Explosión en Ezeiza: qué riesgos puede implicar una intensa columna de humo negro
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Una explosión ocurrida el viernes por la noche en el Polígono industrial de Carlos Spegazzini, en el partido bonaerense de Ezeiza, generó una onda expansiva que se sintió a kilómetros de distancia y un incendio de grandes dimensiones que mantuvo en alerta a toda la zona. Más de veinte dotaciones de bomberos trabajaron durante horas para contener las llamas, que alcanzaron al menos seis plantas industriales y dejaron 24 personas heridas, ocho de ellas trasladadas a hospitales y ya dadas de alta durante la mañana del sábado, según informaron fuentes sanitarias provinciales. Entre las empresas afectadas se encontraban Iron Mountain, Larroca Minera, Almacén de Frío, Aditivos Alimentarios y una distribuidora llamada Salón. Mientras tanto, los equipos de emergencia concentraron sus esfuerzos en proteger a la planta Flamia, dedicada al almacenamiento de productos altamente inflamables, para evitar una propagación mayor del fuego. Otras compañías del predio, como Sinteplast y Molinos Cañuelas, informaron que sus instalaciones no habían sufrido daños.
El incendio generó una inmensa columna de un humo negro y un fuerte olor a plástico quemado. ¿Qué consecuencias puede haber tenido ese fenómeno a para el ecosistema y para los vecinos de Ezeiza? La pregunta se impuso apenas unas horas después del estallido. A medida que avanzaba la madrugada, los vecinos reportaban cenizas en suspensión y una neblina espesa que se extendía por los barrios cercanos.
Ante la preocupación, las autoridades locales intentaron llevar tranquilidad. En un comunicado, la Municipalidad de Ezeiza aseguró que “no se detectan signos de propagación de contaminación química en el aire ni se han recibido llamados por síntomas de intoxicación en la población”.
Según el texto, “la densa nube negra visible es resultado de la combustión de neumáticos en la planta de Larroca Minera”.
Por su parte, el Ministerio de Seguridad bonaerense, a través de la Defensa Civil, informó que las mediciones de calidad del aire realizadas en la zona no detectaron gases peligrosos. “Los valores registrados corresponden únicamente a material particulado (PM10 y PM2.5), resultante de la combustión propia del siniestro”, precisaron. Según el reporte provincial, la nube no representa un riesgo para la salud de la población, aunque recomendaron a las personas sensibles al humo —niños, adultos mayores o quienes padecen enfermedades respiratorias— evitar la exposición directa hasta que el material en suspensión se haya disipado completamente.
Impactante incendio en EzeizaEn diálogo con LA NACION, Agostina Rossi Serra, especialista en biodiversidad de Greenpeace Argentina, explicó que “aun sin conocer la composición exacta de la nube generada en Ezeiza, cualquier incendio en instalaciones que manejan sustancias químicas puede liberar mezclas de partículas y gases que afectan la calidad del aire y justifican medidas de precaución”. Citó alertas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de la Agencia de Sustancias Tóxicas y Registro de Enfermedades de Estados Unidos, que advierten que el humo de incendios industriales puede contener materiales irritantes o contaminantes con impacto potencial sobre la salud humana, especialmente en grupos vulnerables como niños, adultos mayores, embarazadas y personas con enfermedades respiratorias o cardíacas preexistentes.
Desde el punto de vista ambiental, Rossi Serra explicó que una nube de humo industrial puede provocar efectos múltiples, incluso cuando no se conoce con precisión qué sustancias estuvieron involucradas. “Cuando se queman sustancias químicas y plásticos, el humo contiene una mezcla compleja de partículas finas y residuos que se depositan sobre el entorno inmediato. El primer impacto ambiental se da por la caída de ese material particulado sobre suelos, techos, vegetación y cuerpos de agua superficiales”, sostuvo. Según la especialista, estos depósitos pueden incluir restos de combustión de plásticos, solventes o envases químicos, que alteran temporalmente la calidad del suelo y requieren monitoreo posterior para determinar si hay persistencia de contaminantes.
