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Detuvieron a su hijo por error, en la cárcel conoció al amor de su vida y mañana se estrena una película con su historia

El llamado que cambiaría todo llegó un fin de semana y la agarró en una quinta, con amigas. Mientras escuchaba la noticia, Andrea Casamento sintió cómo el pánico le recorría el cuerpo: su hi...

Detuvieron a su hijo por error, en la cárcel conoció al amor de su vida y mañana se estrena una película con su historia

El llamado que cambiaría todo llegó un fin de semana y la agarró en una quinta, con amigas. Mientras escuchaba la noticia, Andrea Casamento sintió cómo el pánico le recorría el cuerpo: su hi...

El llamado que cambiaría todo llegó un fin de semana y la agarró en una quinta, con amigas. Mientras escuchaba la noticia, Andrea Casamento sintió cómo el pánico le recorría el cuerpo: su hijo mayor, Juan, estaba en una comisaría, y lo primero que pensó era que había tenido un accidente.

Ella trabajaba en una inmobiliaria y el adolescente acababa de cumplir 18 años. Era abril de 2004 y la Argentina estaba conmocionada por el secuestro y asesinato de Axel Blumberg. Como muchos padres, Andrea tenía miedo por sus hijos y pocos días antes había participado de una marcha masiva contra la inseguridad. El reclamo era colectivo: que quienes entraran a una cárcel, no salieran nunca más. En ese contexto, recibió el llamado.

Andrea se subió corriendo a un auto y lo que supo de regreso en la ciudad de Buenos Aires, era que a Juan lo habían detenido. Después sabría los detalles: el chico estaba tomando algo con una amiga en un bar de plaza Serrano cuando la policía lo confundió con otra persona, alguien “que había robado cuatro empanadas con un cuchillo Tramontina”, reconstruye su mamá. Nadie escuchó las explicaciones del adolescente: “están equivocados”, “soy inocente”, “por favor, esto es un error”.

Su hijo fue trasladado al penal de Ezeiza y a partir de ese momento la vida de Andrea dio un vuelco: la experiencia de la cárcel la atravesó por completo.

Durante los seis meses que Juan estuvo en prisión preventiva antes de que la Justicia lo declarara inocente, conoció a Alejo, un hombre que cumplía su condena en Ezeiza y que fue el sostén clave para que ella pudiese atravesar esos meses turbulentos. En 2005, cuando a Alejo le quedaban varios años de prisión, se casaron, y poco después tuvieron un hijo, Joaquín.

Pero el cambio que inició Andrea no fue solo personal, sino colectivo. Junto con otras tres mujeres y con el apoyo de una abogada, en 2008 fundó la Asociación Civil de Familiares de Detenidos (Acifad), y años después se convirtió en una de las representantes de Latinoamérica en el Subcomité de Prevención de la Tortura de la ONU, puesto que ejerció hasta diciembre pasado.

La suya es una historia de película que, justamente, mañana llega a la pantalla grande con el estreno de “La mujer de la fila”, el largometraje dirigido por Benjamín Avila que protagoniza Natalia Oreiro en el papel de Andrea. “Mi historia es la de miles”, resume Andrea.

Una condena que repercute en las familias

Andrea cuenta que, durante los años en que visitó a Alejo, experimentó en carne propia la realidad de “las mujeres de la fila”, las que cada día de visita, cargando bolsos con ropa y comida para sus familiares detenidos, con niños pequeños en brazos, esperan durante horas el momento para pasar 120 minutos con sus seres queridos. Esa espera ocurre a la intemperie, sin un baño ni un lugar donde sentarse.

Para llegar a esa visita, hay que atravesar requisas donde “muchas veces las violentan, y aprender a los ponchazos las reglas arbitrarias del sistema penitenciario”, describe Andrea.

Fuera de la fila, los desafíos también son comunes: “Entender el lenguaje complicado de los abogados; ser sostén económico para sus familias y también emocional; cargar con la mirada de una sociedad para la cual ellas son siempre sospechosas; criar a los hijos y además mantenerse enteras”, resume Andrea.

