El riego correcto: La frecuencia, la cantidad exacta y las técnicas que realmente marcan la diferencia en el jardín
Si regamos nuestro jardín con una misma cantidad de agua a lo largo de un tiempo determinado, pero aplicada de manera diferente, se obtienen distintos resultados. No es lo mismo darles un b...
Si regamos nuestro jardín con una misma cantidad de agua a lo largo de un tiempo determinado, pero aplicada de manera diferente, se obtienen distintos resultados.
No es lo mismo darles un balde de agua a nuestras plantas por día que darles dos baldes cada dos días o tres baldes cada tres días.
En el último caso, obtenemos múltiples beneficios para nuestro jardín y también para su uso, ya que evitaremos tener la superficie muy húmeda.
Lo que se recomienda es intentar espaciar lo más posible los días de riego. Esto va a ayudar a que nuestras plantas se desarrollen con raíces más profundas.
Tres formas de regarVeamos tres ejemplos teóricos con diferentes formas de regar, utilizando en total siempre la misma cantidad de agua en un tiempo determinado.
Si se regara con 3 litros por metro cuadrado todos los días, se lograría un jardín muy susceptible a la falta de riego por un tiempo prolongado.
Las raíces se desarrollarían superficialmente ya que la humedad no penetraría mucho en el suelo.
Regando de esta manera también tendríamos otras desventajas, como la de tener siempre húmedas las raíces sin darle tiempo a “respirar”
Además, se logra un suelo menos utilizable, más incómodo para las actividades, más propenso a romperse, más barroso por el riego repetitivo y constante.
Si se regara con 6 litros por metro cuadrado cada dos días ya empezamos a ver la tendencia buscada: las raíces empiezan a ir más abajo, generando más profundidad radicular por seguir la humedad.
Si se regara con 15 litros por metro cuadrado cada cinco días llegamos a la situación ideal: las raíces bien hacia abajo, utilizando la humedad del suelo en profundidad mientras que la parte superior del suelo se mantiene más seca.
Cómo lograr el riego perfectoAhora bien, ¿cómo logramos la situación ideal sin tener conocimientos especializados? Un buen método sería hacer diferentes riegos en la misma estación del año.
Por ejemplo, si tenemos un sistema de riego artificial, regar algún sector –como el circuito de goteo de las plantas– unos 20 minutos e ir al cantero para ver cómo está de humedad.
Hacer un pozo pequeño con la pala de mano o clavar un palito hasta unos 20 cm y ver cómo sale: si está “embarrado” o si sale seco.
Cuando el cantero necesite regarse nuevamente, hacer un riego del doble del tiempo que el anterior y volver a cotejar cómo está de humedad con nuestro palito de madera o pozo.
Luego, comparar con la observación anterior, teniendo en cuenta que la tierra no tiene que estar encharcada sino húmeda.
Así, hacer riegos de diferentes tiempos para descubrir cuál es el adecuado para nuestro espacio.
Si no tuviéramos un riego artificial y utilizamos manguera, no hay problema. Podemos cronometrar el tiempo de uso en un determinado espacio y así tener un “tiempo de riego” preciso para después variarlo.
¿Qué tan profundo podemos regar?Dependerá, entre otras variables, de la capacidad de retención de humedad de nuestro suelo y de la cantidad de tierra de calidad que se tenga.
Si el jardín está construido sobre una base de tierra de relleno, será menor la profundidad a la que podremos llegar con el riego y tendremos que adoptar una frecuencia mayor de aplicaciones de agua.
Hay que tener en cuenta que el “tiempo de riego” de mi vecina no tiene por qué ser el mismo que el mío
Ese valor puede variar según el drenaje, la manera en que está construido el jardín, la exposición solar, el tipo de riego, entre otros factores.
Como conclusión, lo mejor es tener en cuenta la famosa frase que dice: “hay que vincularse con nuestras plantas”.
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El consejo es tener contacto con el jardín: regar y observar, probar y corregir. Así podremos desarrollar “una sensibilidad verde” que solo se logra estando en contacto con las plantas de nuestro jardín.