuartos. Todo eso nos dio bastantes satisfacciones.
-Fue una revolución.
-Y sí. Hoy, cuarenta años después, muchos no entienden... Si vos ves el rugby de hoy, y ves como reinician los lanzamientos, muy pocas veces ves a los tipos lanzados sin la pelota. Ese que se lanza es porque vio un espacio y lo quiere ganar rápidamente, pero no para trasladar la pelota, que es una cosa diferente. Para trasladar la pelota necesitás tiempo y espacio, porque la tienen que ir tocando todos. Ahora, si yo veo un agujero, para qué la voy a recibir parado. El rugby de hoy cambió. Todo el mundo cree que es nada más que golpearse, y no es así. En algunos equipos hay un poco de exceso en ir al choque, en lugar de buscar los espacios. Si vos ves a Irlanda, en su momento, o Francia, actualmente, vas a ver cómo intentan jugar y cómo, a partir de los cambios de ángulos de carrera, intentan vulnerar a las defensas que están bien plantadas.
-Muchos dicen que no hay espacios...
-Los espacios existen si vos los sabés generar, detectar o usar. Primero viene la lectura del que ataca. La lectura sobre cómo está plantada la defensa. Hoy ves los partidos y la mayoría tarda en reposicionarse en sus lugares porque hacen una circulación excesiva. Entonces, cuando tienen que plantarse, cubriendo toda la cancha, no lo hacen. Es lo que le pasaba al CASI y lo cambió. Ahora hacen tackles frontales, ofensivos y eso le permite al CASI hacer algo que le está dando muy buenos resultados: tries. Aunque todavía le cuesta anotarlos a partir de las formaciones fijas, porque aún no ha logrado ese tiempo de carrera y apoyo, ni la manera de ir a buscar al contrario para generarle espacio a los que juegan por afuera o vienen en diagonal. Si ves las estadísticas, el CASI hace más tries a partir de pelotas recuperadas por tackles que por querer abrir desde el scrum.
-Muchos recuerdos...
-Cuando yo entrené una Pre-intermedia y en la Primera estaban Ricardo Espagnol y Pope Morel, la UAR me llevó a hacer un curso a Francia, junto a otra gente, entre ellos unos tipos de Atlético del Rosario. Los de Rosario fueron a Twickenham a visitar el museo, y compraron unos CDs y me dieron uno a mí. Te estoy hablando de hace unos veintipico de años. Ese CD tenía una parte con ejercicios para los preparadores físicos y otra parte con ejercicios para los entrenadores. Ahí descubrí como los equipos, a partir de las formaciones fijas, el scrum y el line-out, se distribuían en la cancha. Lo que hablaba recién, acerca de la distribución y la buena circulación. Llevé el CD y comenzamos a implementar eso con la Pre del CASI. Después perdimos la final contra Atlético del Rosario, que nos metió doscientos penales, pero cuando jugamos antes, les metimos cuarenta, y así a todas las divisiones. Hacían tries nuestros pilares, por las modificaciones que implementamos. Y aunque parezca mentira, eso es el rugby actual. Después no se usó más el CD. Eso lo hacía Héctor Staffa, en Pucará, hace mil años, y le decían rugby total, pero era muy lateralizado, le faltaba profundidad. También lo hacía Hindú con Tito Fernández. En el rugby lo inventan todo los de afuera, si vos sabés copiar bien, te puede ir bien.
-¿Al CASI lo ves bien este año?
-Ha mejorado mucho. Tiene una muy buena defensa y unas formaciones fijas regulares, salvo cuando tiran la pelota a la cola en el line. Y la tiran demasiado, cosa que no es necesaria. Está jugando bien, tiene muy buenos partidos, pero es muy irregular. Hay partidos que va ganando fácil y de golpe se les complican, o va perdiendo y de golpe los levanta, como el sábado contra Regatas. Producto de la mala circulación, el CASI cometía el error de quedar muy cerrado y entonces iban marcando de costado y donde te mandaban uno por adentro, todos frenaban. Vas a ver que cuando te atacan por la izquierda, hay 10 o 12 jugadores por ese sector. Agotar el lado le dicen, pero lo que agota el lado no son los jugadores, es la pelota.
-¿Al rugby cómo se juega?
-Cuando entreno a los chicos les digo, exagerando, ¿no?, que al rugby hay que jugar caminando y con cambios de ritmo. Con distintos tonos, como si fuera una orquesta. El cambio de ritmo se produce porque viste el espacio y te mandás, de lo contrario no confundís a nade, te confundís vos solo. A veces los jugadores hacen unos pases porque quieren hacer no sé qué cosa. No. Yo tengo que hacerte creer que voy por acá, entonces vos te convencés y vas rápido ahí, pero yo, de golpe hago... Tac... Y cambio.
