El careteo corporativo
El careteo corporativo en LinkedIn nunca falla. Hay un género literario que todos los veraneantes de esa playa consumimos: el del que se va feliz del aparente Paraíso corpo. “Me voy de la empre...
El careteo corporativo en LinkedIn nunca falla. Hay un género literario que todos los veraneantes de esa playa consumimos: el del que se va feliz del aparente Paraíso corpo. “Me voy de la empresa después de cuatro años increíbles, eternamente agradecido, aprendí más de lo que imaginé…”.
Y usted, que abrazó a esa persona que lloraba en el baño, sabe perfectamente que pasó tres años y medio desangrándose.
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Si algo mantenemos del mundo corporativo es esto: camuflamos la verdad. Y la culpa es nuestra. Inventamos una diplomacia emocional donde todo fue “un privilegio”, incluso cuando el privilegio fue sobrevivir (y a cuentagotas).
El problema no es el agradecimiento. El problema es el botox emocional, la inflación de palabras.
En el supermercado hipermayorista de la hipocresía corpo, donde llueven desde las góndolas premios inventados a granel, todo es luz. Un ejemplo: hay más promociones que despidos. No sé si usted lo notó, pero en medio de la fiebre de restructuraciones ya no despiden a nadie (eso es cosa del pasado): todos se van porque “concluyen ciclos, cierran etapas” o porque “tienen otros proyectos personales” aguardando. Eufemismos en serie.
Tanto “¡gracias equipo extraordinario!” y tanta “¡experiencia inolvidable!” termina devaluando el sentido cuando uno conoce los entretelones. Es verdad: muchas veces es el alivio de haberse ido el que dicta ese agradecimiento. “Hay que irse bien”, reza el oráculo de Delfos organizacional. Un juego de amnesia selectiva.
A veces se exagera tanto que ya no sabemos si fue un trabajo, una vacación o una secta. Estas mentirillas piadosas también aparecen en los consejos para entrevistas laborales: “No hables mal de tu empleador anterior”; “cuidado con lo que decís de tus puntos de dolor porque te puede jugar en contra”. En suma: no seas vos porque no vas a agradar. Editate.
Así, los candidatos llegan a esa reyerta tan seteados sobre lo que deben y no deben decir que todo se convierte en un laboratorio diseñado para fingir y agradar. Un carrusel de negaciones.
Mientras tanto, la gente real —la que está cansada, frustrada o simplemente lista para cerrar un ciclo— sigue sintiendo que no puede decir: “Gracias, aprendí, y también estoy agotado. Me voy para estar mejor”.
Así, a cara lavada, sin brillos ni storytelling épico. Tal vez sería mejor no decir nada antes que inventar cosas que no son.
Quizás precisamos un poco más de coraje para decir lo que pasa en las organizaciones: más piel y menos maquillaje.
Si no, LinkedIn se convierte en una marquesina falsa, un showroom de felicidad de melamina, de vida sobreactuada.
Creo que menos careteo y más verdad nos haría sentir más en casa. Depende de nosotros.
Fuente: https://www.lanacion.com.ar/economia/negocios/el-careteo-corporativo-nid12122025/