El romanticismo y la danza contemporánea se encuentran en los cuerpos de cuatro chicas superpoderosas
Acto Blanco. Idea y dirección: Laura Figueiras y Carla Rímola. Bailarinas: Ayelén Clavin, Julia Gómez, Carla Rímola, Paola Yaconis. Música: Antonio Vivaldi, Johannes Brahms, Amédée Chausson...
Acto Blanco. Idea y dirección: Laura Figueiras y Carla Rímola. Bailarinas: Ayelén Clavin, Julia Gómez, Carla Rímola, Paola Yaconis. Música: Antonio Vivaldi, Johannes Brahms, Amédée Chausson. Música original y diseño sonoro: Gastón Taylor. Vestuario: Franco Lapietra, Ester Caselli. Iluminación: Matías Sendón. Espacio: Alicia Leloutre. Teatro timbre 4, México 3554. Próximas funciones: 1°, 15 y 22 de noviembre, a las 23.15; sábado 29, a las 20.30.
Nuestra opinión: Muy bueno
En el ballet romántico, el “acto blanco” tiene una connotación bien definida: lado b de la historia, transcurre en un plano irreal, ya sea onírico o fantasmagórico, con criaturas intangibles, aladas como la sílfide o mujeres espectrales. Es decir, a veces en plan feérico y otras en un inframundo, de tutú largo y vaporoso, ingrávidos, estos personajes tienen toda una representación característica. La muerte y la noche los enmarcan. Una referencia emblemática es Giselle, título estrenado hace más de 180 años.
Hace muchísimo menos, doce años, Carla Rímola y Laura Figueiras debutaban con Acto blanco, trabajo académico final de este tándem que tendría por delante una interesante continuidad en la creación coreográfica. Se trata de una obra contemporánea para cuatro bailarinas de faldas largas y torsos desnudos, que regresó a escena en distintas ocasiones después de aquella primera larga temporada con funciones semanales en el Portón de Sánchez.
Ahora en Timbre 4, esta relectura del paradigma decimonónico está de vuelta y moviliza, sin dar lugar al parpadeo: cautiva al espectador desde el primer solo, entre secuencias de movimiento de gran exigencia física e imágenes inquietantemente bellas. Hay escenas pictóricas, apariciones y desapariciones, imágenes espejadas, corridas y recorridas, toda una gran potencia en el conjunto.
Luego, puede pasar, que las resonancias que el material establece con la actualidad amplifiquen el impacto, como la última función de septiembre, cuando sin solución de continuidad el público pasó de aplaudir en los saludos a acompañar un reclamo de justicia por el atroz triple femicidio en Florencio Varela.
Estas chicas son superpoderosas y Rímola –espléndida bailarina de tantas, desde La Wagner de Pablo Rotemberg hasta acá– además de coreógrafa se integra en esta formación como intérprete. El doblez de sentido entre lo que evoca y lo que subvierte la obra se evidencia en la belleza/crudeza que despliega, palmo a palmo. Las autoras lo dicen así: “Acto Blanco trae a escena una evocación al espíritu del movimiento romántico. La tempestad y la noche colocan al universo femenino en el abismo del sueño, lo monstruoso y la naturaleza. La contemplación del propio cuerpo, lo bello, lo que perece y se transforma. Revisita la figura de la mujer y postula un tipo de figura femenina que solo cobra sentido en relación a aquella romántica, pues la evoca, la subvierte, la homenajea, la cuestiona. Nuestra mujer ancla en la concepción grotesca del cuerpo, no es casta, es carnal y animal.” Finalmente, proponen un desafío al canon aun con la empatía y la admiración por el arte clásico que profesan.
Si el vestuario (una pollera blanca, la piel) es el elemento central del imaginario y las mutaciones que se dan a lo largo de 45 minutos, la luz, por orden de aparición, podría presentarse como la primera protagonista (o la quinta intérprete de este reparto): desde el desenfoque de un efecto lumínico que envuelve la transformación de esa primera criatura en el cuadro que abre la función hasta la oscuridad que devora a los cuerpos de las cuatro majas en el sublime desnudo total del final.
Todo en Acto blanco es una a oda a lo que se deja ver y lo que no, lo que se vela y lo que se desvela. Por algo embandera una cita a “El crepúsculo de la noche”, de Baudelaire, a modo de epígrafe: “…la gasa transparente y sombría deja entrever los esplendores amortiguados de una falda brillante, como bajo el negro presente se trasluce el delicioso pasado, y las estrellas vacilantes de oro y de plata que la salpican representan esas luces de la fantasía que no se encienden bien sino en el luto profundo de la Noche.”