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El crédito del miedo

Eva Illouz escribió que “el miedo, tanto imaginado como real, es una potente herramienta política; triunfa y anula otra emoción y consideración”. Nada describe mejor el clima emocional que ...

El crédito del miedo

Eva Illouz escribió que “el miedo, tanto imaginado como real, es una potente herramienta política; triunfa y anula otra emoción y consideración”. Nada describe mejor el clima emocional que ...

Eva Illouz escribió que “el miedo, tanto imaginado como real, es una potente herramienta política; triunfa y anula otra emoción y consideración”. Nada describe mejor el clima emocional que definió la elección de 2025. En la política, pocas emociones ordenan el voto con tanta eficacia como el miedo.

Esa sensación emocional explica una paradoja central del año: los errores políticos y económicos del gobierno nacional alimentaron el miedo social, y ese miedo —en lugar de castigarlo— terminó siendo el motor de su triunfo contundente del 26 de octubre. En una secuencia casi surrealista, cada falla, cada exceso y cada improvisación se convirtieron no en un costo, sino en el insumo emocional que reforzó un rumbo que, desde la razón, parecía exhausto.

El punto de inflexión fue la elección del 7 de septiembre en la provincia de Buenos Aires. Un comicio prácticamente municipal que el propio Gobierno nacionalizó de manera torpe, transformándolo en un plebiscito anticipado. La derrota por 14 puntos fue contundente, pero su efecto político fue aún mayor: instaló nuevamente el temor al retorno del kirchnerismo al poder. El discurso inmediato de Axel Kicillof, presentando ese resultado como un límite al Presidente, hizo el resto. La sociedad interpretó la escena como la posibilidad de un regreso acelerado del pasado, y la reacción fue automática: una estampida defensiva hacia el oficialismo.

A ese temor político se sumó un temor económico. La caída de confianza posterior al 7 de septiembre aceleró la inestabilidad: el dólar saltó, el riesgo país se disparó y los mercados descontaron que la transición política sería turbulenta. En ese clima, la intervención directa de Donald Trump para evitar un episodio financiero mayor —condicionada explícitamente al triunfo del Gobierno en octubre— agregó una capa adicional al miedo ciudadano. El mensaje implícito fue claro: si cambia el rumbo, se corta la asistencia, y si se corta la asistencia, vuelve la crisis.

Esa combinación de temores —políticos y económicos— habilitó lo que, en condiciones normales, habría sido impensable: el Gobierno recibió un crédito político a pesar de sus propios fracasos. Las derrotas legislativas —llegó a construir mayorías y terminó con diputados huyendo del bloque oficialista—, las internas expuestas, el desorden en la gestión —con más de 160 funcionarios expulsados, entre ellos dos jefes de Gabinete, dos ministros del Interior y dos cancilleres—, los candidatos inconsistentes acusados de vínculos con el narcotráfico, y los escándalos de corrupción —Libra, Andis y las contrataciones irregulares—: nada de eso funcionó como límite. Tampoco lo hicieron gestos que en cualquier democracia madura habrían costado caro, como los intentos de nombrar jueces de la Corte por decreto, los insultos permanentes a gobernadores, artistas y periodistas, o incluso la escena del Presidente cantando y gritando en un escenario mientras la economía pedía auxilio externo. La sociedad no evaluó la eficacia del oficialismo; evaluó el riesgo de su reemplazo.

Como en otros momentos de la historia argentina, el voto se volvió un acto defensivo, un escudo emocional. El apoyo se mantuvo no por adhesión al desempeño, sino por temor a la alternativa. Y en ese clima, la mala praxis dejó de costar votos y empezó a justificarlos.

El crédito del miedo se sostiene en tres pilares: primero, una memoria emocional profunda, que reacciona con rapidez ante señales de retorno del pasado; segundo, una narrativa oficial que logró convertir sus propios tropiezos en advertencias, desplazando la responsabilidad hacia el riesgo externo, y tercero, que tampoco nosotros —la dirigencia opositora— hemos sido capaces de ofrecer una alternativa de contención, moderación y un horizonte verosímil.

Esta constatación no es un reproche hacia nadie en particular, sino una responsabilidad hacia nosotros mismos: la oposición tiene el deber de reconstruir credibilidad, moderación y una expectativa razonable de gobernabilidad.

En ese vacío de certezas, el miedo se transformó en la variable más estable del sistema. No hace falta que el Gobierno ordene su gestión: le alcanza con recordar quién podría reemplazarlo. No necesita resolver la crisis: basta con señalar el peligro de que otros la administren. Es un equilibrio frágil, pero efectivo. Mientras no exista un proyecto alternativo capaz de desplazar ese temor, el crédito seguirá abierto.

Sin embargo, ningún país puede vivir indefinidamente bajo la tutela del miedo. Los electorados conceden créditos emocionales, pero tarde o temprano exigen resultados concretos. El miedo ordena, pero no construye. Y la política que se sostiene únicamente sobre el temor al otro termina dependiendo de un enemigo que debe resucitar una y otra vez para justificar su propia supervivencia.

La Argentina ha votado demasiadas veces por espanto. Pero incluso el espanto tiene un límite. El Gobierno hoy administra un crédito excepcional, pero también excepcionalmente vulnerable. Porque ningún miedo es eterno, y cuando las expectativas caen más rápido que las amenazas, la emoción dominante cambia de signo.

El Gobierno debe leer bien este resultado, reflexionar, darle lugar al escrutinio de la razón y no creer que es dueño de la verdad. Albert Camus dijo: “Nos asfixiamos entre gente que cree tener toda la razón”. Aceptar los matices, escuchar críticas y asumir límites institucionales no debilita a un gobierno: lo fortalece. Porque un crédito otorgado por miedo solo se sostiene si en el camino aparece alguna forma de esperanza.

Y entonces se impone una verdad simple pero ineludible: el crédito del miedo puede convertirse en la deuda del desencanto.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/el-credito-del-miedo-nid28112025/

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