La experta también señaló que la lluvia o la humedad pueden arrastrar los residuos hacia sistemas de drenaje o cursos de agua cercanos, lo que puede generar cambios en los parámetros de calidad del agua y afectar a organismos acuáticos sensibles. “En cuerpos de agua pequeños o de bajo caudal, la llegada de partículas procedentes de incendios industriales puede impactar de forma notable en peces, anfibios e invertebrados. Si hubiera restos de agroquímicos en la mezcla —algo aún no confirmado—, la vulnerabilidad sería mayor”, advirtió.
Los efectos no se limitan al agua y al suelo. La vegetación también puede verse afectada por la acumulación de hollín y residuos de combustión, que pueden interferir momentáneamente con la fotosíntesis y generar estrés fisiológico en las plantas. “En áreas periurbanas, el impacto puede observarse en árboles, huertas familiares o plantas ornamentales expuestas al humo. Además, aves, insectos y pequeños mamíferos pueden sufrir los efectos directos del humo, especialmente si la nube se mantuvo baja o densa”, agregó Rossi Serra.
Para la especialista, los primeros días tras un evento de este tipo son claves para caracterizar los riesgos ambientales y sanitarios. “En el corto plazo, lo esencial es proteger a la población y garantizar información transparente. Ante una nube cuyo contenido aún no se conoce, hay que evitar la exposición lo máximo posible y comunicar con claridad qué se está investigando”, explicó. A mediano plazo, señaló que debe realizarse un monitoreo ambiental en las zonas más expuestas y publicar los resultados. Y a largo, consideró imprescindible revisar la ubicación de las plantas que manejan sustancias peligrosas y asegurar que cuenten con planes de contingencia robustos, públicos y actualizados. “La verdadera mitigación empieza antes del incendio —dijo—, reduciendo progresivamente la presencia de químicos cerca de comunidades”.
Evaluación médicaDesde el plano sanitario, el médico clínico Ramiro Heredia explicó a LA NACION que las consecuencias del humo dependen del tiempo y grado de exposición, así como del tipo de material que se quemó. “En las personas directamente expuestas, lo fundamental es la evaluación médica: hay que considerar posibles intoxicaciones por monóxido de carbono, además de lesiones térmicas o contusas”, indicó. Para quienes se encuentran en las inmediaciones, recomendó limitar la exposición al humo, evitar actividades al aire libre, usar barbijos tipo N95, mantener puertas y ventanas cerradas y verificar que los filtros de los aire acondicionados estén limpios. “También es importante mantener el tratamiento de enfermedades crónicas respiratorias y consultar ante síntomas como irritación ocular, tos o dificultad para respirar”, señaló.
Heredia precisó que el humo actúa como un irritante sobre las mucosas y puede causar picazón, lagrimeo, congestión nasal, ardor de garganta, tos, disnea o dolor torácico, además de dolor de cabeza y fatiga. “Los efectos irritantes del humo pueden precipitar una crisis de asma o una reagudización de EPOC”, explicó. Los más vulnerables, dijo, son los niños, adultos mayores, embarazadas y personas con patologías respiratorias o cardíacas, aunque incluso quienes no pertenecen a estos grupos pueden sufrir efectos si la exposición es prolongada.
Pasadas las horas críticas, el fuego se extinguió y la nube comenzó a disiparse, pero la incertidumbre quedó suspendida en el aire. Las imágenes del cielo ennegrecido y el olor persistente recordaron que, aunque el riesgo inmediato haya pasado, las consecuencias ambientales y sanitarias de un evento así pueden extenderse mucho más allá del momento del incendio. Mientras los organismos oficiales aseguran que las mediciones del aire no detectaron gases tóxicos, especialistas en salud y ambiente coinciden en que el verdadero desafío no termina con el control del fuego: empieza después.