El hotel que fue un emblema de Córdoba, estuvo años abandonado y recibe visitantes entre misterio y polémica
Esta historia arranca en el verano de 1936, cuando Máximo Emilio Germán Pahlke –gerente general de la empresa alemana Mannesmann, dedicada a la fabricación de caños sin costura– llegó a Mi...
Esta historia arranca en el verano de 1936, cuando Máximo Emilio Germán Pahlke –gerente general de la empresa alemana Mannesmann, dedicada a la fabricación de caños sin costura– llegó a Miramar, en Córdoba, con su familia y un objetivo: sacar provecho de la fangoterapia que la laguna Mar Chiquita ofrecía. Según parece, su mujer (Melita Fleischberger, nacida en Viena) sufría de asma y, su hijo (Máximo), de soriasis. Allí, los Pahlke comprobaron las virtudes sanadoras de la laguna. Herr Pahlke no se lo pensó dos veces: decidió construir un gran hotel.
Los trabajos iniciados en 1940 concluyeron unos años después. El Gran Hotel Viena se inauguró con 84 lujosas habitaciones; un pabellón termal con servicio de médico, enfermera y masajista; salón comedor para 200 personas, con vajilla de loza inglesa, copas de cristal y cubiertos de plata. Biblioteca, aire acondicionado y calefacción; salas con piso de granito, mármoles y arañas con caireles de cristal. Detrás de bambalinas se producía: en dos salas inmensas se elaboraban alimentos; en la despensa había conservas suficientes para dar de comer a cien personas en un mes; panadería, una fábrica de hielo, criadero de cerdos y corral para las aves.
La bodega, otro espacio oculto, albergaba unas diez mil botellas de vino. El Gran Hotel Viena contaba con una usina propia de luz eléctrica, y en las cocheras había surtidores de combustible para uso exclusivo de los huéspedes. La gran piscina, dividida en agua dulce y agua salada, se lucía en el frente del edificio. Para ir a la laguna, a 80 metros de distancia, se proveía gorro, zapatos ad hoc y el ejemplar del día del diario La Nación.
A mediados de 1946, los Pahlke cerraron el hotel y se fueron. La salida de este clan abonó mil supuestos de improbable veracidad alrededor del nazismo y de Hitler. El fin de la II Guerra Mundial (septiembre de 1945) desencadenó una catarata de teorías, tan absurdas como verosímiles a partir de un hecho innegable: la Argentina albergó una tupida comunidad de alemanes afines al nacionalsocialismo.
Hasta 1954, el GH Viena estuvo a cargo del jefe de seguridad. En 1980, el subsuelo del Viena se inundó y tras los saqueos sistemáticos, dejó de operar. En 1985, la gran crecida de la laguna de Ansenuza (de 660.000 hectáreas) le asestó la estocada final. En la actualidad, su nieto Max Pahlke está en litigio por usurpación con la municipalidad, se opone a las visitas y a lo referido por los guías que le estarían agregando unos cuantos de datos color –no muy fidedignos ni chequeados– a la historia para incrementar el interés del público. Juran que hay espíritus que vagan por los vericuetos del Viena. Ojalá sea cierto: sólo ellos pueden preservar lo que queda sin hacerle daño ni a una mosca. Nada hay más inofensivo que un fantasma.
Datos útilesGran Hotel Viena. Consultar horarios de visitas guiadas, por la mañana y por la tarde. Excepcionalmente de noche. Arrancan puntual y el cupo es limitado por orden de llegada. San Liniers 136, Miramar de Ansenuza. T: (3563) 41-4731. IG: @hotelvienamuseo