Elecciones en Chile: la primera vuelta, convertida una “gran primaria de la derecha” entre tres candidatos de apellido alemán
SANTIAGO, Chile.- Algunos los llaman, en broma, el “Batallón Germania”, en alusión a sus apellidos alemanes y a su estilo directo y severo. Son los tres candidatos de derecha que buscan un lu...
SANTIAGO, Chile.- Algunos los llaman, en broma, el “Batallón Germania”, en alusión a sus apellidos alemanes y a su estilo directo y severo. Son los tres candidatos de derecha que buscan un lugar en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Chile: José Antonio Kast, del Partido Republicano (PR); Evelyn Matthei, de la Unión Demócrata Independiente (UDI); y Johannes Kaiser, del Partido Nacional Libertario (PNL).
“Da risa ningún apellido sudamericano, latinoamericano, a uno le da desconfianza”, dice a LA NACIÓN entre risas José Muñoz, un obrero que trabaja al rayo del sol en la renovación de Plaza Baquedano.
Al otro lado del espectro político, el paso a segunda vuelta de Jeannette Jara —militante del Partido Comunista (PC) y abanderada de la izquierda, que ya celebró su primaria— aparece como un escenario altamente probable, según coinciden expertos y encuestas. Por eso, para muchos analistas, esta elección funciona como “la gran primaria de la derecha”.
El último sondeo de Plaza Pública Cadem antes de la veda (26 de octubre) refuerza esa lectura: Jara lideraba con un 30%, seguida por Kast, con un 22%. Más atrás se ubicaban Kaiser (15%), Matthei (14%) y Franco Parisi (12%), candidato del Partido de la Gente. Las encuestas extraoficiales que circulan estos días muestran porcentajes similares.
Sin embargo, aunque los sondeos dan a Jara como vencedora en primera vuelta, el panorama cambia por completo en un eventual balotaje.
“Jara tiene un piso mínimo asegurado que le permite pasar a la segunda vuelta e incluso la posibilidad de hacerlo en primer lugar, dada la fragmentación de los candidatos de oposición. Pero también tiene un techo importante: todas las mediciones la dan perdedora, incluso frente a Kaiser, que es un candidato muy, muy, muy de derecha”, sostiene en diálogo con LA NACION Rodrigo Arellano, vicedecano de la Facultad de Gobierno de la Universidad del Desarrollo (UDD).
“Yo diría que cualquiera de los tres candidatos de derecha que pase a la segunda vuelta será el próximo presidente de Chile”, coincide Cristóbal Bellolio, académico de la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez (UAI).
En este escenario, los analistas coinciden en que el giro del electorado hacia la derecha responde a una combinación de factores. En primer lugar, Jara carga con un doble lastre: su militancia en el Partido Comunista y, al mismo tiempo, su condición de candidata del oficialismo. No es casual que en la recta final de la campaña Jara haya anunciado que, de resultar electa, dejaría la militancia en el PC, al mismo tiempo que intentó marcar distancia del presidente Gabriel Boric.
La crisis de seguridadPero el punto más decisivo es otro: la seguridad y la situación económica dominan hoy las preocupaciones de los chilenos, y en ambos terrenos los candidatos de derecha exhiben propuestas percibidas como más concretas y un discurso de mayor firmeza frente a la delincuencia.
“Acá están peor que en Caracas”, dice a LA NACION Maximiliano Emilio, de 38 años, un conductor de aplicaciones venezolano que ya sufrió dos intentos de robo de su auto desde que llegó a Santiago, aunque logró frustrarlos gracias a su cortacorrientes a distancia.
La percepción de inseguridad atraviesa niveles récord. Según la Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana (Enusc) 2024, el 87,7% de los chilenos cree que la delincuencia aumentó en el último año. El Índice Paz Ciudadana 2024 revela que el 32,8% de los hogares sufrió un robo o intento de robo en los últimos seis meses, mientras que un 27,4% declara un “temor alto”. Además, un sondeo de la Universidad San Sebastián señala que el 76,8% de los encuestados modificó algún hábito cotidiano por seguridad —como dejar de usar el celular en la calle—, una conducta que admite un 68,2% de los consultados.
“No salgas de noche”, “Esa zona ya no se puede transitar”, “Cuidado cuando camines por ahí”. Las advertencias se repiten una y otra vez entre los chilenos, y hasta figuras políticas las amplifican: hace unos meses, Cristián Valenzuela, asesor principal de Kast, afirmó que ya no podía salir a trotar porque corría riesgo de ser asaltado.
View this post on InstagramEn este contexto, los tres principales candidatos de derecha —independientemente de si representan a la centroderecha, a la derecha conservadora o a una derecha más radical— comparten un discurso especialmente duro en materia de seguridad.
Matthei, de 72 años, es considerada la figura más moderada del sector. Heredera política de Sebastián Piñera y con una extensa trayectoria —diputada, senadora, ministra y alcaldesa—, incluso ha intentado captar el voto de los nostálgicos de la Concertación y de la centroizquierda. “Ha tratado de ser una figura atractiva para los viudos de la Concertación, para quienes provienen del centro o la centroizquierda y no están dispuestos a votar por una candidatura comunista; por eso ha hecho varios guiños hacia ese electorado”, explica Bellolio.
