Entramados de violencia escolar
Dos alumnos y una alumna iniciaron una violenta pelea a golpes durante el recreo en la Escuela Primaria N° 80 de City Bell, La Plata, testigo ya de varios episodios de violencia escolar. Los maest...
Dos alumnos y una alumna iniciaron una violenta pelea a golpes durante el recreo en la Escuela Primaria N° 80 de City Bell, La Plata, testigo ya de varios episodios de violencia escolar. Los maestros y auxiliares que intentaron separarlos fueron también agredidos. Controlada la situación, se convocó a las familias para pedir que retiraran a sus hijos. La tensión escaló y familiares y estudiantes agredieron a maestros y autoridades, al punto de revolearles incluso sillas. La directora terminó internada por una patada en la pierna que le provocó un sangrado. Las clases se suspendieron hasta garantizar la seguridad del personal docente. Si la escuela no sanciona al alumno y la Justicia no impone procesos legales contra los inadaptados adultos, la espiral continuará.
Situaciones graves se repiten en la provincia de Buenos Aires: una niña atacada por siete alumnos más grandes, una preceptora golpeada por un estudiante, el incendio a la vivienda de un alumno de diez años acusado de abuso sexual, casos de bullying y muchos otros actos de violencia creciente activan reacciones pero falta prevención y revisión seria del statu quo. No por nada buena parte de la matrícula de la Capital Federal la engrosan alumnos bonaerenses. El Estado tiene la obligación de garantizar la educación, como bien señala Manuel Álvarez Trongé, de Educar 2050.
La violencia está cada vez más instalada en nuestra sociedad y no debería sorprender que se manifieste en las escuelas. El mundo adulto destila un denso clima de agresión, sin respeto por el otro, con severos cuestionamientos a la autoridad, un combo que se replica en redes y medios de comunicación y que es el que los estudiantes respiran cotidianamente, víctimas también de una crisis de la salud mental y con bajo nivel de tolerancia a la frustración. “La sociedad atraviesa un cambio cultural que fragmenta criterios y valores, y en ese cruce se producen estas explosiones de violencia”, señala la especialista Guillermina Tiramonti.
Como caja de resonancia, la escuela pone en evidencia la ausencia del respeto al principio de autoridad entre los alumnos, imbuidos ideológicamente de una nefasta asimilación con “autoritarismos” vetustos que les proponen encolumnarse detrás de tan falsos como peligrosos seudoprogresismos. Incluso muchos padres se han sumado a las huestes de desacatados, defensores seriales de hijos que alimentan así también en ellos la rebeldía. Nada más fuerte que el ejemplo, mucho más el malo.
La ausencia de sanciones escolares tampoco colabora. Da lo mismo portarse bien que portarse mal, en términos discepolianos. Los actos carecen de consecuencias cuando una suerte de hipergarantismo escolar ha suprimido las amonestaciones, las suspensiones, las expulsiones y algunas otras formas de recursos que por décadas se aplicaron con resultados satisfactorios. La demagogia escolar se completó en el terreno de los aprendizajes donde “podés no estudiar porque ni te llevarás la materia ni deberás repetir”. Eso no es más que nivelar para abajo, anulando el valor del mérito.
En tiempos de empoderamiento, los alumnos se alzan sobre las autoridades escolares, secundados muchas veces por sus padres, para cuestionar absolutamente todo. La escuela no es solo espacio para el aprendizaje de contenidos o habilidades. Debe ser terreno fértil para la formación integral de las personas, educando en el respeto y los valores que guiarán sus vidas en sociedad.
Es muy común referirse a la importancia de la educación inclusiva e igualitaria, pero instaurar el respeto por la autoridad y las normas es tanto o más importante para cualquier convivencia social. Lamentablemente, hoy, los docentes parecen tener las manos atadas ante la sublevación de una generación tan desafiante como indisciplinada que no entiende de límites o reglas. Hemos llegado incluso al punto de que muchos maestros están tan genuinamente asustados y han perdido capacidad de reacción cuando la ley del más fuerte desembarca en la escuela.
Frente a este estado de cosas, numerosas voces se alzan en el sentido de retomar antiguas prácticas que sancionen las inconductas. Un sistema adaptado a los tiempos modernos que no necesariamente sea idéntico al que regía para nuestros abuelos. Que sea superador, no que lo anule. Y que deje atrás ese trágico populismo escolar que han querido imponernos. Un docente debe poder tener el control de un aula sin necesidad de contar con presencia policial para ello. Flaco favor ha venido haciéndoles en ese sentido el gremialista Roberto Baradel.
Fuente: https://www.lanacion.com.ar/editoriales/entramados-de-violencia-escolar-nid24112025/