-El equipo del CASI estaba bien armado, llega de Pampas, Solveyra, un jugador puro talento, pero para hacerle un lugar hay que desarmar la estructura ya armada. ¿Qué hacés con Solveyra?
-Es un tema. Yo no sé qué es lo que se puede armar, porque si bien es positivo que esté Solveyra, como decía un entrenador de fútbol, equipo que gana no se toca. Y vos decís: “¿Lo pongo?” Y, es el mejor y hace genialidades, pero... ¿Lo pongo o sigo como estábamos que los resultados eran buenos? Obviamente terminás poniéndolo, pero... Qué se yo. Hay que estar ahí. Hay que ver los entrenamientos, ver cómo está cada jugador... Por eso hay muchos que opinan y... Si a mí algo no me gusta, no te puedo decir que está mal porque no sé lo que estás entrenando. Yo creo que las opiniones de afuera tienen que ser algo más general que puntual.
-¿Cómo ves al equipo para el clásico del sábado?
-Los clásicos son partidos aparte. Como los River-Boca. Boca puede venir primero con 180 puntos de ventaja, River mal y le gana River, o viceversa.
-¿Crees que este puede ser el año del CASI? Ya está prácticamente adentro de las semifinales.
-Yo creo que sí. Si bien tiene altibajos, creo que este puede ser el año. Dios quiera. El CASI necesita salir campeón y mucho, lo digo como socio, simpatizante y ex jugador. El CASI es mi casa, mi vida. El problema es que se trata de un torneo cuya modalidad no te asegura nada. Una cosa es la clasificación y otra los play-offs. Siempre pongo de ejemplo el último campeonato que ganó el CASI. Habíamos entrado a unos treinta puntos de Hindú y terminamos siendo los campeones por dos partidos. Es injusto. Durante todo el año los mataste a pelotazos a todos, y después tuviste una mala tarde, un referí que por ahí se equivocó y te perjudicó, y perdiste. Buenas noches Bariloche, andate a tu casa y volvé el año que viene a ver qué podés hacer. A Newman le ha pasado eso y varios años. ¿Hace cuanto que está en las finales y no puede ganar? El CASI le lleva una amplia diferencia de puntos al quinto (Los Tilos) y daría la sensación que podría clasificar. Después, ese partido, o esos partidos, que te tocan jugar, son otra cosa. No es fácil. En esas instancias prima más el temperamento de los jugadores que aquello que puedas hacer como equipo. Perdés y sos boleta. Y ante esta situación límite hay muchos jugadores que no reaccionan. Es algo normal, le ha pasado a los mejores del mundo.
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Gonzalo tiene ocho hermanos. Ramiro, mellizo suyo, y siete mayores que ellos: Adrián, María Eugenia, Cecilia, Florencia, Irene, Hernán y José. Está casado con Felicitas Araujo y tuvo cuatro hijas: “Felicitas, la mayor, que es abogada; Camila, que tiene su propia empresa; Paz, que se llama así porque nació en la guerra de Malvinas y trabaja en una empresa importante, y Jazmín, licenciada en Ciencias de la Comunicación”. El sonido de un mensaje en el celular lo distrae. “Escuchá”, pide. “Es un amigo, Cacu Rinaldi, dice que es mi asesor en cuestiones de rugby”, se ríe. “Sé que estás en una nota con LA NACION, no quiero aparecer porque te voy a opacar, pero mencioname, eh”, se oye entre risas la grabación de WhatsApp.
-¿Qué recordás de aquel partido con Gales del ’76?
-No fue el mejor partido porque hubo otros mejores, pero en ese momento, Gales era el equipo más fuerte de Europa, y te diría que también del mundo. La verdad que el partido que hicimos nosotros fue muy bueno y reconocido en Gales. Les hicimos dos tries jugando desde nuestro campo, nos animamos a jugar. No fuimos cuidadosos a pesar de que se trataba de un test-match. Confiamos en lo que era nuestro equipo, que contaba con buenos forwards y buena obtención. Y los tres-cuartos de ese momento funcionaban y muy bien. A ese partido lo mostraban en las divisiones juveniles para que vieran cómo jugar un partido de rugby.
-¿Te gustan los Pumas?