Sin embargo, esa moderación se diluye cuando habla de seguridad. Matthei ha prometido cerrar las fronteras y expulsar a los migrantes que estén cumpliendo condena en cárceles chilenas y, en el último debate presidencial, advirtió que a los delincuentes, si ella llega a La Moneda, les espera “cárcel o cementerio”.
Anoche, rodeada de simpatizantes que agitaban banderas y vestían pelucas y chalecos amarillos —en alusión a una imagen viral de la exalcaldesa captada en 2019—, Matthei abrió su discurso de cierre de campaña poniendo el foco en la seguridad. “Lo primero que vamos a hacer es recuperar la seguridad. He visto, he palpado el miedo de las familias chilenas. Los chilenos anhelan calles y barrios donde puedan vivir tranquilos, sin miedo, sin que el crimen y el narcotráfico se tomen cada rincón. Sin temor a que sus hijos caigan en la droga o sean reclutados como soldados de los narcos”, afirmó.
Por su parte, Kast representa —según explica Bellolio— una derecha que, hasta hace poco, se parecía claramente a las expresiones que han emergido en otras partes del mundo: “Lo que en la Argentina es Milei, en Brasil Bolsonaro, en Estados Unidos Trump, o lo que en Europa representan Vox en España, la AfD en Alemania o Le Pen en Francia. Uno identificaba básicamente a Kast con eso”.
Sin embargo, a lo largo de este último año —en su tercera campaña presidencial, tras quedar fuera en primera vuelta en 2017 y perder el balotaje con Boric en 2021— Kast ha buscado un giro estratégico. “Ha moderado su plataforma programática, ha moderado su discurso justamente para disminuir resistencias, especialmente entre mujeres jóvenes”, señala Bellolio. “Al moderarse y abandonar lo que en la Argentina llaman la ‘batalla cultural’, prácticamente dijo: ‘Me voy a concentrar en seguridad, en el combate a la delincuencia, en la migración ilegal y en la economía, y me voy a olvidar de la batalla cultural’”.
Ese desplazamiento dejó un vacío que Kaiser ocupó con rapidez. “La contracara es que, al olvidarse de la batalla cultural, le regaló a Kaiser de alguna manera esas sagas más exuberantes y excéntricas: el antivacuna, el que niega el cambio climático, el que quiere salir de la ONU, de la Agenda 2030, el que habla del marxismo cultural… todo ese mundo que en la Argentina conocen tan bien”, señala el académico de la UAI. “Y al principio se pensó que ese era un sector marginal, una expresión excéntrica; pero Kaiser empezó a crecer y terminó convirtiéndose en una amenaza real para Kast y también para Matthei”, quien hasta hace unos meses se perfilaba con más solidez en el tercer lugar.
Aun así, todo indica que Kast sigue siendo el mejor posicionado para avanzar al balotaje. “Preserva esta imagen de pureza, de alguien que todavía no ha sido puesto a prueba. Ni él ni su partido han gobernado, no han pasado por el Ejecutivo ni por la presidencia. Y eso, creo, lo favorece al tiempo que limita el atractivo de una opción más abiertamente disruptiva, como la que representa Kaiser”, señala Gabriel Negretto, profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Carlos III de Madrid.
Tras la seguridad y la migración, la economía completa el podio de preocupaciones. Aunque el crecimiento de este año mostró una leve mejora —con un PBI proyectado en 2,5%— Chile arrastra casi una década de estancamiento: baja inversión, caída de la productividad, incertidumbre política post-estallido, impacto del crimen organizado en la actividad, un contexto internacional débil y un Estado lento y burocrático.
En ese terreno, Kast propone “dinamizar la economía, bajar impuestos, hacerla más eficiente y reducir la deuda fiscal”, apunta Negretto, en una línea más neoliberal clásica. Esto contrasta con las propuestas de Jara de subir el salario mínimo a 750.000 pesos chilenos y mejorar las pensiones, que, aunque resultan atractivas para gran parte del electorado, muchos consideran fiscalmente difíciles de cumplir y que sin mejoras paralelas en productividad, inversión o crecimiento económico, pueden tener efectos adversos.
El restablecimiento del voto obligatorio también explica parte del impulso de la derecha, señalan analistas. Con la participación forzada, volvieron a las urnas sectores que en ciclos anteriores se habían mantenido al margen: electores desencantados, cansados de la política tradicional y críticos del rumbo que siguieron los gobiernos tras el estallido social. Ese universo —heterogéneo, volátil y marcado por la frustración— encontró en Kast y en Kaiser dos figuras capaces de canalizar ese malestar.
Finalmente, incluso el peso de la dictadura —siempre presente en la política chilena y tradicionalmente un factor que juega en contra de la derecha— parece tener un papel más tenue esta vez. Aunque surgen polémicas, como la promesa de Kaiser de indultar a los presos de Punta Peuco, Arellano matiza: “Siempre va a estar presente la figura de (Augusto) Pinochet, pero para efectos electorales, efectivamente, ese clivaje que estuvo muy marcado desde las elecciones presidenciales de la década del 90 hasta el segundo gobierno de Piñera, en esta oportunidad se va a romper. Basta con sumar la intención de voto que tienen los tres/cuatro candidatos que son de oposición y que están en torno al 60%, y eso ya rompe el 44% que obtuvo Pinochet en el plebiscito del año 88. Entonces, aquí, la derecha sin duda ha sumado nuevos electores”.