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Después del éxito de los tulipanes, el destino patagónico que apuesta a nuevas flores

Por un callejón de ripio que atraviesa el interior del Valle Hermoso -Cwm Hyfryd- se llega a un parque de peonías recostado sobre la cordillera de los Andes. Al fondo, en la cadena montañosa con...

Después del éxito de los tulipanes, el destino patagónico que apuesta a nuevas flores

Por un callejón de ripio que atraviesa el interior del Valle Hermoso -Cwm Hyfryd- se llega a un parque de peonías recostado sobre la cordillera de los Andes. Al fondo, en la cadena montañosa con...

Por un callejón de ripio que atraviesa el interior del Valle Hermoso -Cwm Hyfryd- se llega a un parque de peonías recostado sobre la cordillera de los Andes. Al fondo, en la cadena montañosa conocida en este pueblo como cordón de los galeses, se destaca el glaciar cónico, de nieves eternas. El valle de las flores bien merece su nombre.

Cada primavera, desde mitad de noviembre a mitad de diciembre, se puede visitar el jardín cordillerano, que abre poco días después de la cosecha de tulipanes.

“La idea es extender la temporada con otras plantaciones. También estamos sembrando lavandas, que florecen en diciembre y enero para dar así continuidad a las visitas que llegan a este pueblo conocido como el jardín de la provincia”, sostiene Cintia Figueroa, secretaria de Turismo.

Incluso a principios de otoño tenemos aquí una planta tan exótica como la peonía: el azafrán, que tiene el campo de cultivo más austral de la Argentina”, enumera.

Las peonías, originarias de Asia, tienen en este rincón de Chubut los cultivos más grandes del país establecidos en un incomparable campo escénico con vistas a la cordillera.

Todo el pueblo apoyó la iniciativa: en la apertura de la temporada estuvo la comunidad entera. “Las peonías son novedosas. Son únicas, completan todo el campo. Dan ganas de quedarse aquí por horas”, sostiene Maura Bianchi, referente de las viñas Nant y Fall, y reconocida por ser dueña de la primera de las 17 bodegas que hay en estas latitudes.

Las peonías fueron una innovación, al igual que las vides que irrumpieron una década atrás. Los bulbos de las flores llegaron a Trevelin de la mano de Martín Sasaki un productor de origen japonés que primero tuvo un predio experimental en un campo cercano al poblado de Aldea Escolar y desde hace tres años comenzó a dar forma al nuevo sembrado que se abre camino por el callejón de ripio, dentro del valle hermoso, a dos kilómetros y medio de la ruta 34.

Martín comenzó hace más de una década con las peonías en un predio del INTA. Luego pensó en desarrollar un campo con acceso al turismo: así fue como sembró las flores frente a la cordillera enmarcadas por el glaciar cónico. Hay peonías blancas, fucsias, rosas y blancas con pintas de color rosado. Las flores tienen 35 centímetros de diámetros, cada una. Y las varas son de hasta un metro de altura.

Cada planta se yergue hasta formar un arbusto, cubierto de hojas triangulares, que luego son pimpollos hasta expandir los pétalos en toda su exuberancia. El aroma se asemeja levemente al de las rosas. Pero la forma es más amplia, expansiva.

Las variedades en el jardín cordillerano son Duchesse, Sarah Bernhardt, Gardenia, Shirley Temple y Dr Alexander Fleming. Hay más en el INTA y en un vivero de Martín donde se produce Alertie, la variedad de exportación.

En el jardín cordillerano –Taiyō- hay ciento cincuenta mil flores, unos diez mil rizomas, en poco más de una hectárea que cuenta además con algunas otras especies sembradas sólo para la contemplación. El señor de las peonías regula no solo el sembrado y la cosecha. También evita los insectos, las plagas y perfecciona cada bulbo para la próxima temporada. “Yo soy el encargado de cosechas”, explica. “Lo mío es la tierra y la pala”.

La peonía viene de Japón, como la familia de Martín. La planta y el productor encontraron en este pueblo tierra fértil para expandirse. Es un tubérculo que tiene propiedades medicinales, un amplio mercado de flor cortada y, desde ahora, muchos beneficios para el turismo.

Celebración de los sentidos

Todo el pueblo está comprometido con la gran apuesta de extender la temporada a través de las flores. La comunidad desarrolló varias experiencias: desde producción de papel con pétalos hasta la elaboración comunitaria de tapices de peonías, al final de la temporada. Hay velas con las formas de las plantas asiáticas, que se venden en los viñedos de Nant y Fall. Y en los cultivos hay un food truck de Rincón del Molino, un restaurante clásico de la localidad

Chefs y sommeliers se inspiraron para producir té y vino de peonías. E incluso un postre con los pétalos de las flores que es el plato más sofisticado de esta gastronomía, en primavera.

