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En Venezuela, el truco de Galtieri no le funcionará a Maduro

MONTREALLuego de que Nicolás Maduro se salió con la suya al robarse la elección que perdió en julio de 2024 y desaparecer o encarcelar a miles de personas, Venezuela volvió a borrarse e...

En Venezuela, el truco de Galtieri no le funcionará a Maduro

MONTREALLuego de que Nicolás Maduro se salió con la suya al robarse la elección que perdió en julio de 2024 y desaparecer o encarcelar a miles de personas, Venezuela volvió a borrarse e...

MONTREAL

Luego de que Nicolás Maduro se salió con la suya al robarse la elección que perdió en julio de 2024 y desaparecer o encarcelar a miles de personas, Venezuela volvió a borrarse en el menú global de desgracias cotidianas. Mientras el resto del mundo discutía sobre aranceles, genocidios y drones, el régimen chavista aprovechó para desatar un terror de Estado que los venezolanos desconocían. Al mismo tiempo Maduro complacía a la administración Trump al aceptar miles de migrantes expulsados de Estados Unidos o encarcelados en Guantánamo o El Salvador bajo cargos sin fundamento, a cambio de que dejara operar a la única petrolera que hoy extrae crudo en Venezuela, la estadounidense Chevron.

Maduro y sus generales gestaban un plan B: inventarse una guerra. Decretaron que el territorio Esequibo es una provincia venezolana

Todo parecía estar bastante bien para Maduro, dentro de la exigente circunstancia de ser un dictador impopular, ilegítimo y sin plata. El hombre que debía estar presidiendo el país en lugar de él, Edmundo González Urrutia, se había convertido en un exiliado inofensivo que repetía clichés a la prensa en Madrid. La verdadera líder de la oposición, María Corina Machado, insistía que el chavismo estaba condenado, pero desde la clandestinidad y sin rango de acción. Aunque la economía ha vuelto a despeñarse, la élite luce satisfecha, y el ministro de paz Diosdado Cabello secuestra a placer desde gendarmes argentinos hasta abuelas y niños pequeños.

Por si acaso, Maduro y sus generales gestaban un plan B: inventarse una guerra. Decretaron que el territorio Esequibo –que Venezuela reclama desde que le fue arrebatado por Gran Bretaña en el siglo XIX y hoy representa más de la mitad del territorio de Guyana– es una provincia venezolana llamada Guayana Esequiba, y hasta nombraron a un general como gobernador. Los que somos suficientemente mayores para recordar la guerra de las Malvinas en 1982 empezamos a atar cabos.

El viejo nacionalismo

En el Esequibo nadie habla español y Guyana ejerce sin dudas la soberanía. Pero el régimen chavista apela al recurso fácil de reflotar una vieja causa con la que todos los sectores políticos venezolanos han estado de acuerdo siempre. Además de propaganda, ha acumulado alguna tropa en la frontera. Guyana ha denunciado que han disparado a ciudadanos guyaneses. Pero la cosa no ha pasado de allí, porque desde el principio Estados Unidos fue claro en que saldría en defensa de Guyana si Venezuela la agredía; Guyana ha descubierto grandes yacimientos de petróleo y gas, y se aproxima una carrera por los mejores lotes en la que el capital estadounidense se ha asegurado la pole position.

Entonces Maduro dejó de provocar y se arrellanó en su silla robada, confiado en que emisarios como José Luis Rodríguez Zapatero negociarían con Trump el fin de las sanciones sobre él y sus aliados. Hasta que, en agosto, un despacho de Reuters acabó con su tranquilidad.

Dos fuentes anónimas de la administración Trump revelaron que el Comando Sur de EE.UU. desplegaba en el sur del Caribe una escuadra para combatir al narcotráfico. No parecía tener mucho sentido; enviar acorazados a cazar traficantes en el mar sonaba como meter tanques de guerra en el microcentro de Buenos Aires para perseguir a vendedores ilegales. Pero en Venezuela se prendieron las alarmas –y las esperanzas– por el timing de la primicia. Porque semanas antes EE.UU. había aumentado a 50 millones de dólares la recompensa por la captura de Maduro, más de lo que en su momento ofreció por la cabeza de Osama bin Laden.

Trump sostiene que Maduro abrió las cárceles y los “peores manicomios del mundo” para llenar EE.UU. de delincuentes del Tren de Aragua disfrazados de migrantes ilegales. En 2025, al cabo de años de sanciones individuales y acusaciones contra testaferros, funcionarios y hasta familiares de la élite chavista por lavado de activos, narcotráfico y financiamiento del terrorismo, el gobierno de Trump determinó que el Cartel de los Soles, una gran mafia militar venezolana, está dirigido por el propio Maduro, igual que el Tren de Aragua. Historias paralelas confluyeron en una sola: el presidente ilegítimo de Venezuela encabeza dos organizaciones oficialmente designadas terroristas, el TdA y el Cartel de los Soles, y por tanto se justifica una respuesta militar para defender EE.UU.