En otras palabras, la pena, que debería caer solo sobre quien cumple una condena, repercute en ellas y en sus niños. Es un sufrimiento silencioso. Eso es lo que busca visibilizar la película.

“Cuando llegan, lo único que hacen es llorar”

En verano, el sol pega tan fuerte en la cabeza que una siente que el cerebro va a entrar en ebullición. En invierno, el frío se cuela por rincones inesperados, desde un tobillo hasta la punta de las orejas, para llegar al último de los huesos. No importa la estación, cada semana la escena se repite: un grupo de mujeres, la mayoría madres, esposas o hermanas, hace fila frente a las cárceles de todo el país para visitar a sus familiares presos.

Andrea Casamento estuvo ahí. Ahora, está sentada en la mesa de la sede de Acifad, en el barrio porteño de Once, junto otras nueve “mujeres de la fila” que conversan con LA NACION. Casi todas, actuaron de ellas mismas en la película que se estrena mañana.

“La mayoría llega acá con desconfianza y no puede parar de llorar. A mí me pasó tal cual”, dice Patricia. Tiene 44 años y unos ojos verdes que no pasan desapercibidos. Su marido está detenido. Conoció a Andrea en un juzgado cuando Acifad comenzaba a dar sus primeros pasos y se convirtió en una de sus cofundadoras.

“Llegamos por nuestros casos particulares y nos fuimos quedando y trayendo a otras de la fila. Acá me ayudaron a aprender cómo usar una computadora. Al principio, atendíamos los llamados y tomábamos notas en un papel. Después, nos fuimos perfeccionando”, agrega Patricia, que es de Vicente López, tiene dos hijos y un nieto.

Todas coinciden en que llegar a Acifad las transformó. Viviana tiene 59 años y su hijo está preso desde hace 17. “Llegué con una depresión tremenda. No hablaba. Cuando te pasa esto, te quedás sin familia, sin pareja, sola. Acá conseguí la contención que necesitaba y gracias a ellas soy lo que soy: volví a estudiar y mis hijas terminaron la secundaria, porque cuando su hermanó cayó preso todo se derrumbó. Hoy trabajo de lunes a lunes”, dice Viviana, que cuida personas y limpia en casas de familia.

“Es un tema tabú”

La película se mantiene fiel a la historia de Andrea excepto por dos cosas: “A diferencia de Juan, el hijo de la protagonista es culpable y además hay un allanamiento, algo que en mi caso no pasó. Aceptamos que fuera así porque la película trata de contar mi historia y la de miles. Buscamos evitar ese pensamiento de ‘qué bueno lo que hizo, porque el hijo es inocente’. Da igual, todas pasamos por lo mismo. Todas nos desesperamos de la misma manera”, asegura Andrea.

Y sigue: “La cárcel te arrasa: se instala en el living de tu casa y eso dura lo que dura la condena y a veces mucho más. Esa experiencia te va a acompañar el resto de la vida”.

En 2017, Andrea protagonizó una charla TEDxRíodelaPlata frente a 10 mil personas donde compartió sus vivencias.

Andrea tiene hoy 60 años y además de Juan (39) es mamá de Agustín (35), Belén (32) y Joaquín (20), el hijo que tuvieron con Alejo.

Cuando Juan estuvo detenido, otras de las cosas que aprendió fue “que de la cárcel no se habla”, algo que atravesaron el resto de las mujeres que conversaron con LA NACION.

“Tenemos el chip metido de no contar nada, porque para el afuera, la persona que tiene un familiar detenido, es como una mala palabra. Eso te afecta a vos y toca a toda tu familia. Entonces, como la responsable que queda a cargo, intentás protegerla lo más posible”, resume Mónica, que tiene 45 años y su marido está preso en Devoto.

Cuenta algo que todavía es una herida abierta: “Me pasó que en la escuela de mis hijos me dijeron que no les podían renovar la matrícula porque la institución tenía una imagen que mantener”.

Cuando llegan a Acifad, ese hechizo se rompe: es el lugar donde pueden hablar de todo lo que les pasa sin sentirse juzgadas. Del otro lado, hay alguien que sabe exactamente por lo que están pasando.