En el jardín cordillerano se celebra la floración. Hay ceremonias vinculadas a la cultura asiática de las peonías en este recóndito pueblo creado por inmigrantes galeses: todo un crisol de culturas en medio de la Patagonia.

Malena Higashi realiza aquí, cada año, la ceremonia del té japonés. Chadó es un pasaje a la cultura japonesa a través de aromas. El rito, que se celebra en silencio, comienza con la degustación del dulce Yokan, elaborado con porotos, en una carpa dispuesta en medio de las flores. Y continúa con la preparación de matcha, -té verde antioxidante- que se comparte mientras el olor de las peonías llega desde las plantas.

El té espeso, conocido como Koicha, se sostienen en la mano izquierda, mientras los visitantes participan de una experiencia que hace una alegoría de la belleza simple y austera. La ceremonia transcurre sin palabras: es una meditación en movimiento para reparar la mente, igual que la experiencia de permanecer sumergido dentro de un cultivo de miles de flores que se mueven suavemente con el viento.

“Dos pétalos caen y la forma de las peonías cambia por completo”, sostiene Malena. Este año compartió una ceremonia con la referente de la pastelería galesa local, Susana Fontana, que expuso la ceremonia que practica en Nain Maggie, la icónica casa de té.

Cerca de Taiyō, Marilyn Jones, otra descendiente de galeses, invita en la colina del Druida a experimentar en su jardín toda la cultura celta, con música, cuentos y té gales. Este jardín permanece abierto todo el verano a las visitas.

Té y postre floral

La plantación de peonías inspiró la creación de un té con los pétalos de las flores asiáticas: se llama Haiku. Esa mezcla de té blanco con peras y zanahorias disecadas que lleva pétalos de peonías fue desarrollado por la sommelier Estrella García, quién creó un blend que recuerda los aromas de lo simple y de lo efímero.

Hay más experiencias para el paladar: Paula Chiaradia, de Fonda Sur, creó a partir de las flores asiáticas una pavlova con pétalos de peonías y cáscara de limón que ya es un plato registrado en el bistró.

Otros de los emprendedores locales, como Nawal Glamping, ofrecen entradas al campo de peonías como retribución a los visitantes que llegan al pueblo por más de dos noches durante la floración.

El aroma de la flor

Esta temporada se presentó en la plantación de Trevelin un fermento de peonías –Pet Nat o Petillant Naturel- que desarrolló la cocinera Mariana Müller junto a su esposo Enrique Wolf, asociados con la sommelier Paz Levinson y Gabriel Dvoskin, en base a la producción de flores de Martín Sasaki.

Primero desarrollaron un néctar de peonías, hasta llegar a producir unas tres mil botellas de Hanae. El vínculo entre Müller, que produce vinagres en Casa Cassis, y Martín Sasaki, lo estableció la cocinera local Paula Chiaradia.

“El néctar era un jugo dulce de peonías, no era un vino. Se usaba para hacer una limonada de peonías sin alcohol, como un concentrado del aroma de las peonías para hacer jugo”, sostiene Müller.

“Esta fermentación quedó en la heladera y cuando lo abrimos había fermentado en frío. En ese tiempo, Paz Levinson vino a casa. Probó los fermentos y dijo: ´esto realmente es distinto´. Ella enseguida se dio cuenta de que había algo diferente en las peonías”.

“Es una maceración de flores que fermentan. No se agrega alcohol, es el fermento propio que parte de una maceración dulce: ahí sí ponemos alcohol, porque la flor tiene muy poca azúcar”, señala Müller.

“Es un vino dulce para comer como helado, un postre, no todavía un vino seco para una comida principal. Queremos encontrar realmente la particularidad de cada variedad: porque por ahora estamos haciendo blancas y tintas pero hemos probado otras. Cada una con su perfume”, señala la reconocida chef patagónica.

“Nunca se me hubiera ocurrido hacer vino de peonías”, sostiene Sasaki. “No existe en el planeta entero”, afirma. “Sólo se produce desde aquí, en la Patagonia argentina”. La temporada de las flores es toda una experiencia sensorial que se saborea en Chubut.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/revista-lugares/despues-del-exito-de-los-tulipanes-el-destino-patagonico-que-apuesta-a-nuevas-flores-nid16122025/

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