Parecía otra fanfarronería del presidente estadounidense, hasta que él mismo anunció que el Comando Sur atacó una narcolancha de Venezuela y habían muerto los 11 “terroristas” que iban a bordo. Todos vimos el video producido por el avión o el dron que, muy al estilo del siglo XXI, es un arma que no solo destruye sino que produce su propia película, ideal para viralizarse en las redes sociales. Ahí todo cambió: a las sanciones y la retórica se sumaba una amenaza directa de que cualquiera en Venezuela que esté acusado de terrorista por Trump puede recibir un misil desde el cielo.

Lo que pasa y lo que no pasará

A Maduro, el ataque lo tomó por sorpresa. Por varios días, sus funcionarios decían que era mentira. Pero Trump siguió lanzando amenazas y Maduro anunció que movilizaría a cuatro millones y medio de milicianos, cosa que varios medios reprodujeron sin tomar en cuenta que en Venezuela los milicianos son sobre todo gente mayor, sin entrenamiento ni equipamiento militar, que no podrían ni reprimir una marcha estudiantil.

Igual que Leopoldo Galtieri en 1982, Maduro tiene muchos más enemigos que amigos en una región en la que su dictadura ha causado demasiados dolores de cabeza

Entre tanto, el Comando Sur acumula fuerzas cerca de las aguas territoriales venezolanas. Tiene tres buques preparados para invasiones terrestres, con helicópteros de ataque y 4500 marineros e infantes de marina. A eso se suman tres destructores y el crucero USS Lake Erie, con 300 misiles que pueden acabar con los radares rusos y chinos en Venezuela, y una base flotante, el MV Ocean Trader. Hay un submarino nuclear, que según testigos está probando sus misiles en el mar, y diez impresionantes F-35B acaban de aterrizar en Puerto Rico, no precisamente para ver a Bad Bunny. ¿Cómo no recordar Malvinas, si hasta tienen aviones Harrier?

Igual que Leopoldo Galtieri en 1982, Maduro tiene muchos más enemigos que amigos en una región en la que su dictadura ha causado demasiados dolores de cabeza con la migración masiva, la exportación de delincuencia y la inestabilidad política. Ecuador, Paraguay, la Argentina y la República Dominicana también clasificaron como terrorista al Cartel de los Soles. Trinidad y Tobago, en cuyas aguas debe haber ocurrido el ataque al primer bote, ofreció su territorio para combatir al tráfico de drogas de origen venezolano. Panamá y Perú están considerando unirse a la campaña. Más importante aún es que Guyana se comprometió a ayudar a EE.UU. en su operación contra el régimen “narco-terrorista” de Maduro.

Maduro no quiere ir a la guerra contra el aparato militar más poderoso de la historia humana. Claro que ha vestido distintos uniformes de camuflaje, que intenta transmitir valor al anunciar el entrenamiento de milicianos o las maniobras en la isla La Orchila, y que leyó el famoso discurso del presidente Cipriano Castro cuando las costas venezolanas fueron bloqueadas por buques británicos y alemanes en 1902… un episodio en el que Argentina estuvo de parte de Venezuela, favor que le devolvió Venezuela al apoyarla durante el enfrentamiento con el Reino Unido en las Malvinas.

Pero el heredero de Chávez intenta convencer a Trump de que deben negociar, y echa la culpa de todo al muy anticomunista Secretario de Estado, el cubanoamericano Marco Rubio. De hecho, hay chistes sobre una penosa carta, repleta de errores, que Maduro le envió a Trump para alegar que son fake news las acusaciones contra él.

Diosdado Cabello, en cambio, se parece a Galtieri en cuanto a “presentar batalla”, pero con una resistencia guerrillera de cien años. Fuera de la retórica vietnamita, caza candidatos a traidores y gana influencia a punta de miedo, gracias a su control de las fuerzas de seguridad y sus aliados dentro de las fuerzas armadas. Maduro tiene en Cabello a un pretoriano que un día puede atreverse a desplazarlo.

Por lo demás, ningún militar venezolano ha recibido un tiro de los marines y, fuera de los F-16 venezolanos que se acercaron a uno de los destructores estadounidenses, no ha habido contacto cercano. Los vuelos de deportados siguen llegando de EE.UU.

Más importante que lo que está pasando es lo que no está pasando. Fuera de las jornadas de entrenamiento en lo que queda de las bases chavistas, no hay en Venezuela grandes manifestaciones patrióticas. El grueso de la población apenas habla del asunto: que el dólar esté costando más de 170 bolívares es su principal preocupación. Algunos dicen que Trump sí los va a salvar. Nadie, fuera de quienes repiten consignas en el aparato de propaganda chavista, dice que arriesgaría su vida para defender a lo que en la práctica ya sufren como un ejército de ocupación, y desde hace años: el chavismo.

Una invasión estadounidense, ordenada por un mandatario que no cree en esas cosas y contra un país tan grande como Venezuela, es el escenario menos factible. Pero la élite chavista parece creer que viene. A lo mejor no pasa más nada. A lo mejor no tendremos siquiera una Malvinas venezolana. Pero en ninguno de los escenarios el truco que intentó Galtieri le funcionará a Maduro.

Escritor y periodista venezolano basado en Montreal; editor jefe de Caracas Chronicles; Autor de Venezuela. Memorias de un futuro perdido

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/ideas/en-venezuela-el-truco-de-galtieri-no-le-funcionara-a-maduro-nid04102025/

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