“Esas imágenes te van a arruinar la vida”: cómo murió Franco y la polémica por la publicación de las fotos en su agonía
“Españoles, Franco ha muerto”, anunciaron los medios a la población hace exactamente 50 años. “Yo sé que en estos momentos mi voz llegará a sus hogares entrecortada y confundida por el m...
“Españoles, Franco ha muerto”, anunciaron los medios a la población hace exactamente 50 años. “Yo sé que en estos momentos mi voz llegará a sus hogares entrecortada y confundida por el murmullo de sus sollozos y de sus plegarias. Es natural: es el llanto de España, que siente como nunca la angustia infinita de su orfandad”, comunicó, en su momento, el entonces presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro.
Franco, que encabezó la dictadura militar entre 1936 y 1975, dejó un mensaje escrito que Navarro se encargó de leer: “Pido perdón a todos, como de todo corazón perdono a cuantos se declararon mis enemigos sin que yo los tuviera como tales. . Por el amor que siento por nuestra patria les pido que perseveren en la unidad y en la paz y que rodeen al futuro Rey de España, don Juan Carlos de Borbón, del mismo afecto y lealtad que a mí me brindaron, y le presten, en todo momento, el mismo apoyo de colaboración ”.
Hoy resulta difícil creer que haya escrito semejante texto en su agonía. Si bien hubo mucho secretismo alrededor de su muerte, nueve años más tarde el semanario La Revista publicó fotos reveladoras que mostraban al dictador en el hospital, entubado, enchufado a máquinas, inerte.
La noticia, que escaló a tapa, fue presentada como una “gran exclusiva mundial”. Recibió un título contundente: “Agonía y muerte de Francisco Franco”. Se desbarataba, así, la idea de una muerte “pacífica” que habían intentado preservar en la población.
La publicación de las imágenes generó rechazo en todo el arco político. Incluso en los opositores al régimen de terror que implementó Franco.
El caso recuerda a uno argentino: en 1979, la revista Gente hizo lo mismo con el expresidente Ricardo Balbín.
Excepcional documento“Este excepcional documento gráfico, que con todo respeto reproducimos, fue obtenido en la clínica madrileña de La Paz en los dramáticos días en los que Francisco Franco se debatía entre la vida y la muerte rodeado de toda la parafernalia hospitalaria ”, presentaba el texto en 1984.
“La Revista se honra en publicar el excepcional documento de su agonía y muerte en la clínica de La Paz, agonía y muerte que no solo impresionaron a sus partidarios y seguidores, sino incluso a sus detractores”, agregaba.
Fue una edición cruda, tanto visual como textualmente. Un epígrafe sostenía: “Hubiera bastado desconectar algunos de los innumerables aparatos de los que pendía la vida vegetativa de Francisco Franco para haber acabado con aquella agonía que no parecía tener fin y que tan profunda impresión causó en el mundo entero”.
La última aparición pública de Franco vivo fue el 1° de octubre de 1975, en el balcón del Palacio Real. Después llegó el funeral de Estado y el velatorio público en el Salón de Columnas del Palacio Real, por donde pasaron decenas de miles de personas. Para su despedida, el cuerpo del dictador fue vestido con su uniforme de capitán general. La presencia de jefes de Estado fue muy escasa. Entre ellos, se destacó otro dictador, Augusto Pinochet. Estados Unidos envió a su vicepresidente, Nelson Rockefeller. Todos los actos funerarios fueron retransmitidos en directo por Televisión Española.
En todo momento, el gobierno buscaba mostrar la imagen de un hombre que dejó este mundo en paz, muy alejado de la agonía que lo había envuelto en su último mes de vida.
“Garganta profunda”En un reportaje de 2018, el diario español El Confidencial concluyó que las fotos fueron vendidas a La Revista por una persona de confianza de Franco, alguien que “había estado tres décadas al servicio” del Jefe del Estado.
En su investigación, a este hombre le asignaron el mismo apodo que a William Mark Felt, fuente fundamental en el Watergate, en la década del 70. Lo llamaron “garganta profunda”.
En su reconstrucción, aseguran que “Garganta profunda” se reunió con Jaime Peñafiel, fundador y director de La Revista, y le entregó un sobre. Adentro estaban las fotos que, según dijo, habrían sido tomadas por el doctor Cristóbal Martínez-Bordiú, el cardiólogo y cirujano del dictador. El médico también era conocido como “el yernísimo”, ya que estaba casado con Carmen Franco, la hija de Francisco.
La autoría de las imágenes nunca entró en discusión. El “yernísimo” admitió que efectivamente fue él quien capturó las imágenes. Sin embargo, negó que las hubiese filtrado. En cambio, aseguró que se las habían robado, aunque la hipótesis más fuerte hasta hoy sigue siendo que él mismo las hizo vender a través de un tercero.
¿Con qué fin había tomado las fotografías de Francisco Franco en su lecho de muerte? Su excusa es asombrosa: Bordiú dijo que las iba a usar en un libro sobre enfermedades y operaciones que estaba escribiendo...
Peñafiel habló sobre ese episodio varios años después. Dijo que en el momento quedó “perplejo”. Y jamás demostró arrepentimiento. Por el contrario, como editor responsable, siempre sostuvo su postura: “Nadie sabía lo que había ocurrido en aquella habitación del hospital de La Paz. Nadie sabía que se estaba alargando artificialmente la vida de un hombre por motivos políticos”, dijo.
