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El día que Picasso cayó como sospechoso del robo al Louvre

No es la primera vez que ...

El día que Picasso cayó como sospechoso del robo al Louvre

No es la primera vez que ...

No es la primera vez que roban en el Louvre. El 10 de noviembre de 1906, los diarios franceses informaron que una conocida obra de arte ibérico, La Dama de Elche, había desaparecido del famoso museo parisino.

En realidad, los periódicos habían cometido un error: la señorita en cuestión no era la de Elche, una localidad al norte de Alicante donde, siglos atrás, el ejército de Aníbal, el cartaginés, había acampado con sus tropas. Como estas se nutrían de dátiles, muchas semillas de esta fruta germinaron, dando origen a la proliferación de palmeras que caracteriza las vecindades de Elche. En 1897, esta dama de trenzas recogidas había sido hallada por un campesino que de inmediato dio aviso a las autoridades. El hallazgo fue analizado por José Ramón Mélida, director del Museo Arqueológico Nacional.

El profesor Pierre Paris (1859-1931), un conocedor del arte hispano, se enteró de la existencia de la obra y logró interesar a las autoridades del Louvre, quienes ofrecieron 4.000 francos por esta dama. Era una buena suma, pero no tan extraordinaria como para que España se deshiciera de una pieza de valor arqueológico incalculable.

A pesar de las quejas en los medios de los especialistas, sus voces fueron ahogadas por distintos eventos de relevancia mediática como el asesinato del presidente Antonio Cánovas del Castillo (1828-1897) a manos de un anarquista italiano y las noticias que llegaban de la terrible guerra de independencia de Cuba, la última colonia del imperio donde nunca se había ocultado el sol. Meses más tarde, La Dama de Elche se exhibía en el Louvre.

Sin embargo, los españoles no olvidaron el asunto y periódicamente reclamaron su restitución. Finalmente, al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, el mariscal Philippe Pétain, a cargo del gobierno de Vichy leal al régimen nazi, en signo de buena voluntad hacia el generalísimo Francisco Franco, devolvió La Dama de Elche a España, junto con otras obras como La Inmaculada de Murillo, que pasaron a exponerse en el Museo del Prado.

La Dama de Elche después estuvo en el Museo Arqueológico Nacional, hasta que finalmente regresó a su ciudad de origen.

Pero, de vuelta en 1906: la noticia –aunque falsa, ya que no se trataba de esa famosa dama– puso al descubierto la pésima seguridad del museo: de las 50 figuras de arte ibérico que habían inaugurado la sala, habían desaparecido 30.

Pablo Picasso frecuentaba dicha sala porque estaba fascinado con el arte ibérico. De hecho, su célebre La femme au vase (La dama oferente) responde a esa estética.

Hacia 1906, el pintor malagueño estaba abandonando el realismo y la perspectiva tradicional, acercándose a lo que años más tarde la crítica bautizaría como cubismo.

Picasso era amigo del poeta Guillaume Apollinaire, quien entonces tenía como secretario a un belga llamado Honoré Joseph Géry Pieret, un ladronzuelo y estafador en busca de nuevos negocios.

Sabiendo del interés de Picasso por el arte ibérico –y de la poca seguridad del museo–, un buen día Pieret robó la cabeza de una dama ibérica (que, vale repetir, no era La Dama de Elche), la puso bajo su gabardina y salió tranquilamente del museo. Esta llegó a manos de Picasso, quien le pagó 50 francos y fue fuente de inspiración para Les Demoiselles d’Avignon, una confusa traducción de Las señoritas de la calle Avinyó, nombre de un paseo de Barcelona frecuentado por prostitutas que nada tenían que ver con la ciudad francesa de Avignon.

Pieret se fue a América y por cinco años Picasso gozó de la preciada estatua. Pero un buen día, el ladronzuelo volvió a París.

Justo en esos días, un carpintero italiano llamado Vincenzo Peruggia robó, nada más y nada menos, que La Gioconda, la obra maestra de Leonardo da Vinci, que durante años estuvo sonriendo en el dormitorio de Napoleón Bonaparte. La Ciudad Luz estaba convulsionada por este robo y el Paris Journal ofreció una recompensa de 50.000 francos a quien diera una pista para recuperar a La Mona Lisa.

Pieret vio una oportunidad de hacerse de unos francos y contactó al periódico para contar cuán fácil era robar obras del Louvre… y hasta contó cómo había sustraído una escultura que había terminado en manos de un “conocido pintor”.

La policía parisina no podía dejar que se burlaran tan abiertamente de su efectividad y dio con el tal Pieret. No pasó mucho tiempo hasta que este soltara los nombres de Picasso y Apollinaire. Ambos artista entraron en pánico y decidieron deshacerse de la pieza arrojándola al Sena dentro de una maleta.

Sin embargo, el aire de la ciudad, la culpa o quizás el amor al arte –vaya uno a saber – los hizo cambiar de parecer y Apollinaire llevó las cabezas robadas al París Journal afirmando que ignoraba su origen ilícito.

La policía, al tanto de la versión de Pieret, no tardó en apresar al poeta y al pintor. Ambos afirmaron que habían pagado por las piezas pero desconocían que habían sido hurtadas –cosa muy difícil de creer en un visitante asiduo del museo–. Lo curioso del caso es que ambos también se convirtieron en los principales sospechosos del robo de La Mona Lisa.

El mismo Picasso contó que durante el careo frente a Apollinaire, en un acto de estupidez, miedo o pura traición, dijo no conocer al poeta… El pintor de Málaga tuvo más suerte: fue liberado bajo palabra, mientras que el poeta pasó algunos días en el calabozo.

Finalmente, ambos fueron exonerados: La Gioconda no figuraba entre las preferencias estéticas de ninguno de los dos.

Años más tarde, Picasso confesó que las orejas de Las señoritas de Avignon estaban inspiradas en estas estatuillas ibéricas.

Todos conocemos la vida tormentosa del maestro cubista, pero no todos saben que Apollinaire murió en 1918 durante la Primera Guerra Mundial, tras recibir un impacto de metralla en la cabeza.

Pieret desapareció de Francia y nada más de supo del bribón.

La Gioconda fue recuperada dos años más tarde cuando Peruggia intentó venderla en Florencia. Entones dijo que su única intención (¿además de la pecuniaria?) era que la obra maestra volviese a Italia.

Según algunas versiones, detrás de este hurto estaba la mano de un estafador argentino llamado Miguel Valfierno, pero esa es otra historia.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/cultura/el-dia-que-picasso-cayo-como-sospechoso-del-robo-al-louvre-nid20102025/

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