Espías rusos en la Argentina. Tres años después de su caída, son héroes de Putin y sueñan un futuro para sus hijos
Las tropas especiales entraron por puertas y ventanas. ...
Las tropas especiales entraron por puertas y ventanas. Derribaron al hombre que decía llamarse Ludwig Gisch y se movía por Europa con pasaporte argentino. Subieron al primer piso, donde se lanzaron sobre la mujer, que muchos conocían por su cuarta y última identidad, María Rosa Mayer Muños, nacida en Grecia, criada en México y nacionalizada argentina. Así comenzó a derrumbarse, hace hoy tres años, la “leyenda” de los espías rusos que vivieron en el barrio porteño de Belgrano durante una década.
Todavía hoy, Gisch y Mayer Muños (en realidad, Artem Dultsev y Anna Iudina) siguen generando olas. En Buenos Aires, la Justicia investiga la “pata local” que les permitió pasar desapercibidos como argentinos. En Eslovenia, la Justicia determinó que él tiene derecho a recibir 38.929 euros del remanente del proceso concursal de la firma informática que fundó en aquel país, DSM & IT. Eso, si pudiera regresar a Eslovenia, algo que tiene prohibido.
En Buenos Aires, el fiscal federal Eduardo Taiano busca determinar quiénes integraron la red de apoyo logístico y monetario que facilitó la infiltración del matrimonio ruso para que vivieran en la Argentina como los Gisch. La pesquisa abarcó a ciudadanos argentinos y extranjeros, según informes de la Dirección Nacional de Inteligencia Criminal (DNIC) del Ministerio de Seguridad y de la Unidad Fiscal Especializada en Criminalidad Organizada (UFECO).
Ambos informes oficiales detallaron que los espías recibieron documentos falsos, dinero y otros insumos que les permitieron moverse por la ciudad de Buenos Aires y, al menos, siete provincias durante años, sin que saltaran las alarmas oficiales. Por el contrario, se instalaron y espiaron en el país —con foco en el yacimiento Vaca Muerta y los negocios derivados— e, incluso, llegaron a votar en las elecciones nacionales de 2013.
En Eslovenia, mientras tanto, el administrador concursal, Zoran Masten, comunicó que, después de liquidar activos (entre ellos una oficina en Ljubljana) y pagar deudas y costos judiciales, quedó un excedente que asciende a 38.929 euros para Gisch –es decir, Dultsev-, como socio fundador de la empresa DSM & IT. Pero como el espía ruso no cuenta con una cuenta bancaria en el país del que fue expulsado, el dinero quedó en una nebulosa. Si el agente del Servicio de Inteligencia Ruso para el Extranjero (SVR) no lo reclama durante los próximos tres años, el dinero pasará al Estado esloveno.
El paso de ambos espías por la Argentina y Eslovenia adquiere dimensiones inesperadas, además, al entrecruzarse con la difusión en septiembre pasado de un especial televisivo ruso titulado “Tango secreto al filo de la navaja”, en el canal NTV, donde los espías rusos que vivieron durante años en la Argentina relataron su historia. Contaron que se habían reintegrado al SVR y afirmaron que siguen formando nuevas generaciones de agentes.
“Seguiremos ayudando”, confirmó ella. “Ayudaremos a la próxima generación de espías, a la que nos sucederá, para que sea aún más fuerte, aún más profesional, aún más exitosa”, sostuvo durante el especial de 47 minutos, sin contar los cortes publicitarios, que abordó la versión oficial sobre los dos agentes del SVR y de sus hijos. Incluyó detalles sobre su formación en Rusia y sus misiones en América del Sur y Europa, cómo entablaron vínculos de interés y algunas peculiaridades de su vida como “durmientes” o “exploradores”.
“Hola, me llamo Ludwig Gisch”, comenzó él. “Hola, ¿qué tal? Me llamo María Mayer”, continuó ella, mientras sonreían para las cámaras, con una particularidad: ambos pronunciaron la “ll” como una “y”, con tonada y cadencia porteñas.