El periodista tuvo que afrontar un juicio por esa publicación. Habían pedido cinco años de prisión y 50 millones de pesetas de indemnización, equivalente a 350.000 dólares, aproximadamente.
Hace días, el 16 de noviembre último, en una entrevista con Martín Bianchi para El País, Peñafiel volvió a abordar el tema: “Lo volvería a hacer cien mil veces. Nadie sabía qué había pasado en los últimos días de vida del dictador. Ver de pronto a ese desecho humano... Lo tuvieron medio muerto viviente durante días por razones políticas, para que el nuevo presidente de las Cortes fuera franquista. Yo quería que los españoles conocieran esa manipulación".
Y sumó: “Cuando publiqué las fotos, Antonio Asensio, presidente del Grupo Zeta, me dijo: ‘Esas fotos te van a arruinar la vida’. Tenía razón. El día que se publicaron, hasta me llamó Felipe González, presidente del Gobierno, y me dijo: ‘¿No te da vergüenza? ¿Hubieras publicado las fotos de tu padre?’. Le respondí: ‘Presidente, mi padre no era jefe de Estado’“.
La “bella muerte”La representación visual del cuerpo de Franco al final de su vida, poco fiel a la realidad, fue estudiado con énfasis por la hispanista francesa Nancy Berthier. En el artículo “En tiempos de las ataduras”, que escribió junto a Mercedes Álvarez San Román, analiza: “La muerte de Franco, ocurrida el 20 de noviembre de 1975, fue el pretexto de un gran despliegue propagandístico con el fin de elaborar cuidadosamente el espectáculo de una ‘última imagen’ que quedara grabada en las retinas de los españoles para la eternidad, después de varias semanas de una esperpéntica agonía cuyos detalles se mantuvieron en secreto”.
Las autoras agregan: “Desde el punto de vista mediático, ese periodo, bautizado irónicamente como la ‘ceremonia de la supervivencia’, correspondió con una elipsis informativa. La realidad de la enfermedad de Franco, después de ser negada, fue tratada de manera encubierta, sin que se pudiera saber a ciencia cierta lo que estaba pasando. Lo que correspondió con un encarnizamiento terapéutico para mantenerlo en vida, costase lo que costase, fue convirtiendo al Caudillo, semanas tras semanas, en un auténtico cyborg de cuyo estado dieron cuenta varios años después unas fotografías sacadas por su yerno, el marqués de Villaverde que, como médico, seguía desde cerca las operaciones”.
Las fotografías del lecho de muerte quebraban una imagen de la “belle mort”, la “bella muerte”, y mostraban, en contraposición, “un cuerpo natural”.
En charla con El Confidencial, Berthier sostuvo sobre la “cobertura del envejecimiento” del dictador: “ se fue transformando paulatinamente al inflexible Caudillo en un ameno e inofensivo abuelo rodeado de unos adorables nietos. Una imagen despolitizada que, no obstante, cumplía con una obvia función política: la de banalizar un régimen que en realidad seguía siendo una implacable dictadura”.
La verdadera muerteEn el texto que acompañaba a las fotos de Franco en el hospital, La Revista hacía una especie de cronograma del último mes. El jueves 20 de noviembre de 1975, decía, “a las seis y cinco de la mañana, el ministro de Información y Turismo, León Herrera Esteban, informó al país que las Casas Civil y Militar habían comunicado a las 5,25 que S.E. el Jefe del Estado acababa de fallecer”. Franco tenía 82 años.
“Siempre se ha sospechado que el fallecimiento se produjo a última hora del día anterior”, detalla, por su parte, el medio español ABC. “El anuncio se habría pospuesto varias horas . La hora de la muerte es uno de los muchos interrogantes, nunca resueltos, que rodean lo que fue una larga y dolorosa agonía para el anciano jefe del Estado, objeto de tres intervenciones a vida o muerte en cuestión de dos semanas”, agrega.
El deterioro era notorio. El dictador sufría de parkinson. Además, en 1973 había tenido una infección en la boca causada por hongos cándida albicans. En 1974, sufrió una tromboflebitis, es decir, la inflamación de una vena por un coágulo de sangre, que se repitió en 1975.
Tres días después de su último acto público, el 12 de octubre de 1975, tuvo un episodio cardíaco en El Pardo, su residencia oficial. “Le dolían los hombros, el pecho y sentía una gran opresión… Un electrocardiograma confirmó que había sufrido un infarto”, explica ABC.
El 3 de noviembre de ese mismo año entró en coma por una hemorragia gastrointestinal. Lo atendieron en un quirófano improvisado en el palacio. Fue la noche en la que, dicen, perdió la conciencia definitivamente. Cuatro días después lo trasladaron al hospital de La Paz, en donde tomaron las fotografías finales, por nuevas hemorragias en la boca y la nariz. Para entonces ya le habían retirado el 90% del estómago y habían localizado 11 úlceras. Tuvo, además, fallos multiorgánicos.
Se duda de la veracidad en la hora de muerte oficial porque su esposa Carmen Polo y otros familiares fueron al sanatorio a las 11 de la noche del 19 de noviembre. Se teoriza que para ese momento ya había fallecido. Además, los embalsamadores llegaron a las 4.58 de la mañana, según un comunicado que publicó ese día Europa Press.