“Me dieron dos ACV mientras mi marido estaba detenido. Iba a hacer la fila con el trípode, pañales y una sonda. Pero no tenía un lugar donde contar cómo me sentía. Era llorar a las dos de la mañana en el baño cuando mis hijos estaban durmiendo y al otro día respirar profundo y seguir. Cuando llegué acá, me abrazaron. Dije: ‘No estoy sola’", resume Mónica.

En estos años, desde Acifad acompañaron a más de 10.000 familias. Atienden un promedio de 100 consultas por día y sus líneas de acción abarcan desde el apoyo emocional y legal, hasta la incidencia en políticas públicas y el trabajo en red con organizaciones nacionales e internacionales. Eso se traduce de diferentes maneras: desde el abrazo a la que llega hasta reclamar por algo tan básico como un baño para las mujeres y niños de la fila.

“Una cárcel es un lugar donde transita mucha gente y no hay un lugar para que las mujeres y los niños puedan esperar, un baño, un lugar para cambiar a los bebés y un techo donde no se mojen cuando llueve. Nos costó seis años lograr que Ezeiza y Marcos Paz tengan esos espacios”, reconstruye Andrea.

“El sistema hoy no funciona”

Las mujeres de la fila cuentan que para cada una hubo una escena de la película especialmente movilizante. En el caso de Brenda fue la del allanamiento. “Me acordé de cuando lo viví siendo muy chica”, dice.

Tiene 32 años y en brazos lleva a Génesis, su beba de 6 meses. Cuando era una adolescente de 16, detuvieron a su mamá y ella se quedó a cargo de sus hermanos menores.

Para todas, la película es una gran responsabilidad. Especialmente para Andrea. “Siento que a través de mi historia muchas mujeres se van a sentir representadas. La película puede dar lugar a esos secretos de los cuales no se puede hablar y tal vez ayudemos a que alguien cambie su punto de vista, que se sume a aportar su mirada para pensar la cárcel y cuáles son las respuestas para que ese sistema mejore. Nosotras no tenemos la verdad, pero lo que sí sabemos es que el sistema como está pensando hoy, no funciona”, dice la fundadora de Acifad.

Y agrega: “Las personas presas en algún momento van a recuperar su libertad y la cárcel no las prepara para eso”. Todas coinciden. Aseguran que sin posibilidades reales de estudiar dentro de las cárceles o de aprender un oficio, es “un milagro” que los presos salgan y no reincidan.

¿Qué esperan que pase con la película? “Es importante que los tomadores de decisión y la comunidad nos conozcan y caminen con nosotras cuando pedimos que hay cosas que necesitan cambiar. Ninguna de nosotras trajo un hijo al mundo para que le haga daño a otro. Ninguna de nosotras quiere que eso vuelva a pasar”, insiste Andrea.

Carmen tiene 55 años y estuvo nueve presa. Siempre soñó con “llegar a la pantalla grande” y cuando la convocaron para actuar en la película, no lo dudó. Ahora trabaja en la atención telefónica de Acifad y la ayuda Brandon, uno de sus hijos, que tiene autismo.

“Les falté toda la vida”, dice Carmen con respecto a sus tres hijos. Ahora, en cambio, siente que tiene una oportunidad. En Acifad Le dieron una computadora y un celular que era de Andrea. Brandon la ayuda a cargar las consultas, a responder los mails y la acompaña a las reuniones. “Para mí esto es primero sanar las heridas de todo lo que traemos”, dice.

Hoy Carmen está estudiando Comunicación y siente que trabajar desde su casa y estar con sus hijos, es “un privilegio”.

Más informaciónAcifad es una organización integrada por mujeres familiares de personas detenidas y profesionales comprometidos con el acompañamiento y el fortalecimiento de las familias atravesadas por el encarcelamiento. Podés conocer más en su sitio web Charla Ted. El próximo domingo 28 de septiembre Andrea Casamento será una de las protagonistas de El festival de ideas de TEDxRíodelaPlata. Para más información, hacer click aquí.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/comunidad/detuvieron-a-su-hijo-por-error-en-la-carcel-conocio-al-amor-de-su-vida-y-manana-se-estrena-una-nid03092025/

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