De claro tinte laudatorio, el especial televisivo contó con el beneplácito del Kremlin, al punto que incluyó la participación del titular del SVR, Serguéi Narishkin. Su presencia refleja el presente de los Dultsev, que a su vez colmaron de elogios y palabras de agradecimiento a sus superiores y al presidente Vladimir Putin por cómo procedieron desde que fueron detenidos en Eslovenia, en diciembre de 2022.
Según detallaron durante ese especial, Dultsev obtuvo la ciudadanía argentina utilizando documentos falsos a nombre de Ludwig Gisch, mientras que ella se presentó como nacida en Grecia y criada en México, también respaldada en papeles adulterados. Ambos hablaron ante las cámaras con tonada porteña y describieron cómo se infiltraron en la sociedad argentina para construir su fachada o, en la jerga, su “leyenda”.
La red de apoyo en la ArgentinaEn su informe, el fiscal Taiano buscó ahondar en la red de apoyo en la Argentina. Detalló el nombre de tres sospechosos de integrar la red local que apoyó a los Gisch e incluyó los nombres de seis rusos que pasaron por la Argentina durante los últimos años y que, de acuerdo a las investigaciones de la DNIC, integrarían el espionaje militar de Moscú, conocido por las siglas GRU, a diferencia de los Dultsev, que trabajan para el SVR, abocado al espionaje civil. Ahora, la pesquisa quedó en manos de la Unidad Fiscal Especializada en Criminalidad Organizada (UFECO), que lidera el fiscal Santiago Marquevich.
El especial de la televisión rusa omitió datos de interés para los investigadores argentinos. Entre otros, cómo sortearon los espías controles migratorios, quién les facilitó los documentos operativos, cómo ingresaron sin alertar a los servicios de inteligencia locales, y qué misiones concretas llevaron a cabo. Mencionaron que viajaron a Rusia durante el Mundial de fútbol 2018, que allí solucionaron “asuntos de gestión” y aprovecharon para reunirse con sus familias. También detallaron su paso por la Patagonia, con imágenes suyas en el glaciar Perito Moreno junto a sus hijos.
Gran parte del especial de la televisión rusa, giró alrededor de los hijos de la pareja, argentinos nativos —y, por tanto, con derecho a obtener documentos de identidad y pasaportes argentinos hasta su muerte—, aunque los Dultsev los definieron como “rusos”.
“Elegimos esta profesión también por nuestros hijos. Porque queremos que nuestros hijos tengan un futuro brillante en Rusia. Para que Rusia exista. Queremos que nuestro país sea poderoso. Un gran país. Un país soberano”, remarcó ella, que sólo en un momento pareció cerca de quebrarse ante las cámaras. No fue cuando relató la estadía de 19 meses de sus hijos en un orfanato esloveno, sino cuando rememoró que un emisario de Moscú le informó, en la navidad de 2023, que Putin le había concedido la Medalla al Valor. ¿Qué hizo ella? Tomó un block de notas del emisario, contó, y escribió tres palabras: “Sirvo a Rusia”.
Durante el “especial”, sin embargo, ella evitó ahondar en el plan que tenían para sus hijos que delineó en la entrevista que meses antes concedió al periódico Rossíiskaya Gazeta, también oficialista. “Pensé que los niños continuarían con nuestra profesión”, confesó entonces, con la ventaja de que sus hijos ya no tendrían que montar una fachada o “leyenda” para esconder su origen ruso y trabajar como espías ‘ilegales’ (o ‘conserva’ o ‘exploradores’, en la jerga) porque ellos ya son argentinos nativos.
De todos modos, si ambos espías callaron al respecto, el periodista del canal NTV se encargó de abordarlo con Sophie (hoy de 12 años) y Daniel (10 años).
-¿Qué quieren ser cuando sean grandes?
Los dos respondieron al unísono, ante la mirada de su madre:
-Exploradores.