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Finanzas y sesgo de Dunning-Kruger: aprender o perder

En el mundo de las finanzas personales el mayor peligro no suele ser lo que ignoramos, sino aquello que creemos saber y está errado. El efecto Dunning-Kruger, ese curioso sesgo cognitivo que hace ...

Finanzas y sesgo de Dunning-Kruger: aprender o perder

En el mundo de las finanzas personales el mayor peligro no suele ser lo que ignoramos, sino aquello que creemos saber y está errado. El efecto Dunning-Kruger, ese curioso sesgo cognitivo que hace ...

En el mundo de las finanzas personales el mayor peligro no suele ser lo que ignoramos, sino aquello que creemos saber y está errado. El efecto Dunning-Kruger, ese curioso sesgo cognitivo que hace que quien menos entiende se crea experto, mientras quien más sabe avanza con cautela, se esconde detrás de muchas de nuestras decisiones económicas. Y no, no es un tema menor. Pensar que dominamos los conceptos básicos de finanzas (cuando “tocamos de oído”) nos expone a actuar de manera impulsiva y asumir costos que bien podríamos haber evitado.

Comprender a fondo qué es este efecto, cómo distorsiona nuestra percepción y qué señales debemos empezar a reconocer es una herramienta esencial para navegar en un entorno que premia la claridad y castiga la arrogancia.

Comencemos analizando que es el efecto Dumming-Kruger para luego ver un ejemplo concreto de como se aplica a las inversiones.

¿Qué es el efecto Dunning-Kruger?

Imaginá esta escena: Pittsburgh, EE.UU, año 1995. Un tipo llamado McArthur Wheeler entra a un banco para robarlo... sin máscara, a plena luz del día, convencido de que nadie podría verlo. ¿La razón? Se había untado jugo de limón en la cara, creyendo que (como con la tinta invisible) eso lo haría desaparecer frente a las cámaras de seguridad. Para reforzar su teoría, Wheeler se sacó una foto Polaroid en su casa. Como la imagen salió borrosa (probablemente por un error en la toma o en la película), terminó de convencerse de su insólita idea.

No hace falta decirlo: fue arrestado ese mismo día. Y cuando le mostraron las grabaciones, su sorpresa fue genuina. “¡Pero usé el jugo!”, exclamó, completamente desconcertado.Esta anécdota absurda llamó la atención de David Dunning, psicólogo social en la Universidad de Cornell. Intrigado, junto a su alumno Justin Kruger, se plantearon una pregunta crucial: ¿Cómo es posible que alguien sea tan incompetente y, al mismo tiempo, tan seguro de sí mismo?

Así fue como nació el célebre efecto Dunning-Kruger: un sesgo cognitivo donde los menos capacitados no solo fallan en sus decisiones, sino que además no logran percibir sus errores. En cambio, quienes más saben suelen ser más cautos, conscientes de toda la complejidad que los rodea.

Para probar su hipótesis, Dunning y Kruger realizaron varios experimentos donde pidieron a los participantes que evaluaran su desempeño en tareas de lógica, gramática y humor. El resultado fue contundente: los que peor rendimiento tuvieron, creían estar por encima del promedio. Los que mejor desempeño mostraron, eran paradójicamente los más autocríticos.

En el mundo de las finanzas personales, este sesgo no es una simple curiosidad académica: es un riesgo palpable, de todos los días. Para entender mejor de lo que estamos hablando, veamos un ejemplo.

El trader decidido y la inversora duditativa

Martín tiene 32 años y hace apenas unos meses se metió de lleno en el mundo de las inversiones. Vio algunos videos en redes, aprendió lo básico para abrir una cuenta comitente y, envalentonado por unos cuantos tips que sonaban a “secretos de insiders“, compró acciones de una empresa que, según sus fuentes, “iba a explotar”. Y algo de razón tuvo... al principio.

En una semana, las acciones subieron un 15% y Martín se sintió un verdadero genio de las finanzas. Empezó a recomendar la acción a sus amigos, a opinar en foros bursátiles, y hasta pensó en renunciar a su trabajo para dedicarse “full time” al trading. El problema era que Martín no entendía ni el balance de la empresa, ni los riesgos regulatorios, ni los vaivenes propios del mercado. No sabía, simplemente, lo que no sabía.

Tres semanas más tarde, la misma acción cayó un 40% tras una mala noticia corporativa. El golpe lo dejó sin aire. Vendió con pérdidas, frustrado, sin entender cómo algo que parecía tan fácil había salido tan mal.

Laura, en cambio, sigue otro camino. Tiene 45 años y lleva más de una década invirtiendo en CEDEARs, bonos y fondos comunes de inversión. Estudió economía, pero sabe que en la práctica los mercados tienen vida propia. No se deslumbra con promesas de ganancias meteóricas.

Cuando escucha a alguien afirmar que “el dólar se va a 2000 pesos” o que “este CEDEAR va a duplicarse en 15 días”, sonríe, pero con cautela. Reconoce que puede haber subas, manías, corridas. Pero también sabe que predecir el futuro, de forma consistente, es una ilusión. Cuando le preguntan si es buen momento para comprar, no reparte fórmulas mágicas. Responde, tranquila: “Depende del objetivo y del horizonte de inversión”.

Laura no brilla en TikTok, ni deslumbra en asados familiares. Pero sus resultados son sólidos, firmes, y (quizás lo más valioso) le permiten dormir en paz.

Mientras Martín corría con la adrenalina de quien cree haber domado el mercado, Laura avanzaba con la calma de quien sabe que dominarlo es imposible, y que la verdadera maestría no está en ganar rápido, sino en no perderse en el camino.

Conclusión

Pretender anticipar con exactitud lo que harán los mercados mañana o la semana próxima es, en el mejor de los casos, una ilusión. A corto plazo, los precios se convierten en un campo de batalla entre la incertidumbre, el ruido y los impulsos de miles de actores dominados por el miedo y la codicia. Quien piense que puede prever el próximo gran salto o la próxima caída confiando solo en intuiciones o datos sueltos, no solo se engaña: se expone a riesgos innecesarios. La verdadera inteligencia financiera no se mide por la rapidez para cazar “la próxima oportunidad”, sino por la capacidad de cuestionar, de dudar y de construir un conocimiento firme antes de actuar.

Dudar no es un signo de debilidad: es una estrategia de supervivencia. Es el reflejo de quien entendió que, tanto en finanzas como en la vida, las verdades absolutas suelen ser más marketing que realidad. Con el tiempo y la formación, uno se vuelve consciente no solo de todo lo que desconoce, sino también de todo lo que jamás podrá controlar.

Por eso, los inversores experimentados no corren detrás de rumores ni se deslumbran con promesas fugaces. Prefieren jugar al largo plazo, diversificar, gestionar riesgos y, sobre todo, cultivar la humildad de quien sabe que su tarea no es adivinar el futuro, sino estar preparado para enfrentarlo. La diferencia entre perderse en la euforia o avanzar con solidez no radica en tener una bola de cristal, sino en afinar una brújula interior: la que guía con dudas inteligentes, paciencia estratégica y confianza construida sobre bases reales, no sobre castillos de arena.

La seguimos la semana que próxima con más contenido de finanzas personales e inversiones.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/economia/finanzas-y-sesgo-de-dunning-kruger-aprender-o-perder-nid06052025/

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