-Sí, creo que con los cambios que han hecho en la pareja de medios, el equipo mejoró, tiene más juego. Hay que darle más tiempo a Felipe Contepomi y aparte, el rugby argentino, gracias a lo que ha hecho Agustín Pichot, en la IRB (International Rugby Board) y demás, hizo crecer al rugby argentino de una manera tremenda. Pichot ha conseguido muchas cosas muy importantes para la Argentina, ¿no? Es un mérito grande lograr que nos unieran a los All Blacks, a los Wallabies y a los Springboks, que no te daban ni pelota y, con suerte, te jugaban un partido cada tanto. Más todo lo que consiguió en los mundiales, lo que consiguió en las distintas provincias. ¿Cuándo te ibas a imaginar que habría cuatro jugadores de Santiago del Estero en los Pumas? Sin desmerecer a Santiago del Estero, ¡eh! Pero no le daban bola al rugby y, con la idea de hacer los centros de entrenamiento y todo eso, sacaron esos jugadores para la selección. Eso antes no existía. Agregale lo de Jaguares; la organización hecha con el rugby de Sudamérica... Hay cosas que no se entienden de las críticas que le hacen a Pichot. Para mí es un tipo que ha hecho un laburo de la gran siete, para el rugby en general, pero especialmente para el rugby argentino.
-Y tu experiencia en los Pumas, ¿cómo fue?
-Pensá que yo estuve tres años, del ’75 al 77 en los Pumas, y ¿sabés cuántos test-match tengo? Tres o cuatro. Hoy, cualquiera tiene muchos más. En tres años cualquiera junta 20 test-match con los ojos cerrados. Eso hizo crecer a los Pumas. Por todo eso los jugadores se van a jugar a Europa y empiezan a confrontar al mismo nivel con los mejores jugadores, contra quienes después se enfrentan en las selecciones. Ese roce es lo que te permite crecer. Palomo Etchegaray, un medio-scrum de la gran siete, jugó contra el mejor medio-scrum histórico, que era Gareth Edwards, de Gales. Y jugó de igual a igual. La gran diferencia entre ellos era que Edwards era semi profesional y Palomo, nada, tenía que ver cómo ganar plata afuera del rugby para comer. Eso es lo que se ha equiparado ahora. Lo mismo pasa en el seven. Tenés una estructura que funciona todo el año.
-¿Y qué le falta a los Pumas para llegar a una final de un Mundial o ganar el Rugby Championship?
-Seguir dándole bola. La idea ya está, falta encontrar el equipo. Por eso creo que, a mi gusto, los cambios en los medios le han dado otra dinámica al equipo. Ahora Albornoz andaba muy bien de apertura y se lesionó, pero en su momento, cuando se retiró Nico Sánchez, yo hubiese puesto a Mallía de 10. Mallía es un tipo al que lo pusieron ahí y jugó muy bien. En realidad, donde lo ponen, anda bien, porque es un jugador que tiene cabeza, sabe ver el juego, sabe cómo moverse en el puesto que le toque. Y puede jugar donde se le canta.
-También pasaste por la política...
-Ese es un tema que…
-¿No te gustó?
-Sí, me gusta. Fui concejal en San Isidro... ¿Qué te puedo decir? Es muy difícil poder lograr las cosas que uno cree que hay que hacer. Sigo militando y trabajando.
-¿Te desencantó esa mezquindad política de la oposición de turno sobre el oficialismo?
-Terminé mi mandato, para el que fui elegido, y no quise renovar. Entré como concejal por el Frente Renovador. Cuando vos estás adentro, dejás de ser comunista, peronista, radical, lo que fuere; y pasás a ser un concejal, en mi caso, para la gente. Laburás para la gente. Entonces tenés que hacer que la guita vaya a donde tiene que ir. Ahí hay que acordar, consensuar, porque si no, no conseguís nada. Como sos oposición, no te votan nada. Y tenés que tener la mente abierta, saber apoyar proyectos beneficiosos para todos, aunque los presente otra fuerza política.
Gonzalo Beccar Varela posa en la plaza de la Catedral junto al busto de su abuelo. Luego, Soledad Aznarez, fotógrafa de LA NACION, le saca más fotos: allí, cerca del reloj floral, en el frente de la Catedral y en la Quinta Los Ombúes. “También hice publicidades. Les voy a mandar algunas para que vean lo que era un modelo publicitario hace cuarenta años”, se ríe. “Y en otro momento fui cuidador de caballos en San Isidro”, agrega el polifacético personaje. “¿Vamos al museo?”, sugiere. Y camina hacia allá, con la pelota ovalada en sus manos y la estampa de futbolista talentoso.
Un símbolo del CASI. Entre el fútbol y el rugby.