Elegidas por Vogue: Las argentinas detrás de las medialunas que son furor en Londres
Todo empezó con una medialuna de manteca. Una sola, bien hecha, con paciencia y manteca de verdad. Vicky Rovasio se la llevó a su amiga Lelu Blesa como quien lleva una ofrenda. Y aunque en ese mo...
Todo empezó con una medialuna de manteca. Una sola, bien hecha, con paciencia y manteca de verdad. Vicky Rovasio se la llevó a su amiga Lelu Blesa como quien lleva una ofrenda. Y aunque en ese momento no lo sabían, esa factura era también una propuesta. La semilla de algo mucho más grande.
Vicky es panadera. Lelu es publicista. Se conocieron en Londres a principios de 2024, gracias a una amiga en común. El vínculo fue inmediato. “Es de esas amistades que se sienten de toda la vida”, dice una. “Es muy nuestro eso, muy argentino”, dice la otra. Apenas unas semanas después de conocerse, ya estaban horneando juntas. No como juego, sino como plan.
Así nació Madre Bakers, un emprendimiento de panadería argentina montado desde sus casas, con hornos domésticos, recetas caseras y una visión compartida: ofrecer productos que emocionen. Literal. “El día que hicimos pan de pebete, nos largamos a llorar”, cuenta Lelu. “Era como volver por un ratito a casa”.
Cocinar para crear comunidadEl nombre no fue casual: Madre. Querían una palabra potente, que resonara en cualquier idioma, pero que llevara dentro algo de la raíz. Algo del origen. “No usamos una palabra en inglés porque esto también es una manera de contar quiénes somos”, dice Lelu. “Madre es la tierra, es el origen, es esa cocina donde siempre hay algo en el horno”.
A diferencia de otros proyectos de gastronomía argentina en el exterior, Madre no nació con una bandera. “No es 100% argentino lo que hacemos, pero sí es una manera de conectar”, explican. Las medialunas son su estandarte, sí. Pero también hay danesas, alfajores, panes y otras creaciones que cruzan el lenguaje local con sabores de su infancia. “Es como si la medialuna se disfrazara de croissant para que te animes a probarla, y después te cambia la vida”, dice Vicky, entre risas.
Ver esta publicación en InstagramUna publicación compartida por Madre (@madrebakers)
Y al parecer, no exagera. En marzo recibieron un mail que parecía un chiste. Venía de la redacción de Vogue. Querían destacar a Madre como una joya escondida en su sección de recomendaciones gastronómicas. “Si esto no es un scam, me desmayo”, le escribió Lelu a su socia. No era un scam. Unos días después, un fotógrafo profesional estaba en su casa, capturando medialunas para la revista de moda más influyente del planeta.
De la cocina al mundoLelu vive en Londres desde hace siete años. Vicky llegó justo antes de que cerraran las fronteras por la pandemia. Ninguna de las dos tenía en mente armar una panadería. Pero había algo, una pulsión, que las unía: la cocina como espacio de encuentro. “Acá todo es con agenda. Para tomarte una birra con alguien tenés que esperar dos semanas”, dice Lelu. “Nosotras queríamos romper con eso. Hacer algo más espontáneo, más cálido”.
Y lo lograron. Hoy Madre funciona como una panadería virtual, con entregas programadas y una clientela que crece cada semana. La comunidad argentina fue la primera en llegar, pero ahora las cajas con medialunas también las compran británicos, franceses, hindúes y japoneses. “Londres tiene eso: está lleno de gente distinta, con paladares distintos. Por eso tuvimos que adaptar muchas recetas. Acá se come con mucha menos azúcar, por ejemplo. Entonces probamos, cambiamos, volvimos a probar”.
Todo se hace a mano, sin maquinaria profesional. Las pruebas pueden llevar días. Las recetas se ajustan una y otra vez hasta encontrar “la que te haga llorar”, como dicen ellas. “No es solo nostalgia. Es técnica, es insistencia, es también tener amigas que se bancan comerse los alfajores fallidos y darte feedback con amor”.
Una medialuna contra el croissantPero hay una cruzada detrás de todo esto. Una causa. “Siento que la medialuna le pasa el trapo al croissant, pero no tiene la fama. Es injusto”, dice Vicky. Por eso, además de vender, Madre también busca evangelizar. Hacerle justicia a esa factura nacional y popular que, fuera de nuestras fronteras, todavía es una rareza.
Y lo hacen con estilo. Cada caja, cada foto, cada detalle de la marca tiene el sello de Lelu, que dejó atrás once años en publicidad para poner su creatividad al servicio del horno. “Todo lo visual lo piensa ella. Yo soy más de la pared blanca y el plato negro”, se ríe Vicky. “Pero esto es un equipo. Sin eso, no existiríamos”.
Lo que vieneEl próximo paso, dicen, es tener un local. Un café que funcione como punto de encuentro, donde se pueda merendar sin prisa, improvisar una charla, quedarse sin mirar el reloj. “En Londres todo cierra temprano. Queremos un lugar donde te puedas quedar, donde pase algo más que vender comida”.
Mientras tanto, siguen creciendo desde la cocina. Con hornos comunes, con recetas ajustadas al gusto local, con una comunidad de amigos que hacen de catadores, fotógrafos, diseñadores, web developers y cheerleaders. “Todo esto lo hicimos con ayuda. No teníamos ahorros, ni inversión. Pero teníamos ganas. Y medialunas”.
Y eso, parece, fue suficiente.